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martes, 31 de julio de 2007

Cabezalcubo

Alejandro Aura caminando en la orilla

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com

Alejandro Aura, poeta, escritor, dramaturgo, brujo de la televisión cuando la tele divulga cosas buenas, camina a la orilla del tiempo y del mundo, y si me disculpa él por decirlo tan a lo bestia, se nos está muriendo. Digo nos porque a la gente buena, productiva, prolífica, ésa que hace más que ocupar su pitagórico lugar en el espacio la debemos considerar nuestra, propia, bien nacional hoy que inteligencia y decencia tanto nos sacan la vuelta. Allí nuestros magníficos artistas, muchos escritores. Allí don Alejandro. Y digo que se muere, aunque todos nos vamos muriendo de a poco con cada recochino día que se niegue a regalarnos la frescura del minuto que dure más de sesenta segundos, porque está enfermo de un cáncer pulmonar del que a él, como buen hablantín poeta y escritor y anfitrión magnífico, no le da empacho platicar, y lo hace todos los días en su blog (alejandroaura.blogspot.com) donde con ese deslumbrante desparpajo suyo, con ambladura de trovador que ha recorrido largo y variado el camino que une las aldeas de los hombres, habla de todo lo que se le ocurre porque ocurre que afortunadamente a Alejandro siempre le ha costado trabajo mantener cerrado el pico. Lo recuerdo sonriendo siempre, no sin cierta socarronería, trayendo a cuento esto de López Velarde o aquello de Pellicer, regañando falsamente a Andrés Bustamante cuando éste trepaba, insolente, la escenografía –una escenografía que era ya, por cierto, como una metáfora de México en crisis– de Entre amigos, en Imevisión.

Intervención urbana: telar en un aparcamiento Cortesía de alejandroaura.blogspot.com

Vive en Madrid, Alejandro, deslumbrado con sus amaneceres. Siendo criatura salida de versos, cuadros y partituras que salta desde las bambalinas a la calle tenía que ser allá, en ese Madrid de Gran Vía y Recoletos, de callejas que desembocan en Preciados, cerca de El Corte Inglés y la Casa del libro, la metrópolis siempre engalanada, cuna de juglarías salpicada de gente que va al teatro, o a caminar, a ver cuadros de Picasso, Miró y Velázquez y aplaudir o criticar indigentes que crían perros en un carrito de supermercado allá por Plaza de España. Tiene encantados a los madrileños con su blog y sus crónicas y sus aproximaciones microscópicas, inevitablemente festivas, a la vida y a la muerte. Improvisa prodigiosas narraciones de lo cotidiano y entrevera atrevidos poemas que asoman a la vastedad de su espíritu para regalarnos el aluvión de su sabiduría y de su buen humor. Le basta mirar gorriones, o escuchar una guitarra furtiva de madrugada, o enseñarle a su público europeo el modo de cocinar unas buenas carnitas, ñam, ñam…

Como buen obseso por cosas que atañen a la musa y por ende al público, Aura ha descubierto en internet otro motivo de sus desvelos: "Uf. Toda la noche soñé con cosas relacionadas con el directorio del blog: tenía paquetes de direcciones preparadas con distintos sabores: divertidas, ligeras, rápidas, humorísticas, y acababa por darme cuenta de que era una falsa apreciación mía, que a nadie le llegaban los mensajes especializados sino que había listas ordinarias de correos electrónicos sin ningún encanto y lo que yo creía personalizado no lo estaba. El desengaño era mayúsculo. Ahora ya no tiene gracia pero antes de despertar del todo, cuando estaba haciendo el corte de caja de la noche y tratando de separar las ganancias, me di cuenta de que había sido una noche con pérdidas, que trabajé de balde."

A lo mejor le falta algo, a Alejandro, además del tiempo que a todos escasea, que nunca nos es bastante. A lo mejor le falta volver a lo suyo, al oficio de conductor de la tele, hacer programas como De ida y vuelta, que según se dice, Jorge Volpi se ha tardado en decidir que Canal 22 produzca de nuevo. Eso: todavía hay tiempo, quién sabe cuánto pero qué importa, si la lucidez de Alejandro, si su sabrosa charla, su fina brújula humorística están allí, en un pisito madrileño, y acá estamos ávidos tantos de poder disfrutar de nuevo esos encuentros entre escritores mexicanos y latinoamericanos que pasan por Madrid y se sientan a la mesa a conversar con escritores españoles, convocados todos por Alejandro, que a lo mejor hasta les invita unos tacos de su propia versión de carnitas transterradas, quién sabe si con chile, pero acompañadas de un tempranillo o un buen champán. Qué tal que hasta con un buen tequila. Y así, aunque sea por media hora, nos olvidamos todos, disfrutando la plática de libros y personajes y costumbres y otros escritores o músicos o pintores, de la atroz perentoriedad de nuestras existencias nimias.

Kikka Roja

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