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jueves, 15 de noviembre de 2007

Lorenzo Meyer : Los ex presidentes y su capacidad de acción

Los ex presidentes y su capacidad de acción
Lorenzo Meyer
AGENDA CIUDADANA
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“Si Calles no pudo dañar seriamente a su sucesor, menos podría hacerlo Fox si se le fincaran responsabilidades”

Ex Presidentes Incómodos. Entre las causas que buscan explicar la falta de acción de las autoridades contra un Vicente Fox, al que cada vez se le descubren nuevas zonas obscuras en su desempeño como presidente, destaca una: si se le acorrala, el ex mandatario puede causar daño a Felipe Calderón y a su partido, pues sabe demasiado sobre las interioridades del turbio proceso electoral de 2006.

Examinando la evolución política de nuestro país, se puede concluir que hace tiempo que quienes fueron presidentes han dejado de ser un factor significativo de peligro. Hoy, la decisión de llamar o no a cuentas a quien ya terminó su mandato, tiene que ver más con los intereses de las personas y grupos en el |poder y menos con las posibilidades de acción de aquellos que alguna vez dirigieron al país. Desde hace casi setenta años, quien ha entregado el mando formal nada o muy poco ha podido hacer en contra de su sucesor.

El Principio. En el origen las cosas eran diferentes. El Gobierno que sustituyó al efímero emperador Agustín de Iturbide no las tenía todas consigo y por ello lo fusiló cuando aquél intentó retornar a la política activa. Algo similar le sucedió a Vicente Guerrero aunque Guadalupe Victoria, el primer presidente, no significó problema para nadie tras su retiro en 1829. Antonio López de Santa Anna, gracias a su influencia en el Ejército, resultó ser tan o más poderoso fuera de la Presidencia que en ella. En efecto, en esa primera etapa de la no muy afortunada vida política mexicana, no había realmente un sistema de Gobierno digno de tal nombre y Santa Anna más que presidente fue caudillo y mantuvo ese carácter hasta que la rebelión de Ayutla se lo quitó.

Fue a partir de la restauración de la República en 1867 que empezó a consolidarse en México una estructura política eficiente. Eso, y la edad, explican que en 1874 Santa Anna ya pudiera volver del exilio sin que molestara ni fuera molestado. Sin embargo, ciertos ex presidentes seguirían desempeñando el papel de actores peligrosos. Porfirio Díaz concluyó su primera Presidencia en 1880, pero no tardó en dedicar sus energías a recuperar la silla presidencial y a hacerle miserable la vida a su sucesor, Manuel González. En 1884 Díaz se salió con la suya y sólo dejó el cargo cuando una rebelión lo echó en 1911.

Ya en el siglo XX, el general Álvaro Obregón, como ex presidente fue una sombra constante para su sucesor, Plutarco Elías Calles, al punto que éste no tuvo más remedio que aceptar que el vencedor de Villa volviera a hacerse cargo del Poder Ejecutivo; sólo su asesinato en 1928 salvó a México de tener que enfrentar los efectos de la ruptura del principio de no-reelección. Calles mismo ya no buscó reelegirse, pero como ex presidente se transformó en “Jefe Máximo” y subordinó a los tres personajes que le sucedieron en el cargo –Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez- al grado que obligó a uno de ellos, Ortiz Rubio, a renunciar a su puesto. Sin embargo, hasta ahí llega la historia de ex presidentes que hicieron temblar a su sucesor, pues en 1935 el general Lázaro Cárdenas envió a Calles al exilio y el mandatario en funciones no volvió a tener rivales.

A partir de 1935 hubo “ex” que siguieron siendo actuando en política –el propio Cárdenas- pero ya ninguno fue capaz de poner en jaque al heredero. En una coyuntura crítica, Adolfo López Mateos, por ejemplo, impidió que Cárdenas viajara a la Cuba revolucionaria. Fuera del poder, Gustavo Díaz Ordaz tuvo que soportar en silencio las acciones de un Luis Echeverría al que hubiera querido destruir poco después de haberle hecho candidato del PRI. Cuando Echeverría le resultó molesto a José López Portillo, el antiguo poderoso tuvo que irse en calidad de embajador al otro lado del mundo. El truculento Carlos Salinas nada pudo hacer contra Ernesto Zedillo cuando éste, ya presidente, puso en la cárcel a otro Salinas, a Raúl.

En fin, sí hoy Vicente Fox, tan abundante en protagonismos como en contradicciones y cuentas pendientes, está causándole problemas al nuevo señor de “Los Pinos” sin que éste haga nada, eso se explica menos por la fuerza política del guanajuatense y más por las complicidades de su sucesor y del sistema de poder en general.

Calles o el Inicio de la Neutralización del Antiguo Omnipotente. Como ya quedó señalado, Cárdenas, a diferencia de sus antecesores, decidió no solucionar por la vía violenta el conflicto que casi desde el inicio de su sexenio se planteó con el ex presidente Calles. Cárdenas se contentó con mandarlo fuera del país y correr el riesgo de que el antiguo “hombre fuerte” pretendiera organizar desde lejos un movimiento en su contra. Desde luego que Calles lo intentó, pero fracasó, y ese fracaso quizá sirvió de vacuna contra intentos similares.

La Venganza Fallida. Desde San Diego, en la California Americana, el ex presidente sonorense maquinó su venganza. Debió de haber tratado de acabar con Cárdenas por varias vías, pero la medida de su odio y frustración la da la maniobra que realizó en 1940, cuando contaba ya con 63 años, e intentó concertar una alianza con uno de los principales adversarios ideológicos de Cárdenas y de la Revolución Mexicana misma para aprovechar la sucesión –siempre un momento donde aumenta la vulnerabilidad relativa del sistema político– para contribuir a dar forma a un movimiento armado potencialmente contrarrevolucionario.

En efecto, los archivos españoles en Alcalá de Henares, (Archivo General de la Administración, Sección Presidencia, SGM/ Servicio Exterior) muestran que desde su exilio norteamericano quien fuera el padre del PRI, no dudó en intentar una conspiración increíble: forjar una alianza anticardenista con el triunfante, pero muy escaso de recursos materiales, eneralísimo Francisco Franco.

La idea motriz del plan concebido en el exilio por el antiguo “Jefe Máximo”, era lograr recursos mínimos, pero en un momento crucial de uno de los Gobiernos que más cuentas tenía por saldar con el México cardenista –el de Franco- para auxiliar a lo que parecía la inevitable rebelión del general Juan Andrew Almazán, candidato perdedor en la elección de 1940.

Los documentos de Alcalá de Henares señalan que desde 1939 –año del triunfo de los rebeldes sobre la República Española- el coronel franquista Antonio Sanz-Agero, estaba adscrito al Ministerio de Asuntos Extranjeros como comisionado para asuntos en “Norte América y frontera de Méjico”. En esa calidad, Sanz-Agero recibió información vía el consulado español en San Francisco, sobre la misión del capitán Antonio R. Martín que había viajado desde Washington –donde estaba adscrito a la Embajada de España- a California para entrevistarse con “nuestro amigo en San Diego”, es decir, con Calles.

El 21 de agosto de 1940 Sanz-Agero recibió un memorando donde se apuntaba que el personaje avecindado en San Diego había asegurado que Almazán había realmente ganado las elecciones y que “en tiempo oportuno reclamará sus derechos, que son los del pueblo, por la fuerza y para lo cual ya [se] hacen los preparativos necesarios”. Esos preparativos suponían el estallido de la rebelión en septiembre. Un documento posterior ya identifica a Calles como el conspirador y se refiere a una nueva reunión del 8 de septiembre en Los Ángeles, entre el ex presidente mexicano y el capitán Martín. Según esto, Calles pidió al Gobierno español la entrega inicial de 50 mil dólares y luego la de otro monto igual para sumarlas a otros recursos que ya se tenían y pagar por los materiales ya contratados en San Francisco para iniciar la sublevación en Chihuahua.

El dinero demandado se debería entregar a Calles o a Melchor Ortega, representante de Almazán y se le consideraría como un préstamo a cambio del cual, y tras el triunfo de Almazán, México se comprometía a: 1) reconocer al Gobierno de Franco, 2) dar todas las facilidades para recuperar los valores traídos al país por los republicanos españoles en el yate “Vita”, 3) impedir que su territorio fuera usado como base para conspiración contra Franco y 4) una amistad franca y a la intensificación del intercambio comercial hispano-mexicano.

Al final, Franco no dio ni un dólar. Almazán, en vez de rebelarse contra el fraude, optó negociar con el régimen de la posrevolución mexicana y seguir haciendo dinero como empresario. Calles no pudo tomar venganza de Cárdenas y simplemente en 1941 regresó de su exilio para morir cuatro años después.

Conclusión. Hace mucho que los ex presidentes ya no pueden hacer nada contra su sucesor. Y si Fox sigue activo, y sin que se le finquen responsabilidades, la explicación no está en su fuerza sino en la complicidad de su sucesor”.

Kikka Roja

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