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martes, 8 de enero de 2008

PROCESO : Aristegui: Fue Felipe Calderón

Aristegui: Fue Felipe Calderón
alvaro delgado
México, D.F., 7 de enero (apro).-

Salvo que Televisa y Prisa hayan depuesto su principio fundamental de generar ganancias y estén en vías de convertirse en emporios benefactores, al menos en México, el despido de Carmen Aristegui sólo puede entenderse como una maniobra política pactada con el único que puede compensar las pérdidas --económicas, no de credibilidad-- de tamaña decisión: el gobierno de Felipe Calderón.

Porque el solo sentido común indica que nadie, menos una empresa que tiene el lucro como fin --Televisa y Prisa inobjetablemente lo tienen--, se da el lujo de tomar decisiones a sabiendas de que le generarán pérdidas, traducidas en baja en el rating y menores tarifas en el cobro a los anunciantes, salvo que exista la certeza de que habrá utilidades extraordinarias en otros ámbitos, no sólo en materia de medios.

Y ya se sabe: el grupo español Prisa --que emplea a Juan Ignacio Zavala Gómez del Campo, cuñado y confidente de Calderón-- tiene extendidos intereses en México que van más allá del ámbito editorial, que de suyo le reporta fabulosas ganancias a través de Editorial Santillana, el principal proveedor de libros de texto para la educación pública de México.

Y no hay que hacerse tontos: Aristegui no fue echada de W Radio porque el Grupo Prisa la haya abandonado después de ceder a las “presiones” de Televisa, que la abominaba después de que no se alineó en la ofensiva de repudio a la reforma electoral, ni se trata de una decisión que obedezca a la “concentración mediática” y aun a la influencia de personajes exhibidos en una frecuencia de alcance nacional, como los gobernadores priistas Mario Marín y Ulises Ruiz, el cardenal Norberto Rivera o el empresario pederasta Jean Succar Kuri.

Siendo pertinentes las tres interpretaciones, porque existen hechos de sobra que las acreditan, los que las sostienen pasan por alto un elemento fundamental: Aristegui era aborrecida por Felipe Calderón, particularmente después de las elecciones del 2 de julio de 2006, y era un estorbo para el objetivo de uniformar el cuadrante radiofónico, cuyas voces son las mismas que se escuchan en televisión y en un vasto sector de la prensa escrita.

Son las voces y las plumas del oficialismo de siempre --los de la era priista trasmutados a la panista-- y los del nuevo oficialismo, los que han dado forma a un comportamiento de criticar, a coro, a quienes consideran enemigos de México y de sus “instituciones”, con el único fin de obtener ganancias desde el poder.

Es decir: pegan para que les paguen.

Aristegui, como escasos medios y periodistas, no entraba en ese esquema impuesto por la derecha que encabeza Calderón y sus patrocinadores. Y así se lo hizo sentir ese personaje (que quienes lo conocen saben de su talante vengativo) con el circuito de entrevistas que hizo con motivo de su primer año de gestión gubernamental, en diciembre, el mes del golpe.

El objetivo de acallar desde Los Pinos a Aristegui no era sólo por difundir la información que la planta de reporteros de W Radio enviaba a la redacción central, controlada por personeros de Zavala Gómez del Campo, y que con ella podían trascender el tufo oficialista que exigía por ejemplo el locutor Ezra Shabot (que, dicho sea de paso, no dejó la conducción del vespertino por razones editoriales, sino por la promesa que recibió del PAN para ser consejero electoral y ahí está, al acecho), sino evitar que por su iniciativa siguiera recogiendo información de interés público de medios escritos, como el semanario Proceso, que concita la furia de Calderón.

Con el país hecho un caos, exhibida la demagogia de su campaña, que sembró de odio el país, Calderón busca evitar que en los medios audiovisuales se difunda información que escurra la gruesa capa de maquillaje y, además de los 3 mil 700 millones de pesos que dispone para publicidad gubernamental, ha resuelto cerrar cualquier resquicio de información a los mexicanos en los medios audiovisuales.

Calderón ya fracasó y, en su desesperación, se atrinchera en Los Pinos: Nada debe saberse de él, ha dictaminado, y tiene con qué pagar.

Por eso, la salida de Aristegui de la conducción del noticiario matutino de W Radio no se entiende sin la participación directa de Calderón, quien ofreció mejores negocios a quienes a eso se dedican, los empresarios españoles del Grupo Prisa, cuyo representante en México, Antonio Navalón, fue uno de los primeros personajes que se entrevistaron con él después del 2 de julio de 2006.

Y los que leemos El País no tenemos duda, ni entonces ni ahora, de qué intereses se estaban defendiendo: Ese periódico, que en España se hace pasar como cercano a la izquierda, tuvo una cobertura posterior al 2 de julio de 2006 absolutamente deleznable que, como dice Lorenzo Meyer, fue casi como La Crónica de hoy, el periódico insignia de Carlos Salinas.

La colusión de Prisa con Calderón se tradujo, además, en un hecho hasta grotesco: la contratación de Juan Ignacio Zavala, una de cuyas glorias profesionales, además de hacer chistes justamente en el programa de Carmen Aristegui, fue armar en los medios la trama de El Encanto.

En esa finca de las Lomas de Chapultepec, según el cuñado de Calderón basado en la bruja Francisca Zetina “La Paca”, estaba la osamenta del diputado priista Manuel Muñoz Rocha, mediante el cual Raúl Salinas asesinó a su cuñado José Francisco Ruiz Massieu.

Pero todo fue un montaje del también panista Antonio Lozano Gracia, el procurador General de la República con Ernesto Zedillo, de quien Zavala Gómez del Campo era el jefe de prensa y encargado de las filtraciones.

De manera que Zavala, hermano de la mujer de Calderón, podrá decir que nada tiene que ver con el despido de Aristegui –porque estaba en Argentina ejerciendo sus talentos--, pero tiene tanta credibilidad como “La Paca”, y lo que está claro es que, pronto, habrá de verse el pago de Calderón a Prisa. En contratos, claro.

Apuntes

El panista Javier Corral lo sabe: la “cobardía” del Grupo Prisa, como la llama, no es sólo de Televisa, sino de Calderón y Zavala, sus correligionarios y amigos. ¿O será que Zavala presentará su renuncia a Prisa, inconforme con la arbitrariedad contra Aristegui? ¿Y Calderón la invitará para que ejerza su trabajo informativo en una de las estaciones del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), que se supone son de Estado? ¿O nada hará Calderón para que sea contratada?

delgado@proceso.com.mx


Kikka Roja

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