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jueves, 20 de noviembre de 2008

Genaro García Luna : INTOCABLE Y SOLAPADO: libro de Anabel Hernández : LOS CÓMPLICES DEL PRESIDENTE

LOS CÓMPLICES DEL PRESIDENTE


A pesar de los escándalos empresariales del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y de la desconfianza inicial del Ejército hacia el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, el presidente Felipe Calderón los mantuvo como los hombres más influyentes en sus primeros dos años de gobierno. La violenta muerte de Mouriño, el martes 4, acabó con una tríada que se integró en 2006 con miras a ganar la presidencia con recursos legales e ilegales. Autora de Fin de fiesta en Los Pinos y coautora de La familia presidencial. El gobierno del cambio bajo sospecha de corrupción, ambas obras dedicadas a exponer las tropelías de Vicente Fox y de Marta Sahagún y sus hijos, la periodista Anabel Hernández describe ahora, en Los cómplices del presidente, las maniobras tortuosas y corruptas de Mouriño y García Luna, en asociación con Calderón. Con autorización de la editorial Random House Mondadori y de la autora, reproducimos fragmentos de los capítulos “Los 167 contratos de JC”, que describe los negocios personales y familiares del que fue hombre preferido del actual presidente, y “El guionista”, dedicado a García Luna y su equipo, presuntos responsables de abuso de poder y protección a narcotraficantes y secuestradores.

Anabel Hernández / Apro

Los generales

Faltaban unas semanas para el 1 de diciembre de 2006 y en el restaurante Sir Winston Churchill’s de Polanco, algunos de los generales en activo más destacados de este país tuvieron un encuentro con Juan Camilo Mouriño, entonces coordinador general del fideicomiso para apoyar el cambio de administración del Ejecutivo federal. Aún no estaba definido quién sería el secretario de la Defensa Nacional. En los primeros lugares de la lista estaban los genera­les de división Juan Alfredo Oropeza Garnica, Tomás Ángeles Dahuajare y Guillermo Galván Galván. Felipe Calderón le había delegado a Juan Camilo depurar las listas de candidatos para integrar su gabinete y, aunque fue el pro­pio Felipe quien dio la última palabra, el visto bueno de Mouriño tenía peso y mucho. Varios candidatos a secretarios de Estado y subsecretarios tuvieron entrevistas con Iván en una casa ubi­cada en Lomas de Chapultepec, en una calle paralela a Paseo de la Reforma.

Pero esa noche el cónclave en el Churchill’s tenía otro pro­pósito. Los hombres con insignias de águila y dos o tres estrellas se encontraban ahí reunidos con un motivo aún más importante: desenmascarar al entonces director de la Agencia Federal de Inves­tigación (AFI), Genaro García Luna, y a su equipo. Los mili­tares, que desconocían los antecedentes de la relación de García Luna con Calderón y Mouriño, estaban muy preocupados por la extrema cercanía del excoordinador del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) con el equipo del presidente electo. Durante todo el sexenio de Vicente Fox muchos generales de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) escucharon un sin­número de rumores respecto a García Luna y su gente. Les pre­ocupaba por supuesto la vertiente relacionada con la protección a secuestradores, pero mucho más la relacionada con la protec­ción al cártel de Sinaloa. Para el delicado encuentro que iban a sostener con Mouriño iban bien apertrechados. Las áreas de inteligencia militares habían hecho su trabajo. Se afirma que le presentaron a Juan Camilo una serie de fotografías en las que apa­recía el equipo cercano de García Luna —el que hoy controla a la Secretaría de Seguridad Pública (SSP)— acompañado de narco­traficantes del cártel de Sinaloa, entre ellos los hermanos Arturo y Alfredo Beltrán Leyva.

También le habrían presentado la transcripción de llama­das telefónicas entre el grupo de García Luna y narcotraficantes mientras pactaban y cobraban. Su petición era que esa informa­ción llegara a las manos del presidente de la República. En esos días era insistente el rumor de que García Luna quedaría al frente del Cisen y que Jorge Tello Peón —uno de sus mentores— sería secretario de Seguridad Pública. Los generales querían prevenir a Calderón antes de tomar la decisión. Su intención, según se explica, era no volver a tener que lidiar con el mismo grupo que durante el sexenio de Fox, para ellos, comprometió seriamente la independencia de la AFI —la policía ministerial responsable de la investigación de delitos y cumpli­miento de órdenes de aprehensión— de los intereses del crimen organizado. ¿Qué haría si quedaba al frente del Cisen?

El 30 de noviembre de 2006 Calderón dio a conocer los nombres de quienes integrarían el gabinete de Seguridad de su gobierno. Como secretario de la Defensa Nacional nombró al general de división Guillermo Galván Galván; como secretario de la Marina al almirante Mariano Francisco Saines Mendoza; como procurador general de la República a Eduardo Medina Mora; y como secretario de Seguridad Pública a Genaro García Luna. La noticia calló como balde de agua fría para los militares que habían entregado pruebas a Juan Camilo Mouriño. García Luna no sólo fue designado secretario, sino que tam­bién se le permitió llegar con todo su equipo, muchos de los que aparecían en las fotografías y transcripciones. Con lo que no con­taban los generales es que dinero mata honorabilidad. Cuando menos ante los ojos de este gobierno, y el hombre del dinero fue quien apadrinó la llegada de García Luna al gabinete.

Antes de que Calderón terminara de designar a quienes serían secretarios de Estado se llevaría a cabo una reunión entre Car­los Slim Helú, Lorenzo Servitje, Lorenzo Zambrano y Fernando Senderos, entre otros empresarios, con Juan Camilo Mouriño. En lugar de Zambrano llegó Jorge Tello Peón, subsecre­tario de Seguridad Pública a inicios del sexenio de Vicente Fox. Durante su cargo se fugó Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, del penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, justo unas horas después de que hiciera una visita al penal. Días después de la fuga presentó su renuncia por motivos personales. Práctica­mente desde entonces es responsable de la seguridad del grupo Cemex y de su dueño, Lorenzo Zambrano. El segundo hombre más rico del mundo tampoco fue; mandó a su sobrino Héctor Slim Seade, quien ya para entonces era el nuevo director general de Telmex. Amigo íntimo de García Luna, Héctor apareció en la reunión acompañando a Tello Peón.

Tello Peón dijo que él no podía aceptar la invitación a ser secretario de Seguridad Pública por cuestiones de salud, pero en su lugar recomendó a su pupilo García, quien esa noche tuvo oportunidad, con su cortísimo léxico, de convencer a los empre­sarios. El apoyo de los Slim fue crucial. Lo sigue siendo ahora. Felipe Calderón y el país han pagado las consecuencias de esa decisión a un muy alto costo. Con todas las pruebas que existen hoy contra García Luna y su equipo, a Servitje y Senderos no se les quita el mal sabor de boca de haber sido engañados esa noche. No, García no era el súper policía que dijeron que era.

Desde el inicio del sexenio la relación entre el Ejército Mexi­cano y la SSP fue mala. Entre las dos entidades había una muralla infranqueable de desconfianza e incomprensión. A las dos semanas de haber tomado posesión, el 11 de diciembre de 2006, Calderón anunció el inicio de su supuesta “guerra” contra el narcotráfico. La primera acción fue la llamada Operación Conjunta Michoacán. El estado de donde es originario Calderón se convirtió en 2006 en uno de los más violentos. Se habían efectuado más de 500 ejecuciones, incluidas 13 decapitaciones. (…) El secretario de la Defensa Nacional apenas cruza palabra con García Luna, quien ha sido el artífice hasta ahora de la estrategia de la lucha contra el narcotráfico, convirtiendo a la Sedena en una reticente dama de compañía.

Hoy García Luna tiene el control de la AFI, de la Policía Fede­ral Preventiva (PFP) y de las Fuerzas Federales de Apoyo (FFA) y va por más. Con su propuesta de policía única quiere ser él quien designe a los secretarios de Seguridad Pública de cada estado y de cada municipio. Y quiere el control de la Policía Fiscal y la Migratoria. Quiere todo. Los militares, con las pruebas que tie­nen en su poder, están molestos no sólo por la voracidad de García Luna, sino por la permisividad de Los Pinos. Será por eso que al grupo que controla a la SSP comienzan a llamarle “el megacártel”. A tan sólo 100 días de gobierno, el presidente Calderón comenzó a lidiar con dos guerras: la de afuera y la de adentro. Las hondas diferencias entre la Sedena y la SSP se hicieron sentir desde el inicio. Conforme pasaron los días aumentaron las dife­rencias y desconfianzas entre las dos entidades, hasta ahora ejes principales de la no estrategia contra la delincuencia. En las altas esferas militares se habla de que la desconfianza de la Sedena hacia el secretario de Seguridad y sus colaboradores cercanos no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado considerablemente.

En el campo de batalla el Ejército tampoco se siente a gusto con el desgaste que comenzaron a sentir en su indefinido papel en la lucha contra el narcotráfico. Participan en estrategias en las que no tienen mucha injerencia. De hecho, la batuta la lleva Gar­cía Luna, apoyado hasta ahora por el presidente Calderón. Desde el inicio del sexenio, García Luna propuso la creación de una policía única para todo el país que tuviera las funciones no sólo de prevención, sino también de combate e incluso inves­tigación de delitos. La Sedena nunca ha estado de acuerdo en la nueva policía nacional concentrada en manos de un solo hom­bre. Mucho menos si ese hombre se llama Genaro García Luna. Tampoco están de acuerdo algunos gobernadores, como el de Sonora, Eduardo Bours; la perredista Amalia García, de Zaca­tecas; Enrique Peña Nieto, del Estado de México, y Natividad González Parás, de Nuevo León. (…) En el marco de esas primeras disputas a mediados de 2007 se comenzó a filtrar la existencia de “la lista de Osiel”, en la que presuntamente el narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén, del cártel del Golfo, habría dado los nombres de políticos y servi­dores públicos involucrados con el narco. Ello empeoró la ya de por sí descompuesta relación entre la Sedena y la SSP. Pasaron de los desencuentros al pleito frontal. Literalmente los elementos del Ejército y la SSP sienten que están durmiendo con el enemigo mientras el narcotráfico sigue tomando fuerza en el territorio nacional. Hay menos detenidos que en años anteriores y las eje­cuciones en la calle siguen a la orden del día. (…)

Fuentes militares de la PGR y la DEA me confirmaron la exis­tencia de dicha lista, la cual estaría en manos del FBI. En la lla­mada “lista de Osiel” aparecen los nombres de un exgobernador y dos gobernadores, todos de extracción priista, de la frontera norte. Cabe señalar que el hermano de uno de los gobernado­res en activo aparece en las investigaciones que realiza la PGR en torno a la presencia de la esposa de Osiel Cárdenas Guillén en el fraccionamiento Country La Silla, en Monterrey, Nuevo León. Se señala que también está el exgobernador de Oaxaca José Murat, y el actual mandatario del estado, Ulises Ruiz. (…) En la supuesta “lista de Osiel” también salió a relucir el nom­bre de Nicolás Suárez Valenzuela, coordinador general de Inteligencia para la Prevención del Delito de la PFP de diciembre de 2000 a mayo de 2005. El día de la fuga de El Chapo Guzmán, Suárez Valenzuela acompañó a Tello Peón en una visita al penal antes de que el narcotraficante del cártel de Sinaloa se fugara. Por cierto, otro de los funcionarios de la SSP que el día de la fuga visitó Puente Grande fue Humberto Martínez González, enton­ces director general de Servicios Técnicos de la PFP, otro de los viejos maestros de García Luna. Actualmente es director general de Apoyo Técnico de la PFP.

En la lista también aparecen otros tres nombres clave en el equipo de García Luna: Luis Cárdenas Palomino, exdirector de Investigación Policial en la AFI y actual coordinador general de Inteligencia para la Prevención del Delito; Javier Garza Palacios, exdirector general de Operaciones Especiales de la Agencia Federal de Investigación, actualmente agregado de la Emba­jada de México en Colombia, y Armando Espinosa de Benito, exdirector de Crimen Organizado de la AFI. En diciembre de 2005, durante la gestión de García Luna al frente de la AFI, el periódico The Dallas Morning News dio a cono­cer un video en el que presuntos elementos de la agencia torturan a integrantes del brazo armado del cártel del Golfo, y revelan la presumible protección de la dependencia al Chapo Guzmán. (…) Cabe señalar que el Ejército Mexicano no fue el único en vetar a García Luna. También la Conferencia del Episcopado Mexicano encabezada por Carlos Aguiar Retes.

—Yo quisiera creer que esta lucha que está dando el presi­dente en contra del crimen organizado es sincera. Quisiera creer, pero cada vez me cuesta más trabajo por la serie de denuncias que le han hecho al presidente —señala en entrevista José Anto­nio Ortega. “Como la que hizo la Iglesia católica por conducto de la con­ferencia episcopal; eso me lo dijo a mí don Carlos Aguiar, quien le había denunciado las corruptelas de Genaro García Luna, no me dijo cuáles, y que tuvo que pagar un costo político por su denuncia.”
—¿Cuándo ocurrió la denuncia de Aguiar?
—No sé cuándo, me lo platicó cuando fui a desayunar con él. Le hablé de mi entrevista con el general secretario Guillermo Galván Galván, y le comenté lo de Genaro García Luna. El secre­tario de la Defensa me dijo que él tenía más información del involucramiento de Genaro García Luna con el crimen organi­zado, que siguiera adelante, que tuviera valor, y me alentó para que se lo dijera al presidente. Entonces, en ese momento, don Carlos Aguiar se rió y dijo: “Yo ya se lo dije y tuve que pagar un costo político”. El nombramiento de Genaro García Luna no sólo no fue bienvenido por el Ejército y la Iglesia, sino por los narco­traficantes rivales del cártel de Sinaloa.

Historia de una guerra

(…) En la carta enviada por Los Zetas (a un alto funcionario del gobierno federal) se afirma que el año pasado se dio una alianza entre Carrillo Fuentes y ese grupo armado. A principios de 2008 los brazos de esa alianza se extendieron hasta los poderosos y sanguinarios hermanos Beltrán Leyva por una traición. En enero de 2008 llegó al penal de máxima seguridad en Puente Grande, Jalisco, un nuevo huésped, Alfredo Beltrán Leyva, el Mochomo, detenido el 26 de ese mes por el Ejército Mexicano y la PGR sin un solo disparo, en Culiacán, Sinaloa. Con el traje color caqui de uso reglamentario, la barba recién rasurada, el casquete corto y la tez medio lívida, El Mochomo lucía harto distinto. El hombre res­ponsable de repartir los sobornos entre servidores públicos federa­les, estatales y municipales durante el sexenio de Vicente Fox estaba muy molesto. Y su hermano Arturo Beltrán Leyva mucho más.

Se afirma que el día que El Mochomo fue detenido no iba armado hasta los dientes, como suele hacerlo, porque no se diri­gía a hacer la guerra sino el amor; iba a encontrarse con una de sus parejas sentimentales. Muy pocos sabían dónde se iba a encon­trar con ella, y que no estaría preparado para un enfrentamiento, mucho menos para su detención. La única explicación a la repen­tina detención que tenían los Beltrán Leyva era una traición por parte de sus socios y de las autoridades a quienes pagaban protec­ción. Contrario a lo que la Procuraduría General de la República dijo, la caída de Alfredo Beltrán Leyva, más que debilitar, forta­leció al Chapo Guzmán, el primer beneficiario de su detención. De acuerdo con información interna de la PGR, Marcos Arturo Beltrán Leyva y sus hermanos: Alfredo, Héctor, Mario y Carlos formaban parte de la Federación; que los Beltrán hayan pertenecido a ella bajo ninguna circunstancia los convierte en miembros del mismo cártel, señalan los expertos en el tema; eran más bien socios circunstanciales.

Juntos eran muy poderosos, invencibles, máxime si contaban con el presunto respaldo del gobierno federal. Los Beltrán Leyva fueron escalando posiciones dentro de la Federación hasta estar en un nivel superior que Guzmán Loera, lo cual comenzó a pro­vocar recelos por parte del Chapo. Su ascenso, afirman las fuentes consultadas, se debió a que lograron establecer un vínculo directo con la Presidencia de la República, encabezada por Vicente Fox. En el sexenio pasado Nahum Acosta, el coordinador de giras presidenciales, fue encar­celado, acusado de dar información privilegiada a los Beltrán Leyva. Eso significó que el Chapo Guzmán ya no era el único vehículo de acercamiento de los capos con el gobierno foxista, como lo fue desde su fuga. (…) En la guerra entre los capos, en las narcomantas que cuel­gan en las sedes de sus batallas, ha habido acusaciones directas al gobierno federal de proteger al cártel de Sinaloa, acusaciones que llegan hasta el propio presidente Felipe Calderón. En los círcu­los militares hay una gran preocupación. Presumen que Genaro García Luna y su equipo siguen protegiendo al cártel de Sinaloa y esto puede ser entendido por los capos del otro bando como una protección del Estado a ese grupo. Sus embestidas podrían comenzar a focalizarse contra el propio gobierno federal por­que creen que es un “actor” más en la guerra, no combatiendo al narcotráfico de manera objetiva sino parcial, como un aliado del grupo contrario. A lo largo de 2008 ha habido una serie de informaciones que hacen pensar que por parte del cártel del Golfo y sus aliados podrían existir atentados contra altos funcionarios del gobierno federal.

“El guionista”

Quienes conocen a Genaro García Luna lo describen como un hombre soberbio, intolerante e impulsivo que a lo largo de los años, como ejemplo de uno de los productos más acabados del viejo sistema priista, conoce el inestimable valor del autocon­trol, la discreción, la simulación y el arte de estar en el momento indicado a la hora indicada. Es muy eficiente en cuestiones de inteligencia y espionaje. La gran pregunta es para quién está en servicio su talento. Parece un hombre razonable, firme pero calmado. Sin embargo, cuando se sale de sus casillas es totalmente irascible, grita, levanta la voz, se le enciende el rostro y se atropella más. Cuando está así suele tomar decisiones equivocadas. Genaro García Luna no es el mejor policía que existe, pero sin duda es un gran guionista y un auténtico director de escena experto en recrear historias, hacer montajes y crear escenarios para cada oca­sión, dependiendo del público que lo esté observando. Lo hace igual en su vida privada que en su actuar público.

En el aspecto privado García Luna es muy reservado, pocos entran en su círculo íntimo porque en el fondo es un hombre inseguro. Tiene un severo problema para articular ideas. Es tar­tamudo y cuando logra conectar palabras es prácticamente impo­sible entender lo que dice porque las arrastra. Por eso en sus comparecencias públicas luce nervioso, suda. Y en las conversa­ciones privadas trata de evitar lo más posible sostener una conver­sación. Está casado con una mujer a quien se describe como una persona sencilla. Tienen dos hijos: Genaro y Luna.

Una de las pasiones de Genaro son los autos, gusto que com­partía con su excolaborador Igor Labastida Calderón, asesinado el 26 de junio pasado. Oficialmente, según su declaración patri­monial, posee una Land Rover Discovery modelo 2004, con un valor de 617 mil pesos, y dos Mustang clásicos 1966 y 1970. Vivió su juventud en la calle de Herón número 6, colonia Pri­mero de Mayo, en la delegación Venustiano Carranza, una colonia popular del Distrito Federal, por la que atraviesa el eje 2 Norte. Actualmente García Luna vive en una residencia nueva en la exclusiva colonia de Jardines de la Montaña, al sur de la capital, en donde, según la información de corredores de bienes raíces, una casa con las características de la de Genaro no cuesta menos de 700 mil dólares. Se trata de una casa blanca y portón verde, de dos y medio niveles, un garage para cuatro automóviles y un sótano en la planta baja. Lo que más llama la atención es quizá el techo de vidrio en forma de triángulo que corona la entrada principal de la residencia.

El 31 de marzo de 2007, García Luna recibió en mangas de camisa a sus colaboradores más cercanos en una comida familiar. Sólo estaban los integrantes de su equipo y el secretario de Seguri­dad Pública del DF, Joel Ortega. Hubo taquitos, cerveza y tequila. La casa donde vive no está registrada en ninguna de sus decla­raciones patrimoniales de los últimos cinco años. En mayo de 2008 declaró ser propietario de dos casas compradas a crédito, una de 862 mil 800 pesos, y otra de 2 millones 350 mil pesos. Por el valor registrado se deduce que no es la casa en la que vive en Jardines de la Montaña. Además posee una extensa propiedad en Cuautla, Morelos —de reciente adquisición—, en donde suele pasar los fines de semana. Aunque muchos de los miembros de su equipo se dejan ver con joyas y hacen públicas propiedades lujosas, García Luna se maneja con bajo perfil.

El secretario de Seguridad Pública del gobierno de Felipe Calderón es capaz de invertir tiempo y dinero con tal de encon­trar minuciosamente el esquema en el que salga mejor librado, tanto en su vida personal como profesional. Por ejemplo, cons­ciente de su problema para expresar sus ideas, lo cual hacía que sus reuniones sociales fueran muy difíciles de sobrellevar, creó un set en el sótano de Jardines de la Montaña, para evitar tener que hablar. Convirtió su sótano en un video bar, cuyas paredes llenas de pantallas, potentes bocinas y luces multicolores hacen imposible el diálogo. Así los invitados no tienen que lidiar con la pésima dicción del anfitrión y su escasa elocuencia, ni tampoco hay oportunidad para que reparen mucho en ello. En diciembre de 2007 organizó una reunión con sus hombres más cercanos. El disc jockey de la tarde fue el propio Genaro García Luna, quien escondido detrás de la consola de sonido se libró de tener que entablar conversación. Creó un peculiar ambiente para los asistentes a la reunión. Puso música y videos acordes con las edades de sus invitados y con las distintas modas musicales que han vivido. Tras la ruidosa consola, el único diálogo que García Luna entablaba con los asis­tentes era nest, monosílabo que anunciaba un nuevo video y una nueva canción. Cuando alguno de sus invitados se preparaba para marcharse, el secretario de Seguridad Pública lo detenía ponién­dole una música o un video especial para él.

En las cuestiones de trabajo, también es muy bueno para mon­tar escenarios. En más de una ocasión se percibió que ejecutaba operativos de rescate de secuestrados justo en momentos clave, como la muerte del secretario de Seguridad Pública, Ramón Martín Huerta. Curiosamente ese mismo día, 21 de septiem­bre de 2005, como por arte de magia después de dos meses de secuestro, sus elementos rescataron al entrenador del Cruz Azul, Rubén Omar Romano. Cómo olvidar el caso de la francesa Florence Cassez, acusada de pertenecer a una banda de secuestradores. En febrero de 2006 García Luna y el entonces subprocurador de Investigación Espe­cializada contra la Delincuencia Organizada, José Luis Santiago Vasconcelos, tuvieron que reconocer públicamente que las impac­tantes escenas de la aprehensión de dicha banda fueron fabrica­das para los noticieros televisivos. A raíz de ello se habló de que el rescate de Rubén Omar Romano, que fue transmitido en televisión el día de la muerte de Martín Huerta, se habría dado en circunstancias iguales.

El Guionista ha sabido hacerse querer. Se afirma que con la exprimera dama Marta Sahagún llegó a tener una muy buena relación, era uno de sus “consentidos”. Así mismo cuando el exprocurador general de la República Rafael Macedo de la Concha regresó de haber sido enviado como agregado militar en la embajada de México en Italia, García Luna le organizó la fiesta de bienvenida.



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