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lunes, 9 de febrero de 2009

Marcial Maciel y los catastrofistas: Jairo Calixto Albarran

Marcial Maciel y los catastrofistas

Lunes, 9 Febrero, 2009

No sé por qué, las recientes noticias sobre la naturaleza hedonista y golosa del Padre Maciel, ese gran pionero de la estimulación temprana que hace ver a Calígula como un santurrón, ha unido a ciertos sectores de la sociedad mexicana en su contra (otros, aunque usted no lo crea, todavía traen su retratito en su cartera). Incluso, se ha llegado a exigirle a los Legionarios de Cristo, a la Iglesia católica y a los plutócratas píos que se encargaron de proteger el sacrosanto prestigio de tan cachondélico cura, que ofrezcan disculpas por todas las molestias que ocasionaron en ese estrambótico empeño.

Sólo porque a este renglón torcido de Dios le daba por perseguir a los niños, a los papás de los niños y a los papás de los papás de los niños, no debemos caer en la tentación de crucificarlo.

Quizá en estos momentos en el que cunde en resentimiento social, sea fundamental evocar al capitán Chelsey B. Sully Sullenberger, quien a pesar de haber atestiguado la muerte de los motores de su Airbus 320, con 155 pasajeros a bordo, no se puso histérico. Antes al contrario, según revelan las grabaciones de su diálogo con la torre de control, el gran Sully mantuvo la calma hasta acuatizar en el río Hudson donde otros, a la menor turbulencia crítica, gritan alterados ¡Catastrofistas, traidores a la patria!

Y ya en un alarde de sangre fría, mientras el artefacto flotaba momentáneamente en aquellas gélidas aguas y su eficiente tripulación conducía a buen resguardo a los viajeros, el piloto todavía se comunicaba con la gente, ofreciendo comedidos datos sobre el clima, el espacio geográfico en el que se encontraban, además del clásico “esperemos que el vuelo haya sido de su agrado”.

¿Qué no podríamos nacionalizar a Mr. Sullenberger ya sea para que se encargue de Los Pinos, la Secretaría de Hacienda, el aparato de seguridad o, al menos, la Femexfut?

Digo, reconozco que sería divertido ver a los Legionarios, a Norbeto Rivera y a Lorenzo Servitje en cadena nacional como si fueran spots del IFE forjando un lloroso mea culpa. Pero estoy seguro que en un homenaje a las televisoras vengativas que transmiten a la menor provocación el hórrido promocional del PRD chuchístico, se pondrían a exhibir fotos, videos y detalladas crónicas de la pornográfica vida de Maciel que podrían incluir, como dice Juan Ignacio Zavala sardónicamente, temas zoofílicos.

Piedad, no nos hagan esto. Mejor disolvamos los bonitos y entrañables recuerdos de don Marcial en la gran marmita del Pozolero de la historia universal de la infamia.
jairo.calixto@milenio.com

kikka-roja.blogspot.com/

1 comentario:

  1. Marcial Maciel ya no será santo

    Por Jorge Queirolo Bravo

    Pensé que lo lograría, que traspasaría triunfalmente la meta que tanto le habría gustado coronar, pero me equivoqué en forma rotunda. Me refiero, obviamente, a Marcial Maciel Degollado, el siempre evocado fundador de los Legionarios de Cristo. Dicho sacerdote, conocido debido a su predilección sexual por los seminaristas, sonaba como un firme candidato a ser canonizado. Ahora todo se arruinó. El festín de beatería hipócrita se derrumbó como un castillo de naipes en medio de un huracán.

    ¿Qué evento tan poderoso pudo pasar, como para aguarle la fiesta a los legionarios de la infamia? La respuesta es: algo inesperado y tremendamente sorpresivo. ¿Qué tan sorpresivo? Más de lo que se podría esperar de alguien que supuestamente fue célibe, aunque esto haya sido fuertemente cuestionado mientras el personaje aún vivía. ¿Qué sucedió entonces? Resulta que se dice que el inefable Marcial Maciel, además de violar a un cierto número de seminaristas, también fue padre. ¿Qué tiene esto de raro? ¿No es lo normal que un hombre tenga hijos? Para los mortales comunes y corrientes lo es, mas no para un prelado, de acuerdo con los extraños parámetros establecidos por esa institución tan anómala, decadente y anacrónica que es la iglesia católica.

    Para la jerarquía eclesiástica que un cura u obispo viole o someta sexualmente a una legión de niños, adolescentes o seminaristas no parece ser un gran pecado. Solamente es motivo de traslados silenciosos para el religioso afectado, de tal manera que el brazo de la justicia secular, en lo posible, no lo alcance jamás. No es nada más que eso, y todos los actos y resoluciones administrativas que conciernen a estos “percances carnales” no tienen otra finalidad específica, como no sea la de proteger al autor material de dichas aberraciones. El mensaje del alto mando clerical a los sacerdotes es, en ese sentido, bien claro y no deja lugar a dudas: viola a todos los niños que quieras, pero no permitas que te descubran.

    Tener un hijo ya es un asunto diferente y mucho más complicado. A los ojos del sacro colegio cardenalicio y los obispados esto sí que es un pecado descomunal, a desemejanza del abuso sexual en contra de menores que, en el mejor de los casos, es visto por ellos como una falta de poca cuantía y mucha frecuencia. Y por eso Marcial Maciel ya no será santo. Su imagen de yeso no adornará las bellas catedrales de las capitales europeas y latinoamericanas. No se erigirán santuarios que inmortalicen su memoria retorcida y libidinosa. Carecerá del honor de presidir, dentro de una urna de vidrio y cargado por sus adeptos, una procesión, pese a que éstas cada día son menos concurridas. Tampoco se imprimirán estampitas a colores, con una aureola blanquecina sobre su cabeza, para recordarles a los feligreses y peregrinos su falsa santidad.

    Es que Maciel cometió el notorio desacierto de engendrar una hija, con lo cual su figura cayó perpetuamente en desgracia para los fanáticos trasnochados y andropáusicos que dirigen el Vaticano. Eso de ser papá sí que es imperdonable. ¿Cómo se le ocurrió perpetrar semejante tontería a Maciel? ¿No tenía, en ese momento, acaso, suficientes querubines bien dotados con los cuales revolcarse debajo de las sábanas? ¿Quiso el padrecito jugar a ser hombre? ¿Le sobrevino un súbito arrebato heterosexual? Porque, por lo que sabemos, a Marcialito más bien le picaba el culito. O para manifestarlo con una expresión bien criolla y algo vulgar: le gustaba que le atoren el tubo de escape. ¿Se entendió?

    No ahondaré más en el tema. Lo que voy a decir a continuación puede sonar curioso, pero defiendo la opción de Marcial Maciel de haber elegido ser papá. Creo, incluso, que es lo único bueno y positivo que hizo en su inmoral vida. Y el clero diocesano debería respaldarme en mis dichos. ¿No dicen ser los más grandes defensores de la familia? Ahí tienen un buen ejemplo de alguien que trató de formar una familia, aunque informalmente. Marcial Maciel ya tiene un retoño propio que le puede poner flores en su tumba en el día del padre. Sus seguidores probablemente ya no lo harán, asqueados por la pérdida de prestigio de su progenitor espiritual. ¿Y qué dice la curia vaticana de todo este lío? Seguramente ya están buscándole un sucesor menos lujurioso a Marcial Maciel. A rey muerto, rey puesto.

    © Jorge Queirolo Bravo

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