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viernes, 22 de mayo de 2009

Zombi oficial: Juan Villoro

Zombi oficial
Juan Villoro
22 May. 09

En La conciencia viviente, el psicobiólogo José Luis Díaz arroja una pregunta fascinante: "¿Por qué no somos zombis todos los seres humanos?". No se refiere a la posibilidad de que imitemos a los personajes con ojos en blanco y brazos extendidos que asustan en las películas, sino a un asunto científico: el cerebro de un zombi carece de conciencia; en cambio, la mente humana se juzga a sí misma.

Esta capacidad depende de condiciones biológicas, pero también de estímulos externos como la sociedad y la cultura, según explica Roger Bartra en su Antropología del cerebro.

El tema viene a cuento porque hemos visto un caso político fascinante. El ex presidente Miguel de la Madrid hizo declaraciones a Carmen Aristegui en las que criticaba a su sucesor, Carlos Salinas de Gortari. Poco después escribió una carta donde se desdecía, argumentando que sus facultades mentales estaban muy mermadas.

La primera duda que surge es la siguiente: ¿a cuál de los dos cerebros debemos creer, al que afirma o al que se retracta? Si el ex Presidente carece de condiciones para pensar, ¿podemos confiar en la lucidez de su rectificación?

Todo parece indicar que Miguel de la Madrid renunció a su conciencia por presiones políticas. Se trata del primer zombi que el PRI fabrica en tiempo real. Lo que el ex mandatario diga de ahora en adelante carecerá de validez.

Después de que sus palabras se transmitieron por la radio, De la Madrid fue visitado en su casa por la nomenclatura priista. Era el segundo acto de un drama del absurdo destinado a negar el primer acto. En nombre de la razón de partido, el dignatario aceptó hacer una reconsideración de su cerebro. Su conciencia se ajustó al discurso oficial.

El trabajo de enmienda continuó horas después con una carta de Salinas de Gortari en la que describió el penoso estado de salud de su predecesor. Con aplomo de neurólogo, informó que el 30 por ciento del cerebro de De la Madrid carece de adecuada irrigación.

El asunto se podría dirimir en un cónclave médico, pero sabemos que el diagnóstico forjado desde la política será inmodificable.

La verdad es una noción resbaladiza y nadie es su dueño absoluto. Las declaraciones de De la Madrid podían ser refutadas y discutidas. Quien declara no puede desprenderse de su subjetividad. Nada garantiza que sea objetivo. Lo que afirma debe ser contrastado con otras versiones. Toda verdad es transitoria y sólo opera como tal mientras carece de pruebas en contra.

El hecho de que De la Madrid se haya descalificado arroja luz sobre el impacto de sus visitantes, pero también sobre la importancia de lo que dijo. Nadie se preocupa por un delirante. Si el ex Presidente hubiera dicho: "cuando yo era Napoleón inauguré el Mundial de 1986", habría inspirado lástima y nada más. El peso de sus opiniones se mide por la celeridad con que se retractó.

Una vez más estamos ante el deficiente uso social de la verdad en un país donde la política ha sido bautizada como la "tenebra" y donde acuerdos decisivos se han resuelto en lo "oscurito".

Ante Carmen Aristegui, De la Madrid no ofreció un versión única e inmodificable de la historia reciente. En vez de rebatirlo, sus compañeros de partido optaron por un remedio sanitario. Esta reacción defensiva subrayó lo que pretendía ser anulado y aportó mayor credibilidad a lo dicho por el ex Presidente. Como no volverá a opinar, ése fue su testamento político.

En México la verdad es un bien precario. Arnaldo Orfila fue despedido del Fondo de Cultura Económica por editar Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, que supuestamente denigraba al país. La misma editorial había puesto en circulación novelas que se referían a la miseria y la desigualdad, pero podían ser vistas como invenciones. Lo que ofendía era el carácter de documento, de "cosa cierta".

El temor a la verdad ha limitado la escritura de memorias, biografías y autobiografías. En Acto de presencia, la ensayista argentina Silvia Molloy se ocupa de textos latinoamericanos que narran historias reales (como el Ulises criollo, de Vasconcelos) pero han sido leídos como novelas. La tesis de Molloy es que no sólo faltan testimonios, sino que los pocos disponibles se asimilan al inverificable territorio de la ficción.

Oficio de tinieblas, la política mexicana ha silenciado y suprimido versiones incómodas de los hechos. El PRI perfeccionó el procedimiento durante 71 años en el poder. Ahora algunos de sus miembros han brindado una versión psiquiátrica de la comunicación social.

En su novela Respiración artificial, Ricardo Piglia explora la forma en que se construye un discurso histórico. Muchos años después de fracasar en la política, un personaje se retracta de lo que ha sido y confiesa en forma dramática: "Ahora soy un traidor a mi propio pasado del mismo modo en que antes fui un traidor a mi propio porvenir".

De la Madrid se descalificó por escrito. ¿Qué sucedió? El episodio recuerda el lema de la revista Duda, que aludía a los misterios esotéricos, pero brindaba una clave de nuestra política: "Lo increíble es la verdad".
kikka-roja.blogspot.com/

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