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martes, 24 de enero de 2012

MIGUEL, LOS COCHITOS Y EL ALBUR

MIGUEL, LOS COCHITOS Y EL ALBUR.

Se ha dicho mucho que los policías que se corrompen lo hacen porque ganan muy poco. Falso de toda falsedad. Los que son cochis, ya desde “endenantes” eran trompudos; les podrán multiplicar el sueldo, y seguirán siendo trompudos, tal como sucede en general con los funcionarios públicos. Está documentado que en los años de la borrachera panista el gasto en la alta burocracia se ha multiplicado por 24, sí, veinticuatro, en tanto que la corrupción avanza galopante, para demostrar que los marranos, con cachucha o con tacuche, no tienen llenadera.

La trompa de los cochis ha venido a cuento con la “Carta urgente al presidente municipal de Hermosillo”, enviada por Miguel Ángel Avilés Castro. La mencionada carta fue motivada por el intento de extorsión y abuso de autoridad (más lo que resulte) de que fue objeto el autor de la misma, el buen Micky, por parte de un grupo de “agentes de la autoridá”, que, no haciéndole honor a su uniforme, sí le hicieron honor a la fama que gozan. Has fama (de corrupto) y échate a morder.


Sonora toda, pero Hermosillo en particular, vive una oleada de asaltos en vía pública, de atracos en comercios y casas habitación. Aunque el gobierno del estado y sus canarios repiten que Sonora “es el estado más seguro de la frontera”, existe información oficial suficiente para desmentir tal aserto. Sólo basta señalar que el índice de asesinatos dolosos en Sonora casi triplica al del Distrito Federal.

Los delincuentes con cachucha que asaltaron a Miguel Ángel, el juez calificador y el médico legista que participaron en el atraco, no saben con quien se metieron. Ni tienen por que saberlo: Miguel Ángel Avilés Castro es licenciado en derecho, también es sociólogo. Es autor de varios libros con los que ha ganado más de un premio literario. Pero ninguno de los asaltantes tienen obligación de saberlo: en este país se puede llegar a ser presidente, sin haber cometido el pecado de acariciar un libro; cuanto y más se puede llegar a juez calificador, y en una de éstas, hasta a presidente municipal. A propósito, el señor Javier Gándara, presidente municipal de Hermosillo, tampoco tiene obligación de saber quién es el laureado Micky; pero sí debe saber qué hacen sus uniformados muchachitos.

Pero, debiéndolo saber, no lo sabe. Porque en Hermosillo, como en Sonora, no hay una política de seguridad pública, al menos no hay una que funcione. Los índices delictivos crecen sin control, mientras quienes debieran combatir al delito ejercen de delincuentes, ante la gorda vista de los que fueron electos para gobernar. No basta, señor Gándara, señor Padrés, con contratar más policías, con aumentarles el sueldo, con dotarlos de más y mejor equipamiento, con darles uniformes más bonitos. Porque, si salen a la calle a delinquir, lo único que se logra con esa “política” de seguridad es tener delincuentes mejor equipados, y mejor uniformados. No en balde, la violencia y la inseguridad crecen en proporción directa al incremento del gasto en seguridad.

Una clara muestra de que los “agentes de la ley” son enviados a la calle a extorsionar, lo podemos ver a la luz de todos los días en aquellos policías de Transito que son armados con la pistola “de radar”, conocida popularmente como la pistola de robar. Escondidos en un arbolito, agazapados tras una curva, ocultos tras un desnivel de la calle, ahí esta “el agente” con su pistola de robar. ¿Por qué, si su función debiera ser preventiva, tienen que actuar agazapados, como delincuentes? ¿Por qué, como sucede en otras latitudes, no se dota a esos aparatejos de dispositivos de memoria, además de registro de video, para dificultar la extorsión del supuesto o real infractor?

Lo que le sucedió a Miguel Ángel es una muestra que la política de seguridad, si la hubiere, es errada. El asalto policiaco de que fue objeto está lejos de ser un caso aislado, Muestra además que la cadena corrupción-extorsión no acaba en los policías de calle. En fin, puede verse que, más que un asunto de policías ladrones, es uno de política pública, es un asunto de gobierno. Es una pena que Sonora no cuente con un Mancera o un Mondragón y Kalb, quienes han convertido a la ciudad de México en una de las más seguras del país. En cambio, tenemos a un Murrieta y a un Munro… ¡gulp! (También tenemos a Gándara… pero no hay que molestarlo, él duerme soñando con “la grande”; y no es albur).
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