- - . KIKKA: CABEZALCUBO: De tristezas compartidas y rabia colectiva : JORGE MOCH
BUSCA, BUSCADOR

Buscar este blog

viernes, 9 de marzo de 2012

CABEZALCUBO: De tristezas compartidas y rabia colectiva : JORGE MOCH

De tristezas compartidas y rabia colectiva

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com

Para Minerva Noguera

Es inevitable, son plaga, surgen por todos lados. Abro el periódico y allí están a pie de página en forma de cintillo diciendo lo bien que los tartufos hacen su trabajo. Prendo la computadora y aparecen en forma de banner a pie de pantalla, cintilando las bondades del régimen. Enciendo la radio y brota el sonsonete, el monólogo (toda propaganda gubernamental es un monólogo) con estratégicos ornatos y voz amable que asegura que vivimos en democrática paz. Me despatarro frente a la televisión y allí están una vez y otra y otra y otra los mismos anuncios mentirosos del gobierno con actores que asemejan gente común: el niño alegre, la muchacha sonriente, el médico comprensivo y amable, el uniformado de rostro fiero pero maneras amistosas, el campesino satisfecho. Las voces melifluas de locutores y conductores de noticias, los discursos y las declaraciones de los políticos que hacen como si no fueran culpables de nada. Los falsos héroes de corbata. El fastidio.

Suena el timbre de la casa, y voy a ver quién interrumpe mi día, porque no suelo recibir visitas (además de que vivo en casa ajena y raramente las visitas me conciernen); se trata de una señora. En un país signado por clasismo y racismo ancestrales, su piel morena inmediatamente indica que no se trata de una visita social. Viene a pie. Sus zapatos, su ropa, su cara son la imagen de lo precario. Habla con voz monocorde, como si yo no estuviera allí, tal que está repitiendo un parlamento que trata de no sonar a lamento, pero que en el fondo no es más que precisamente eso. Antes de que empiece a hablar adivino qué quiere: trabajo. De sirvienta, lavacoches, recadera, lavandera, cualquier cosa que, a su edad indefinible que pueden ser lo mismo treinta que cincuenta, ayude a mitigar el hambre. Me odio a mí mismo cuando digo que no, que no tengo un trabajo que darle. Se me ocurre ofrecerle unas monedas. Carajo, es año bisiesto, algo sucedió en el cubil de los contadores que deciden si a mi vez sigo recibiendo un estipendio por escribir y dibujar monitos, no me han pagado, llegué a fin de quincena con una mano atrás y otra adelante, ni para una torta le puedo dar, pero entonces ella, acostumbrada a la frialdad del rechazo, da media vuelta y se va dejándome atorada en el esternón su triste estampa de hombros caídos. Cierro la ventana y le miento la madre a la vida. Vuelvo al televisor. Gordo huevón, me digo, deberías correr a pedirle perdón a esa mujer, darle de comer a ella y a sus hijos. No, surge el ñoño malparido que todos llevamos dentro: “quién te dice que no anda halconeando para una banda de secuestradores”, susurra su veneno. Me odio por timorato. En la televisión otro anuncio del gobierno cierra con su estribillo perverso: “Vivir mejor.” Chinguen a su madre.

El timbre de la puerta suena de nuevo precisamente cuando por puro morboso me propongo aguantar un minuto uno de esos programas amarillistas de “entrevistas” a gente común que odia a su suegra o se roba a la hija de su novia, una mierda. De alguna manera agradezco la interrupción. Esta vez soy más cauteloso y egoísta: contesto por el interfono. “Diga”, digo con mi mejor voz de malacara. “¿Le arreglamos el jardín?”, pregunta una voz de muchacho. Digo: “No, gracias.” Otra vez la costumbre al rechazo que dice: “Bueno, gracias.” Corro a la ventana y los miro alejarse. Son un muchacho y una muchacha. No les veo los rostros pero los adivino jovencísimos. Él lleva al hombro una máquina desbrozadora. Ella carga una mochila. Van de la mano. Los veo tocar en la casa del diputado, el de los perritos ladradores. Ni siquiera les contestan. Dan la vuelta a la esquina. Corro a otra ventana y los veo alejarse, pasar cerca de la caseta de policía que la señora rica de atrás mandó poner en la otra esquina. El policía auxiliar está allí, tan joven como ellos. Allí está su mujer, también, y su bebé de meses. Viven con él las guardias, allí, en la caseta diminuta. Pienso que en cuanto me paguen, ahora sí, le voy a regalar unos pañales, o leche, o una cobijita. Allá en la tele el conductor anuncia que escucharemos un poco de lo que dijo el presidente en la reunión de mandamases que hay en un lujoso hotel de Los Cabos. Pienso que me importa un carajo lo que tenga que decir pero oigo con rabia que, según él, su gobierno ha creado 600 mil empleos, vaya labia. Me pregunto qué comieron hoy los asistentes a su reunión, qué bebieron, qué afeites se untaron en el baño, cuántos lambiscones van en sus comitivas. Cabrones.

Lo dicho: chinguen a su madre.
.
kikka-roja.blogspot.com/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentarios. HOLA! deja tu mensaje ...

Buscar este blog

Gracias por tu Visita ¡

Nuevo

TAMALES UGALDEÑOS DEL TATA JORGE ARVIZU

Para los que pidieron el archivo del 2007, los tamales oaxaqueños ugaldeños grabado por Jorge Arvizu El Tata. Buen Provecho ARDAN PRIANISTAS...

Todos los Archivos

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...