- - . KIKKA: 05/23/07

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miércoles, 23 de mayo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Los presidentes

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

El presidente omnipotente y todopoderoso dejó de existir. Que el poder no esté concentrado, es la principal herencia de Vicente Fox y el drama de Felipe Calderón también es el origen de la fortaleza de los monopolios económicos y del sindicato encabezado por Elba Esther Gordillo que una vez más volvió a demostrar quién es la tatamandona de la educación pública.

La vida política del país se construyó en torno a la figura del presidente que dispensaba favores a los bien portados y castigaba a los indisciplinados. La famosa encuesta sobre cultura política en México de Gabriel Almond y Sidney Verba encontró, en 1959, que los mexicanos aceptaban el presidencialismo al que veían con “orgullo” y consideraban “benigno”. Eran los tiempos de maestros que exigían a los alumnos escribir con mayúsculas el Señor Presidente. Su fuerza se desgastó con los excesos de algunos presidentes y por la revolución cultural que transformó al país. En el plano político fue a partir de la década de los años sesenta cuando los opositores al régimen borraron sus diferencias ideológicas y encontraron diversas coincidencias. Una de las más importantes fue la exigencia de desmontar al presidencialismo. Pocos cuestionaban la utópica creencia de que ése era el pase que permitía el ingreso al olimpo del buen Gobierno. Nadie se preocupó por detallar la forma en que operaría el prodigio. Ese razonamiento orientó la estrategia de la lucha por elecciones limpias y confiables que puso como una de sus mayores prioridades extirpar la influencia del presidente en el Instituto Federal Electoral.

En esta historia Vicente Fox fue un protagonista empeñado en llevar hasta sus últimas consecuencias el credo antipresidencialista. Para marcar las diferencias disfrutaba del “tuteo” y se alejaba del solemne “usted”. Consideraba que un demócrata –y el así se veía—permitiría el desmantelamiento del presidencialismo. Los beneficios se repartieron de manera profundamente desigual. Las porciones más generosas se las llevaron gobernadores, monopolios de diverso tipo y cárteles del crimen organizado. La sociedad sólo recibió el acceso a la información, lo que en ocasiones le permite influir y en otras sólo constatar quiénes son los beneficiarios con el despilfarro de las riquezas nacionales. La debilidad del presidente no es percibida por la sociedad, la mayor parte de la cual sigue pensando que es el actor central. La Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas 2003 (ENCUP 2003) auspiciada por la Secretaría de Gobernación es bien reveladora. Cuando se pregunta quiénes influyen más en la vida política, las respuestas ponen al presidente en primer lugar superando con amplitud a partidos, grandes empresas, sindicatos y por supuesto, a la ciudadanía que es relegada al sótano de los marginados.

Quienes se beneficiaron con la redistribución del poder sí entienden perfectamente lo que ha pasado. Por eso llama la atención el argumento utilizado por las televisoras para defender la Ley Televisa. El diez de mayo Joaquín López Dóriga defendió en el Noticiero de Canal dos de Televisa a la actual Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) diciendo que hay decisiones del Poder Judicial que son “una vuelta al pasado. Va[n] en sentido opuesto al cambio democrático propuesto para establecer contrapesos al Ejecutivo”. TV Azteca agitó con más claridad el fantasma del presidencialismo. En el noticiero Hechos del 17 de mayo se aseguró que “la asignación discrecional de concesiones [de estaciones de radio y televisión] fue utilizada durante mucho tiempo por los presidentes como una forma de favorecer a los amigos y de pagar a los cómplices… En cambio, si [los presidentes] eran criticados, con la misma facilidad retiraban la concesión, disponiendo a su antojo del espacio radioeléctrico”. Es una defensa mañosa porque fue gracias a la discrecionalidad de esos presidentes que obtuvieron sus concesiones y privilegios. Felipe Calderón ha reaccionado con hermetismo frente a las puyas de las televisoras. Es una prudencia obligada porque el litigio se dirime en el Poder Judicial y porque, siendo honestos, es bastante poco lo que puede hacer en el tema. Su revolcada legitimidad y el poder famélico heredado de Fox apenas le alcanzó para enfrentar al narco en una guerra de resultados bastante inciertos. Las otras prioridades deben esperar mejores tiempos.

Frente a monopolios de otro tipo, el león de Los Pinos se transforma en apacible cordero. Tenemos semanas escuchando cifras escandalosas sobre el lamentable estado de la educación mexicana acompañadas, eso sí, de los discursos de Josefina Vázquez Mota prometiendo grandes transformaciones. No hacía falta, pero el lunes pasado se supo quién decide. En el Cuarto Congreso Nacional de Educación, Elba Esther Gordillo recicló su viejo discurso: reconocer las deficiencias y comprometer al gremio magisterial en una cruzada que mejorará la calidad siempre y cuando le entreguen mayores recursos. Volvió a alzarse con la victoria. En ese mismo acto el presidente anunció, entre otros beneficios, un aumento del 15 por ciento a los maestros de la zona económica. Sin mediar alguna mejoría simbólica en la calidad educativa se reconfirmó quién manda en la Secretaría de Educación Pública. En este panorama de presidente débil y sociedad indefensa, la Suprema Corte empezará a debatir la Ley Televisa este jueves 24. No participará el juez José Ramón Cosío cuyos puntos de vista hubieran enriquecido el debate. De los nueve que quedan, ocho tendrán que coincidir para que se invaliden algunos aspectos de esa Ley. De ese margen tan pequeño depende el saber si el Estado es capaz de una recuperación que le permita cumplir mínimamente con sus deberes.

La miscelánea

En las elecciones de Yucatán se confirma que lo sucedido en 2006 no fue la excepción. Además de programa, imagen y base social los candidatos deben tener recursos abundantes y una disposición a utilizar todas las mañas a su alcance. De Yucatán se desprende el olor de la sospecha: ¿cuánto se gastó, qué tanto se metieron los gobernadores todopoderosos, cuán eficaces fueron las campañas negativas? La fetidez se extiende a todo el país. Ahora viene la guerra por Baja California una entidad gobernada por el PAN sobre la cual descenderá la ola roja de un PRI envalentonado. Y volverán las mismas denuncias y seguiremos insatisfechos con leyes electorales rebasadas en cada elección competida.

Kikka Roja