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jueves, 11 de marzo de 2010

Topar con lo que no se quería y al revés: Lorenzo Meyer

Agenda Ciudadana
Lorenzo Meyer
Topar con lo que no se quería y al revés
Jueves, 11 de Marzo de 2010

BURLAS DE LA HISTORIA

L os procesos políticos son de los más inciertos; con gran regularidad lo blanco termina en negro y viceversa. Para los practicantes del juego del poder resulta que lo único sobre lo que realmente tienen control es lo que a primera vista parece lo menos tangible y más inseguro, los principios. Sin embargo, el grueso de los profesionales de la política se desentienden de la ética para marchar en pos de lo concreto: del "éxito". Maquiavelo es el teórico mayor de esta visión. Ahora bien, la historia nos muestra que en el campo de los resultados, la política del mero oportunismo tiene tantas posibilidades de triunfo como de fracaso.

Una y otra vez, naciones o imperios se han embarcado en grandes proyectos que, no obstante el esfuerzo invertido, terminan donde no deseaban. En la vida política como en la individual, la frustración es tan o más frecuente que el éxito. Ejemplos de lo incierto de las empresas políticas abundan. Francia y Napoleón se propusieron rediseñar a Europa y al mundo a partir de los nobles principios de su revolución, pero Francia terminó derrotada, Napoleón prisionero de los ingleses y el mundo, al menos por un buen tiempo, giró en torno a Inglaterra y a su revolución industrial. El Reich alemán de los mil años soñado por Hitler no duró más que una docena, pero esa brevedad le costó al mundo millones de muertos y a Alemania y a Europa Occidental la pérdida de su centralidad mundial. Y qué decir de la gran utopía soviética que se propuso inaugurar la sociedad sin clases, justa y libre; al final, en vez de la desaparición del capitalismo lo que desapareció fueron la URSS y su modelo socialista, aunque no sin antes obligar a millones a pagar un costo humano escandaloso y terminar afianzando al capitalismo y al liderazgo de su adversario: Estados Unidos.

NUESTRO SIGLO XIX

Pero no necesitamos irnos a otros lugares para descubrir las terribles ironías de la historia política, con la nuestra tenemos más que suficiente. La Independencia no la hicieron los insurgentes que la iniciaron sino sus enemigos mortales, los criollos que les habían combatido en nombre del rey. Desde luego que el esfuerzo militar español por reconquistar a México -la "expedición Barradas"- terminó por afianzar la separación mediante la expulsión de los españoles. La negativa de Fernando VII de no reconocer la Independencia mexicana, impidió que Madrid firmara un tratado comercial con su antigua colonia en las condiciones preferenciales que México estaba dispuesto a aceptar y, en cambio, favoreció la firma del tratado México-Inglaterra, lo que alejó aún más a mexicanos y españoles.

Para conjurar la amenaza norteamericana en el norte, México autorizó el ingreso de colonos extranjeros que poblaran esas tierras pero con la idea de que éstos serían católicos, como los irlandeses. Sin embargo, los que ingresaron fueron anglosajones protestantes y esclavistas. El resultado fue primero la independencia de Texas, luego la guerra de 1847 y finalmente la pérdida de medio país a manos de los que se pretendía mantener lejos: los norteamericanos.

Otro ejemplo de terminar en el sitio equivocado, fue el gran proyecto económico liberal. El esfuerzo por desamortizar los bienes de las corporaciones -la iglesia católica y las comunidades indígenas- no consiguió lo que pretendía: crear una amplia clase de pequeños o medianos propietarios para montar sobre ellos la modernidad y la democracia. En vez de eso, se desembocó en el afianzamiento de una minoría latifundista y en la dictadura oligárquica de Porfirio Díaz. Es más, los remanentes de los pueblos afectados en sus tierras comunales, como los zapatistas, fueron un factor en la posterior caída y destrucción del orden porfirista.

EL SIGLO XX

La gran tragedia del empeño de Madero en 1910 no fue tanto su asesinato tras el cuartelazo de Victoriano Huerta, sino que al final su lema, "sufragio efectivo", sirvió de bandera a la "dictadura perfecta" del PRI. Y es que la Revolución desembocó no en la democracia buscada sino en la modernización de su opuesto: el viejo autoritarismo. Al no depender ya de un caudillo que envejecía sino de un partido de Estado que aceptó el principio de la "no reelección", el autoritarismo priista encontró, vía su renovación sexenal, el secreto de la eterna juventud.

En los 1930 el cardenismo dio todo su apoyo a los sindicatos -a la CTM- y organizó en la CNC a los campesinos a los que había dotado de la tierra y las armas para que la defendieran. Sin embargo, el post cardenismo bloqueo las rutas hacia la autonomía de esas organizaciones y les convirtió en apoyos de un sistema antagónico a los intereses de obreros y campesinos.

Bajo el liderazgo de Miguel Alemán se cimentó un proyecto para industrializar a México con base en un mercado interno protegido por tarifas y permisos de importación. La idea era que el país dejara de ser el eterno exportador de materias primas, creara una gran burguesía nacional y deviniera en una economía urbana, fuerte e independiente. Lo de urbana se cumplió en exceso pero no lo de independiente. La crisis de 1982 y el Tratado de Libre Comercio de 1993, hizo a México más dependientes que en el pasado de Estados Unidos. El sistema financiero que una vez fue nacional, terminó tan o más extranjero que durante el Porfiriato. Finalmente, el crecimiento económico del último cuarto de siglo se puede calificar de todo menos de fuerte: la "utopía industrial" de mediados del siglo pasado terminó en el desastre actual.

Y llevando el análisis al campo de lo estrictamente procedimental, las reformas electorales son otro ejemplo de resultados inesperados. Cuando el PRI estaba en control de todo, y bajo el principio de "lo que resiste apoya", sus líderes empezaron a abrir espacios para la oposición aunque sin darle poder real, pero una cadena de eventos no previstos condujo de la reforma de 1996 a las derrotas priistas de 1997 y del 2000. Lo que se ideó como un simple "cambiar para que todo siga igual" terminó por desembocar en lo que pareció ser el fin a 71 años de control priista de la presidencia.

Como la historia no se detiene, lo que por un momento pareció que iba a instalar a México en una etapa superior de su desarrollo político, ha terminado, de nuevo, en un gran fiasco. La conducción del cambio de régimen político quedó en manos de Vicente Fox y su grupo que, casi de inmediato, mostraron poseer tres características que dieron pie a la actual "democracia tonta" (Lujambio dixit) que tenemos: una impericia política extrema, una ausencia total de sentido de proyecto histórico y una clara disposición a seguir las prácticas corruptas de sus predecesores priistas (un botón de muestra de esto último se encuentra en el libro "Camisas azules manos negras. El saqueo de Pemex desde Los Pinos", [Grijalbo] de Ana Lilia Pérez). Hoy el "cambio" del 2000 corre el peligro de desembocar en el retorno del PRI a Los Pinos en 2012.

Un ejemplo de una política muy específica, que se puso en marcha con un objetivo y cuyo resultado ha sido muy distinto de lo esperado, es la llamada "guerra contra el narcotráfico" que Felipe Calderón declaró al inicio de su gobierno. El objetivo inicial era doble. Por un lado, recuperar zonas que ya estaban fuera del control del Estado. Por el otro, ganar con una política de fuerza que tanto gusta a la derecha, la legitimidad que no le había dado el tipo de elección del "haiga sido como haiga sido" en 2006. Sin embargo, tres años y pico y alrededor de 14 mil muertos después, la situación no sólo no ha mejorado en ninguno de los dos sentidos que se pretendían, sino que posiblemente haya empeorado.

CONCLUSIÓN

Maquiavelo, el gran realista, lo expresó al final de su obra de manera poética pero clara: en materia de decisiones y acciones políticas se puede tener el mejor conocimiento posible de qué y cómo, pero el resultado final de las acciones emprendidas depende en buena medida de un factor sobre el que nadie tiene control: la fortuna.

Examinando de cerca cada uno de los eventos aquí mencionados, especialmente los que se refieren a nuestro país, es posible llegar a la conclusión de que si tanto líderes como naciones están a merced de la veleidosa fortuna, entonces cuando un empeño termina en fracaso, ese resultado puede atribuirse tanto a fallas en su concepción como a errores de implementación, traiciones, etcétera, pero, finalmente, también a la mala suerte. En tales circunstancias, y por paradójico que parezca, lo único que no depende de la fortuna es la moral. Y si se fracasa, al menos algo permanece: la congruencia entre el decir y el hacer, el honor.

RESUMEN:

"En la práctica, los procesos políticos son tan impredecibles que, al final, y aunque no lo parezca, los principios son lo único firme".

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