- - . KIKKA: 05/06/10

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jueves, 6 de mayo de 2010

LOS 5 JINETES DEL APOCALIPSIS DE CALDERON: CARICATURA: EL FISGÓN : Quinto jinete del Apocalipsis


YA ESTÁ COMO EL CHAVO DEL 8
¿CHAVO, CUALES SON LOS 5 CONTINENTES?
LOS 5 CONTINENTES SON 4,
LAS CHIVAS Y EL AMÉRICA

PLOP¡ SE LE CAYERON LAS LLAVES A LA MAESTRA¡¡
HABLÓ EL CALLADO ¡¡


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México SA: CALDERON INFLA CIFRAS: Al globero se le pasó la mano en eso de inflar cifras

México SA
  • Calderón se lava las manos
  • Avienta la pelota a la IP
  • Al globero se le pasó la mano en eso de inflar cifras
Carlos Fernández-Vega
Durante su campaña electoral se le hizo fácil utilizar hasta el exceso uno de los lemas ideados por el publicista carca que importó de la madre patria (léase "presidente del empleo"); ya sentado en Los Pinos explotó ese eslogan durante dos largos años, porque él sí sabía cómo hacerlo, aunque la realidad lo desmintiera cotidianamente; al reconocer oficialmente la crisis "externa" y su impacto en el ámbito laboral, en octubre de 2008, guardó la célebre frase bajo quince candados; en 2009 la mantuvo en el congelador, y ahora que México –según dice– "ya salió de la ruta de deterioro", Felipe Calderón (en una versión renovada del "y yo por qué" foxista) sencillamente se lava las manos y echa la pelota –o la culpa, si se prefiere– a la iniciativa privada en eso de generar empleo formal en el país.

Tan contento que estaba en Alemania cuente que te cuente aventuras de un épico príncipe que doblegó a los 5 del Apocalipsis en un país imaginario, y de repente que se ve en la penosa necesidad de retornar a una ingrata realidad que, terca, lo desmiente todos los días. Así, el idílico "presidente del empleo" se reunió ayer con la cúpula de uno de los organismos, el Consejo Coordinador Empresarial, que afanosamente le sacó las castañas del fuego en el proceso electoral de 2006, y a ella aventó la pelota de la generación de plazas laborales en el sector formal.

Que "otros" eran los "destructores" de las fuentes de empleo, y que él sí sabía cómo se generarían los millones de puestos de trabajo que el país requería, repitió hasta el cansancio en la campaña electoral. Pero "otros" no llegaron, y a la hora de la hora, con el michoacano el resultado en este renglón, como en tantos otros, ha sido desastroso. Entonces, urgido de reivindicación –algo por demás imposible–, el inquilino de Los Pinos, a diestra y siniestra, suelta cifras de empleo formal que son desmentidas, de inmediato, por la propia estadística oficial en la que dice sustentar sus números.

Ante la cúpula del Consejo Coordinador Empresarial, que ayer cambió mando visible, Felipe Calderón aseguró que "México alcanzó en abril pasado el mayor crecimiento en la generación de empleo en los últimos 17 años" (en Alemania dijo que en 10 años), y que, como el país "está haciendo su tarea", en el cuarto mes del presente año "se generaron 92 mil 405 nuevos empleos, con lo que el incremento acumulado en el primer cuatrimestre del año se ubicó en casi 382 mil nuevas plazas".

Ojalá fuera así, pues de eso piden, y mucho, los mexicanos, pero la estadística del IMSS (avalada por la Secretaría del Trabajo) permite concluir que si la cifra de abril proporcionada por Calderón (los 92 mil 405 puestos de trabajo) es la correcta, entonces el acumulado en el primer cuatrimestre de 2010, en lo que se refiere a empleos formales registrados en dicho Instituto, superaría los 427 mil. Así, sólo caben dos posibilidades: el inquilino de Los Pinos infló el número de plazas formales registradas, o el IMSS está rezagado en el registro por algo así como 90 mil plazas (al cierre de marzo esta institución asegura que se dieron de alta alrededor de 335 mil empleos, eventuales la mayoría de ellos; al cierre de abril, Calderón dice que esos mismos empleos llegaron a 382 mil. Entonces, ¿cuál será la cifra correcta?).

Para fortalecer aquello de que México "ya salió de la ruta de deterioro", los carismáticos secretarios del Trabajo y de Hacienda, Javier Lozano Alarcón y Ernesto Cordero, respectivamente, habrían ofrecido una conferencia de prensa ayer por la noche (la cual, por razones de horario de cierre, México SA lamentablemente no pudo gozar), en la que explicarían (y convencerían, desde luego) por qué en el propio gobierno calderonista cada quien da una cifra distinta en materia de ocupación, y por qué, también, sólo suman y nunca restan, aunque en cualquiera de los casos el discurso oficial sostiene que "ya se recuperaron todos los empleos perdidos". Pero no: ¿dónde quedó la bolita?

Pues bien, el IMSS aporta más elementos: cuando Calderón, ante lo obvio, congeló el eslogan del "presidente del empleo" (octubre de 2008) y retirarlo del machacón discurso oficial, en el registro de esta institución aparecían alrededor de 14 millones 565 mil empleos formales (permanentes y eventuales); al cierre de marzo de 2010, esa misma fuente de información documentaba 14 millones 341 mil, es decir 223 mil 513 plazas menos entre una fecha y otra, de tal suerte que no "se recuperaron todos los empleos perdidos". Dicho saldo negativo es producto de la cancelación de 350 mil 465 plazas permanentes, y la generación de 126 mil 513 plazas eventuales (fundamentalmente en el ámbito rural).

Independientemente de lo anterior, como señalamos ayer en este espacio, el déficit de empleo es escalofriante. En Alemania, el inquilino de Los Pinos presentó como posibilidad lo que 24 horas después dio como un hecho contundente. Dijo ante los empresarios germanos que "están por confirmarme, pero estamos esperando que el dato de empleo hasta el mes de abril en México, los cuatro primeros meses, fue de 380 mil nuevos empleos formales en términos netos, que es el mayor crecimiento de empleo en 10 años para un cuatrimestre".

De lo que tales empresarios no se enteraron, porque Calderón les informó parcialmente, es que en su primer trienio debieron generarse entre 3.5 y 4 millones de empleos en el sector formal de la economía, y que en los hechos tal generación no pasa de 8 a 10 por ciento de la demanda real, sin considerar los mexicanos que en ese periodo cruzaron la frontera norte. Mucho menos les comentó que cuando él se asentó en Los Pinos la tasa oficial de desempleo abierto era de 3.58 por ciento de la población económicamente activa, y que tres años después rozaba el 6 por ciento.

Lo mejor del caso, en cualquiera de los escenarios, es que la frase de campaña quedó para otros espacios, y Calderón, simple y sencillamente, ahora se lava las manos.

Las rebanadas del pastel

Cómo estará la cosa, que hasta la servil CTM y su rastrero "líder obrero", el inefable Joaquín Gamboa, alegan que al globero de Los Pinos se le pasó la mano en eso de inflar cifras laborales… Y el tipo de cambio cada día más cerca de la barrera de 13 unidades… Un solidario abrazo para Celeste Sáenz de Miera y Aguiar, por la irreparable pérdida de la señora Alicia Aguiar de Santillán.

cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx


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Lorenzo Meyer: 180°

AGENDA CIUDADANA
180°
Lorenzo Meyer
6 May. 10 reforma.com

Hay dos maneras de apreciar el TLC: como victoria y como derrota

La objetividad, deseable pero imposible

Desde la filosofía de la ciencia hay quien sostiene que el conocimiento objetivo es simplemente imposible, incluso en disciplinas que presumen de exactitud. Pero si un enunciado tan contundente como E=mc2 -la relación entre masa y energía que formuló Albert Einstein- puede ser subjetivo, entonces muy poco se puede esperar de las más inexactas de las ciencias: las sociales, donde un mismo fenómeno puede ser percibido, explicado y proyectado hacia el futuro de maneras tan distintas que resultan contradictorias.

Lo anterior viene al caso por lo expuesto en una conferencia que la semana pasada dictó en México Sidney Weintraub, un conocido especialista, sobre el estado que guarda la relación económica entre México y su poderoso vecino del norte. Weintraub es miembro del Center for Strategic & International Studies en Washington y, tras trabajar en el Departamento de Estado, se integró al mundo académico donde ha publicado un buen número de libros y artículos en torno a la actual relación económica México-Estados Unidos.

El color del cristal con que se mira

En su libro más reciente, titulado Socios desiguales: los Estados Unidos y México (Unequal partners: The United States and Mexico [2010]), Weintraub divide en seis las áreas que constituyen la esencia de la relación entre los dos países que comparten el Río Bravo como frontera: comercio, inversión y finanzas, narcotráfico, energía, migración y el manejo de la zona fronteriza. Sólo falta el área cultural para cubrir la totalidad de las interacciones entre los dos países; interacciones que se desarrollan en el marco de una relación de poder caracterizada por tres elementos: asimetría, dependencia y dominación. Este marco, propio de la perspectiva de la escuela realista de las relaciones internacionales, explica bien la gran dificultad que históricamente ha tenido, y tendrá, México para defender su interés nacional y la esencia de lo nacional: la soberanía.

Las diferentes interpretaciones

Weintraub considera que el cambio de 180° que el gobierno de México efectuó a raíz del colapso de su economía en 1982 en materia de intercambio comercial fue todo un acierto, pues en un periodo muy corto puso fin a un tipo de industrialización irracional basada en el proteccionismo de un mercado interno pequeño y pobre. Fue un acierto que culminó con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El TLCAN significó aceptar que sólo con las reglas del comercio libre podía México explotar a fondo las ventajas de tener tan cerca el mayor mercado nacional del mundo.

Algo muy similar pasó con la inversión extranjera directa (IED). Por años el gobierno mexicano se empeñó en limitar los campos y porcentaje de la IED -que desde el fin de la Primera Guerra Mundial fue básicamente norteamericana- con el objetivo de proteger al capital nacional. Pero también la gran crisis de 1982 obligó a México a abrirse totalmente al capital externo y, hoy, una gran inversión externa está presente en todas las ramas de la economía, incluida la banca, a la que primero se privatizó a favor de mexicanos a muy buen precio -3 a 1 con relación al valor en libros- y luego, tras una nueva crisis -la de 1995-, se rindió a los bancos internacionales casi en su totalidad -hoy sólo hay en México un gran banco que es mexicano: Banorte- lo que no sucede en ningún otro país.

La otra interpretación

Es incuestionable que en los últimos cinco lustros México dio un gran viraje en su proyecto económico, pero desde una perspectiva nacionalista es difícil aplaudirlo. El cambio de 180° que nos puso en corto tiempo en la senda del neoliberalismo no se dio como consecuencia de un debate democrático -como sí ocurrió en Canadá antes de suscribir su tratado de libre comercio con Estados Unidos- sino como la respuesta de un régimen autoritario a la gran derrota del proyecto nacional que se diseñó y puso en marcha con el cardenismo.

La derrota del nacionalismo posrevolucionario se debió a la perversión del modelo. El gran beneficiario del proteccionismo inicial fue el empresariado mexicano -el costo corrió a cargo del consumidor mexicano, que por decenios recibió bienes de baja calidad a alto costo-, pero esos empresarios no correspondieron al esfuerzo como debieron: esforzándose por prepararse para, poco a poco, salir del cascarón proteccionista hasta llevar al país a ser competitivo y funcionar en el mercado externo sin necesidad de rendir la plaza incondicionalmente, como fue el caso a partir del desastre de 1982. No, al contrario, los empresarios y los políticos se encerraron y explotaron sus privilegios al máximo, sin cambiar, hasta que esa red de privilegios sin responsabilidades se desgarró y Salinas, usando todo su poder, impuso el TLCAN, aunque antes negoció algunos nuevos nichos de privilegio para su grupo más cercano -Telmex, los bancos, las televisoras y otros-, y revitalizó el presidencialismo autoritario hasta que el siguiente desastre -el de 1995- acabó con él.

El nacionalismo mexicano quedó entonces como un recuerdo en un campo tomado por los intereses del nacionalismo más feroz del mundo actual: el norteamericano. Y por si lo anterior no fuera ya algo lamentable, resulta que ni el TLCAN ni la banca extranjerizada llevaron a cabo lo que prometieron: conducir a México a una nueva etapa de crecimiento material, pues el promedio del aumento anual del producto per cápita de 1995 a la fecha ha sido trágicamente insignificante, menos del 1%, apenas un 0.89%.

Un país es más que un mercado, aunque se puede argumentar que el mercado es la columna en que se asienta el resto de la identidad nacional. Pues bien, la naturaleza de la economía mexicana se cambió como el bíblico derecho de progenitura: por un simple plato de lentejas; se sobrevive apenas como nación, pero sin el orgullo de ser dueños y directores de lo esencial del entorno en que se vive.

En su momento, Carlos Salinas argumentó: si Estados Unidos no permite a México aumentar sus exportaciones mediante el TLCAN, quiérase o no, México aumentaría su exportación de trabajadores indocumentados. La propuesta implicaba que si México se desnacionalizaba abriendo su economía al capital externo y al libre cambio, a cambio lograría un aumento en su bienestar material y en las fuentes de trabajo al punto que sus jóvenes ya no necesitarían buscar su salvación individual en la diáspora hacia Estados Unidos.

La realidad ha sido lo opuesto: la gran exportación se ha dado pero ha tenido como contrapartida una gran importación -el comercio entre firmas- sin que se hayan creado los empleos en la calidad y cantidad prometidos. Y resulta que hoy en México es la economía informal la creadora de empleos, aunque no en la cantidad ni con la remuneración necesarias para impedir que los mexicanos jóvenes sigan marchando a Estados Unidos como indocumentados en cantidades masivas o, peor aún, se sumen a las filas de un crimen organizado que en materia de narcotráfico ya ha montado un negocio de 40 mil millones de dólares anuales.

La migración mexicana al país socio del TLCAN es, como se sabe bien, de entre 400 mil y 500 mil personas al año. De los 12 millones de trabajadores indocumentados en Estados Unidos la mitad son mexicanos. Ese flujo masivo de migrantes sin papeles está generando una reacción muy adversa en el país vecino, cuya última manifestación es la ley que se propone pasar el estado de Arizona y que convierte en crimen el ser indocumentado en esa comarca y que, por tanto, permite y demanda que su policía exija documentos de identidad a cualquiera que, por sus rasgos físicos, actitud o manera de vestir, se puede presumir que es un indocumentado. Según una encuesta nacional reciente, el 51% de los norteamericanos apoyan la legislación que se propone poner en marcha Arizona y las <00be> partes ve a los indocumentados como una carga económica y no como una mano de obra barata y disciplinada, que contribuye a mantener vivas ramas de la economía norteamericana que no sobrevivirían fácilmente sin un trabajo que asume tareas y remuneraciones que la mayoría de los nativos rechazan (The New York Times, 3 de mayo).

Una conclusión no necesariamente más objetiva que la otra

Al final de cuentas, el cambio de rumbo en 180° de la política económica de México en el último cuarto de siglo, y motivada más por el fracaso de sus élites del poder que por una auténtica voluntad mayoritaria, no está resultando la gran solución para México que sus partidarios supusieron, pero irónicamente, tampoco para Estados Unidos, pues mientras México no resuelva realmente sus problemas de desarrollo será cada vez más un socio incómodo.

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