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jueves, 3 de agosto de 2006

Reporte; Resistencia 4

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Reporte; Resistencia 1

Adolfo Sánchez Rebolledo
La salida: contar los votos
Nada sería mejor para fortalecer la credibilidad de las instituciones democráticas que un nuevo recuento de los votos. Los contendientes tendrían que deponer las descalificaciones y asumir a plenitud el resultado final, desvaneciendo el conflicto electoral o, mejor, trasladándolo al ámbito donde puede ser realmente trascendente: el debate público, la acción parlamentaria, la movilización ciudadana, es decir, la política en el buen sentido de la palabra. Una resolución salomónica del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) nos pondría en la ruta de consolidar los avances logrados a costa de enormes esfuerzos populares, enterraría el fantasma de la desconfianza al limpiar irregularidades, algunas atribuibles a simples errores aritméticos, y a zanjar de una buena vez las sospechas de fraude que la coalición Por el Bien de Todos ha denunciado. No hay otra forma mejor de resolver estas cuestiones que contando los votos. Sin embargo, los críticos del recuento han armado un embrollo jurídico y político que oscurece el objetivo principal: se trata simplemente de dar certeza a la ciudadanía. Nada más y nada menos; seguridad y confianza en los mecanismos que aseguran la representación ciudadana.
Ninguna otra solución apegada a derecho podría significar tanto para todos los mexicanos: no sólo garantizaría la paz social -que no es poca cosa-, sino que, además, las fuerzas políticas se verían empujadas a pasar a una nueva etapa de reconstrucción del régimen político claramente sustentado en la aplicación de la ley. Sin subestimar los logros en la dimensión electoral de la democracia, ahora se trata de ajustar la forma del Estado y las instituciones a la nueva realidad creada, tanto por el curso objetivo de la lucha política y el desarrollo general de la sociedad mexicana, como por los cambios sociológicos y culturales que hoy imprimen un sello muy diferente a la propia noción de ciudadanía. Por ejemplo, no podemos seguir creyendo que México puede gobernarse sin pensar en las determinaciones impuestas por el atraso y la desigualdad, es decir, sin dar al concepto de ciudadanía una dimensión a la vez concreta y universal, acorde con las grandes líneas del mundo global, cuyas consecuencias apenas entrevemos al juzgar el TLC o las migraciones.
El TEPJF tiene, pues, una responsabilidad superior que no se limita, como se dice, a dirimir una disputa electoral común y corriente. Estamos ante una situación inédita, pues aunque existen antecedentes legales, ninguna otra elección se parece por sus resultados a la presidencial de 2006. Tal vez pedimos demasiado a los magistrados, pero son los únicos que hoy pueden sacar al país de la crisis. Recontar los votos no es una concesión, sino una prueba más de la fidelidad de los juristas a los principios del derecho. Y, si así lo determina, el TEPJF habrá dado un paso de enorme trascendencia para la consolidación de la democracia, tanto como en la propia evolución doctrinaria de nuestra legalidad.
Las visiones limitativas acerca del papel de las instituciones electorales, incluido el TEPJF, aspiran a que nada cambie, cuando la construcción democrática exige lo contrario y junto a la evolución jurídica reclama mayor sensibilidad de los magistrados para adaptarse a la realidad. Muy rápido se nos olvida que las instituciones democráticas también se hallan sujetas a un proceso de crecimiento y maduración, de modo que deben verse con respeto, pero sin concederles a priori una aureola mística, como si no fueran de este mundo. Justo porque queremos preservar las conquistas institucionales urge mantener ante ellas una actitud vigilante, a la vez crítica, informada y comedida. Saber quién ganó y luego hacer la declaratoria correspondiente es, debe ser, un acto de transparencia republicana despojado de toda sombra de duda.
Por ello resulta inadmisible el doble discurso de la derecha: por un lado asegura que aceptará sin chistar lo que diga el TEPJF; por otro, actúa como si ya Calderón fuera el presidente electo y en esa calidad se pavonea entre los grupos de poder, asumiéndose mandatario de facto, mucho antes que el órgano jurisdiccional resuelva en definitiva. No es un asunto menor, pues, además de exacerbar los ánimos de los otros, representa una burla para la República, ya que compromete el buen nombre de México entre países amigos y, sobre todo, destruye toda credibilidad de la autoridad judicial que tiene el tema en la mesa. Pero ésa ha sido, justamente, la estrategia montada para aislar a López Obrador, lo cual, dicho sea de paso, tampoco les ha servido. Pero es grave que se pretenda minimizar el valor de las impugnaciones presentadas por la coalición Por el Bien de Todos, como si fueran, si no ilegales cuando menos ilegítimas o desleales con "las instituciones" y las reglas del juego aceptadas.
La actuación de Felipe Calderón y sus aliados ha sido dejar que las cosas corran propagandísticamente como si el proceso electoral ya hubiera terminado para todo fin práctico. Como es público, la coalición, hasta hoy, se ha limitado a exigir que los votos se cuenten y por eso resulta una auténtica memez decir que López Obrador "pretende ganar en las calles lo que no pudieron ganar en la urnas". A la derecha le gustaría que nadie hablara del 2 de julio y sus resultados; que los reclamantes se quedaran en sus casas a esperar el fallo, mientras en la oscuridad los poderosos, ayudados por los medios, continúan tejiendo a la medida el traje presidencial de Calderón. No contentos con el daño infligido a la convivencia nacional durante la campaña, se regodean diciendo que López Obrador es "un peligro para México". En el fondo, tan celosos de la legalidad, a ellos no les hacen falta los 15 millones de ciudadanos que votaron por la coalición Por el Bien de Todos. Sencillamente no los ven, son fantasmas sin identidad. Para ellos, está probado, el pluralismo vale lo que cuesta la alianza con el "nuevo PRI", el querido viejo enemigo que hará posibles las reformas estructurales y, ¿por qué no?, los grandes negocios del sexenio, si finalmente accede el PAN a la Presidencia. Son ellos, paradójicamente, los que no entienden que el país ya no es el de 1988. Hoy es imposible gobernar pacíficamente sin legitimidad.
Ante tales maniobras es una tontería pedir a la coalición Por el Bien de Todos que se quede de brazos cruzados: el que calla otorga. López Obrador ha entendido que las semanas que vienen son decisivas y se debe mantener viva la cohesión, de modo que no se produzcan sorpresas en el camino. La fuerza de la coalición está en la gente que se ha volcado, como nunca en la historia, a respaldar su causa. De ella depende que la resistencia pacífica tenga éxito, pero ese objetivo exige evitar acciones incomprensibles, como los bloqueos contra la ciudad y su gobierno, que, lejos de estimular la imaginación y el deseo de participación, la costriñen a una pugna cotidiana con otros ciudadanos y desgastan a sus simpatizantes. Hoy más que nunca, insisto, es necesario pasar al recuento de los votos. No hay que distraerse.
Esta es resistencia
Gabriela Rodríguez
Con el mismo porte de quien lucha con dignidad y el mismo rostro de indignación me encontré allá y acá: en el centro de Seattle y en el Zócalo, el primero en un contexto laboral y el segundo en el marco poselectoral; uno en la Second Avenue y otro en Paseo de la Reforma.
De regreso a mi tierra, después de un año de estudios en el país más rico del mundo, veo a los paisanos de la misma clase trabajadora tomando las calles allá y acá, provocando el caos en la circulación con marchas y plantones, causando pérdidas a algunos empresarios, haciendo oír su voz en actos de resistencia.
Jesús Moctezuma, vendedor ambulante de Ecatepec, me explicaba ayer, en pleno Paseo de la Reforma: "Con todo respeto, pero la maestra Esther es una lamehuevos del señor Ugalde; Calderón sólo quiere sangrar al pueblo y a Fox le rompió los huevos su esposa. Marcos le trabaja a Salinas y aquí el único que tiene bien puestos los huevos es Andrés Manuel".
La entrada al México de hoy es como un golpe emocional en seco que se siente en el vientre: son los mismos excluidos y discriminados que luchan por una ciudadanía que garantice su derecho al trabajo y a la elección de sus gobernantes; allá son los indocumentados, acá los desempleados.
Protestando frente al consulado de México en Seattle conocí hace un mes a Irene Herrera, quien portaba un cartel con la leyenda: "El maestro luchando también está enseñando". Originaria de San José del Progreso, ubicado en la costa oaxaqueña, me explicó: "Acá estoy viviendo desde hace 15 años, dejé México por el sistema gubernamental de allá, que tiene a los maestros con esos sueldos tan rezagados. Soy maestra titulada, daba clase de primaria en comunidades rurales y en los pueblos más escondidos de mi estado, porque es ahí donde los niños más nos necesitan. Pero el sueldo era muy amarrado y me decidí a venir porque yo quería que mi hijo estudiara y tenía que ayudar a mis padres. Mi novio ya se había venido para acá y un año después yo me decidí, la economía me incitó. Empecé limpiando cuartos de hotel y casas. Se sufre bastante, pero yo miraba que el dinero acá era más, así que empecé a ayudar a mi familia, y al año siguiente me traje a Fredy, mi hijo, cuando tenía seis años; una hermana me ayudó a pasarlo. La cruzada es muy triste, no tienes idea de lo que se pasa: te persiguen como si fueras criminal, y ese sentimiento nunca se olvida. Hasta ahora recuperé mi trabajo de maestra en un cetro de prescolar; ya no limpio casas desde hace dos años. Este sí es un trabajo digno que me permite sacar mis gastos y ayudar a mi familia, la de acá y la que sigue allá en mi tierra. Hoy se trata de dar apoyo a los maestros que protestan en el zócalo de Oaxaca, por eso estoy aquí, alzando mi voz y diciendo que hay que poner un poco de atención al problema de Oaxaca. Siempre han estado con ese sueldo raquítico; si les pagaran bien no habría necesidad de plantones ni de golpes ni de represión ni de huelga, eso se pararía. Queremos poner un gobierno que sirva al pueblo porque hasta ahora los gobernantes sólo están atendiendo las necesidades para su persona, para su comodidad, y hay un momento en que la gente no aguanta y necesita que se le escuche. Ahorita tendríamos que darle oportunidad de gobernar al candidato Andrés Manuel porque está apoyado por el pueblo, nunca le hemos dado esa oportunidad. Ojalá no nos equivoquemos. Tengo esperanzas de que sea la gente la que lo ponga, y no que manos por ahí escondidas nos pongan al otro. Ya es momento de que den oportunidad a la gente del pueblo a poner a su candidato; eso sí, si no cumple, el mismo pueblo lo puede quitar. Ojalá todos salgan a votar y pongan sus plegarias, que escojan al que los va a representar y no se va a llevar su tajadita a lo descarado".
Más allá de la reforma de inmigración y de la crisis poselectoral, se trata de un movimiento poderosísimo de dos rostros del cual hay que resaltar la lección que está brindando al mundo entero: una masa crítica que está haciendo visible la debilidad del modelo económico y político, y una lucha de clases que evidencia las disparidades y las fallas de una democracia secuestrada por el empresariado. Es un mismo movimiento de resistencia que está llegando al límite, y opta por la desobediencia civil, no por la violencia. Entre integrantes de las mismas familias, unos deciden atravesar la frontera ilegalmente y otros se quedan a retar a las instituciones electorales. Son grupos que sueñan que es posible cambiar las cosas. Es gente que decidió salir para romper las reglas en vez de salir a robar.
Bien me decían amigos estadunideneses: nosotros debimos reaccionar como ustedes ante los dos fraudes electorales que hemos vivido: el de Florida, en 2000, y el de Ohio en 2004; hoy tenemos un presidente impuesto.
afluentessc@prodigy.net.mx

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