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miércoles, 2 de mayo de 2007

Sergio Aguayo Quezada

Otra conferencia

sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

De manera accidental se ha empalmado el jolgorio de las autoridades electorales porque están cerca de poder incinerar las boletas de la elección de 2006 con una conferencia en la Universidad de Yale donde saldrán visiones encontradas sobre los polémicos comicios. Las conferencias son guerras de ideas y palabras. Quienes exponen someten su información e interpretación a un escrutinio público que aun cuando sea despiadado respeta las reglas de civilidad establecidas desde la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles. Salvo el exabrupto ocasional, se coincide o se disiente respetando la dignidad del otro; de esos encontronazos va destilándose la forma en que una sociedad explica un evento.

En el momento del mayor esplendor autoritario, el Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz determinó que los acontecimientos del dos de octubre de 1968 se debieron a un enfrentamiento entre estudiantes y Fuerzas de Seguridad. Lo secundaron unas cuantas plumas, algunas de las cuales cobraban de Gobernación; el grueso de la intelectualidad respaldó la tesis difundida por periodistas independientes y por La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska: fue una masacre organizada por el Gobierno. Décadas después apareció la evidencia documental confirmando que fue el propio presidente de la República quien ordenó a su Estado Mayor Presidencial disparar contra estudiantes, soldados y policías. La interpretación sobre las elecciones presidenciales de 1988 tardó más tiempo en cuajar. Mientras que la izquierda política y algunos académicos sostenían la hipótesis del fraude electoral, el Gobierno optó por silenciar el tema y tan pronto como le fue posible se conchabó al Partido Acción Nacional para darle un tinte de legalidad a la destrucción de la papelería electoral. Recordar el fraude se convirtió en tema de conferencias académicas poco atendidas porque buena parte de la intelectualidad nacional y extranjera estaba subyugada por la personalidad de y las transformaciones impulsadas por, Carlos Salinas de Gortari. En 1994 se inició la debacle política del economista educado en Harvard y entonces reapareció la interpretación de que su llegada al poder se debió a un fraude insuficientemente explicado por falta de información.

Las elecciones del 2006 son muy, pero muy diferentes. Para empezar la comunidad académica se dividió públicamente. En la simplificación impuesta por la polémica electoral se evaporaron los matices y se crearon dos bandos determinados por los dos principales candidatos (Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador) ignorándose la variedad tras las diferentes posturas. A raíz de que Felipe Calderón tomó posesión del Ejecutivo, sus seguidores empezaron a recorrer el sendero de Carlos Salinas impulsando el olvido de los comicios de 2006. En caso de que el sexenio de Calderón sea coronado por el éxito, es probable que la historia realce sus logros y haga a un lado la forma en que llegó al poder. Pero es muy pronto para anticipar el desenlace; por ahora están iniciándose los encuentros y las conferencias académicas donde se presentan las diferentes interpretaciones sobre lo qué sucedió en 2006 y sobre las repercusiones que tendrá. Empieza a diluirse el esquematismo del año pasado para ser sustituido por la solidez de la información y la argumentación asentadas en el elemental derecho de saber. Es un momento propicio para ello porque el auge de la transparencia abre la posibilidad de una discusión a fondo y bien informada de lo sucedido el año pasado.

Desde hace varios meses John Ackerman del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y Susan Stokes de la Universidad de Yale organizaron, en la sede de esta última universidad, una conferencia académica sobre “El estado de la democracia mexicana” en donde se discutirán las diferentes interpretaciones sobre unas elecciones presidenciales que en mi caso y con base en la información de que dispongo fueron las más lodosas, costosas y dudosas de nuestra historia. Mientras en México se conmemora el Día del Trabajo, en New Haven se presentarán 13 ponencias sobre elecciones y democracia en México. Uno de los ángulos más interesantes será la forma en que se maneje un aspecto clave: la tensión entre legalidad y legitimidad tan evidente en la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife) de respaldar la decisión del Instituto Federal Electoral (IFE) de que las boletas utilizadas en la elección presidencial de 2006 deben mantenerse “indisponibles” a la sociedad.

En el fondo, las autoridades electorales (IFE y Trife) tenían en sus manos la definición de los límites de la transparencia. Finalmente y después de triturar el español y hacer malabarismos con la legalidad encontraron razonamientos formales que les permite destruir la evidencia que permitiría saber quién ganó en 2006. En el proceso salió a la luz la metamorfosis de Salvador Nava Gomar quien como académico presentaba sesudos razonamientos a favor de la transparencia y como magistrado electoral se enredó en confusos sofismas para justificar la opacidad. Es muy posible que se salgan con la suya y si la Suprema Corte no lo impide, destruirán las boletas y respirarán tranquilos creyendo que basta con invocar la legalidad para ser ungidos de legitimidad. Se equivocan. Nunca eliminarán la curiosidad de quienes deseamos saber lo que sucedió en esas elecciones que fueron un barómetro de la calidad democrática. El hueco dejado por las boletas que incinerarán se llenará con otro tipo de información y con inferencias que permitan aproximarse, con razonable certidumbre, a la causalidad y consecuencias de unas elecciones irregulares. Todos los que ahora salivan imaginándose la cremación olvidan las lecciones dejadas por el 68 y el 88. Pese a los esfuerzos del autoritarismo sobrevivió información que ahora permite asegurar que en el 68 hubo una masacre y en el 88 un fraude. En algunos años sabremos cuál será el consenso sobre las elecciones presidenciales de 2006.

En la Universidad de Yale trabaja el ex presidente Ernesto Zedillo. Mientras ayer martes Primero de Mayo se discutía la elección de 2006 es inevitable recordar que Zedillo es el único presidente mexicano que se comportó como un demócrata y logró el milagro de que una elección presidencial competida fuera legal y legítima. Reflexiones como ésta sirven de marco a otra conferencia.


Kikka Roja

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