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miércoles, 18 de julio de 2007

Sergio Aguayo Quezada

No aprenden
sergioaguayo@infosel.net.mx
www.sergioaguayo.org

El atentado contra ductos energéticos está emparentado con los ductos políticos taponados. Esta asociación tan elemental está siendo ignorada por una clase política que, es evidente, no aprende las enseñanzas de la historia.

Cuando un grupo social carece de vías pacíficas o las encuentra cerradas se incrementa las posibilidades de que recurra a alguna de las expresiones que tiene la violencia. Cuando se llega al extremo de iniciar acciones armadas los gobernantes sí reaccionan y hacen cambios que vuelven a abrir las instituciones. Ésta ha sido la dinámica de las últimas décadas. En 1965, año de inicio de la transición, mientras los médicos recurrían a métodos pacíficos para enfrentarse al autoritarismo, un grupo de jóvenes guerrilleros atacaba el cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua. Para los insurgentes ésa era la única posibilidad y así surgió un movimiento guerrillero cuyas ramificaciones se extienden, con altas y bajas, hasta nuestros días. En 1976 el régimen respondió con una reforma electoral que abrió las puertas de la institucionalidad a una parte de la izquierda. En los años de Carlos Salinas se inició la alternancia en algunos estados, pero en Chiapas las estructuras de poder estaban más cerca de América Central que de México. La conjunción de ésos y otros factores provocaron una rebelión indígena que, encabezada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, desinfló el salinismo y condujo a la reforma electoral de 1994 misma que terminaría despedazando el férreo control gubernamental sobre las elecciones.

Tres años después de la rebelión zapatista el PRI perdió por primera vez la mayoría simple en la Cámara de Diputados. Era 1997 y creíamos que se había iniciado una era de grandes transformaciones pacíficas. El 45 por ciento de la población estábamos satisfechos con el funcionamiento de la democracia. Para 2005 la aprobación ya se había desplomado a 24 puntos y entre las herencias de Vicente Fox estaría la comalada de multimillonarios y los millones de decepcionados con la manera en que funciona el nuevo arreglo. El malestar tiene diversos orígenes y manifestaciones. Uno de los más relevantes es el estancamiento en el ingreso monetario de las familias mexicanas. Entre las masas empobrecidas e irritadas por la carestía y entre quienes estamos en desacuerdo con tanta desigualdad, caló el mensaje de Andrés Manuel López Obrador dándole prioridad a los pobres. Más allá de sus errores provocó una revolución en las expectativas tan grande que la elección de 2006 fue leída por una parte de la población como la maniobra artera de una derecha decidida a preservar los privilegios. Hubo quienes se radicalizaron. En agosto de 2006 la encuestadora Mitofsky encontró, en una encuesta nacional aplicada en viviendas, que el 13 por ciento de la población estaría dispuesta a tomar las armas como reacción al conflicto electoral de 2006. Es muy probable que un porcentaje importante lo dijera como forma de desahogo. Queda en la incertidumbre cuántos de ellos se tomaron en serio la vía armada. Aunque una respuesta definitiva es imposible podemos suponer que la firmeza del radicalismo dependió del segmento social y de la entidad.

En Oaxaca acaba de reaparecer la violencia porque, pese al apoyo concedido por el presidente y las Fuerzas federales al Gobierno de Ulises Ruiz, éste no cambió y sigue siendo uno de los peores gobernadores que tiene el país. Cabe preguntase cuántos oaxaqueños concluyeron que la violencia es la única forma de enfrentar tanta impunidad y tanta cerrazón de las instituciones. Al Gobierno le ha llovido críticas por no haber anticipado los atentados. Es evidente que los servicios de Inteligencia fallaron en predecir los bombazos; su fracaso tal vez se debe a una modificación en la naturaleza del riesgo. Los acontecimientos de los dos últimos años pudieron haber gestado una nueva oleada de reclutas decidida a unirse a las organizaciones armadas clandestinas. Es igualmente lógico que los nuevos combatientes no estén todavía identificados por el estado y que de ahí provengan los comandos utilizados por el EPR para lanzar los ataques con los que protestó por la desaparición de dos de sus dirigentes y buscó capturar la irritación y el descontento existentes. Se trata, por supuesto, de hostigamientos mediáticos con los cuales buscan posicionarse como la opción para aquellos que perdieron la esperanza con las actuales instituciones. Para un sector de la derecha, esta radicalización de la izquierda es incomprensible porque las cuotas de poder obtenidas por el Partido de la Revolución Democrática confirmarían que las instituciones funcionan de maravilla. Olvidan que buena parte de la izquierda social no se siente representada ni en el PRD, ni en el PT, ni en Convergencia y mucho menos en Alternativa. Sintomática de esta percepción es la declaración de este lunes 16 de julio del subcomandante Marcos quien catalogó al PRD como una “izquierda mediatizada” e inmersa en todo tipo de contradicciones.

La reaparición de la violencia política es un hecho y es insuficiente quedarse en condenas armadas con un lenguaje viejo y cansado. Por supuesto que las mayorías seguimos rechazando la opción armada, pero sería un pésimo análisis negar que para algunos sectores de la sociedad las armas son la única salida porque las instituciones existentes ni los representan ni los atienden. En el pasado los gobernantes autoritarios reaccionaban abriendo parcialmente los canales de acceso al poder y en situaciones extremas, hasta quitaban a los gobernadores incapaces de resolver problemas. En nuestra paupérrima democracia se eternizan los sátrapas y los delincuentes y los nuevos gobernantes demuestran su pésima educación; no aprendieron de la historia reciente y son incapaces de hacer las correcciones estructurales que ataquen las raíces económicas y políticas de la violencia. Por el momento lo que han logrado es que se mezclen las bombas con los votos.

La miscelánea

Está empezando a circular Homofobia. Odio, crimen y justicia 1995-2005 (Tusquets, 2007) de Fernando Del Collado quien documenta 387 crímenes de homosexuales. Una innovación metodológica es la utilización de las barrocas y tortuosas averiguaciones previas que le permiten demostrar la intolerancia de una parte de la sociedad y la premeditada negligencia de las autoridades judiciales. Un muy buen libro sobre un tema poco explorado.


Kikka Roja

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