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jueves, 23 de agosto de 2007

Miguel Angel Granados Chapa

Jóvenes panistas
Plaza Pública

Todavía era secretario general del PAN Manuel Espino cuando en julio de 2004 impulsó la elección de Juan Carlos Mondragón como secretario de Acción Juvenil. Ya presidente del partido, a través de Mondragón, Espino buscó prolongar su influencia en el sector de los jóvenes y ambos favorecieron la candidatura de Héctor Rivera. Pero en la Oficina de la Presidencia, la de Juan Camilo Mouriño se había tomado otra decisión, la de hacer elegir a Juan Carlos Martínez Terrazas, nacido en Chihuahua, pero con militancia en Cuernavaca. Con el apoyo de ex dirigentes juveniles con notorio relieve actual, como César Nava y Rogelio Carbajal, Martínez Terrazas fue efectivamente elegido, en la octava asamblea nacional juvenil efectuada en Tlaxcala el 7 de julio. Pero, impugnada esa victoria, el lunes pasado el comité nacional anuló el proceso de elección, por “irregularidades que lo alejan de la práctica democrática, principios y valores que defiende y representan al Partido Acción Nacional”. Espino pudo evitar de ese modo que se consagrara la recuperación del liderazgo juvenil por la corriente que ha estado cercana, desde que todavía no era aspirante presidencial, a Felipe Calderón. La principal acusación contra Martínez Terrazas era que se presentó y dio muestras fehacientes de su dicho, como el candidato de Calderón. Un operador electoral muy cercano al ahora presidente, el chihuahuense Jorge Manzanera (a quien Calderón envió en mayo a trabajar el proceso yucateco, causando el enojo de Espino, porque acaso su tarea fue evitar que ganara el candidato panista Xavier Abreu) manejó su candidatura. Tan ostensible era, en vísperas electorales, ese apoyo desde Los Pinos, que una tercera candidata, Claudia Caballero, prefirió a última hora retirarse de la contienda, denunciando precisamente la injerencia de la Oficina de la Presidencia. No era una aspirante indefensa: es diputada federal, secretaria de la Comisión de Defensa Nacional y es integrante del comité estatal de Nuevo León. Trabajó en el sexenio pasado en la secretaría de Desarrollo Social, cuya titular era Josefina Vázquez Mota.

Para impulsar al candidato oficial se habría hecho correr mucho dinero, con el que se sobornó a delegados con viajes todo pagado y se habría hecho presión sobre funcionarios federales y estatales a los que se amagó con el despido si no apoyaban a Martínez Terrazas. Se habría puesto a su servicio, igualmente, un retén de la Policía Federal, para evitar que delegaciones donde no contaba con mayoría, llegaran a la asamblea, donde ganó con el 58. 97 por ciento de los 2,692 votos posibles, contra 41.13 por ciento de Rivera.

Mal profeta, el secretario general del PAN José Espina von Roehrich –él mismo antiguo dirigente juvenil, por renuncia del que en esa oportunidad fue elegido— dijo a Martínez Terrazas, al concluir la asamblea, que su triunfo “producto de esta votación, no se cuestiona”. Sí fue cuestionado, sin embargo y anulado. Contra esa decisión, a la que se opusieron los ex jefes juveniles Nava y Carbajal, el frustrado dirigente irá al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Podría darse el caso, como ha ocurrido con dirigentes estatales, que la justicia electoral se sobreponga a decisiones de los órganos internos del PAN. Salvo dos líderes juveniles muy dueños de sí (Manuel Rodríguez Lapuente y Hugo Gutiérrez Vega) que terminaron fuera del partido, la relación de los jefes nacionales con quienes encabezan a los jóvenes ha sido tersa, especialmente cuando eran designados por el comité nacional y no elegidos lo que ocurre sólo a partir de 1984.

El primer responsable juvenil, Jesús Hernández Díaz, fue nombrado por Manuel Gómez Morín sólo en 1946, siete años después de fundado el partido, no obstante la gran afluencia de jóvenes a esa organización. Apodado El chino, pintor meritorio, Hernández Díaz había sido presidente de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, la mayoría los cuales ingresó al partido fundado por el Maestro. Durante largo tiempo, sobre todo después de que se marcharon Rodríguez Lapuente y Gutiérrez Vega (fogosos y eficaces oradores en la campaña presidencial de Luis H. Álvarez, en 1958), el comité nacional no consideró necesario lidiar con jóvenes formalmente agrupados en sus filas. Fue sólo hasta 1978 cuando el presidente Abel Vicencio Tovar encargó la organización del sector a Carlos Castillo Peraza, cuyo trabajo condujo a una primera asamblea nacional, efectuada en Morelia, en que fue elegido Guillermo Castillo, que renunció por razones personales. Tras ese comienzo frustrado, Luis H. Álvarez encargó en 1987 a Felipe Calderón una nueva reorganización del sector y entonces se creó la Secretaría Nacional de Acción Juvenil. En 1989, la segunda asamblea eligió a Saúl Ruiz Arriaga, que a medio camino prefirió ser diputado local en Chihuahua (por lo cual quedó en su lugar Espino von Roehrich). La situación se regularizó a partir de 1992, cuando fue elegido Cristian Castaños y desde entonces, cada tres años fueron elegidos los sucesores: César Nava, a quien se augura la presidencia de su partido desde marzo del año próximo; el diputado Carbajal, Alberto Torres Torres y Mondragón Quintana.

Mouriño da la cara en los conflictos internos para no comprometer directamente a Calderón, pero todo el mundo sabe de qué trata. Por eso es válido hablar de enfrentamiento entre espinistas y calderonistas. En este lance juvenil esas corrientes están ahora empatadas.

Kikka Roja

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