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domingo, 30 de diciembre de 2007

Estocada al simbolismo franquista : Alejandro Gutiérrez : Proceso


Alejandro Gutiérrez / Proceso
MADRID, 29 DE DICIEMBRE /

El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero intenta darle la puntilla al franquismo, ideología que aún reivindican los grupos consevadores de España y que incluso sobrevive como símbolo en los topónimos de algunos pueblos, la nomenclatura de calles, así como de estatuas y monumentos erigidos durante la larga dictadura del "generalísimo" Francisco Franco.

El pasado 20 de noviembre se realizó en el Valle de los Caídos la concentración anual para homenajear al dictador Francisco Franco y al fundador de la ultraconservadora Falange española, José Antonio Primo de Rivera. Es probable que encuentros multitudinarios de este tipo ya no se repitan en ese lugar puesto que la recién aprobada Ley de Memoria Histórica prohíbe expresamente que ese monumental recinto, el más emblemático de los símbolos del franquismo, sea utilizado para “actos de naturaleza política o exaltadores de la guerra civil, de sus protagonistas o del franquismo”. Aquel día, unas mil personas –entre miembros de la Falange, jóvenes de grupos ultras y ancianos seguidores del viejo régimen dictatorial– asistieron a la conmemoración luctuosa de ambos personajes muertos un 20 de noviembre: Franco en 1975 y Primo de Rivera en 1936. Además de la celebración religiosa oficiada en la Basílica del Valle de los Caídos, los asistentes lanzaron arengas típicas del fascismo español: “¡Viva Franco! y “¡Viva Cristo Rey!”; también se oyeron frases como “España cristiana y no musulmana”, en medio del himno de la Falange, De cara al sol. En vísperas de esa efeméride, en varias ciudades españolas hubo movilizaciones tanto de jóvenes conservadores como de antifascistas, las cuales acabaron en disturbios al menos en Barcelona y en Madrid. En esta última ciudad, cerca de la estación del metro Legazpi, un joven de 16 años fue apuñalado por un soldado neonazi cuando increpaba a los manifestantes de la ultraderechista Democracia Nacional. Y es en este contexto social cargado de crispación que los diputados españoles aprobaron, el 31 de octubre, la ley que busca cerrar capítulos de la dictadura franquista, 30 años después de iniciado el proceso de transición democrática.

La iniciativa fue ratificada por el Senado el lunes 10. De esta manera, una de las disposiciones más significativas de la nueva legislación es la relacionada con el Valle de los Caídos, sitio que a partir de ahora deberá ceñirse “estrictamente” a los nuevos lineamientos aplicables a los lugares de culto y a los cementerios. La iniciativa aprobada ordena además el retiro de los símbolos de la sublevación militar encabezada por Franco, la Guerra Civil o la represión de la dictadura que se encuentren en lugares públicos. Las nuevas medidas también obligarán a las poblaciones y calles de España cuya nomenclatura aluda al caudillo o a generales franquistas a modificar su denominación; además, los cientos de edificios que exhiban los símbolos o insignias franquistas tendrán que suprimirlos. En el artículo 15, relativo a los “símbolos y monumentos públicos”, el ordenamiento aprobado destaca: “1. Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura. Entre estas medidas podrá incluirse la retirada de subvenciones o ayudas públicas. “Lo previsto en el párrafo anterior no será de aplicación cuando las menciones sean de estricto recuerdo privado sin exaltación de los enfrentados o cuando concurran razones artísticas y arquitectónicas protegidas por la ley”. De último momento, los legisladores incluyeron esta excepción, propuesta por el Grupo Parlamentario catalán Convergencia i Unió, cuyos integrantes también dieron su voto aprobatorio. El director del Centro de Estudios Constitucionales y Políticos (CEPC), dependiente del Ministerio de la Presidencia, Jesús Álvarez Junco, quien participó en la elaboración del proyecto de ley, considera que esta excepción “es muy subjetiva y muy difícil de interpretar”.
  • Un tema “muy sensible”
De los monumentos erigidos en memoria del franquismo destaca, por sus dimensiones y simbología, el Valle de los Caídos, explica Jesús de Andrés Sanz, catedrático de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Para el autor del ensayo Los símbolos y la memoria del franquismo, los datos técnicos de este conjunto arquitectónico “dan una idea de su carácter faraónico”. Se ubica en un paraje de la sierra madrileña conocido como Cuelgamuros, en el municipio de San Lorenzo de El Escorial, y ocupa mil 300 hectáreas. El muro que lo rodea tiene una extensión de 25 kilómetros. Su basílica fue excavada en la roca y tiene 260 metros de longitud y una altura máxima de 40 metros. Sobre la roca se asienta una gran cruz de 150 metros de altura y 200 toneladas de peso; frente a la basílica hay una explanada de 30 mil metros cuadrados. En ese lugar, asegura Sanz, se localizan un monasterio benedictino, un recinto que sirve como espacio para ejercicios espirituales y convenciones, así como un centro de estudios sociales con su respectiva biblioteca, una escuela de niños cantores que viven en régimen de internado, un funicular que sube hasta la base de la cruz, un restaurante y un estacionamiento. Lo que impide la desactivación del Valle de los Caídos, explica, es la “carga simbólica” que representa para los grupos nostálgicos del franquismo y de la ultraderecha, que lo consideran como un mausoleo dedicado al “generalísimo”. Durante años, agrega, este sitio se convirtió para ellos en centro de peregrinación. De ahí la discrepancia de estos grupos con la forma en que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero cabildeó la Ley de Memoria Histórica, lo que, afirma el académico, provocó el descontento social entre ellos, incluido el Partido Popular. Sanz dice que el gobierno socialista debió ser más cauto porque el tema del retiro de los símbolos “es muy sensible”.

Por ello considera desacertada la disposición legislativa sobre el retiro de los símbolos franquistas, pues ordena al gobierno español y a las administraciones locales elaborar un catálogo de todos los vestigios relativos a la Guerra Civil y a la dictadura, tarea difícil de lograr. En ello coincide el director del CEPC, Jesús Álvarez Junco, quien además comenta que muchas de las obras simbólicas del franquismo fueron realizadas por presos del bando republicano, quienes redimían sus penas con el trabajo, que en el fondo era trabajo forzado. Así sucedió, por ejemplo, con el conjunto arquitectónico del Valle de los Caídos, cuyo decreto de construcción data de 1940, si bien la obra duró 19 años.
  • Monopolizar los simbolos
El especialista Jesús de Andrés Sanz, quien imparte una cátedra de ciencia política en la UNED, sostiene que a pesar de que el “generalísimo” Francisco Franco no era partidario de que erigieran estatuas con su figura, la misma dinámica del franquismo y de sus dirigentes propició los homenajes al caudillo. El propósito, dice, era “monopolizar el espacio simbólico en un ejercicio que se encontraba a medio camino entre el homenaje al dictador y la reafirmación de su posición dominante”. Incluso identifica tres períodos en los que proliferaron las estatuas y monumentos dedicados a Franco, a sus generales y a los miembros de la Falange. En el primero, las imágenes estaban dirigidas “a legitimar el poder de Franco y a perpetuar la memoria de la victoria en la Guerra Civil”, sostiene Sanz. Y explica que en esa etapa –de 1936 a 1959– se erigieron, entre otras, las estatuas ecuestres para el Ministerio de Educación Nacional, para la Academia General Militar de Zaragoza y para el Ministerio de Vivienda de Madrid. Durante los sesenta, que representa el segundo período, se comenzaron a construir los monumentos ecuestres en Barcelona, Valencia y Santander; mientras que en el Ferrol, Marbella (Málaga) y Lupión (Jaén) edificaron otras obras colosales; y en Santa Cruz de Tenerife se inauguró en esa década un nuevo camino alegórico con el rostro del dictador, asegura Sanz. Y el tercer período, el de los setenta, se caracterizó por la elaboración de estatuas, así como bustos en piedra y bronce y monolitos en Pobla de Vallbona y Albal (Valencia), Antequera (Málaga), Ponteareas (Pontevedra), Puerta Serrano (Cádiz), Guadalajara, Melilla, San Sebastián de los Reyes (Madrid), Oviedo y Orihuela (Alicante).

De las ocho estatuas ecuestres de Franco que se levantaron en toda España sólo quedan la de Santander –la única que se localiza en un lugar público: la plaza principal de esa ciudad–, así como otras tres que se encuentran en dependencias militares, con lo cual “las fuerzas armadas se han convertido en los últimos años en depositarias de la memoria del franquismo”, dice Sanz. A su vez, la estatua que estuvo en el Instituto Ramiro de Maetzu de Madrid fue envida a la academia de infantería de Toledo y la estatua de Ferrol fue trasladada a los jardines del Museo Naval, según el investigador de la UNED. Sanz asegura que en el caso de Santander, el alcalde del Partido Popular, “una semana y otra también” se ve inmerso en la polémica por defender la permanencia de la estatua. Y agrega: “Lo que he visto es que en ayuntamientos gobernados por el Partido Popular es que cuando se retiran los símbolos del franquismo se acaban la polémica y la confrontación”. Las estatuas o monumentos que permanecen todavía inamovibles son el escudo-medallón de la Plaza Mayor de Salamanca (declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO), así como los monumentos alegóricos de Tenerife y Oviedo y la estatua de Melilla. Por el contrario, los que fueron retirados definitivamente son los de Lupión (Jaén), Puerto Serrano (Cádiz), Marbella (Málaga), Barcelona, además de los de Albal (Valencia), Ponteareas (Pontevedra), el monolito de Orihuela (Alicante), la estatua ecuestre de Zaragoza, el busto de Pobla de Valbona y otras efigies en Madrid y Guadalajara. La que estuvo ubicada en la parroquia de San Mateo, en Narón (La Coruña), fue decapitada en diciembre de 2003 por un grupo opuesto a los símbolos franquistas en Galicia, según los estudios de Sanz.
  • El callejero franquista
La incorporación de nombres de “héroes y mártires” de la dictadura al nombre propio de pueblos y ciudades –dice el especialista en simbología del franquismo y memoria histórica– “es sin duda el grado máximo de utilización de esta política simbólica”. Y refiere que la mayor parte de los topónimos aludían a Franco, como la población donde nació, que por años se llamó El Ferrol del Caudillo. Algunos núcleos de colonización agraria también incorporaron la denominación alusiva al “generalísimo”, como Llanos del Caudillo (Ciudad Real), Villafranco de Guadalquivir (Sevilla), Águeda del Caudillo (Zaragoza), Campillo de Franco (Teruel), Villafranco del Delta (Tarragona), Guadalimar del Caudillo (Jaén), Albalá del Caudillo (Cáceres) y Ribadelago de Franco (Zamora). Otros agregaron los nombres de los generales que lucharon con Franco en la Guerra Civil o de miembros de la Falange Española. Así, por ejemplo, Quintanilla de Abajo (Valladolid) pasó a llamarse Quintanilla de Onésimo, por ser la localidad natal de Onésimo Redondo, uno de los fundadores de la Falange; San Leonardo (Soria) cambió su nombre por San Lorenzo de Yagüe, en honor al general Yagüe, responsable de una matanza en Badajoz; Alcocero (Burgos) fue nombrada Alcocero de Mola, ya que ahí murió el general Mola en un accidente de aviación, y en Sevilla está el poblado Queipo del Llano, en honor del general del mismo nombre. Sanz asegura que las referencias al franquismo en la nomenclatura de las calles en toda España –Franco, “El Generalísimo”, “El Caudillo”– o las alusiones a generales y a los mitos bélicos como el Alcázar de Toledo y el 18 de julio –en alusión al golpe militar de 1936– ha sido “la política de creación simbólica más utilizada por la dictadura”.

Sanz, quien lleva varios años dedicado a la investigación de los símbolos del franquismo –publicó su primer artículo sobre el tema en 2004–advierte que resulta muy difícil tener un catálogo definitivo sobre el número de calles cuya nomenclatura alude al franquismo. Recuerda que en ese sentido ya hubo un intento relativamente exitoso entre 1979 y 1986, cuando los socialistas aprobaron una reforma para modificar la nomenclatura urbana. En Madrid, dice, la avenida del Generalísimo cambió su nombre por el de La Castellana, mientras que la avenida José Antonio Primo de Rivera se convirtió en La Gran Vía.


UNA VEZ DIJO CALDERON FECAL QUE ADMIRABA A FRANCO... EL ENANO USURPADOR NI HA DE SABER QUIEN FUE. LUEGO ACABAN LLORANDO FRENTE AL JUEZ PIDIENDO CLEMENCIA PORQUE "NUNCA ORDENARON ASESINAR GENTE Y NUNCA TUVIERON CONOCIMIENTO" IGUALITO QUE FUJIMORI.
ASESINOS, LADRONES Y AL FINAL GALLINAS MARICONES
Kikka Roja

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