Maleducados
El presidente Felipe Calderón aseguró el jueves 21 que ese día marcaría un “antes y un después en la vida de la Educación Media Superior”. Pese a la trascendencia del tema no hubo “¡oooohs!” cortesanos o “buuuus” criticones; sus palabras se perdieron en un espeso silencio. ¿Por qué?
El presidente fue desdeñado porque lo que anunció es una minucia en el pantano de la pésima calidad educativa mexicana. Por dinero no queda. Si tomamos el porcentaje del Producto Interno Bruto dedicado a la educación gastamos más que Canadá, Corea y China. Los resultados son lamentables porque evaluación tras evaluación aparecemos lejos, muy lejos, de ésos y otros países. Parecieran recursos invertidos para seguir siendo un país segundón. Felipe Calderón también fue ignorado en su discurso hipocritón porque, después de todo, es uno de los corresponsables del desastre. El otro protagonista es un sindicato al cual nadie disputa su capacidad para apropiarse cargos públicos, ordeñar presupuestos y negarse a ser evaluados o a tomar medidas que mejoren la calidad. En lugar de halagos por lo que hace el Gobierno Federal cosecha condenas por su impulso a doblar la cerviz frente al sindicato magisterial. Lo hacen por el temor que despierta su capacidad de movilización social y porque de él esperan colaboración en la cosecha de votos. Las palabras presidenciales tampoco repercutieron porque la sociedad mexicana concede poquísima importancia a la calidad de la educación. Tomo, a manera de ejemplo, dos encuestas de 2007. En la primera publicada por Mitofsky en mayo la educación no aparece como uno de los problemas más importantes que enfrenta México. La segunda fue difundida en agosto por Ipsos-Bimsa y muestra que sólo el cuatro por ciento de la población incluía la falta de educación en la liga de los grandes problemas (era ampliamente superada por la inseguridad y la corrupción).
Mexicanos Primero es uno de los pocos organismos civiles interesados en la calidad de la educación. Su presidente, David Calderón Martín del Campo, mencionó en entrevista telefónica una explicación bastante lógica sobre el desinterés de las mayorías. Es ampliamente conocida la pésima calidad de la educación, pero los padres exigen poco porque la mayoría tiene menor escolaridad formal que la que están recibiendo los hijos. No esperan más porque carecen de referentes con los cuales contrastar y porque los medios electrónicos no se distinguen por la promoción del conocimiento. Una consecuencia casi natural es una gran escasez de organismos civiles dedicados a presionar para incidir en la calidad educativa. La situación empeora porque los partidos políticos tampoco se preocupan demasiado por lo que sucede en este terreno. La pasividad de algunos se debe a complicidades con, o miedos al, poderoso sindicato magisterial; otros están demasiado ocupados en temas políticamente más redituables. Pese a ello, empieza a crecer muy lentamente el interés. El Grupo Reforma es uno de los pocos medios que han tomado a la calidad educativa como prioridad y de manera constante difunde información. En este caso lo notable es el escaso interés de los editorialistas del grupo (en el último trimestre sólo se ha publicado una docena de columnas de opinión al respecto).
En este panorama Felipe Calderón, Josefina Vázquez Mota o Elba Esther Gordillo tienen un enorme margen de maniobra. Pueden decir o hacer lo que quieran con la educación mexicana sabiendo que los costos políticos serán menores. Tomemos el discurso que pronunciara el pasado 21 de febrero. Quien se lo escribió utilizó incorrectamente las mayúsculas al escribir de “Educación Media Superior”… y nadie hizo la corrección cuando subieron a la página de Los Pinos. En otro registro el presidente hizo afirmaciones que no se sostienen. Aseguró que “por primera vez en nuestra historia estamos sometiendo a Concurso de Oposición el nombramiento de los más de 900 directores de escuelas de Bachillerato federales. Para fortalecer la evaluación del desempeño académico de los jóvenes y saber dónde estamos, en abril aplicaremos la Prueba ENLACE en los planteles de Educación Media Superior”. Con todo respeto, pero esos propósitos no justifican la afirmación de que ese día se vivía un “antes y un después en la vida de la Educación Media Superior”.
¿Qué hacer para salir de ese círculo maligno de intereses creados, mediocridad y pasividad? De entrada, utilizar la extraordinaria cantidad de información disponible. Nunca antes la habíamos tenido y eso permite medir con precisión avances y retrocesos. Si se utiliza bien esa palanca tal vez podríamos en un plazo razonable incluir a la calidad de la educación en la agenda de las prioridades nacionales. Una comparación ilustra el razonamiento. Durante décadas se consideró que el fraude electoral estaba tan troquelado en los genes de la mexicanidad que era casi imposible pensar en contenerlo. El fatalismo se modificó en los años ochenta y noventa cuando entró en la agenda de las preocupaciones nacionales donde todavía disfruta de una robusta existencia. El sentido de urgencia fue compartido por funcionarios e intelectuales, por partidos, medios de comunicación y organismos ciudadanos. Un ingrediente que lo hizo posible fue sacar a las elecciones de la lógica en disputa por el poder para ponerlas como parte de los derechos básicos. Hablar de “elecciones limpias y confiables” dejó de ser un concepto distante porque se le relacionó con la vida diaria.
La calidad de la educación tiene los ingredientes para convertirse en un punto de confluencia de diferentes corrientes e ideologías. Requiere, eso sí, de un esfuerzo intelectual para establecer las asociaciones que demuestren las relaciones tan estrechas que hay entre la calidad de la educación y múltiples aspectos de la vida diaria; las elecciones confiables por ejemplo. Según Fernando Ojesto las irregularidades detectadas durante la jornada electoral de 2006 tienen un responsable principal: “si alguien está bajo sospecha es la calidad cultural del pueblo de México, con lo doloroso que es esto. No sabe leer, no sabe escribir y menos sumar… los errores que encontramos fueron por eso” (La Jornada, 21 de Junio de 2006).
Si ese punto de vista fue tan minimizado como las grandilocuentes promesas del presidente Felipe Calderón porque hemos sido incapaces de darle a la educación el lugar que se merece. Somos unos maleducados.
El presidente fue desdeñado porque lo que anunció es una minucia en el pantano de la pésima calidad educativa mexicana. Por dinero no queda. Si tomamos el porcentaje del Producto Interno Bruto dedicado a la educación gastamos más que Canadá, Corea y China. Los resultados son lamentables porque evaluación tras evaluación aparecemos lejos, muy lejos, de ésos y otros países. Parecieran recursos invertidos para seguir siendo un país segundón. Felipe Calderón también fue ignorado en su discurso hipocritón porque, después de todo, es uno de los corresponsables del desastre. El otro protagonista es un sindicato al cual nadie disputa su capacidad para apropiarse cargos públicos, ordeñar presupuestos y negarse a ser evaluados o a tomar medidas que mejoren la calidad. En lugar de halagos por lo que hace el Gobierno Federal cosecha condenas por su impulso a doblar la cerviz frente al sindicato magisterial. Lo hacen por el temor que despierta su capacidad de movilización social y porque de él esperan colaboración en la cosecha de votos. Las palabras presidenciales tampoco repercutieron porque la sociedad mexicana concede poquísima importancia a la calidad de la educación. Tomo, a manera de ejemplo, dos encuestas de 2007. En la primera publicada por Mitofsky en mayo la educación no aparece como uno de los problemas más importantes que enfrenta México. La segunda fue difundida en agosto por Ipsos-Bimsa y muestra que sólo el cuatro por ciento de la población incluía la falta de educación en la liga de los grandes problemas (era ampliamente superada por la inseguridad y la corrupción).
Mexicanos Primero es uno de los pocos organismos civiles interesados en la calidad de la educación. Su presidente, David Calderón Martín del Campo, mencionó en entrevista telefónica una explicación bastante lógica sobre el desinterés de las mayorías. Es ampliamente conocida la pésima calidad de la educación, pero los padres exigen poco porque la mayoría tiene menor escolaridad formal que la que están recibiendo los hijos. No esperan más porque carecen de referentes con los cuales contrastar y porque los medios electrónicos no se distinguen por la promoción del conocimiento. Una consecuencia casi natural es una gran escasez de organismos civiles dedicados a presionar para incidir en la calidad educativa. La situación empeora porque los partidos políticos tampoco se preocupan demasiado por lo que sucede en este terreno. La pasividad de algunos se debe a complicidades con, o miedos al, poderoso sindicato magisterial; otros están demasiado ocupados en temas políticamente más redituables. Pese a ello, empieza a crecer muy lentamente el interés. El Grupo Reforma es uno de los pocos medios que han tomado a la calidad educativa como prioridad y de manera constante difunde información. En este caso lo notable es el escaso interés de los editorialistas del grupo (en el último trimestre sólo se ha publicado una docena de columnas de opinión al respecto).
En este panorama Felipe Calderón, Josefina Vázquez Mota o Elba Esther Gordillo tienen un enorme margen de maniobra. Pueden decir o hacer lo que quieran con la educación mexicana sabiendo que los costos políticos serán menores. Tomemos el discurso que pronunciara el pasado 21 de febrero. Quien se lo escribió utilizó incorrectamente las mayúsculas al escribir de “Educación Media Superior”… y nadie hizo la corrección cuando subieron a la página de Los Pinos. En otro registro el presidente hizo afirmaciones que no se sostienen. Aseguró que “por primera vez en nuestra historia estamos sometiendo a Concurso de Oposición el nombramiento de los más de 900 directores de escuelas de Bachillerato federales. Para fortalecer la evaluación del desempeño académico de los jóvenes y saber dónde estamos, en abril aplicaremos la Prueba ENLACE en los planteles de Educación Media Superior”. Con todo respeto, pero esos propósitos no justifican la afirmación de que ese día se vivía un “antes y un después en la vida de la Educación Media Superior”.
¿Qué hacer para salir de ese círculo maligno de intereses creados, mediocridad y pasividad? De entrada, utilizar la extraordinaria cantidad de información disponible. Nunca antes la habíamos tenido y eso permite medir con precisión avances y retrocesos. Si se utiliza bien esa palanca tal vez podríamos en un plazo razonable incluir a la calidad de la educación en la agenda de las prioridades nacionales. Una comparación ilustra el razonamiento. Durante décadas se consideró que el fraude electoral estaba tan troquelado en los genes de la mexicanidad que era casi imposible pensar en contenerlo. El fatalismo se modificó en los años ochenta y noventa cuando entró en la agenda de las preocupaciones nacionales donde todavía disfruta de una robusta existencia. El sentido de urgencia fue compartido por funcionarios e intelectuales, por partidos, medios de comunicación y organismos ciudadanos. Un ingrediente que lo hizo posible fue sacar a las elecciones de la lógica en disputa por el poder para ponerlas como parte de los derechos básicos. Hablar de “elecciones limpias y confiables” dejó de ser un concepto distante porque se le relacionó con la vida diaria.
La calidad de la educación tiene los ingredientes para convertirse en un punto de confluencia de diferentes corrientes e ideologías. Requiere, eso sí, de un esfuerzo intelectual para establecer las asociaciones que demuestren las relaciones tan estrechas que hay entre la calidad de la educación y múltiples aspectos de la vida diaria; las elecciones confiables por ejemplo. Según Fernando Ojesto las irregularidades detectadas durante la jornada electoral de 2006 tienen un responsable principal: “si alguien está bajo sospecha es la calidad cultural del pueblo de México, con lo doloroso que es esto. No sabe leer, no sabe escribir y menos sumar… los errores que encontramos fueron por eso” (La Jornada, 21 de Junio de 2006).
Si ese punto de vista fue tan minimizado como las grandilocuentes promesas del presidente Felipe Calderón porque hemos sido incapaces de darle a la educación el lugar que se merece. Somos unos maleducados.
Comentarios: e-mail: saguayo@colmex.mx
Kikka Roja
Casi nunca compro el Universal y ayer que lo hice y me encuentro conque mi amiga es una de las más famosas bloggeras de la resistencia civil, me puse requetecontento.
ResponderBorrarTe mando un abrazote y sigamos dándole duro a estos vendepatrias.