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miércoles, 27 de agosto de 2008

Secuestros, cruzadas simbólicas: Jenaro Villamil: Proceso

Secuestros, cruzadas simbólicas
jenaro villamil

MEXICO, D.F., 26 de agosto (apro).- La sociedad mexicana está estresada. Una hipersensibilidad, con altas dosis de miedo, ansiedad y coraje social en torno de la violencia, la inseguridad pública y, en especial, contra los secuestros, se ha desatado a raíz del dramático caso del crimen del joven Fernando Martí.

La “cumbre” de la inseguridad pública no resolvió ni dio certeza alguna frente a esta percepción expandida en forma generalizada. Peor aún, el testimonio de Silvia Escalera, madre de la joven Silvia Vargas Escalera, secuestrada hace casi un año, volvió a prender los focos de alerta y ha revivido la atención de los medios de comunicación.

Estamos frente a un fenómeno de criminalidad en ascenso y de percepción generalizada de impunidad. Estos dos factores se han combinado, junto con la incapacidad de los actores políticos, la certeza de una corrupción imparable, el fracaso de la propaganda gubernamental para convencernos de que “vamos ganando” la guerra al crimen organizando, y el interés mediático –en especial de la televisión--, para configurar el panorama de una auténtica cruzada simbólica, con características de pánico moral.

Las cruzadas simbólicas, como aquellas cruzadas cristianas de la antigüedad, constituyen la respuesta frente a una percepción de riesgo y de quebrantamiento del orden social, político y económico. No entender este fenómeno complejo en la psicología social y pretender reducir este proceso a anuncios sin sustento, a discursos facilones, a medidas exprés como la “mano dura” o a acusaciones mutuas de buscar “rédito electoral” –como lo hizo el sábado pasado la dirigente nacional del PRI, Beatriz Paredes--, simplemente alentarán más las razones de esta cruzada simbólica.

Tampoco se puede reducir este fenómeno a una visión economicista clásica: “se trata de las élites que se sienten amenazadas”. Menos entenderemos lo que estamos viviendo si reducimos el riesgo social a la fórmula clásica del marxismo simplón: la criminalidad es el resultado de la crisis económica, de la falta de empleos.

Efectivamente, hay un contexto de quiebre y crisis económica que alimenta esta cruzada simbólica. Pero no basta esto para que una sociedad se movilice y aún más para que se generalice una percepción de riesgo, miedo y coraje social.

Las cruzadas simbólicas se emparentan con los fenómenos de pánico moral, ampliamente estudiados por autores británicos como Kenneth Thompson. Cuando hay pánico moral, se busca encontrar y estigmatizar a un grupo social culpable o responsable del quiebre moral, de la ausencia de orden y mando. El pánico moral puede derivar en odio y en mayor fractura social. Lo hemos vivido desde las elecciones de 2006.

La espiral de ansiedad y miedo no se resuelven con infomerciales, como nos recetó ayer el presidente Felipe Calderón. Mucho menos con olimpiadas de ocurrencias jurídicas para ver quien se lleva la medalla de oro al más rudo. Tampoco con el sensacionalismo propio de la televisión comercial que gusta sobrexplotar los procesos de ansiedad social.

Es indispensable reorientar nuestra mirada sobre el fenómeno de cruzada simbólica que ha iniciado en la sociedad mexicana. El objetivo no es acentuar los miedos y la ansiedad social. Por el contrario, es entender el profundo descontento que se ha anidado en una opinión pública que ya no se quedará en su casa, secuestrada por el coraje y la impotencia.

jenarovi@yahoo.com.mx


Kikka Roja

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