Debo reconocer con no poca admiración el talento del régimen calderónico para volarnos los calcetines sin quitarnos los zapatos. Mientras nos tienen ocupados en temas y retóricas telenoveleras y teibolerosas, aprovechan para dejárnosla caer en materia económica. Pero no en abstractos niveles macro, sino la que afecta a las finanzas de la raza de bronce en franca devaluación. Así, sin deberla ni temerla, a la sordomuda como es su costumbre, se hicieron los enésimos ajustes a los combustibles para que, en un futuro cercano no muy lejano, vivir en Londres o Tokio sea más barato que hacerlo en Mexicalpan de las Tunas.
Hemos dejado de ver el árbol por mirar alelados el bosque, sin darnos cuenta de que el índice inflacionario gasolinero sube más que el porcentaje de muertos en la guerra contra el narco. Y es que estamos metidos en el tema de la seguridad (pasamos del “Si no pueden que renuncien” al “¿Y yo por qué”), instalados en la paranoia, entrados en el próximo levantamiento revolucionario de mi comandante Muñoz Ledo, extraviados en el recuento del desastre olímpico encabezado por Carlos Hermosillo, o condenados a escuchar los lamentos borincanos de la jerarquía plutocrática del catolicismo naconal (digo, si ya organizaron su santuario para las víctimas del aborto en su defensa fundamentalista de la vida, entonces por qué no organizan algo parecido por los caídos en la guerra del narco, por aquellos derrotados por el cáncer cérvico-uterino y, principalmente, en recuerdo de los monaguillos caídos en los estertores de los cursos de estimulación temprana de los émulos del padre Maciel).
Digo, quién se va a acordar del costo de la canasta básica cuando, una vez apañados los de la temible banda de plagiarios La Flor (o sea, qué onda con ese nombre, por su nivel de manchadez era para que autodenominaran los Hell Angel’s o los New’s Divine), nos perderemos en la bizantinísima discusión sobre la pena de muerte hasta que la Magna nos la vendan como si fuera hidrógeno líquido para cohete de la NASA.
Pronto sólo nos quedará vestirnos de jueces de taekwondo, a ver si el presidente de la federación, Roberto Beltrán Ramonetti, nos invita una de esas comilonas de relaciones públicas con las que se ganan favores y, quizá, medallas de a millón por piocha.
Hoy, entre guasa y risa, México sigue siendo como la vieja canción del Tri donde suben la renta/ suben la luz/ suben al agua, la leche también/ subieron la mota, también el alcohol/ y Calderón, off course, va a ser el ganón.
jairo.calixto@milenio.comHemos dejado de ver el árbol por mirar alelados el bosque, sin darnos cuenta de que el índice inflacionario gasolinero sube más que el porcentaje de muertos en la guerra contra el narco. Y es que estamos metidos en el tema de la seguridad (pasamos del “Si no pueden que renuncien” al “¿Y yo por qué”), instalados en la paranoia, entrados en el próximo levantamiento revolucionario de mi comandante Muñoz Ledo, extraviados en el recuento del desastre olímpico encabezado por Carlos Hermosillo, o condenados a escuchar los lamentos borincanos de la jerarquía plutocrática del catolicismo naconal (digo, si ya organizaron su santuario para las víctimas del aborto en su defensa fundamentalista de la vida, entonces por qué no organizan algo parecido por los caídos en la guerra del narco, por aquellos derrotados por el cáncer cérvico-uterino y, principalmente, en recuerdo de los monaguillos caídos en los estertores de los cursos de estimulación temprana de los émulos del padre Maciel).
Digo, quién se va a acordar del costo de la canasta básica cuando, una vez apañados los de la temible banda de plagiarios La Flor (o sea, qué onda con ese nombre, por su nivel de manchadez era para que autodenominaran los Hell Angel’s o los New’s Divine), nos perderemos en la bizantinísima discusión sobre la pena de muerte hasta que la Magna nos la vendan como si fuera hidrógeno líquido para cohete de la NASA.
Pronto sólo nos quedará vestirnos de jueces de taekwondo, a ver si el presidente de la federación, Roberto Beltrán Ramonetti, nos invita una de esas comilonas de relaciones públicas con las que se ganan favores y, quizá, medallas de a millón por piocha.
Hoy, entre guasa y risa, México sigue siendo como la vieja canción del Tri donde suben la renta/ suben la luz/ suben al agua, la leche también/ subieron la mota, también el alcohol/ y Calderón, off course, va a ser el ganón.
Kikka Roja
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