El tema tendría que ser los maestros de Morelos, hoy objeto de un linchamiento generalizado, melodramático, chillón y cursi. Tristemente, falleció un personajazo al que debo rendirle homenaje. Sin embargo, cabe decir que me llama la atención el show de consternaciones que ha desatado el movimiento magisterial, sobre todo cuando escuchamos a quienes de manera sistemática les ha valido gorro la educación (funcionarios, tecleadores, orientadores sociales, esa cosa inane llamada sociedad civil), hacer panchos niurqueskos y telenoveleros para expresar su preocupación histeriquita por el alumnado y su relación con el proceso enseñanza-aprendizaje. ¿Dónde estuvieron estas mismas plañideras cuando la maistra Gordillo tiraba al SNTE y al magisterio al río para mirarlo cómo se hundía?
Digo, para mí que es envidia porque los maestros, como jóvenes ejidatarios, pueden vender, traspasar y heredar sus plazas. Yo quisieran los del gabinete de Seguridad, en estas circunstancias, tamaños usos y costumbres.
Los caminos de la vida, no son los que yo pensaba, debió de haber inteligido en un prodigio de sinapsis (Gael dixit) don Guillermo López Langarica poco antes de ser atropellado por una mujer en avanzado estado de ebriedad. El, que se había arañado la fama gracias a YouTube, donde su imagen de beodo gritando “¡Me amarraron como cerdo!”, será símbolo indeleble del México de mis recuerdos, fue orillado a la muerte por una compañera de sector y de partido, justo cuando el hombre tenía planeado dejar a ese bonito gremio de los que gustan tropezarse con cáscaras de Bacardí.
Dicen que fue irónica su muerte. Me parece que no. Fue lógica. Ni modo que después de llevar una vida comprometido con la libación del néctar de los dioses, muriera convertido en uno de esos adictos a la salud, entregando un cadáver impoluto y perfectamente sano. Es como si el gran dios del rating de la videocracia, el Niño Edgar de Monterrey (su grito legendario, “¡Ya güey!” ha sido visto por más de 10 millones de visitantes), fuera alcanzado por la huesuda (toco madera) recitando la “Suave patria” en vez de albureando a la humanidad en su conjunto.
La primera vez que escuché el “¡Me amarraron como puerco!” pensé que era una explicación de Luis Carlos Ugalde sobre su comportamiento al frente del IFE durante las elecciones del 2006. Luego supe que se trataba del grito de batalla con el que don Memo se hizo célebre en Internet por su gracia y buen humor.
Hasta entre borrachos hay clases, no como otros…
jairo.calixto@milenio.comDigo, para mí que es envidia porque los maestros, como jóvenes ejidatarios, pueden vender, traspasar y heredar sus plazas. Yo quisieran los del gabinete de Seguridad, en estas circunstancias, tamaños usos y costumbres.
Los caminos de la vida, no son los que yo pensaba, debió de haber inteligido en un prodigio de sinapsis (Gael dixit) don Guillermo López Langarica poco antes de ser atropellado por una mujer en avanzado estado de ebriedad. El, que se había arañado la fama gracias a YouTube, donde su imagen de beodo gritando “¡Me amarraron como cerdo!”, será símbolo indeleble del México de mis recuerdos, fue orillado a la muerte por una compañera de sector y de partido, justo cuando el hombre tenía planeado dejar a ese bonito gremio de los que gustan tropezarse con cáscaras de Bacardí.
Dicen que fue irónica su muerte. Me parece que no. Fue lógica. Ni modo que después de llevar una vida comprometido con la libación del néctar de los dioses, muriera convertido en uno de esos adictos a la salud, entregando un cadáver impoluto y perfectamente sano. Es como si el gran dios del rating de la videocracia, el Niño Edgar de Monterrey (su grito legendario, “¡Ya güey!” ha sido visto por más de 10 millones de visitantes), fuera alcanzado por la huesuda (toco madera) recitando la “Suave patria” en vez de albureando a la humanidad en su conjunto.
La primera vez que escuché el “¡Me amarraron como puerco!” pensé que era una explicación de Luis Carlos Ugalde sobre su comportamiento al frente del IFE durante las elecciones del 2006. Luego supe que se trataba del grito de batalla con el que don Memo se hizo célebre en Internet por su gracia y buen humor.
Hasta entre borrachos hay clases, no como otros…
Kikka Roja
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