Ya todo esto, ¿dónde está el próximo ex secretario de Gobernación? Y no es que lo extrañe ni nada de eso, porque supongo que debe encontrarse dedicado a las labores propias de su puesto —es decir en la confección de jugosos negocios o echando relajo en los antros. Sin embargo, ya comienzo a extrañar como antes su ausencia porque nunca pensé que Dios me iba a prestar vida para ver a alguien de más bajo perfil y más gris que Santiago Creel en el Palacio de Covían. El pobre chico nomás no da pie con bola y por su desempeño me hizo evocar a Esteban Moctezuma, quien debido a talento y presencia institucional duró como 15 minutos despachando en Bucareli en los tiempos de Zedillo. Aunque sus mañas no son de niño, junto a Mouriño, Leonel Godoy —más melifluo que nunca— parece Stalin en la batalla de Leningrado.
Entiendo que Calderón se rodee de amigos y cómplices para sentirse debidamente blindado en el poder (contra lo que dicen los que saben, ni modo de que llegues a Los Pinos a gritos y sombrerazos y todavía armes un equipo con puros desconocidos y enemigos jurados, ni que fueras Fox), pero no estaría mal obligarlos, aunque sea para taparle el ojo al macho, a devengar su salario. A estas alturas de la histeria colectiva, ya era como para que al chico superpoderoso pero supertendencioso se le quitara lo campechano y estuviera operando, en el mejor estilo de sus más siniestros antecesores (Echeverría, Bartlett, Chuayfett, Gutiérrez Barrios, Latrocinio González Garrido, Ernesto P. Uruchurtu), para infiltrar a los cárteles, abducir narcos como ellos hicieron con todo lo que oliera a comunismo primitivo, socialismo real e ideas exóticas.
Digo, si creen que fue un logro mouriñiano que los presidentes de PAN, PRI y PRD cerraran filas y exigieran “actuar con energía” contra el crimen organizado, es que estamos muy mal. Esa reunión de Acosta Naranjo, Germán Martínez y Beatriz Paredes, donde se les ve muy sonrientes y afables en la foto, semeja, más que una seria cumbre partidaria, un cocktail party con Juan Gabriel.
Pero cómo no voy a querer a México si, en respuesta a las acusaciones de la PGR que señala a La Familia como culpable de los atentados michoacanos, la propia temible Family ya anunció no sólo que no es veldá sino que organizará sus propias líneas de investigación para deslindar responsabilidades y entregar a los verdaderos narcoterroristas.
Quizá La Familia recordó una de las grandes lecciones de Don Corleone: la violencia no es buena para el negocio.
Juan Camilo Mouriño ya estaría en edad de saberlo.
jairo.calixto@milenio.comEntiendo que Calderón se rodee de amigos y cómplices para sentirse debidamente blindado en el poder (contra lo que dicen los que saben, ni modo de que llegues a Los Pinos a gritos y sombrerazos y todavía armes un equipo con puros desconocidos y enemigos jurados, ni que fueras Fox), pero no estaría mal obligarlos, aunque sea para taparle el ojo al macho, a devengar su salario. A estas alturas de la histeria colectiva, ya era como para que al chico superpoderoso pero supertendencioso se le quitara lo campechano y estuviera operando, en el mejor estilo de sus más siniestros antecesores (Echeverría, Bartlett, Chuayfett, Gutiérrez Barrios, Latrocinio González Garrido, Ernesto P. Uruchurtu), para infiltrar a los cárteles, abducir narcos como ellos hicieron con todo lo que oliera a comunismo primitivo, socialismo real e ideas exóticas.
Digo, si creen que fue un logro mouriñiano que los presidentes de PAN, PRI y PRD cerraran filas y exigieran “actuar con energía” contra el crimen organizado, es que estamos muy mal. Esa reunión de Acosta Naranjo, Germán Martínez y Beatriz Paredes, donde se les ve muy sonrientes y afables en la foto, semeja, más que una seria cumbre partidaria, un cocktail party con Juan Gabriel.
Pero cómo no voy a querer a México si, en respuesta a las acusaciones de la PGR que señala a La Familia como culpable de los atentados michoacanos, la propia temible Family ya anunció no sólo que no es veldá sino que organizará sus propias líneas de investigación para deslindar responsabilidades y entregar a los verdaderos narcoterroristas.
Quizá La Familia recordó una de las grandes lecciones de Don Corleone: la violencia no es buena para el negocio.
Juan Camilo Mouriño ya estaría en edad de saberlo.
LA RENUNCIA DE MOURIÑO, LA RENUNCIA...
Kikka Roja
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