Alfredo Jalife-Rahme
Los cadáveres de Davos y los marineros del Titanic mexicano
Ampliar la imagen El empresario estadunidense Bill Gates, cofundador y ex presidente de Microsoft, durante su participación en una de las plenarias del Foro Económico Mundial de Davos, anteayer Foto: Ap
El rotativo británico The Independent (28/1/09) resaltó que Bob Diamond, presidente del atribulado banco Barclays Capital, “uno de los banqueros con los mayores ingresos del mundo, canceló su asistencia” a Davos, que señalamos desde hace tiempo como la nueva necrópolis de la arqueología financiera global.
John Gapper, reportero de The Financial Times (20/1/09), rotativo propagandístico de la globalización neoliberal, no tiene más remedio que describir la “desolación cupular” en Davos, donde los asistentes exhiben un “rostro lastimoso, sombrío y desesperado” (nota: con la excepción de los marineros del Titanic mexicano: Calderón, Zedilo, Gurría y sus amanuenses, quienes andan felices de turistas en la necrópolis de Davos).
De Defensa (“Davos a la deriva”, 20/1/09), centro de pensamiento europeo estratégico, se mofa de los asistentes: “los ricos y los poderosos, los ejecutivos, los mercaderes, los maestros del universo, los reyes del mundo” totalmente “humillados”.
Quienes debieron haber asistido antes que nadie, Obama y Larry Summers (jefe de asesores económicos del recién entronizado presidente, y quien canceló de último minuto ante el segundo oleaje bancario del tsunami financiero que se avecina), tuvieron por lo menos la decencia (y vergüenza: una virtud que sepultaron los neoliberales) de no haberse expuesto, quizá por temor a ser enjuiciados públicamente por errores de sus antecesores. Con todo el respeto a los marineros del Titanic mexicano (Calderón, Zedillo, Gurría y sus amanuenses turísticos), pero nadie los toma en serio ni los registra, como nadie ignora que son insignificantes instrumentos del modelo neoliberal anglosajón y que reciben instrucciones, para no decir órdenes, de Washington.
Hay que reconocer que la prensa británica manifiesta una notable autocrítica, inexistente al otro lado del Atlántico. Julian Glover (The Guardian, 20/1/09) expresa crudamente las exequias de Davos: “fue la fiesta del fin (sic) del Universo. Como una bomba de neutrones destruye las vidas dejando intactas las estructuras, así Davos sigue, mientras la cultura que lo sostiene ha muerto (…) El ambiente está tan quebrado como el de sus bancos”. Agrega que “no existe un sentido real de culpa colectiva, o una seria consideración de qué hacer, más que rehacer el mundo que acaba de ser perdido”. Pues sí: bastaba ver sonrientes a los marineros del Titanic mexicano en medio de las nieves suizas para percatarse de su carencia de culpa (nota: no olvidar que Zedillo, desde el Ejecutivo, y Calderón, desde el Legislativo, aprobaron el Fobaproa/IPAB: el aperitivo local del tsunami financiero global).
Más grave aún: Glover concluye que en Davos “nadie admite que quizá no existe solución, sino declinación”. Hasta donde nos quedamos, en siquiatría la ausencia de culpa y la negación de la realidad se equiparan a una sicosis profunda. Siempre adujimos que el neoliberalismo global es una sicosis teológica.
El epitafio de la necrópolis de Davos este año, adonde asistieron los cadáveres vivientes del neoliberalismo global, fue “transformar (sic) el mundo de la post-crisis”. Si en algún lugar del planeta se configurará el “nuevo orden mundial” justamente no será en la necrópolis de Davos, ahora despreciada hasta por Estados Unidos, el creador irresponsable del tsunami financiero global.
Después de más de tres décadas de reuniones exuberantes del Foro Económico Mundial en Davos, un innegable éxito mercadotécnico pero vacío de concreciones, ¿cuál fue su utilidad tangible para el género humano?
El género humano se acordará de la hoy necrópolis de Davos como el Sodoma y Gomorra de la lascivia financiera y la disolución cerebral a la que más vale no voltear a ver hacia atrás para no quedar petrificados como estatuas de sal.
El problema de la “post-crisis del mundo” a la que alude el epitafio de la necrópolis de Davos es que nadie sabe cuándo advendrá, porque la “crisis” apenas asienta sus reales y no se sabe cuánto durará, mientras los bancos anglosajones no expongan a la luz pública su “nivel 3” incobrable de deuda, adonde arrojaron, mediante trucos contables ya muy vistos, la inmundicia de sus apuestas cibernéticas de “derivados financieros” con los que, a nuestro humilde entender, pretendieron adueñarse masivamente de los ajenos recursos energéticos del planeta. ¿Se les cayó su estratagema financiero-energética de capturar el oro negro de Irak debido a la inesperada derrota de los ejércitos anglosajones?
Para De Defensa, Davos es la “referencia del sistema imperante”, es decir, de la globalización neoliberal: “Davos 2009 proclamó oficialmente que su sistema se encuentra efectivamente en vías del colapso, que su religión está destruida, que su dios no realiza más reparaciones porque el garaje está abandonado”. Se pregunta en forma sarcástica: “¿quién acudirá a Davos el año entrante?” Desde luego que los marineros del Titanic neoliberal mexicano no cesarán de acudir felices aunque se cancele la reunión. Si no, ¿qué otra cosa van a hacer y cómo justificarán su disfuncional existencia?
Frente al cataclismo que legaron los neoliberales globales, los humanos conscientes del planeta, es decir, con la integridad de sus funciones cerebrales superiores, sopesan escenarios que contemplan “una guía de supervivencia”, como Tanya Gold, en The Guardian (“La vida después del Apocalipsis”, 29/1/09). El fin de la desregulada globalización financiera no tendrá un epílogo feliz, por lo que hay que prepararse a todas las eventualidades y a las contingencias humanitarias.
Hasta Dominique Strauss-Kahn, director gerente del FMI, adopta la tesis de LEAP/EUROPE 2020, que hemos divulgado religiosamente: “sin una restructuración del sistema bancario, todo el dinero colocado en los estímulos monetario y fiscal irá a dar a un agujero negro” (The Independent, 29/1/09). A juicio del FMI, de nada servirán los recortes de impuestos ni el gasto público ni los estímulos a los empréstitos en todo el mundo, que serán inservibles si el sistema financiero no es reconfigurado.
Los marineros del Titanic mexicano no solamente fueron a hacer el ridículo a la necrópolis de Davos, sino que, peor aún, también asomaron en el Congreso (conformado en su mayoría por neoliberales desfasados) a debatir el hilarante cuan delirante tema “¿Qué hacer (¡súper sic!) para crecer (sic)?”, con la asistencia de cartuchos quemados foráneos y domésticos, y donde dirigen los insípidos y aburridos encuentros los fracasados neoliberales salinistas.
No entienden que no se trata de una vulgar crisis “a la Zedillo” o “a la Calderón”, sino del fin de un paradigma. El único político mexicano que lo ha entendido y lo ha externado públicamente es AMLO, al unísono de la aplastante mayoría de talentosos mandatarios sudamericanos.
John Gapper, reportero de The Financial Times (20/1/09), rotativo propagandístico de la globalización neoliberal, no tiene más remedio que describir la “desolación cupular” en Davos, donde los asistentes exhiben un “rostro lastimoso, sombrío y desesperado” (nota: con la excepción de los marineros del Titanic mexicano: Calderón, Zedilo, Gurría y sus amanuenses, quienes andan felices de turistas en la necrópolis de Davos).
De Defensa (“Davos a la deriva”, 20/1/09), centro de pensamiento europeo estratégico, se mofa de los asistentes: “los ricos y los poderosos, los ejecutivos, los mercaderes, los maestros del universo, los reyes del mundo” totalmente “humillados”.
Quienes debieron haber asistido antes que nadie, Obama y Larry Summers (jefe de asesores económicos del recién entronizado presidente, y quien canceló de último minuto ante el segundo oleaje bancario del tsunami financiero que se avecina), tuvieron por lo menos la decencia (y vergüenza: una virtud que sepultaron los neoliberales) de no haberse expuesto, quizá por temor a ser enjuiciados públicamente por errores de sus antecesores. Con todo el respeto a los marineros del Titanic mexicano (Calderón, Zedillo, Gurría y sus amanuenses turísticos), pero nadie los toma en serio ni los registra, como nadie ignora que son insignificantes instrumentos del modelo neoliberal anglosajón y que reciben instrucciones, para no decir órdenes, de Washington.
Hay que reconocer que la prensa británica manifiesta una notable autocrítica, inexistente al otro lado del Atlántico. Julian Glover (The Guardian, 20/1/09) expresa crudamente las exequias de Davos: “fue la fiesta del fin (sic) del Universo. Como una bomba de neutrones destruye las vidas dejando intactas las estructuras, así Davos sigue, mientras la cultura que lo sostiene ha muerto (…) El ambiente está tan quebrado como el de sus bancos”. Agrega que “no existe un sentido real de culpa colectiva, o una seria consideración de qué hacer, más que rehacer el mundo que acaba de ser perdido”. Pues sí: bastaba ver sonrientes a los marineros del Titanic mexicano en medio de las nieves suizas para percatarse de su carencia de culpa (nota: no olvidar que Zedillo, desde el Ejecutivo, y Calderón, desde el Legislativo, aprobaron el Fobaproa/IPAB: el aperitivo local del tsunami financiero global).
Más grave aún: Glover concluye que en Davos “nadie admite que quizá no existe solución, sino declinación”. Hasta donde nos quedamos, en siquiatría la ausencia de culpa y la negación de la realidad se equiparan a una sicosis profunda. Siempre adujimos que el neoliberalismo global es una sicosis teológica.
El epitafio de la necrópolis de Davos este año, adonde asistieron los cadáveres vivientes del neoliberalismo global, fue “transformar (sic) el mundo de la post-crisis”. Si en algún lugar del planeta se configurará el “nuevo orden mundial” justamente no será en la necrópolis de Davos, ahora despreciada hasta por Estados Unidos, el creador irresponsable del tsunami financiero global.
Después de más de tres décadas de reuniones exuberantes del Foro Económico Mundial en Davos, un innegable éxito mercadotécnico pero vacío de concreciones, ¿cuál fue su utilidad tangible para el género humano?
El género humano se acordará de la hoy necrópolis de Davos como el Sodoma y Gomorra de la lascivia financiera y la disolución cerebral a la que más vale no voltear a ver hacia atrás para no quedar petrificados como estatuas de sal.
El problema de la “post-crisis del mundo” a la que alude el epitafio de la necrópolis de Davos es que nadie sabe cuándo advendrá, porque la “crisis” apenas asienta sus reales y no se sabe cuánto durará, mientras los bancos anglosajones no expongan a la luz pública su “nivel 3” incobrable de deuda, adonde arrojaron, mediante trucos contables ya muy vistos, la inmundicia de sus apuestas cibernéticas de “derivados financieros” con los que, a nuestro humilde entender, pretendieron adueñarse masivamente de los ajenos recursos energéticos del planeta. ¿Se les cayó su estratagema financiero-energética de capturar el oro negro de Irak debido a la inesperada derrota de los ejércitos anglosajones?
Para De Defensa, Davos es la “referencia del sistema imperante”, es decir, de la globalización neoliberal: “Davos 2009 proclamó oficialmente que su sistema se encuentra efectivamente en vías del colapso, que su religión está destruida, que su dios no realiza más reparaciones porque el garaje está abandonado”. Se pregunta en forma sarcástica: “¿quién acudirá a Davos el año entrante?” Desde luego que los marineros del Titanic neoliberal mexicano no cesarán de acudir felices aunque se cancele la reunión. Si no, ¿qué otra cosa van a hacer y cómo justificarán su disfuncional existencia?
Frente al cataclismo que legaron los neoliberales globales, los humanos conscientes del planeta, es decir, con la integridad de sus funciones cerebrales superiores, sopesan escenarios que contemplan “una guía de supervivencia”, como Tanya Gold, en The Guardian (“La vida después del Apocalipsis”, 29/1/09). El fin de la desregulada globalización financiera no tendrá un epílogo feliz, por lo que hay que prepararse a todas las eventualidades y a las contingencias humanitarias.
Hasta Dominique Strauss-Kahn, director gerente del FMI, adopta la tesis de LEAP/EUROPE 2020, que hemos divulgado religiosamente: “sin una restructuración del sistema bancario, todo el dinero colocado en los estímulos monetario y fiscal irá a dar a un agujero negro” (The Independent, 29/1/09). A juicio del FMI, de nada servirán los recortes de impuestos ni el gasto público ni los estímulos a los empréstitos en todo el mundo, que serán inservibles si el sistema financiero no es reconfigurado.
Los marineros del Titanic mexicano no solamente fueron a hacer el ridículo a la necrópolis de Davos, sino que, peor aún, también asomaron en el Congreso (conformado en su mayoría por neoliberales desfasados) a debatir el hilarante cuan delirante tema “¿Qué hacer (¡súper sic!) para crecer (sic)?”, con la asistencia de cartuchos quemados foráneos y domésticos, y donde dirigen los insípidos y aburridos encuentros los fracasados neoliberales salinistas.
No entienden que no se trata de una vulgar crisis “a la Zedillo” o “a la Calderón”, sino del fin de un paradigma. El único político mexicano que lo ha entendido y lo ha externado públicamente es AMLO, al unísono de la aplastante mayoría de talentosos mandatarios sudamericanos.
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