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miércoles, 18 de marzo de 2009

Drogas: la percepción ciudadana: José A. Crespo

18-Mar-2009
Horizonte político
José Antonio Crespo
Drogas: la percepción ciudadana

Coincido con Eduardo Ruiz Healy cuando denuncia que destinamos millones de pesos a combatir la oferta de las drogas, pero no hacemos otro tanto para prevenir el consumo y tratar las adicciones. El combate a la oferta de narcóticos, con todo el derramamiento de sangre que genera, no contribuye gran cosa a reducir o prevenir el uso y el abuso de las drogas. Los que sí pueden ayudar son los programas de prevención (como se ha visto con respecto al tabaco) y de rehabilitación, a los cuales en efecto se les dedica en México relativamente poca atención y recursos. La premisa de la cual parte la estrategia de prohibición y combate a las drogas es que, mientras menos oferta haya, habrá menor consumo. Es lógico; si no hay drogas en absoluto, quienes quieran consumirlas no podrán hacerlo. Pero resulta absolutamente utópico esperar que alguna vez se podrá erradicar la oferta de drogas. La enorme demanda de ellas seguirá creando su propia oferta, ad infínitum. Mejor sería combatir la demanda, no policialmente, sino con prevención, información y rehabilitación.

En cambio, la premisa opuesta —que la despenalización provocará una explosión de consumo— no se sustenta empíricamente: puede ocurrir al principio en algún grado, pero después el consumo tiende a regresar a un nivel no muy diferente del que prevalecía antes de la prohibición. Además, los productos en el esquema de despenalización son de mejor calidad y, por ende, menos perjudiciales a la salud (aunque lo sigan siendo al consumirse más allá de cierto umbral, lo cual depende del narcótico en cuestión). Como sea, crecen las voces foráneas en el sentido de que la estrategia de combate a las drogas con balas y tanques no ha sido eficaz, pues sólo ha incrementado la violencia y la inseguridad pública, sin conseguir los resultados previstos.

Pese a lo cual, la idea de que es más racional preservar la prohibición de las drogas aún persiste en México. Una reciente encuesta telefónica de Excélsior (02/mar/09) sugiere que 62% de la población considera que debe continuarse la actual estrategia de combate frontal al narco. Y sólo 17% estaría a favor de legalizar las drogas (hay también 15% que consideraría mejor negociar con los cárteles o hacerse de la vista gorda ante el narcotráfico). Más aún, 47% vería aceptable la eventual declaración de un estado de excepción como método para enfrentar a los capos (según, de facto, está ocurriendo en Ciudad Juárez). Paradójicamente, la mayoría de entrevistados no considera que la estrategia seguida por Felipe Calderón ha sido exitosa desde que la puso en marcha: así, por ejemplo, 72% considera que el esquema calderonista ha sido poco o nada eficaz en disminuir el consumo de las drogas; lo mismo piensa 58% en torno a la reducción del tráfico de narcóticos y, desde luego, 75% piensa que ha habido poco o ningún éxito en abatir la violencia. Las cifras oficiales nos dicen que, en efecto, no se ha podido amainar el consumo de drogas ni de la violencia asociada al combate frontal a los capos. En lo que hace a la prospectiva, sólo 33% cree que la violencia se reducirá el año próximo, mientras que el resto considera, con mayor realismo, que seguirá igual (25%), si no es que se incremente (36%).

¿Por qué entonces más de 60% sigue pensando que debemos continuar por la ruta de Calderón? Es probable que ese segmento dé por buena la teoría de que el incremento de la violencia y la inseguridad son claros indicios de que estamos derrotando al narcotráfico, aunque todavía no se note. Ojalá que quienes así piensan tengan razón, pero hay elementos suficientes para sospechar que no. Por otra parte, no existe tampoco consenso sobre cuándo se inició la escalada de violencia asociada al narcotráfico: 36% piensa que ese umbral se cruzó durante este gobierno, otro 29% cree que eso sucedió durante los del PRI y, finalmente, 26% considera que fue en el de Fox cuando se dio ese despegue. La pregunta es pertinente porque todos se culpan entre sí (situación típica de que se va perdiendo la partida, no cuando se va ganando). La respuesta a esa interrogante depende de a cuánta violencia se refiere la pregunta. La violencia, desde luego, ha ido creciendo. ¿La había durante los gobiernos del PRI? Por supuesto. Pero, con el de Fox, empezó a extenderse geográfica y cuantitativamente como resultado de la “guerra sin cuartel” que declaró a los capos. Las cabezas decapitadas aparecieron por primera vez en 2005 (en Michoacán). Pero tienen razón quienes aseguran que la violencia se disparó con el actual gobierno: nunca antes habíamos visto ni padecido el nivel de mortandad, derivado de la lucha contra el narcotráfico, como ahora. Con todo, la versión del actual gobierno, al afirmar que los responsables de la desastrosa situación prevaleciente son los gobiernos priistas, ha caído en terreno fértil: 49% considera absolutamente cierto que los gobiernos del PRI toleraron el trasiego de narcóticos y 41% piensa que el tricolor pactaba con los capos. Es correcto, y eso explica en buena medida el menor nivel de violencia e inseguridad que había con respecto a la situación actual. Por su parte, 44% considera que el gobierno de Fox tuvo omisiones en la lucha contra el narco (como lo afirma Fernando Gómez Mont) y 46% piensa que la estrategia que siguió el guanajuatense fue incorrecta. Sin embargo, la de Fox no fue la misma que la del PRI. Y, precisamente por eso, la violencia empezó a crecer y expandirse de manera insólita. Pero a Calderón le pareció adecuado apagar a cubetazos el fuego que dejó prendido su antecesor. Lo que todavía no queda claro es si esas cubetas son de agua o de gasolina. Pero, en lo que llevamos, más parece lo segundo que lo primero.


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