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lunes, 23 de marzo de 2009

Son gringos, no amigos: Raymundo Riva Palacio : En el gobierno de Barack Obama no hay amigos de México ni de los mexicanos

Estrictamente personal
Raymundo Riva Palacio
Son gringos, no amigos
Lunes, 23 de Marzo de 2009

Esta semana lloverán funcionarios estadounidenses del más alto nivel sobre tierras mexicanas. Viene la estrella del gabinete, Hillary Clinton, secretaria de Estado, la responsable de la política interna de la Administración Obama, Janet Napolitano, la secretaria de Seguridad Territorial, y Eric Holder, el primer afroamericano en ser nombrado procurador general. En Los Pinos están felices. "Estamos en la agenda de Obama", concedió uno de los principales asesores del presidente Felipe Calderón. Es cierto, pero no hay mucho de qué celebrar.

En el gobierno de Barack Obama no hay amigos de México ni de los mexicanos. Hay altos funcionarios que les han demostrado su animadversión, su desprecio a los políticos y, por encima de todo, la congruencia histórica de esa nación, dibujada para la eternidad por el secretario de Estado de Dwight D. Eisenhower, John Foster Dulles en 1956: "Estados Unidos no tiene amigos; tiene intereses". Obama –el único mandatario de Estados Unidos en la historia reciente que nunca estuvo en México ni en calidad de turista-, es la última demostración de ello. México nunca figuró en sus prioridades, ni durante la campaña presidencial, ni en el arranque de su gobierno.

México saltó súbitamente a la cima de sus preocupaciones porque la violencia de los cárteles de la droga se empalmó con la creciente preocupación de los estados fronterizos con México por el desbordamiento de la violencia, y por la galopante alarma en esa nación porque los narcotraficantes mexicanos ya operan en más de 250 ciudades de la Unión Americana, y están comenzando a matar a jueces y policías federales. Pero también por los reportes de las agencias de inteligencia civiles y militares advirtiendo que si no toma acciones decisivas para respaldar al gobierno de Calderón, México se puede convertir –sostienen en documentos oficiales- en un "narco-estado". El problema de México ya lo es de Estados Unidos, pero no se resolverá únicamente en los términos que desea Calderón, sino cómo se ajuste mejor a los intereses de Obama.

Los gritos de Calderón primero para que le hicieran caso de la seriedad de la guerra que estaba enfrentando en México, ya lo escucharon. Pero las sugerencias de cómo quiere el gobierno mexicano que los ayude, ya no tanto. La militarización de la frontera y la revisión del Tratado de Libre Comercio (TLC) para reforzar aspectos no meramente comerciales, sino de seguridad, vienen en camino. Detrás de ellos se encuentran varios halcones que trabajan muy de cerca de la Oficina Oval de la Casa Blanca, y de las diferentes dependencias que están reforzando, con cuadros fogueados en zonas de guerra y de países inmersos en guerras contra el narcotráfico, sus oficinas en México y a lo largo de la frontera común.

El principal enemigo de México en la Administración Obama, por su influencia en la Casa Blanca, es el vicepresidente Joseph Biden, quien es la voz detrás de la reapertura de la renegociación del TLC. A Biden se le adjudica la presión dentro del Partido Demócrata para que insertara esa propuesta en la plataforma que se aprobó durante su Convención el año pasado. Los demócratas quieren modificarlo para incentivar el empleo interno, por un lado, y en términos de seguridad para establecer sistemas de vigilancia de camiones y contenedores dentro de territorio mexicano, operados bajo supervisión estadounidense. Biden, quien tiene una especie de escozor con funcionarios mexicanos, nunca quiso recibir a nadie cuando fue presidente del poderoso Comité Judicial del Senado, ni cuando lo fue del influyente Comité de Relaciones Exteriores. En una ocasión, cuando había una urgencia para transmitirle un mensaje, el entonces embajador mexicano ante la Casa Blanca, Jorge Montaño, a quien nunca le dio una cita, tuvo que ir al Capitolio y atraparlo en los pasillos para poder hablar con él.

Biden es la voz anti-TLC en el oído de Obama como Napolitano es la principal consejera en el reforzamiento policial en la frontera con México. Aunque no ha llegado a los extremos de los republicanos, es lo más cercano a un halcón en la materia en el sector demócrata. Como gobernadora de Arizona, aprobó la ley más dura en penas criminales contra aquellos que emplearan a trabajadores indocumentados, y en 2006 fue la primera en solicitar al gobierno el envío de tropas de la Guardia Nacional para sellar la frontera con México. Ella encabezó el comité que dio forma a la Plataforma Demócrata, y quien ayudó a formular lo que desea Obama en materia de migración: regularización limitada, más programas de visas especiales, y para quienes reclamen residencia, que prueben sus años de estadía en Estados Unidos y paguen las multas e impuestos que corresponden a la violación de las leyes durante ese periodo. También es uno de los cerebros detrás de la nueva iniciativa que presentará Obama esta semana para comenzar a militarizar la frontera con México en términos nunca vistos antes.

Nada de esto es lo que desea el gobierno de Calderón. Quieren una política migratoria con contenido humano y no desean que se militarice la frontera. No lo van a tener a la medida de sus expectativas. Para que Obama ayude, Calderón tendrá que hacer concesiones. Sus gritos finalmente sensibilizaron a Washington. El problema es que narcotizaron nuevamente la agenda bilateral, regresando varios lustros la discusión entre ambos gobiernos. El éxito de Calderón es efímero. Ahora habrá que pagar las consecuencias.

Nota: En la anterior entrega de esta columna, "La Batalla de Juárez", se ubicó a Topolobampo en Sonora, cuando en realidad se encuentra en Sinaloa.

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