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sábado, 7 de marzo de 2009

Texto y fotos: El carnaval de la Huasteca, esencia de la ritualidad indígena: Tlacatecólotl, el señor del bien y del mal

Tlacatecólotl, el señor del bien y del mal
El carnaval de la Huasteca, esencia de la ritualidad indígena
Texto y fotos: José Carlo González Huautla, Hidalgo.
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Aquí la alegría del carnaval es cosa seria, cosa del diablo, un señor que exige a la gente que se divierta. Por eso, durante los días carnestolendos, en esta parte de las huastecas hidalguense y veracruzana, las cuadrillas de mecos se lanzan a danzar por las calles de los pueblos. Por eso se oye música y se bebe y se come y se da rienda suelta a los sentidos. Pero el diablo o demonio no es aquí un ente maligno, sino una dualidad, en la mejor tradición indígena, exenta de la separación judeocristiana entre el bien y el mal: es, al mismo tiempo, señor del día y de la noche, bueno y malo, que cura y embruja, que propicia maíz, si se le sabe inducir hacia la fertilidad agrícola. El carnaval aquí se dedica a Tlacatecólotl, el señor ese que en estos días camina entre nosotros para exigir exceso de diversión. Y el nanahuatilis, nombre nahua del carnaval, se lleva a cabo los tres días antes del inicio de la Cuaresma para contentarlo, comenta Salvador Cruz Hernández, curandero veracruzano de Tepeco, en referencia al también conocido como Hombre búho. Esta divinidad se presenta en los sueños de quienes aspiran a dirigir el carnaval y se le tienen que realizar diferentes ceremonias para que acepte los ofrecimientos: papel picado, sangre de aves, guisos de gallina, bebidas, flores y música, señala el investigador Arturo Gómez Martínez en referencia a Tlacatecólotl, señor del bien y del mal. El domingo antes del Miércoles de Ceniza, las mujeres de Humotitla Coyuco, municipio de Huejutla, se levantan a las cuatro de la madrugada para comenzar la preparación comunitaria de 15 zacahuiles y xojoles, tamales de gran tamaño de chile y carne los primeros, y de piloncillo, los segundos. El lunes por la mañana se ofrenda el manjar con velas y copal a los familiares fallecidos. Los zacahuiles se comparten con los visitantes y con los mecos, después de que recorrieron la comunidad con danzas, teatralizaciones y música. En las casas les dan dinero, maíz, aguardiente y refrescos. El martes, los mecos de Humotitla Coyuco son la única cuadrilla tradicional que se presentó al concurso de la cabecera municipal, y ganaron los 5 mil pesos del premio. Del lado de la Huasteca veracruzana, en Sasaltitla, Chicontepec, los mecos se disfrazan de mujeres o de extraños personajes, como uno vestido con hojas de plátano, conocido como Oso, o el anciano curandero. También se metamorfosean en personajes de la modernidad o de la problemática local. En las comunidades de Huautla los danzantes aún se decoran el cuerpo con pintura tradicional. En Tamoyón Primero usan tepetate (tierra de río) para el color gris, tierra colorada para el rojo, carbón con agua para el negro y corteza de árbol de pemuche con aguardiente para el amarillo. Esta es una de las pocas comunidades donde el festejo en grande se lleva a cabo el Miércoles de Ceniza. Desde temprano los adultos salen a pintar cruces de cal en los árboles que rodean sus propiedades. Los hombres y las autoridades se dan cita por la mañana a la orilla del río para pintarse rostros y cuerpos. Cerca del mediodía se enfilan a la plaza principal para ejecutar danzas de enfrentamientos, en medio de gritos y el ruido de la tambora. El delegado es el primero en ser sentado en una silla. Los pintados colocan debajo de esta su pachanga o palo de madera colorido y lo suben en hombros para pasearlo por el pueblo. Las danzas continúan hasta la tarde, cuando acuden a la casa de las autoridades, donde se ofrece comida y bebida. Así, una vez más, la exigencia del diablo se ha cumplido.

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