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lunes, 20 de abril de 2009

El ilusionista : Roberto Zamarripa

TOLVANERA
El ilusionista
Roberto Zamarripa
20 Abr. 09

PUERTO ESPAÑA.- La irrupción de Barack Obama en el escenario latinoamericano ha provocado una ilusión sin haber cambiado nada en el fondo. Las cosas están donde siempre pero hay una extraña sensación de que todo ha cambiado.

Obama prometió una nueva relación con México y comprometió ayuda económica y logística para luchar contra el narco -"todos los recursos", dijo- pero el marco del apoyo sigue siendo el mismo. Los recursos vienen de la Iniciativa Mérida, un plan binacional pactado con George Bush, hecho a imagen y semejanza del Plan Colombia mismo del que ya reniegan los propios colombianos.

Prometió combatir el tráfico de armas pero no está a su alcance el control legal real del problema. Prometió arreglar la frontera pero los programas de mejoramiento de infraestructura derivarán de recursos ya programados, congelados por la parálisis que provocó Bush, y no provienen de un nuevo proyecto de modernización de la franja, con objetivos a mediano plazo.

Prometió una nueva política migratoria que respete los derechos humanos de los migrantes, pero sabe que el tema no será prioridad en este año y si acaso en el 2010 podrá evaluarse en el Congreso.

Nada por aquí, nada por allá. Pero los pases mágicos de Obama han cambiado la escenografía aunque permanezcan los actores y sigan intactas varias partes del libreto.

El carisma de Obama propaga confianza, amabilidad antes que prepotencia, ánimo de colaborar antes que de imponer. Alegre elegancia la suya que nos ha hecho creer que las cosas comenzaron a cambiar.

Una semana bastó para que Obama despejara la bruma. Así cambió la percepción en la Cumbre de las Américas. Generó también una ilusión con sólo dos frases de un discurso.

"Aquí no hay un socio grande y otro socio pequeño. Se trata de un simple vínculo basado en el respeto mutuo, intereses comunes y valores compartidos", dijo Obama a sus contrapartes caribeños y latinoamericanos.

La frase cambió la Cumbre y provocó de manera dramática un vuelco en el ánimo, la actitud y los retos de los gobernantes latinoamericanos.

El presidente norteamericano generó el acto de ilusionismo. Porque el excluido del sistema interamericano no sólo era Cuba sino Estados Unidos, hostilizado en la Cumbre del Mar del Plata, aislado por sus delirantes errores de política exterior y desentendido de los problemas de la región.

Nada por aquí, nada por allá. Abre viajes y remesas para Cuba pero no compromete el levantamiento del embargo. Deja correr el debate: que Cuba regrese a la OEA y se integre al sistema interamericano. Pero por esa rendija, Obama se abre paso solo: reintegra a Estados Unidos al debate interamericano que había abandonado. Y hace parecer que Cuba ya regresó a donde no quiere estar, la OEA.

El espíritu de Obama fue claro: "para ir hacia adelante no podemos ser prisioneros de nuestros desacuerdos del pasado".

Los patrocinios estadounidenses a regímenes dictatoriales en Sudamérica y Centroamérica o el empecinamiento en desestabilizar Cuba fueron el fermento del descontento político y social que encumbró a personajes como Lula, Evo, Chávez, Ortega, Bachelet, Funes e incluso Cristina Kirchner.

Pero Obama espeta los anclajes doctrinarios de la izquierda hecha gobierno y en ello cumple otro acto de ilusionismo que no desaparece la Estatua de la Libertad como Copperfield pero si evapora al Mal que cuestionaba Bush, hipnotiza a sus antagonistas y convierte en ovejas a los lobos bolivarianos.

Castro sigue ahí, Chávez sigue ahí, Ortega sigue ahí, Correa sigue ahí, Lugo ya llegó, el FMLN arriba al poder y hasta Zelaya, el hondureño, es bolivariano en el país más pobre del continente.

Pero Obama, en la Cumbre, los desapareció momentáneamente, sin que en realidad se hubieran ido. La estridencia de Chávez cedió el paso a la prudencia y a la alegre elegancia de Obama.

Es el ilusionista que aparenta una levitación para, en realidad, poner los pies sobre la tierra. Es el presidente de Estados Unidos que nos hace creer que su país ya no es lo que es, sin que deje de serlo. Lo de Obama no es fe ni mucho menos -como con Bush- un dogma. Es un juego simbólico con la realidad, el ilusionismo de un mago que hace política con la imaginación y la razón.


Correo electrónico: tolvanera06@yahoo.com.mx

kikka-roja.blogspot.com/

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