Raymundo Riva Palacio
La resurrección de José
Lunes, 06 de Abril de 2009
Cuando murió inesperadamente Juan Camilo Muriño en noviembre pasado, todo el equipo más cercano al presidente Felipe Calderón, incluido él mismo, lo lloró. En más de un caso, literalmente lo lloraron. En la impotencia, la rabia por una muerte que se antojaba absurda, se dio una reacción aún más sorprendente, en contra de Josefina Vázquez Mota. El coraje contra la entonces secretaria de Educación subió en hormonas y en decibeles. No pocos funcionarios presidenciales somatizaron en ella la pérdida, convirtiéndola automáticamente, por la influencia en la casa presidencial, en un cartucho quemado.
El accidente aéreo de Mouriño la dejó en una especie de orfandad política. En los discursos apologéticos del secretario de Gobernación, el propio Presidente definió el final de Vázquez Mota en su gabinete. A ningún secretario golpeó públicamente en el contexto de los homenajes a Mouriño como a su secretaria de Educación, a quien despojó sin rubor de todo mérito en una reciente negociación con el magisterio, y le entregó todo el éxito de la misma a su finado secretario de Gobernación. Sibilinamente la acusaron de haber intrigado a Mouriño y ella aguantó, hundiendo su perfil y sabedora quizás que la factura que le estaban cobrando, sí la debía.
Su rivalidad con Moriño –y por tanto el antagonismo con el equipo presidencial- no era nueva. Calderón la llamó a su campaña cuando era la exitosa secretaria de Desarrollo Social del presidente Vicente Fox, a quien le encargó el manejo de la campaña presidencial. Vázquez Mota, quien tenía una añeja relación con Calderón, vislumbró la posibilidad de subir un peldaño más en sus aspiraciones políticas, pero su manejo de la campaña fue un desastre. Calderón se hundía cada semana porque fallaba el diseño, el manejo de la imagen, la selección de los spots. El candidato no aguantó más y la relevó con Mouriño, quien modificó radicalmente las cosas y logró darle la vuelta a la elección.
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La aspiración ascendente de Vázquez Mota tuvo que quedarse en un movimiento lateral. Dentro del mismo gabinete social, a Educación Pública. No sabía nada del tema, y tampoco se preocupó por prepararse. A sus subsecretarios de Desarrollo Social los convirtió en subsecretarios de Educación, y como era de esperarse, volvió a fracasar. Rectores y líderes sindicales decían extrañar al ex secretario Reyes Tamez. Se peleó con las universidades privadas y los avances educativos se enfocaron más al entorno sociopolítico que a la calidad académica. Las cosas importantes del sector, por lo mismo, no se resolvían en su oficina, sino en Los Pinos y en los despachos de los secretarios de Gobernación y de Hacienda.
Tampoco parecía muy preocupada por sus bajas calificaciones como secretaria de Educación. Durante los meses previos a la muerte de Mouriño, fue una de las principales promotoras de su salida, o al menos es lo que les hizo creer a sus leales en Los Pinos. Se reunía con periodistas de manera frecuente no para hablar de educación sino de gobernabilidad, no de las reformas de su sector, sino de lo que debía hacer el Presidente para mejorar su eficiencia política. Se veía despachando en Bucareli durante el 2009, porque estimaba que Mouriño sería removido del cargo y enviado a contender por un puesto de elección popular.
Vázquez Mota fortaleció sus alianzas, con el procurador general Eduardo Medina Mora, y con el secretario del Trabajo, Javier Lozano, y dejó que le expresara calor político en público el secretario de la Defensa, Guillermo Galván. Pero cuando murió Mouriño y sintió que el Gulag calderonista estaba reservado para ella, se asió del árbol de Francisco Ramírez Acuña, el primer secretario de Gobernación de este sexenio, que recompuso su relación con Calderón a través de la disciplina institucional y un par de conversaciones personales con el Presidente. Ramírez Acuña recuperó la confianza de Calderón, quien cuando se comenzó a planear quiénes estarían al frente de la bancada del PAN en la próxima legislatura, rápidamente se colocó en el primer lugar. Calderón le devolvió el poder, y junto con el líder nacional del PAN, Germán Martínez, le entregaron las principales posiciones en Jalisco, por encima de los deseos del secretario de Agricultura, el también tapatío Alberto Cárdenas. También lo colocaron por encima del defenestrado secretario particular de Calderón, César Nava, quien al salir de Los Pinos, tras la muerte de Mouriño, lo ubicaban en la prensa como el siguiente coordinador de la bancada.
¿Para qué quería la relación con Ramírez Acuña? No está claro, porque cuando se acercó a él, sabedora que en el accidente de Mouriño también murió ella, no tenía contemplado brincar del gabinete a un puesto de elección popular. Vázquez Mota vio la posibilidad hace un par de meses y la desechó. Martínez había sido muy claro con ella. La necesitaban en la bancada, pero no sería la coordinadora, fue la primera propuesta. No hay señales de que haya cambiado esa postura, por lo que hasta la semana pasada su intención era no renunciar al gabinete. No podía entender cómo podría dejar la Secretaría y pasar a ocupar un puesto de segundo nivel en el Congreso.
Su diagnóstico estaba equivocado. Con su carisma y poder mediático, con su experiencia e interlocución con los medios, pensaba Martínez, difícilmente tendrían un mejor cuadro en el Congreso. Martínez la necesitaba como una diputada por el estado de México, para enfrentar a la bancada que representa los intereses del gobernador Enrique Peña Nieto, y su fuerza se había acabado en el gabinete. ¿Se lo habrá dicho Calderón cuando habló con ella el sábado? Es irrelevante. Vázquez Mota había tomado la decisión de irse del gabinete antes de hablar con el Presidente. Era la única opción real de relanzamiento político y volver a la vida después de la muerte de Mouriño.
El accidente aéreo de Mouriño la dejó en una especie de orfandad política. En los discursos apologéticos del secretario de Gobernación, el propio Presidente definió el final de Vázquez Mota en su gabinete. A ningún secretario golpeó públicamente en el contexto de los homenajes a Mouriño como a su secretaria de Educación, a quien despojó sin rubor de todo mérito en una reciente negociación con el magisterio, y le entregó todo el éxito de la misma a su finado secretario de Gobernación. Sibilinamente la acusaron de haber intrigado a Mouriño y ella aguantó, hundiendo su perfil y sabedora quizás que la factura que le estaban cobrando, sí la debía.
Su rivalidad con Moriño –y por tanto el antagonismo con el equipo presidencial- no era nueva. Calderón la llamó a su campaña cuando era la exitosa secretaria de Desarrollo Social del presidente Vicente Fox, a quien le encargó el manejo de la campaña presidencial. Vázquez Mota, quien tenía una añeja relación con Calderón, vislumbró la posibilidad de subir un peldaño más en sus aspiraciones políticas, pero su manejo de la campaña fue un desastre. Calderón se hundía cada semana porque fallaba el diseño, el manejo de la imagen, la selección de los spots. El candidato no aguantó más y la relevó con Mouriño, quien modificó radicalmente las cosas y logró darle la vuelta a la elección.
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La aspiración ascendente de Vázquez Mota tuvo que quedarse en un movimiento lateral. Dentro del mismo gabinete social, a Educación Pública. No sabía nada del tema, y tampoco se preocupó por prepararse. A sus subsecretarios de Desarrollo Social los convirtió en subsecretarios de Educación, y como era de esperarse, volvió a fracasar. Rectores y líderes sindicales decían extrañar al ex secretario Reyes Tamez. Se peleó con las universidades privadas y los avances educativos se enfocaron más al entorno sociopolítico que a la calidad académica. Las cosas importantes del sector, por lo mismo, no se resolvían en su oficina, sino en Los Pinos y en los despachos de los secretarios de Gobernación y de Hacienda.
Tampoco parecía muy preocupada por sus bajas calificaciones como secretaria de Educación. Durante los meses previos a la muerte de Mouriño, fue una de las principales promotoras de su salida, o al menos es lo que les hizo creer a sus leales en Los Pinos. Se reunía con periodistas de manera frecuente no para hablar de educación sino de gobernabilidad, no de las reformas de su sector, sino de lo que debía hacer el Presidente para mejorar su eficiencia política. Se veía despachando en Bucareli durante el 2009, porque estimaba que Mouriño sería removido del cargo y enviado a contender por un puesto de elección popular.
Vázquez Mota fortaleció sus alianzas, con el procurador general Eduardo Medina Mora, y con el secretario del Trabajo, Javier Lozano, y dejó que le expresara calor político en público el secretario de la Defensa, Guillermo Galván. Pero cuando murió Mouriño y sintió que el Gulag calderonista estaba reservado para ella, se asió del árbol de Francisco Ramírez Acuña, el primer secretario de Gobernación de este sexenio, que recompuso su relación con Calderón a través de la disciplina institucional y un par de conversaciones personales con el Presidente. Ramírez Acuña recuperó la confianza de Calderón, quien cuando se comenzó a planear quiénes estarían al frente de la bancada del PAN en la próxima legislatura, rápidamente se colocó en el primer lugar. Calderón le devolvió el poder, y junto con el líder nacional del PAN, Germán Martínez, le entregaron las principales posiciones en Jalisco, por encima de los deseos del secretario de Agricultura, el también tapatío Alberto Cárdenas. También lo colocaron por encima del defenestrado secretario particular de Calderón, César Nava, quien al salir de Los Pinos, tras la muerte de Mouriño, lo ubicaban en la prensa como el siguiente coordinador de la bancada.
¿Para qué quería la relación con Ramírez Acuña? No está claro, porque cuando se acercó a él, sabedora que en el accidente de Mouriño también murió ella, no tenía contemplado brincar del gabinete a un puesto de elección popular. Vázquez Mota vio la posibilidad hace un par de meses y la desechó. Martínez había sido muy claro con ella. La necesitaban en la bancada, pero no sería la coordinadora, fue la primera propuesta. No hay señales de que haya cambiado esa postura, por lo que hasta la semana pasada su intención era no renunciar al gabinete. No podía entender cómo podría dejar la Secretaría y pasar a ocupar un puesto de segundo nivel en el Congreso.
Su diagnóstico estaba equivocado. Con su carisma y poder mediático, con su experiencia e interlocución con los medios, pensaba Martínez, difícilmente tendrían un mejor cuadro en el Congreso. Martínez la necesitaba como una diputada por el estado de México, para enfrentar a la bancada que representa los intereses del gobernador Enrique Peña Nieto, y su fuerza se había acabado en el gabinete. ¿Se lo habrá dicho Calderón cuando habló con ella el sábado? Es irrelevante. Vázquez Mota había tomado la decisión de irse del gabinete antes de hablar con el Presidente. Era la única opción real de relanzamiento político y volver a la vida después de la muerte de Mouriño.
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