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viernes, 17 de abril de 2009

Pablo Gómez: Obama en México

Obama en México
Acentos
Pablo Gómez

2009-04-17•Acentos

Es evidente el cambio en la política internacional de la administración norteamericana. Barack Obama es un crítico de su antecesor y pretende establecer relaciones basadas en nuevos planteamientos. Sin embargo, las cosas no cambian con las simples actitudes, aún cuando éstas puedan ser el inicio de algo.

Los tres mayores problemas del vínculo entre México y Estados Unidos son la emigración, las drogas y la aplicación del TLC.

El problema de los migrantes genera una gran polémica en EU, pues cualquier decisión podría redundar en flujos mayores, lo cual es justamente lo que los estadunidenses quieren evitar. Está claro que la causa es social y que Norteamérica no puede resolverla. El punto fuerte es, entonces, la manera de regular las corrientes migratorias, tanto la que busca establecerse en aquel país como la que entra y sale. Para los sindicatos de EU la inmigración es una presión sobre el precio de la fuerza de trabajo y, para el gobierno, una dificultad para hacer respetar las leyes. Es claro que el muro no detiene casi a nadie y que lo único que puede reducir el nivel de la emigración es el empleo en México. El gobierno mexicano, sin embargo, no asume una política tendiente a promover los millones de empleos que son necesarios y este gran problema se va a quedar como una brasa caliente en las manos de los políticos estadunidenses, quienes tomarán sus propias decisiones.

En cuanto a las drogas el gran problema es la necedad de EU en cuanto a la prohibición. Se piensa en Washington —en esto no hay cambios— que la legalización de la mariguana aumentaría la adición a la misma, lo cual es falso porque esa yerba no provoca adicción física como ocurre con el tabaco. Se dice también que el consumo de drogas aumenta la delincuencia, lo cual es también falso. El gobierno de EU pide que México detenga el tráfico de drogas hacia el norte, pero aquéllas, sin embargo, pasan por las aduanas norteamericanas tal como las armas atraviesan los puestos fronterizos mexicanos. Tenemos un problema de frontera y tenemos una crisis estatal con el tema de las drogas y las armas. México no puede controlar diez mil kilómetros de litorales y tampoco Estados Unidos y México pueden controlar sus tres mil kilómetros de frontera. Ya fracasó la operación tendiente a impedir la industrialización de la coca y está fracasando aquella tendiente a evitar su tráfico. No hay acuerdo de fondo, sencillamente.

Por último, el TLC propicia algunos daños en ambos países, pero no existe un mecanismo político permanente de revisión y ajuste, de carácter trilateral, que pudiera con soltura tomar en cuenta las respectivas economías y la compleja relación para resolver los problemas, como el del transporte transfronterizo o el de los granos, de tal manera que no fueran las decisiones unilaterales de EU las que normaran en los hechos un vínculo tan complejo y accidentado. Además, Estados Unidos nunca ha admitido responsabilidad en materia de compensación de diferencias. Tampoco aquí hay un inicio de acuerdo.

México no quiere un conflicto con Estados Unidos. Ese país, por su lado, dice defenderse del sur y en cierta forma es su prerrogativa, aunque no se puede admitir la violación de derechos o una mala vecindad. Obama, sin embargo, no tiene las soluciones, al menos por ahora.
pgomez@milenio.com
kikka-roja.blogspot.com/

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