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sábado, 14 de noviembre de 2009

La reserva ciudadana : René Delgado

SOBREAVISO
La reserva ciudadana
René Delgado
14 Nov. 09

Echar un ojo a la reserva humana no está de más. La descomposición de la clase política es incontenible y, entonces, descubrir a quienes podrían entrar al quite no es una inversión ociosa. Sobre todo, si el grupo en el poder -poder también ejercen las oposiciones- insiste en llevar al país a un desfiladero.

Por oleadas, la constante a lo largo del sexenio ha sido una: si el país es viable, si tiene perspectiva, si los políticos están a la altura de las circunstancias... y la única certeza es que las circunstancias han ido empeorando.

Si la primer duda derivó de la dificultad de la administración para instalarse y se habló de interinato, la segunda fue producto de la inseguridad y cifró en una frase el hartazgo: si no pueden, renuncien. La tercera fue inquietante, advertía a México como un Estado fallido o como una democracia defectuosa. Y la más reciente vaticina un estallido social... y la única certeza es el profundo desacuerdo entre la élite en el poder, incapaz de reivindicar la política como fórmula de entendimiento civilizado y de reactivar la economía como motor del desarrollo social.

De crisis en crisis se han ido tres años. De la crisis política a la económica, de ahí a la sanitaria, de ésta a la social... y, así, hasta reconocer al país en una crisis de crisis, cuyo desenlace es de pronóstico reservado.



Lo peor de la emergencia nacional es que la élite en el poder concibe a la ciudadanía como parte del problema y no como parte de la solución. No hay acción política que no se emprenda en nombre de la ciudadanía, pero a ésta se le excluye -por no decir expulsa- de la decisión.

A la ciudadanía, esa élite le ha visto la cara. Le ha visto la cara de boleta. Le ha visto la cara de rehén. Le ha visto la cara de contribuyente. Le ha visto la cara de mil formas, desconociéndola precisamente como ciudadanía.

Bajo ese concepto, esa élite ha explotado y agotado la paciencia de quienes supuestamente representa. Una y otra vez ha confrontado a la ciudadanía entre sí haciéndole creer que la división y la polarización de ella viene, y no que en ella se ha sembrado. Una y otra vez la ha engañado prometiéndole educación, salud y empleo para invariablemente darle la espalda, mientras le vacía el alma y los bolsillos.

Pedir auxilio a los cascos azules es un grito desesperado.



La celebración de la caída del muro en Europa se tradujo en reunificación, democratización, reconstrucción económica y proyección hacia el futuro. Aquí, esos 20 años -entre avances y retrocesos a paso lento- desembocaron en democracia restringida, alternancia sin alternativa, polarización social, despilfarro económico y cancelación del futuro.

Las fórmulas de superación política, económica y social aquí se deformaron hasta pervertirlas. Nadie cree en la revolución violenta, pero tampoco en el reformismo civilizado y el socorrido gradualismo sabe a un aguado atole con el dedo. Quizá por eso se habla de estallido.

El primitivismo político que se practica emparenta a esa élite con el crimen organizado. Usan las mismas herramientas: extorsiones, chantajes, secuestros, rescates, botines, levantones y, si se puede, aniquilamiento. Persiguen los mismos fines: privilegios, cotos y cuotas de poder, enriquecimiento privado a partir de recursos públicos.

La única diferencia notable es que, en su ambición, los criminales se juegan la vida y los políticos el presupuesto, las prerrogativas y las participaciones.



Viejas y nuevas instituciones de Estado, la élite política las ha convertido en agencia de colocación de amigos, en arena para ganar posiciones en el presupuesto o, bien, en campo de litigio ideológico sin importar el carácter de la institución o las capacidades de quienes finalmente las encabezan o pasan a integrarse a ellas.

Así, si el nombramiento de Arturo Chávez Chávez como procurador dejó a más de uno con el ojo cuadrado, ese ojo quedó amoratado con las nuevas comisionadas del IFAI y cerrado con el nuevo guardaespaldas del ombudsman en funciones. Pese a que se contaba con cuadros formados y probados para esas posiciones, se jugó a canjear fichas, privilegiar lealtades o favorecer posturas ideológicas.

Falta por ver quiénes llegarán a la Corte, al Consejo de la Judicatura y a la gubernatura del Banco de México pero, por lo visto, no necesariamente serán hombres o mujeres de Estado, sino personalidades leales o canjeables.

Eso no es todo, como el juego es de cuotas y cotos de poder, los colegios que gobiernan esas instituciones sufren de obesidad y su peso termina por restarle flexibilidad, efectividad y velocidad a su actuación: nueve consejeros aquí, siete comisionados allá y, así, hasta burocratizar las decisiones y a distanciarse de la ciudadanía.

Del escarnio ciudadano, esa élite ha hecho su estilo, y de la política su monopolio. Son los mismos con disfraz distinto. El ex procurador puede ser embajador; el ex secretario particular, dirigente político; el ex dirigente político, asesor; el ex senador, gobernador; los ex secretarios de Estado, parlamentarios; el ex consejero, secretario de Estado; el líder subsidiado, ayatola independiente... Son los mismos, y ni a los suyos -más jóvenes- les dan oportunidades aunque, a veces, los integran al padrón de ese programa.



A pesar de ese afán de la élite política por convertir los recursos públicos en botín particular, de expulsar al ciudadano de las decisiones colectivas sin dejar de cobrarle su existencia, de entender la política como patrimonio exclusivo, de reducir la democracia a la elección, anima ver a porciones de la ciudadanía decididas a hacer y desarrollar músculo para recuperar del crimen su espacio y para rescatar de los políticos el destino del país.

Esos ciudadanos no cejan en el empeño de modernizar el aparato de justicia, de observar y depurar los cuerpos de seguridad, de mejorar la educación, de abrir las puertas de las sesiones supuestamente públicas, de nutrir a quienes están en los huesos, de ponerle lentes a quienes queriendo ver no pueden, de alimentar a quienes desconocen un bocado, de reivindicar los derechos humanos como fundamento de convivencia, de liberar a quienes jamás debieron estar encarcelados, de pedalear para darle la vuelta a la realidad...

Esos ciudadanos integran la reserva nacional, una reserva que acaso no acaba de ver al otro y de entender que articulada su fuerza y ampliado el horizonte de su aspiración podría darle la vuelta a esa élite que le ve la cara y se burla de ella sin mirarla a los ojos.


sobreaviso@latinmail.com
kikka-roja.blogspot.com/

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