Tarde y mal
10 de septiembre de 2009
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“Mal empieza la semana a quien ahorcan en lunes”, dice el refrán popular. Este lunes por la tarde, finalmente el presidente Calderón anunció el ajuste largamente cantado en su equipo. Dejan sus puestos: el procurador Eduardo Medina Mora; el secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, y el director de Pemex, Jesús Reyes Heroles. La única sorpresa —decepción, debería decir— fue la ausencia en la lista de los despedidos del titular de la Secretaría de Economía, Gerardo Ruiz Mateos.
Las condiciones difíciles que enfrenta el país y el mensaje presidencial con motivo del tercer Informe de Gobierno exigían decisiones que mostraran, no obstante costos y riesgos, la voluntad de realizar cambios de gran calado. El mismo equipo que ha mostrado falta de liderazgo, imaginación y resultados no podía asumir el quiebre que anunció Felipe Calderón para la segunda mitad de su mandato. No sólo había que remover algunas piezas del gabinete sino fortalecer al equipo. Sin embargo, dos de los nuevos nombramientos son decepcionantes.
Medina Mora concluye un ciclo de nueve años en los que transitó de la dirección del Cisen, el órgano de inteligencia civil del Estado, a la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública y concluye al dejar la PGR. A diferencia de algunos de sus antecesores, Medina Mora se resistió a darle un manejo faccioso a la Procuraduría; llevó a prisión a jefes y operadores de organizaciones criminales; contribuyó a que las autoridades estadounidenses asumieran su corresponsabilidad ante una delincuencia global y avanzó en la depuración de los altos mandos. Pero los saldos de la guerra contra los cárteles de la droga siguen siendo calamitosos.
Por eso importa saber si a partir de ahora se dará una nueva aproximación al fenómeno del crimen organizado y si el nuevo titular —quienquiera que sea— tendrá el respeto y la confianza de sus interlocutores del extranjero. Por lo pronto, The Washington Post apunta: “Medina Mora será sustituido por un casi desconocido ex funcionario de la procuración de justicia”.
Alberto Cárdenas, El Caballo Negro, llegó al gabinete de Calderón después de haberse desempeñado como secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales en la administración de Fox; en aquel momento, algunas organizaciones ambientalistas lo calificaron como “el peor problema ecológico del país”. Al conocer su designación como secretario de Agricultura, un dirigente del sector agropecuario preguntaba: “Pero, ¿qué le hicimos al Presidente para que nos pusiera a Alberto Cárdenas en la Sagarpa?”.
Al parecer, Jesús Reyes Heroles se concretó a administrar la inercia; quedan en la memoria colectiva: la tortuosa licitación de la nueva refinería en Hidalgo (un manejo absurdo, exasperante, en el que la racionalidad técnica pareció secundaria); el saqueo imparable a los ductos de Pemex y la censura de la propia secretaria de Energía, Georgina Kessel, por el manejo financiero de la paraestatal. La encomienda del Presidente a su sucesor parece sugerir las fallas mayores de la gestión de Reyes Heroles: “Deberá poner énfasis en mejorar la gestión en Pemex, y combatir a fondo cualquier acto de corrupción o ineficiencia”.
La fortaleza de un presidente reside, en gran medida, en la consistencia y calidad de su equipo. Los que llegan tienen una trayectoria opaca, por decir lo menos. Chávez Chávez ha sido censurado por algunas organizaciones de derechos humanos por su desempeño, al menos omiso, en un caso perturbador: el de los feminicidios en Ciudad Juárez, cuando fue procurador en el gobierno de Francisco Barrio en Chihuahua y por el conflicto de intereses (su pertenencia al grupo de Diego Fernández de Cevallos, cuyo despacho suele litigar contra el Estado). Su designación encontrará serios obstáculos para su aprobación en el Senado; el escrutinio de su trayectoria puede llevar al rechazo.
Chicago boy, Juan José Suárez Coppel fue director corporativo de finanzas de Pemex; se recuerda el otorgamiento, sin licitación, de contratos millonarios a firmas consultoras mexicanas y extranjeras y, en acuerdo con su tío, Francisco Gil Díaz, el diseño de un esquema fiscal asfixiante para la primera empresa de México. La biografía profesional de Suárez Coppel suscita un acuerdo extraño que dice mucho: nadie en el PAN, el PRI y el PRD parece dispuesto a defender su trayectoria.
En nuestro sistema constitucional, el jefe del Poder Ejecutivo no está obligado a sustentar las razones de los cambios en su gabinete, por eso no queda sino intentar explicarlos a partir de revelaciones o indicios. En una primera lectura, estos cambios contradicen el discurso presidencial del 2 de septiembre, generan desconfianza, dudas, escepticismo…
Las condiciones difíciles que enfrenta el país y el mensaje presidencial con motivo del tercer Informe de Gobierno exigían decisiones que mostraran, no obstante costos y riesgos, la voluntad de realizar cambios de gran calado. El mismo equipo que ha mostrado falta de liderazgo, imaginación y resultados no podía asumir el quiebre que anunció Felipe Calderón para la segunda mitad de su mandato. No sólo había que remover algunas piezas del gabinete sino fortalecer al equipo. Sin embargo, dos de los nuevos nombramientos son decepcionantes.
Medina Mora concluye un ciclo de nueve años en los que transitó de la dirección del Cisen, el órgano de inteligencia civil del Estado, a la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública y concluye al dejar la PGR. A diferencia de algunos de sus antecesores, Medina Mora se resistió a darle un manejo faccioso a la Procuraduría; llevó a prisión a jefes y operadores de organizaciones criminales; contribuyó a que las autoridades estadounidenses asumieran su corresponsabilidad ante una delincuencia global y avanzó en la depuración de los altos mandos. Pero los saldos de la guerra contra los cárteles de la droga siguen siendo calamitosos.
Por eso importa saber si a partir de ahora se dará una nueva aproximación al fenómeno del crimen organizado y si el nuevo titular —quienquiera que sea— tendrá el respeto y la confianza de sus interlocutores del extranjero. Por lo pronto, The Washington Post apunta: “Medina Mora será sustituido por un casi desconocido ex funcionario de la procuración de justicia”.
Alberto Cárdenas, El Caballo Negro, llegó al gabinete de Calderón después de haberse desempeñado como secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales en la administración de Fox; en aquel momento, algunas organizaciones ambientalistas lo calificaron como “el peor problema ecológico del país”. Al conocer su designación como secretario de Agricultura, un dirigente del sector agropecuario preguntaba: “Pero, ¿qué le hicimos al Presidente para que nos pusiera a Alberto Cárdenas en la Sagarpa?”.
Al parecer, Jesús Reyes Heroles se concretó a administrar la inercia; quedan en la memoria colectiva: la tortuosa licitación de la nueva refinería en Hidalgo (un manejo absurdo, exasperante, en el que la racionalidad técnica pareció secundaria); el saqueo imparable a los ductos de Pemex y la censura de la propia secretaria de Energía, Georgina Kessel, por el manejo financiero de la paraestatal. La encomienda del Presidente a su sucesor parece sugerir las fallas mayores de la gestión de Reyes Heroles: “Deberá poner énfasis en mejorar la gestión en Pemex, y combatir a fondo cualquier acto de corrupción o ineficiencia”.
La fortaleza de un presidente reside, en gran medida, en la consistencia y calidad de su equipo. Los que llegan tienen una trayectoria opaca, por decir lo menos. Chávez Chávez ha sido censurado por algunas organizaciones de derechos humanos por su desempeño, al menos omiso, en un caso perturbador: el de los feminicidios en Ciudad Juárez, cuando fue procurador en el gobierno de Francisco Barrio en Chihuahua y por el conflicto de intereses (su pertenencia al grupo de Diego Fernández de Cevallos, cuyo despacho suele litigar contra el Estado). Su designación encontrará serios obstáculos para su aprobación en el Senado; el escrutinio de su trayectoria puede llevar al rechazo.
Chicago boy, Juan José Suárez Coppel fue director corporativo de finanzas de Pemex; se recuerda el otorgamiento, sin licitación, de contratos millonarios a firmas consultoras mexicanas y extranjeras y, en acuerdo con su tío, Francisco Gil Díaz, el diseño de un esquema fiscal asfixiante para la primera empresa de México. La biografía profesional de Suárez Coppel suscita un acuerdo extraño que dice mucho: nadie en el PAN, el PRI y el PRD parece dispuesto a defender su trayectoria.
En nuestro sistema constitucional, el jefe del Poder Ejecutivo no está obligado a sustentar las razones de los cambios en su gabinete, por eso no queda sino intentar explicarlos a partir de revelaciones o indicios. En una primera lectura, estos cambios contradicen el discurso presidencial del 2 de septiembre, generan desconfianza, dudas, escepticismo…
Los ajustes llegan tarde, mal y a medias. Otra oportunidad perdida.
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario, SC
kikka-roja.blogspot.com/