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martes, 16 de febrero de 2010

Melado y pitayas :

Itacate

Melado y pitayas
Cristina Barros y Marco Buenrostro
La plática de sobremesa con personas queridas es parte del postre. Recientemente tuvimos esa experiencia con Filiberto Vargas Tentory y Guadalupe, su esposa. El lugar es de suyo invitador, pues viven en la casa que albergó a la familia Vargas poco después de que la persecución de los cristeros los obligó a salir de Carácuaro, su tierra natal.

Es evidente que no han perdido contacto con el terruño, pues una de las delicadezas que compartieron con nosotros fue el melado o alfeñique hecho con la espuma del jugo de caña que se cuece en la tina o tacha, donde se concentra para convertirse después en piloncillo. Le ponen granos de anís; el sabor y la textura son únicos. Se puede acompañar con atole blanco de masa de maíz.

Carácuaro es uno de los municipios que abarca la región llamada Tierra Caliente; los otros son San Lucas, Huetamo, Turicato, Tacámbaro, Madero y Nocupétaro. Ahí se cultiva la caña de azúcar, maíz, frijol, ajonjolí, cacahuate, chile, mango, además de melón y sandía, que se plantan en las vegas de los ríos.

En temporada, niños y adultos disfrutan de las pitayas rojas, blancas y amarillas; de las ciruelas agrias y dulces de hueso grande, de las changungas (naches) y de los bonetes o cuahuayotes. De esto escribe Filiberto en la serie de libros que coordina para enamorar de su tierra a los niños michoacanos. Hay uno general y otros que abarcarán municipios como Carácuaro nuestra casa, que ya está publicado.

La capital del municipio que lleva el mismo nombre es famosa por su fiesta patronal; tiene lugar el miércoles de ceniza. Ese día se conmemora al Cristo Negro, presente en el pueblo desde el siglo XVI. Regionalmente se le conoce como "función de ceniza"; hasta la población acuden personas y comerciantes de muy variados lugares. Se puede encontrar, nos cuenta Filiberto, desde una vaca hasta delicados trabajos de filigrana en oro, pues se reúnen decenas de joyeros, muchos de ellos de Guerrero.

Parte importante de la fiesta es la música terracalentana; los conjuntos suelen componerse de guitarra sexta, violines y tamborita de confección local, que puede estar hecha de raíz de parota. Los sones se bailan sobre una tarima, puesta sobre una excavación, en la que se colocan cántaros con agua que sirven como caja de resonancia. En fiestas como la mencionada o en la celebración del natalicio de José María Morelos se suele zapatear por horas en constante animación.

Con sus dotes de maestro, Filiberto nos propone una lección viva de música y cocina, al invitarnos ya sea a La Noria o a Carácuaro, dos restaurantes en Morelia donde se sirve cocina tradicional. Ya les contaremos.

marcri44@yahoo.com.mx

kikka-roja.blogspot.com/

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