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sábado, 12 de mayo de 2012

René Delgado, No al príncipe ni a la cenicienta ¿Tú le crees a Quadri y la maestra? Yo tampoco

Sólo porque nada tiene que perder y mucho que ganar, se entiende que el príncipe político de chocolate sea el rey turrón del debate o que el mercader político se presente como el ciudadano 100 por ciento natural.

Eso se entiende, no que el príncipe desconozca la plataforma y la estructura que lo impulsa y lo sostiene y que, a partir de ello, pretenda fortalecer el instrumento político-partidista de la cúpula sindical del magisterio. Hay quienes defienden el negocio de Gabriel Quadri porque consiguió colocar su agenda, hay quienes lo vituperan porque consiguió colocar su cartera. Es lo de menos. Lo delicado es que, bajo disfraz, preste servicios al corporativismo que riñe precisamente con lo ciudadano y denigra la política.

Tal es la ridícula comedia protagonizada por el príncipe Quadri, que ni el yerno de su madrina lo apoya. Fernando González no se anda por las ramas: reconoce el rol de relleno de "su" candidato y apoya de lleno al supuestamente ajeno, el priista Enrique Peña.

Puede Quadri jugar su juego -a ver si la recompensa cubre el costo del desprestigio-, no el electorado: no hay por qué darle un solo voto a Nueva Alianza. Es hora de hacerle perder el registro a ese instrumento de extorsión política y, así, restarle recursos a la corte de la cenicienta, Elba Esther Gordillo. Tan sólo este año, el dinero entregado a ese partido por el electorado, en su condición de contribuyente, suma 352.1 millones de pesos y, desde 2005, cifra mil 513 millones de pesos. Eso sin contar la fortuna que esa fuerza recibe por cuotas sindicales: seis millones al día.

Ni un voto a Nueva Alianza, no más dinero público a intereses cupulares, no más impulso a alianzas nuevas, viejas o recicladas a costa del sacrificio de la educación, eje del rezago nacional.


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Aún el mérito de refrescar el lenguaje y desportillar mitos políticos se desvanece cuando al príncipe se le pregunta por la cenicienta. Ahí sí, el ciudadano 100 por ciento natural se conduce como el más marrullero de los políticos tradicionales. Elude o evade el tema.

Será interesante conocer los términos de la negociación de Gabriel Quadri para ponerse a los pies de la maestra. Si el príncipe no se convierte por encanto en secretario de su presunta majestad tricolor, la recompensa por los servicios prestados deberá ser generosa porque, sabido es, cubiertos los honorarios, a la cenicienta le da igual el destino del personal contratado en temporada electoral, sobre todo, cuando no era el querido.

Por lo pronto, el príncipe Quadri asume a plenitud su papel secundario y cumple a carta cabal su rol. No le importa. Al cine podría ir a dar el ecologista ciudadano con su estrellita en la frente, su actuación ha sido aceptable aunque, a veces, descuida los detalles. Ahí está el video de los muchachos de la escuela Carlos Septién, tomándolo in fraganti cuando el chofer del Jetta blindado que utiliza lo deja en custodia de sus guardaespaldas para que monte y maneje la combi, como si en ella siempre anduviera.

Little Miss Sunshine, el remake de aquel célebre "movie road" podría protagonizar Quadri con su camioneta y su madrina, intitulándolo ahora Little Mister Sunshine. Hasta el guión se presta: el viaje (una campaña) abordo de una combi (el Panal) para que un debutante infantil (el candidato) participe en un concurso (la elección), dejando ver en el trayecto los apuros de una familia desestructurada (su madrina y el sindicato que fallaron en los cálculos al querer refrendar su alianza con el panismo y, luego, restablecerla con el priismo).

Queda para la memoria del ridículo político patrocinado, la campaña de Little Mister Sunshine. El "movie road" de Quadri.

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Allá el príncipe de chocolate, no el electorado.

Pese a la desangelada oferta de los candidatos que en verdad compiten, la elección es ocasión para desescombrar el sistema de partidos. Se puede votar para botar a las organizaciones que han denigrado la política al usarla como ariete de ambiciones personales o gremiales o como instrumento de extorsión o enriquecimiento a costa de los contribuyentes. Ni un voto, ni un peso a esas organizaciones. Es hora de botarlos, con 'b' grande, enorme, inolvidable.

Nueva Alianza y el Verde son, por antonomasia, el ejemplo de esas organizaciones. Ya habrá oportunidad de hablar del Partido Verde y sus muníficos planteamientos. El caso, ahora, es el de Nueva Alianza. Un voto a sus candidatos al Ejecutivo o al Legislativo es echarle la soga al cuello a la reforma educativa que, junto con la política, son la clave para desencadenar las otras. La primera para recoger frutos a mediano plazo, la segunda para entendernos sin hienas ni zopilotes como intermediarios.

Si en algún momento la cenicienta fue tentada por la idea de la trascendencia después de acumular tanto poder y no descartó el impulso de la mejora en la calidad educativa, el instinto de sobrevivencia o algún duende le advirtió que someter a examen a sus agremiados era tanto como comer una manzana envenenada y, entonces, dejó la manzana en el pupitre y retomó la vara de membrillo para ejercer su poder, así sea de arrimada.

Hoy, a pesar de la impresión, la maestra no las trae todas consigo. Generó una expectativa con la posibilidad de la mejora educativa, despertó con ello a organizaciones ciudadanas interesadas en el tema y decididas a impulsarlo, minusvaloró a los grupos magisteriales que buscan desplazarla y, horror, sobrevaloró su fuerza política con el panismo y el priismo que resolvieron no calzarle la zapatilla y, entonces, le quedó bailar con... Quadri.

Votar por el príncipe de chocolate, la corte de familiares -el yerno, la hija, el nieto- o los pajes de la cenicienta es inyectarle vitaminas a una fuerza en decadencia. Es mejor botarlos y llevarlos en la combi al deshuesadero político.


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Falta ver algunos malabares del príncipe de chocolate y algunas marometas de la cenicienta, suertes y artificios cuya espectacularidad no deben confundir la decisión darle un "no" rotundo al Panal y retirarle su registro. Esa posibilidad sí está al alcance ciudadano en la elección. Sin el instrumento partidista, será más fácil desmantelar la herramienta sindical y desarmar a políticos como Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña, proclives a sacrificar la educación a cambio de un apoyo evanescente a su ambición.

No estaría de más retomar una lección de la maestra, recuperar modificado el lema que acuñó y preguntar: ¿Tú le crees a Quadri y la maestra? Yo tampoco.


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kikka-roja.blogspot.com

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