Álvaro Delgado en Proceso
http://kikka-roja.blogspot.comDespués de seis años de ejercicio en el poder federal, de 17 en gobiernos estatales, como Baja California, y de seis períodos consecutivos en municipios, como León, Guanajuato, se observa una mutación en el Partido Acción Nacional (PAN), que por décadas defendió el voto libre de los ciudadanos para consolidar un cambio político.
El PAN es, efectivamente, el partido del cambio: Se parece cada vez más al PRI.
La abierta intervención de los gobiernos, federal y estatales, así como del propio presidente Vicente Fox en los procesos electorales; el uso partidista de programas sociales; la utilización de instituciones contra adversarios políticos; los cargos en la administración pública para beneficio personal; la creación de estructuras clientelares y corporativas; los pactos de impunidad a cambio de apoyo político, entre otros comportamientos, han desdibujado a ese partido.El PAN, que proclama que la política es ética y apego a la ley, en el actual proceso electoral puso varios ejemplos que contradicen su doctrina y su historia:El domingo 2, en un episodio que pone en duda la autonomía del Instituto Federal Electoral (IFE), apenas concluyó su mensaje en cadena nacional Luis Carlos Ugalde, presidente de ese organismo, Fox apareció en pantalla para leer otro de respuesta, previamente redactado y leyéndolo en un teleprónter.El jueves 6, unos minutos después de que Ugalde dijo que “la regla de oro de la democracia establece que gana el candidato que tenga más votos”, Calderón lo tomó como declaración oficial y proclamó –en un discurso también previamente redactado– su triunfo, que todavía está sujeto a litigio en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), instancia que declara la validez de la elección.El propio Fox no guardó las formas: Felicitó a Calderón por una victoria que no existe legalmente y, de la misma manera que el PAN y el gobierno consintieron la intervención en asuntos internos de José María Aznar en febrero –con el argumento de que no conocía la Constitución y la ley–, ahora convalidaron las llamadas de felicitación a Calderón de mandatarios extranjeros. Y en la misma lógica del proceso electoral, el PAN inició una campaña de radio y televisión, desde el viernes 7, en la que aparecieron la imagen y voz de Manuel Espino, presidente de ese partido, afirmando que Calderón es el sucesor de Fox. Se trata de comportamientos que el PAN condenó en cada elección, particularmente en la de 1988, cuando Carlos Salinas se impuso bajo la tenaz protesta opositora de fraude, en la que Fox fue protagonista como diputado federal y que, como candidato al gobierno de Guanajuato, en 1991, la sostuvo.
Actas “llenas de marranadas”
El propio Fox, quien aprobó la creación del IFE y el nuevo Código Electoral Federal, lo descalificó por los malos resultados del PAN en las elecciones intermedias de 1991.“Se invirtieron arriba de 500 mil millones de (viejos) pesos en la nueva Ley Electoral, en el nuevo padrón, en las nuevas instituciones, en toda esta estructura, para terminar dándonos cuenta de que todo sigue igual, que el elector no cuenta y que quienes deciden son Los Pinos y (la Secretaría de) Gobernación”, decía. “En la práctica, no ha cambiado nada. Hasta ahorita la nueva ley y todo lo que se gastó en ella ha sido dinero tirado a la basura, igual que el tiempo de mucha gente”, clamaba Fox, quien sin embargo se sentía seguro de convertirse en gobernador de Guanajuato. “Si el voto nos favorece, como estamos viendo que va a ser, si tenemos el triunfo en las manos, en las actas, y tratan de no reconocerlo, iremos hasta donde sea necesario. Estoy absolutamente preparado para ir hasta donde los ciudadanos quieran, mediante la resistencia civil, activa, pacífica, la no violencia, y habremos de lograr ese reconocimiento.
“–¿Cómo?
“–Como sea: con plantones, mítines, meterme a Los Pinos, a donde sea; ir a deshacer el Tratado de Libre Comercio, ir a gritar adonde sea. Me canso que lo vamos a hacer” (Proceso 768).
Perdida oficialmente la elección para gobernador, celebrada en agosto y previamente a la denominada concertacesión con Carlos Salinas, el PRI se ofreció dispuesto a cotejar públicamente las actas que tenía en su poder el PAN –como retó Calderón a Andrés Manuel López Obrador–, este partido se negó “por motivos estratégicos”. Y Fox exclamó: “Las actas ya no son un instrumento para saber quién ganó, porque están llenas de marranadas.” Calderón también asumió una conducta pública a favor de “limpiar” elecciones, como en Michoacán, en 1995, cuando fue candidato al gobierno de Michoacán: Advirtió que no reconocería el triunfo del candidato priista, Víctor Manuel Tinoco, hasta que se hubiera revisado “acta por acta”. Inclusive, ya con órganos electorales supuestamente ciudadanizados, como en las elecciones para gobernador de Tabasco, en 2000, en las que fueron candidatos López Obrador y Roberto Madrazo, dijo siendo coordinador de la diputación federal panista: “Yo estoy por que la elección se depure. Es decir, que se revise voto por voto, que se revise irregularidad por irregularidad, que se le dé curso conforme a la ley, independientemente de condenar lo que yo considero que es un atraso en las prácticas políticas del madracismo” (Proceso 1251). El legalismo, no la legalidad, es otro de los artilugios al que han recurrido los panistas cuando están de por medio sus triunfos, pero cuando son derrotados –sobre todo por escaso margen– actúan en sentido contrario, inclusive en los años recientes y con autoridades autónomas.
El viernes 7, el diario Reforma publicó que en las elecciones de 2003 en Sonora el candidato del PAN, Ramón Corral, exigió la misma medida que ahora exige López Obrador ante lo cerrado de las cifras con el candidato del PRI, Eduardo Bours, casualmente hoy aliado de Calderón: “Les pido a los sonorenses que tengamos calma y que exijamos que el Consejo Estatal Electoral cuente voto por voto.” Al año siguiente, en 2004, el PAN respaldó a su candidato al gobierno de Oaxaca, Gabino Cué, para exigir una revisión exhaustiva en la elección para gobernador ante el priista Ulises Ruiz: “No es nada más un tema de actas, esto es un tema muy complejo que no se agota con un acta. Tenemos que ir paso a paso viendo qué sucedió en cada casilla, qué dicen esas actas, ver por qué hay 23 mil votos anulados” El mismo año, pero un mes después, el PAN y su candidato al gobierno de Veracruz, Gerardo Buganza, también exigió lo mismo en la elección cerrada ante el priista Fidel Herrera: “Debe haber un recuento acta por acta y voto por voto. El Instituto Electoral Veracruzano no puede negarse a hacerlo, toda vez que la ley lo permite y hay tiempo suficiente” En noviembre de 2004, también se celebraron elecciones para gobernador en Sinaloa, cuyo candidato, Heriberto Félix, planteó una exigencia análoga ante la autoridad: “Exigimos al Comité Estatal Electoral que actúe con la mayor responsabilidad dentro del marco de la ley y a favor de la transparencia, que se reconozca el triunfo de todos los sinaloenses y que se limpie la elección por las irregularidades cometidas por los mapaches del PRI. Demando que se revise acta por acta y voto por voto para que se aclare el triunfo”. Los argumentos del PRI y de la autoridad fueron en el mismo sentido que ahora asume el IFE y el PAN. Hasta el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, se dio el lujo de ser portavoz de órganos electoral legalmente autónomos, para informar que no había votos perdidos y, además, que las tendencias en el cómputo no modificarían a las del Programa de Resultados Electorales Preliminares.
Pequeños dinosaurios
El propio presidente Vicente Fox, sin embargo, ha intervenido abiertamente en procesos electorales, como en el federal de 2003 y en el del Estado de México, mediante declaraciones y embates publicitarios, o como quedó constancia plena en el proceso de desafuero contra López Obrador.
Otras prácticas del PRI que el PAN ha hecho suyas son el uso de programas sociales para favorecer al PAN a nivel federal o en los estados, también con pruebas plenamente documentadas, así como el uso del aparato de justicia para inhabilitar a adversarios políticos, como contra el candidato priista a gobernador de Jalisco, Arturo Zamora. La Procuraduría General de la República (PGR) filtró información contra Zamora, puntero en las encuestas, y terminó por ser derrotado, y esa misma institución quiso persuadir al exsecretario de Finanzas capitalino, Gustavo Ponce, para declarar contra López Obrador, apenas unos días antes de la elección. En cambio, el PAN y Calderón depusieron la exigencia de renuncia y juicio político contra Mario Marín, gobernador de Puebla, pese a que fueron los primeros en exigir su renuncia cuando se difundieron las grabaciones que acreditaron la conspiración contra la periodista Lydia Cacho.
“No queremos partidizar este escándalo y no buscamos andar como zopilotes, para ver qué ventaja sacamos. No es lo correcto”, declaró Espino una semana antes de las elecciones.
NI UN VOTO AL PRI
ResponderBorrarNI UN VOTO AL PAN
Juan Enríquez Cabot
ResponderBorrar¿Quién es?
Asumamos, salvo que ordene otra cosa alguna corte, que llega Felipillo. ¿Por qué no hay, entre los dueños del país, más júbilo? La vieron cerquita, cerquita. Algunos compraron departamento en Miami y la Jolla por si las moscas. Deberían estar celebrando. Vaya, debería haber tequila fluyendo en toda sucursal del consejo coordinador del empresariado (y de la política). Pero no es así. Más bien hay temor. ¿Por qué?
En parte es porque matan al Peje una y otra vez y revive. Le roban elecciones estatales, lo intentan desaforar, videograban, arrestan ex presidentes, acusan de narcos, gastan tres veces el tope de campaña, hildebrandean, ruegan que los legitimen desde el exterior Bush & Cia. y aun así sólo vencen por minúsculos márgenes.
Como buen vampiro tabasqueño, el Peje se rehúsa a morir... Pero esto no es, por mucho, el fondo de todo del temor que retiembla por ahí. Más bien, ahora que se creen ganadores, muchos representantes del partido de la continuidad, el no cambio y el oligopolio perpetuo siguen de noctámbulos. Hay, en sus blancas cabecitas, muchas preguntas que aún no se autocontestan. Entre ellas, la principal es, ¿quién demonios es Felipillo?
La elección fue un referéndum sobre quién no. Se cosecharon odios como nunca. La mayor parte de la campaña, tanto la del Felipillo como la del Peje, se dio en contra de. No en favor de. Fue campaña que acabó dividiendo al país y regenerando odios ancestrales, odios de fondo. No toda la población se radicalizó. Pero un 10 por ciento de la derecha y un 10 por ciento de la izquierda honestamente sí creen que los del otro bando representan algo que hay que excomulgar y mandar directamente al infierno. (Aunque cada uno define al infierno, a sus demonios y compinches de manera distinta). Esta profunda zanja cruza un país con mucho pastizal seco. Es país donde un cerillo puede incinerar muchas hectáreas.
En una situación así no puede haber continuidad sin decidido liderazgo. Pero al volcar todo esfuerzo en el no Peje, a muchos se les olvidó preguntar si Felipillo es en realidad el líder que quieren. Se suponía que Felipillo era garantía de estabilidad. Pero pues no. Resulta que en un país tan dividido el proto-electo acaba muy débil. Lo primero que hizo, su primer mensaje, después de levantar la manita y decir "yo gané, yo gané, créanme", fue proponer un gobierno de transición.
Ante su primera crisis Felipillo se apanicó. Tendió la mano a quienes muchos consideran el demonio mismo. Les prometió cogobernar. Les prometió incluirlos, sus propuestas e ideologías, en gobierno propio. Al haber vacío de ideas, planes, programas, propuestas pues lo más fácil es intentar apirañarse un cachito de lo que el otro prometió.
No hay, en sí, nada de malo con esta táctica. Todo político inteligente, especialmente el que opera en gobierno de minoría, intenta ampliar su base llevándose un cachito del otro partido. Pero normalmente no se intenta tragarse todo, incluyendo al liderazgo. Esto sólo ocurre cuando hay inmensa inseguridad y debilidad. Cuando las propuestas de uno son tan débiles y dividen a tantos, que no queda más que legitimarse uno mismo implementando la mayor parte de lo que propuso el adversario.
Y esto precisamente es lo que más preocupa a algunos intereses. Ésta es situación que ya vivieron tras cada crisis sexenal. Un Presidente entrante tiene que legitimarse canibalizando. Espectáculo rudo que aprecia mucho el público en general. Y aquí es donde empiezan las angustias por parte de cuñados, financieros, empresarios y dueños mediáticos. Ahora, al día siguiente de la gran juerga, muchos se despiertan, voltean, ven algo no muy atractivo juntito, juntito, y empiezan los remordimientos y preguntas. ¿Quién sera éste?
El asunto Hildebrando caló de fondo no tanto porque el cuñado sea especialmente feroz en piratearse recursos públicos sino porque refleja un tema de fondo, un tema que Felipillo dejó de ladito, los familiares más cercanos a la esposa. Ser el candidato de la continuidad en épocas de Bibriescas es complejo. Lo será aún más cuando no se tenga a un Peje directamente en frente. Habrá que tomar medidas, y a muchos, estas medidas no les van a gustar nadita, nadita.
Tampoco es grato ser candidato de la continuidad en época de Atencos, Tijuanas, Nuevo Laredos, Guerreros y Oaxacas. Hay en todos lados señales de macro destrucción de liderazgo e instituciones en cámara lenta. Al parecer al Fox-prozac estas situaciones lo tienen sin cuidado. Pero en Atenco, dos veces ya midieron al Presidente y ambas veces se equivocó. Ambas veces salió con manitas quemadas, con menos legitimidad, con menos poder. Atenco no se ha resuelto, al igual que Chiapas y Juárez, se sigue pudriendo.
En Nuevo Laredo continuidad significa que entran al hospital San José a rematar al comandante que ya habían balaceado. En Tijuana, bajo el tutelaje del tan ejemplar Hank Jr., se resquebrajan las viejas reglas; ahora si uno es empresario el pagar rescate no garantiza nada. En los últimos tres secuestros llevó a la muerte. En Guerrero la policía está desertando de manera masiva por la ola de decapitados. Ahora, en el Distrito Federal, llegan los Zetas y dejan lindo cadáver envuelto con notita. En Michoacán 190 ejecutados en medio año. Y habría que preguntarse a quién le tendrá más miedo un narco, un secuestrador, ¿al Madraxo, al Peje o al Felipillo? Viva la continuidad.
Capaz que el arrestar a Echeverría por zangolotear derechos humanos hace 38 años le valió al Felipillo sus 250 mil votos. Pero también es el equivalente a colocar un aviso oportuno dirigido a todo juez, policía, militar, perito y Ministerio Público: "Les voy a pedir que combatan con todo el poder del Estado al narco... pero no les puedo garantizar que algún abogadillo barato no politice el asunto cuando lleguen a ser abuelos". Habría que estar loco para usar la fuerza del Estado bajo un gobierno que promete la continuidad después de un avance sin precedente en la violencia, los secuestros y el narco.
Quizás gradualmente el país deje de hablar tanto del Peje y ahora se dedique a hablar sobre un Felipillo que anuncia, como primera prioridad, organizar tres viajes al extranjero antes de tomar posesión. Esto es no entender al votante. Si se llegara a anular esta elección, si llegara ha haber interino, el motivo principal no va a ser el opositor, va a ser el vacío de poder, ideas y liderazgo que representa el gris contendiente que no puede anclar la continuidad. La labor de Felipillo ya no es combatir proto-demonio, es demostrar en momento de inmensa fragilidad que puede y debe gobernar. De otra manera pudieran ser los mismísimos intereses los que decidan que ni uno ni otro garantiza liderazgo y continuidad y va de nuez... Pobre país.
Presidente bajo sospecha… otra vez
ResponderBorrarcarlos acosta córdova
México, DF, 10 de julio (apro).- Una sensación de vacío y de impotencia dejan los resultados anunciados por el IFE. Y no por quién ganó y quién perdió, sino porque otra vez, si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ratifica aquéllos, tendremos una Presidencia bajo sospecha, con legitimidad cuestionada. Y tanto trabajo que costó, tanto esfuerzo colectivo de años, para ciudadanizar las instituciones electorales y para depurar, eficientar y transparentar los procesos comiciales.
Qué paradoja: Felipe Calderón fue uno de los impulsores del cambio y modernización de esas instituciones y de esos procesos. Como diputado fue un ferviente y vehemente defensor del voto, del respeto a la voluntad ciudadana; crítico severo de los viejos vicios que empañaban toda elección durante los gobiernos priistas: la coacción y la manipulación del voto, la competencia desigual, la imparcialidad de las autoridades, la falta de limpieza, las trampas.
Pero ahora, con la pírrica ventaja de casi 244 mil votos respecto de Andrés Manuel López Obrador, y con el voto en contra de la mayoría de los mexicanos –de casi 42 millones de votantes, más de 27 millones no cruzaron su nombre en la boleta–, reniega de todo aquello. Ahora, para él, querer llegar hasta las últimas consecuencias en la defensa del voto ciudadano no es más que capricho, ambición, interés particular y ganas de torcer la ley.
¿Harán caso esos 27 millones que no votaron por él a su llamado a la conciliación nacional?, como lo hizo la madrugada de este jueves, cuando logró aventajar a López Obrador por una centésima de punto, luego de 16 horas de estar abajo en el cómputo de las actas distritales.
Invitó a todos a todos los mexicanos para que el país inicie una nueva etapa de conciliación y de paz, pero antes –y después– agredió a quienes no comulgan con él: los mexicanos “votamos pensando en el país, en nuestros hijos, votamos por la paz, rechazamos la violencia como vía para resolver nuestras diferencias”.
Y, en la contradicción, todavía demandó algo más: “Les pido a quienes no votaron por mí, que me den la oportunidad de ganarme su confianza. Mi propósito será hacer míos los anhelos, las aspiraciones y las preocupaciones de quienes no votaron por mí (otra vez: la gran mayoría, 27 millones de mexicanos), al igual que los anhelos y las preocupaciones de quienes sí votaron por mí”.
La pregunta es si tiene autoridad moral para hacer ese tipo de solicitudes, si tiene la conciencia tranquila, para llamar a la conciliación. Y no sólo por su rechazo a quienes legítimamente dudan fundadamente de su triunfo y quieren hacer uso, también legítimo, de su derecho a defender el voto. Sino por la manera de obtener ese triunfo, a través de una campaña que infundió miedo y se propuso fundamentalmente descalificar y destruir al principal y peligroso adversario, y que transformó lo que pudo ser una verdadera fiesta cívica, de gran participación ciudadana, espontánea y convencida, en un delirante tropel de asustados –los que votaron por él– que en masa coparon las casillas para evitar que el demonio Andrés Manuel viniera a destruir el país y desapareciera lo que cada quien tiene.
Sirvieron de mucho los cientos de millones de pesos invertidos en una brutal campaña de descalificación y exponer a López Obrador como un “peligro para el país”. Funcionó la alianza expresa con las cúpulas empresariales y señalar al perredista como retrógrada e irresponsable. Benéficos fueron los apoyos del gobierno de Fox, que no dejó de tacharlo de “populista”, para desprestigiarlo cotidianamente.
Y ahora Calderón, en plan conciliador, le agradece a López Obrador el haber sido un adversario fuerte, y hasta chamba, dice, le ofrecería en su gabinete. Sí, al hombre que para Felipe y sus seguidores representa el endeudamiento, la crisis económica y la pérdida del patrimonio familiar, pero también “el desorden, la violencia y el odio entre los mexicanos”.
¿Hay motivos para celebrar?
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