Los documentos del Departamento de Estado sobre México divulgados por Wikileaks al concluir 2010, que confirman el fracaso total de la guerra de Calderón contra el narco, han evidenciado la grave responsabilidad que tiene la clase política mexicana de redefinir las políticas generales del Estado para rescatar al país, de ahí que el gobierno de facto y los medios busquen minimizar y mistificar su contenido, y que la única reacción acorde a la gravedad de lo que está aconteciendo en México venga desde la sociedad.
1. La reacción tardía y carente de dignidad de Felipe Calderón ante el escándalo, ajena por completo a la tradición diplomática mexicana, mostrando una tibia inquietud por la divulgación de documentos que lo comprometen, evidencia de nuevo su sumisión a Washington. Tras de que el presidente Barack Obama lo llamó, como a otros jefes de Estado, el sábado 11, para deplorar no el trato que le dan en los documentos los oficiales de su gobierno, sino las que calificó como deplorables filtraciones, y subrayar que el asunto no daña los nexos con México, Calderón aguardó otros dos días para hacer saber que en esa charla él refrendó que a su entender esos documentos deberían haber permanecido por siempre secretos, doblando así de nuevo la cerviz.
2. Los documentos del Departamento de Estado, no se puede desconocer, no hablan únicamente de un gobernante carente de dignidad, que se muestra cobarde, sumiso e inepto en sus relaciones con Washington, como hasta ahora han pretendido los medios, o que en el peor de los casos no tiene más culpa que la de haber instaurado una guerra para amedrentar al pueblo, tratar de legitimarse por la vía del autoritarismo y propiciar con el escenario creado que las multinacionales de las que es cómplice se adueñen de los recursos estratégicos del país, sino de haber instaurado políticas que han llevado –por la barbarie y destrucción que deliberadamente han generado– a una verdadera destrucción de México como un Estado independiente para tornarlo en un Estado fallido como lo exige el proyecto de Washington.
2. Los documentos del Departamento de Estado, no se puede desconocer, no hablan únicamente de un gobernante carente de dignidad, que se muestra cobarde, sumiso e inepto en sus relaciones con Washington, como hasta ahora han pretendido los medios, o que en el peor de los casos no tiene más culpa que la de haber instaurado una guerra para amedrentar al pueblo, tratar de legitimarse por la vía del autoritarismo y propiciar con el escenario creado que las multinacionales de las que es cómplice se adueñen de los recursos estratégicos del país, sino de haber instaurado políticas que han llevado –por la barbarie y destrucción que deliberadamente han generado– a una verdadera destrucción de México como un Estado independiente para tornarlo en un Estado fallido como lo exige el proyecto de Washington.