Un gran problema y las perspectivas disponibles
Lorenzo Meyer
15 Abr. 10
Hay interpretaciones sobre la naturaleza de la lucha contra el narcotráfico que, francamente, dan escalofrío
Mientras se recupera, aprovechemos para releer a Carlos Monsiváis.
El tema
Problemas como el narcotráfico son muy difíciles de solucionar, entre otras cosas, porque la explicación de su origen, desarrollo, efectos y perspectivas es muy complicada. En estos días, los mexicanos hemos estado expuestos a puntos de vista variados sobre un tema que en la práctica se traduce en miles de muertos anualmente, producción y tráfico de sustancias ilegales con valor de miles de millones de dólares, presiones externas y posiciones contradictorias en torno a qué tan viable, fallida o exitosa es la estrategia que están siguiendo hoy los gobiernos de México o de Estados Unidos para enfrentar el problema.
Desde la perspectiva de "Los Pinos", la cuestión hoy es simplemente persistir en la "guerra contra el narcotráfico" y no dejarse intimidar por una "ridícula minoría montada sobre el miedo" y que, supuestamente, ya está acorralada por las fuerzas del Estado, pero que en su "desesperación" recurre a la matanza cotidiana como grand finale (más de 2 mil 900 muertos en lo que va del año). En contraste, y desde la perspectiva de uno de los dirigentes de los mayores cárteles del narcotráfico, El Mayo Zambada, la guerra declarada en su contra por el gobierno les afecta, pero no al grado de sentirse derrotados. Al contrario, ese capo que lleva más de 40 años desafiando a "las fuerzas del orden", asegura que, como él y los suyos, han tenido tiempo para echar raíces -desde los 1940 en México el narcotráfico es ya un negocio más redituable que perseguido-, ahora la producción, procesamiento, transporte y distribución de drogas es una actividad que involucra a millones de mexicanos y que está tan imbricada en la sociedad como la centenaria corrupción que la ha prohijado. Desde este enfoque, la captura o eliminación de un capo casi le resulta funcional al crimen organizado, pues le ayuda a llevar adelante el proceso de renovación de sus cúpulas, pues todos los jefes tienen ya operando a quienes les pueden sustituir en caso de ausencia permanente (Proceso, No. 1744).
Una visión desde el 'Vecino Distante'
Stratfor es una firma de análisis estratégico global con sede en Austin, Texas, que en días pasados puso en línea una interpretación sobre las causas y efectos del narcotráfico en México. Un análisis titulado "Mexico and the failed state revisited", del pasado 6 de abril -tras la llamada Reunión de Alto Nivel entre los responsables mexicanos y norteamericanos de combatir al tráfico binacional de drogas- y firmado por George Friedman, sostiene que nuestro país no es un "Estado fallido" pese a que los narcotraficantes le han arrebatado el control sobre el tercio norteño de su territorio (¡el control de la zona geográficamente más estratégica y con los mayores índices de desarrollo!). Sin embargo, sus razones para concluir que el nuestro no es un Estado fallido no son las mismas que esgrimen las autoridades de la Ciudad de México o de Washington, sino otras muy distintas y con terribles implicaciones: México no tiene un Estado fallido, sino que ese Estado -sus clases dirigentes y su economía nacional- ya ha hecho del narcotráfico una de sus razones de ser. Lo que algunos ven como indicador de un gran fallo -el creciente poder del crimen organizado-, para Friedman no es más que una consecuencia ya aceptada y asimilada, de una actividad ilegal pero muy redituable lo mismo para los criminales que para funcionarios, empresarios e incluso para ciudadanos de a pie.
Una incompetencia muy racional
Para Friedman, la realidad mexicana muestra que su Estado, régimen y gobierno tienen una conducta muy racional, pues "han desarrollado estrategias para, por un lado, capear la tormenta [causada por los narcotraficantes] y por el otro sacar beneficio de ella".
Y es que el narcotráfico es muy redituable -en el caso mexicano, se trata de una actividad valuada entre los 35 mil y los 40 mil millones de dólares anuales- montada en una cadena de producción muy simple y que se hace con insumos básicamente locales. Pero justamente por tratarse de un comercio ilegal los precios del producto son altos. La competencia entre los cárteles no consiste en abaratar el producto y reducir el margen de ganancia para sacar al otro del mercado, como sería en el caso del comercio legal, sino en apropiarse a sangre y fuego de la cadena de distribución del competidor. Por tanto, la ferocidad del combate entre cárteles nada tiene que ver con la supuesta "desesperación" de los "acorralados" de la que habla el gobierno, sino con la lógica interna de mercado tan peculiar.
Por lo relativamente simple de la producción de las drogas prohibidas y su alto precio, Friedman calcula que la tasa de ganancia en esa actividad en México asciende al 80% del valor total del producto, es decir, de 28 mil a 32 mil millones de dólares anuales. Para obtener un beneficio igual en la exportación de productos normales (autos, hortalizas, refrigeradores o computadoras) nuestro país debería lograr exportaciones anuales de más o menos 300 mil millones de dólares adicionales a los 230 mil millones en que se calcula el valor de las exportaciones de bienes legales en este año.
Desde la perspectiva del analista de Stratfor, no es sólo a personajes como El Chapo a quienes no les conviene que se llegue a poner fin a este enorme flujo de divisas producto de las exportaciones ilegales, sino que tampoco le conviene a la dirigencia política, a los lavadores de dinero, a los banqueros ni, finalmente, al conjunto de la economía mexicana que desde hace mucho no tiene el brío que le permita absorber legalmente toda la mano de obra que ingresa al mercado laboral.
La relación con la gran potencia del norte
Desde la perspectiva de Friedman, si las fuerzas de seguridad mexicanas no capturan a los capos de la droga ni retoman el control de Ciudad Juárez o Reynosa, no es por falta de equipo, entrenamiento o liderazgo, sino porque va en contra de sus intereses. Finalmente, lo que ocurre en México "no es [producto de la] incompetencia sino de una política nacional racional". Los dirigentes mexicanos no desean pagar el alto costo que implica intentar resolverle a Estados Unidos el problema social que les representa su población adicta a drogas ilícitas. Es sólo por razones de política con Washington que las autoridades mexicanas tienen que hacer como si realmente su meta fuera acabar con la producción y trasiego de drogas, pero la realidad es la opuesta.
Aceptar el diagnóstico de Friedman obligaría a Estados Unidos a confrontar "un problema estratégico". En teoría, Washington tiene cuatro caminos a seguir. Uno es acabar con la demanda de drogas entre sus ciudadanos, otra es legalizar su uso, la tercera es actuar directamente en y sobre México y la cuarta es mantener el status quo, es decir, administrar el problema pero sin pretensiones de resolverlo.
Para Friedman, no hay posibilidad de que Estados Unidos acabe por las buenas o las malas con la demanda de drogas entre sus ciudadanos ni tampoco que dé un viraje ideológico de la magnitud que implica despenalizar el consumo de las mismas. Una intervención norteamericana más directa en México es simplemente impensable (ya a fines del siglo XIX Washington contempló y desechó la ocupación del norte de México para acabar con el abigeato y el contrabando porque esa presencia directa crearía más problemas de los que resolvería). Entonces, lo único que le queda es seguir con más de lo mismo: administrar el problema, aunque sostener en el discurso que la cooperación México-Estados Unidos en el combate a las drogas ha entrado en un estadio superior y que la "Iniciativa Mérida" realmente está dando los resultados esperados.
¿Qué hacer?
El contraste entre Ciudad Juárez -una de las urbes más violentas- y su vecina norteamericana, El Paso -una de las urbes más pacíficas- muestra que en Estados Unidos el problema del narcotráfico aún no interfiere con la vida cotidiana ni impide el buen funcionamiento de las estructuras de seguridad. Sin embargo, y en contraste con lo que opina Friedman, dada la enorme debilidad institucional y corrupción en México, el narcotráfico es un daño social y político cotidiano al corazón mismo del proyecto nacional. Estados Unidos, por fuerte, puede tolerar el narcotráfico y sus consecuencias, pero México, justo por su debilidad, no puede darse ese lujo so pena de continuar su viaje por la espiral del Estado fallido, lo que, en algún punto también obligaría a Estados Unidos a tratar a su vecino del sur como un problema de seguridad nacional, lo que haría perder a México su independencia relativa y lo retrotraería a etapas y condiciones que se suponía que habían sido superadas.
kikka-roja.blogspot.com/
Desde la perspectiva de "Los Pinos", la cuestión hoy es simplemente persistir en la "guerra contra el narcotráfico" y no dejarse intimidar por una "ridícula minoría montada sobre el miedo" y que, supuestamente, ya está acorralada por las fuerzas del Estado, pero que en su "desesperación" recurre a la matanza cotidiana como grand finale (más de 2 mil 900 muertos en lo que va del año). En contraste, y desde la perspectiva de uno de los dirigentes de los mayores cárteles del narcotráfico, El Mayo Zambada, la guerra declarada en su contra por el gobierno les afecta, pero no al grado de sentirse derrotados. Al contrario, ese capo que lleva más de 40 años desafiando a "las fuerzas del orden", asegura que, como él y los suyos, han tenido tiempo para echar raíces -desde los 1940 en México el narcotráfico es ya un negocio más redituable que perseguido-, ahora la producción, procesamiento, transporte y distribución de drogas es una actividad que involucra a millones de mexicanos y que está tan imbricada en la sociedad como la centenaria corrupción que la ha prohijado. Desde este enfoque, la captura o eliminación de un capo casi le resulta funcional al crimen organizado, pues le ayuda a llevar adelante el proceso de renovación de sus cúpulas, pues todos los jefes tienen ya operando a quienes les pueden sustituir en caso de ausencia permanente (Proceso, No. 1744).
Una visión desde el 'Vecino Distante'
Stratfor es una firma de análisis estratégico global con sede en Austin, Texas, que en días pasados puso en línea una interpretación sobre las causas y efectos del narcotráfico en México. Un análisis titulado "Mexico and the failed state revisited", del pasado 6 de abril -tras la llamada Reunión de Alto Nivel entre los responsables mexicanos y norteamericanos de combatir al tráfico binacional de drogas- y firmado por George Friedman, sostiene que nuestro país no es un "Estado fallido" pese a que los narcotraficantes le han arrebatado el control sobre el tercio norteño de su territorio (¡el control de la zona geográficamente más estratégica y con los mayores índices de desarrollo!). Sin embargo, sus razones para concluir que el nuestro no es un Estado fallido no son las mismas que esgrimen las autoridades de la Ciudad de México o de Washington, sino otras muy distintas y con terribles implicaciones: México no tiene un Estado fallido, sino que ese Estado -sus clases dirigentes y su economía nacional- ya ha hecho del narcotráfico una de sus razones de ser. Lo que algunos ven como indicador de un gran fallo -el creciente poder del crimen organizado-, para Friedman no es más que una consecuencia ya aceptada y asimilada, de una actividad ilegal pero muy redituable lo mismo para los criminales que para funcionarios, empresarios e incluso para ciudadanos de a pie.
Una incompetencia muy racional
Para Friedman, la realidad mexicana muestra que su Estado, régimen y gobierno tienen una conducta muy racional, pues "han desarrollado estrategias para, por un lado, capear la tormenta [causada por los narcotraficantes] y por el otro sacar beneficio de ella".
Y es que el narcotráfico es muy redituable -en el caso mexicano, se trata de una actividad valuada entre los 35 mil y los 40 mil millones de dólares anuales- montada en una cadena de producción muy simple y que se hace con insumos básicamente locales. Pero justamente por tratarse de un comercio ilegal los precios del producto son altos. La competencia entre los cárteles no consiste en abaratar el producto y reducir el margen de ganancia para sacar al otro del mercado, como sería en el caso del comercio legal, sino en apropiarse a sangre y fuego de la cadena de distribución del competidor. Por tanto, la ferocidad del combate entre cárteles nada tiene que ver con la supuesta "desesperación" de los "acorralados" de la que habla el gobierno, sino con la lógica interna de mercado tan peculiar.
Por lo relativamente simple de la producción de las drogas prohibidas y su alto precio, Friedman calcula que la tasa de ganancia en esa actividad en México asciende al 80% del valor total del producto, es decir, de 28 mil a 32 mil millones de dólares anuales. Para obtener un beneficio igual en la exportación de productos normales (autos, hortalizas, refrigeradores o computadoras) nuestro país debería lograr exportaciones anuales de más o menos 300 mil millones de dólares adicionales a los 230 mil millones en que se calcula el valor de las exportaciones de bienes legales en este año.
Desde la perspectiva del analista de Stratfor, no es sólo a personajes como El Chapo a quienes no les conviene que se llegue a poner fin a este enorme flujo de divisas producto de las exportaciones ilegales, sino que tampoco le conviene a la dirigencia política, a los lavadores de dinero, a los banqueros ni, finalmente, al conjunto de la economía mexicana que desde hace mucho no tiene el brío que le permita absorber legalmente toda la mano de obra que ingresa al mercado laboral.
La relación con la gran potencia del norte
Desde la perspectiva de Friedman, si las fuerzas de seguridad mexicanas no capturan a los capos de la droga ni retoman el control de Ciudad Juárez o Reynosa, no es por falta de equipo, entrenamiento o liderazgo, sino porque va en contra de sus intereses. Finalmente, lo que ocurre en México "no es [producto de la] incompetencia sino de una política nacional racional". Los dirigentes mexicanos no desean pagar el alto costo que implica intentar resolverle a Estados Unidos el problema social que les representa su población adicta a drogas ilícitas. Es sólo por razones de política con Washington que las autoridades mexicanas tienen que hacer como si realmente su meta fuera acabar con la producción y trasiego de drogas, pero la realidad es la opuesta.
Aceptar el diagnóstico de Friedman obligaría a Estados Unidos a confrontar "un problema estratégico". En teoría, Washington tiene cuatro caminos a seguir. Uno es acabar con la demanda de drogas entre sus ciudadanos, otra es legalizar su uso, la tercera es actuar directamente en y sobre México y la cuarta es mantener el status quo, es decir, administrar el problema pero sin pretensiones de resolverlo.
Para Friedman, no hay posibilidad de que Estados Unidos acabe por las buenas o las malas con la demanda de drogas entre sus ciudadanos ni tampoco que dé un viraje ideológico de la magnitud que implica despenalizar el consumo de las mismas. Una intervención norteamericana más directa en México es simplemente impensable (ya a fines del siglo XIX Washington contempló y desechó la ocupación del norte de México para acabar con el abigeato y el contrabando porque esa presencia directa crearía más problemas de los que resolvería). Entonces, lo único que le queda es seguir con más de lo mismo: administrar el problema, aunque sostener en el discurso que la cooperación México-Estados Unidos en el combate a las drogas ha entrado en un estadio superior y que la "Iniciativa Mérida" realmente está dando los resultados esperados.
¿Qué hacer?
El contraste entre Ciudad Juárez -una de las urbes más violentas- y su vecina norteamericana, El Paso -una de las urbes más pacíficas- muestra que en Estados Unidos el problema del narcotráfico aún no interfiere con la vida cotidiana ni impide el buen funcionamiento de las estructuras de seguridad. Sin embargo, y en contraste con lo que opina Friedman, dada la enorme debilidad institucional y corrupción en México, el narcotráfico es un daño social y político cotidiano al corazón mismo del proyecto nacional. Estados Unidos, por fuerte, puede tolerar el narcotráfico y sus consecuencias, pero México, justo por su debilidad, no puede darse ese lujo so pena de continuar su viaje por la espiral del Estado fallido, lo que, en algún punto también obligaría a Estados Unidos a tratar a su vecino del sur como un problema de seguridad nacional, lo que haría perder a México su independencia relativa y lo retrotraería a etapas y condiciones que se suponía que habían sido superadas.