Robert FiskCerrar Gaza a periodistas, inútil y contraproducente
¿A qué le tiene miedo Israel? Esa nación lleva años utilizando la vieja excusa de la “zona militar restringida” para impedir que se cubra la ocupación de los teritorios palestinos. Pero la última vez que Israel jugó a esto –en Jenin, en 2000– fue un desastre. Al impedir que los reporteros vieran la verdad con sus propios ojos, lo que éstos hicieron fue citar a palestinos que afirmaron que hubo una matanza perpetrada por los soldados israelíes, y Tel Aviv ha pasado años desmintiéndolo. De hecho sí hubo una masacre, pero no a la escala que se reportó originalmente.
Ahora el ejército israelí utiliza esa misma práctica fracasada. Veten a la prensa. Mantengan fuera a las cámaras. Pero la mañana de ayer, sólo horas después de que el ejército israelí entró a Gaza para matar a más miembros de Hamas –y desde luego a más civiles–, ese movimiento reportó la captura de dos soldados israelíes. Reporteros en el terreno pudieron haber distinguido la verdad de la mentira. Pero sin un solo periodista occidental en Gaza, los israelíes tuvieron que decirle al mundo que no sabían si la versión era verdadera o no.
De otro lado, los israelíes son tan inescrupulosos, que las razones para impedir el acceso a periodistas se entienden muy fácilmente: hay tantos soldados de Israel que van a matar a tantos inocentes –tomando en cuenta sólo a aquellos de los que nos enteramos–, que las imágenes de la matanza serían intolerables. No es que los palestinos hayan sido de mucha ayuda. El secuestro, por parte de una familia de la mafia palestina de un hombre de la BBC en Gaza, quien finalmente fue liberado por Hamas hace unos meses aunque ahora eso no se recuerde, le puso precio a la cabeza de cualquier trabajador de la televisión occidental en esa zona. Sin embargo, los resultados son los mismos.
En 1980, la Unión Soviética expulsó a todo periodista occidental de Afganistán. Quienes estábamos reportando la invasión rusa y sus brutales consecuencias no podíamos reingresar al país, excepto que fuéramos acompañados de guerrilleros mujaidines.
Recibí una carta de Charles Douglas Hume, entonces director de The Times, diario para el que trabajaba, quien me hizo una importante observación: “Ahora que no tenemos cobertura regular desde Afganistán”, me dijo el 26 de marzo de ese año, “agradecería que no perdieras la oportunidad de reportar a partir de testimonios confiables de lo que está ocurriendo en el país. No debemos permitir que lo que ocurre en Afganistán se desvanezca del papel simplemente porque no tenemos corresponsal ahí”.
No debe sorprendernos que los israelíes empleen la vieja táctica soviética de cegar la visión del mundo sobre la guerra. Pero el resultado es que las voces palestinas, al contrario de las de los reporteros occidentales, dominarán las ondas magnéticas. Los hombres y mujeres que están bajo los ataques aéreos y de artillería de los israelíes están ahora contando sus propias historias a televisoras, radios y periódicos, como nunca antes pudieron, sin el artificial “equilibrio” que mucho del periodismo televisivo impone a los reportes en vivo.
Quizá esto se convierta en una nueva forma de cubrir un conflicto, dejando que los participantes cuenten sus propias historias. El otro lado de la moneda será, desde luego, que no hay occidental alguno en Gaza para cuestionar a Hamas su dudoso testimonio de los hechos: otra victoria para la milicia palestina, entregada en bandeja por los israelíes.
Pero hay un lado todavía más oscuro. La versión de los hechos que ha dado Israel ha gozado de tanta credibilidad ante la agonizante administración del presidente George W. Bush que la prohibición a los periodistas de ingresar a la franja de Gaza puede simplemente no importarle al ejército israelí. Para cuando podamos investigar lo que sea que están tratando de ocultar, ya estaremos inmersos en otra crisis y ellos proclamarán que se encuentran en “el frente de batalla en la guerra contra el terror”.
© The Independent Traducción: Gabriela Fonseca RETIRADA Y FRONTERAS DEL SIONISMO [1] www.libreria-mundoarabe.com/FronterasSionismo.htmDarryl Li [2] A mediados de enero de 2008, cuando Israel reforzó más su bloqueo sobre la Franja de Gaza, rápidamente se aseguró al mundo queMapa Gaza no se permitiría una “crisis humanitaria”. Valga el siguiente ejemplo: días después de que el intenso bloqueo obligara a Hamas a abrir una brecha en la frontera entre Gaza y Egipto y a los palestinos a entrar en masa en Egipto a la búsqueda de provisiones, Israel anunció planes para enviar miles de vacunas para animales con el fin de prevenir posibles brotes de gripe aviar y otras epidemias debidas a la entrada de ganado y aves desde Egipto a Gaza [3] . Por otro lado, las medicinas para los seres humanos están entre los suministros que apenas han entrado en Gaza desde que la frontera ha sido cerrada de nuevo. Más que un acto progresista en su propio interés –o, más precisamente, como un reconocimiento de que “el virus no se detiene en el control fronterizo” [4] – el citado envío de vacunas para animales proporciona una pista de cómo Israel está rediseñando su control sobre la Franja de Gaza. La historia de las recientes restricciones –cuando, hasta cierto punto, ésta se da a conocer al mundo exterior–, se explica en gran medida a través de las estadísticas: el 90% de las empresas privadas de Gaza ha cerrado, el 80% de la población recibe ayuda alimentaria, todos los solares donde se podría construir están vacíos y el desempleo ha superado todos los registros anteriores [5] . Periodistas y ONGs han presentado imágenes de agricultores arruinados, comerciantes en quiebra y pacientes médicos atrapados. Pero el control total sobre Gaza no es simplemente una versión más severa de las políticas llevadas a cabo durante los pasados cinco años; también refleja un cambio cualitativo en la técnica israelí para administrar el territorio. El contraste entre el fácil traslado de vacunas para animales desde Israel a Gaza y el rechazo israelí a enviar medicinas para la población humana es un buen ejemplo de esta nueva forma de control que, a falta de un término mejor, podemos llamar “retirada”. “Retirada” es, desde luego, el nombre que Israel dio a su eliminación de las colonias y bases militares de la Franja de Gaza en 2005. Pero en lugar de un abandono del control, la retirada debe ser entendida como un proceso de abandono controlado puesto en marcha por Israel para cortar los lazos forjados con Gaza a lo largo de cuarenta anos de dominación, sin permitir que surja ninguna alternativa viable, y todo ello mientras deja a la comunidad internacional de donantes para que financie los restos de lo que ha abandonado. El resultado es que Israel considera a la Franja como un corral para animales cuyos moradores no pueden ser domesticados y por eso deben ser puestos en cuarentena. La retirada es una forma de control que no se fija como objetivo la justicia, ni siquiera la estabilidad, sino la simple supervivencia –como estamos viendo cada vez que aseguran que van a evitar una imprecisa “crisis humanitaria”. Del bantustán al campo de internamiento y de ahí al corral para animales Desde sus comienzos, hace un siglo, el proyecto sionista de creación de un Estado para el pueblo judío en el Mediterráneo oriental se ha enfrentado con un reto insuperable: cómo tratar con los nativos no judíos –que hoy comprenden a la mitad de la población que vive bajo gobierno israelí– cuando la realidad práctica dicta que no pueden ser eliminados y la ideología exige que no se les debe otorgar la igualdad política. Partiendo de este punto, el perfil general de la política israelí a lo largo del tiempo ha sido claro: primero, concentrar al mayor número de árabes en el menor espacio de territorio, y segundo, aumentar al máximo el control sobre los árabes reduciendo al mínimo cualquier posible responsabilidad hacia ellos. En cuanto al primer objetivo, Gaza representa un éxito destacado: aunque sólo ocupa el 1,5% del área entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, acumula a uno de cada cuatro palestinos que viven en todo el país. Sin embargo, respecto al segundo objetivo, la suerte que ha corrido Gaza la ha transformado en un lugar muy difícil de controlar y su pobreza la convierte en una vergüenza frente a la comunidad internacional. Así, la resistencia palestina y, en menor grado, la presión internacional, han forzado a Israel a revisar varias veces su grado de responsabilidad y su nivel de control sobre la zona. Cada fase de este experimento en curso puede comprenderse mediante metáforas espaciales que restringen cada vez más el ámbito de actuación de los palestinos: bantustán, campo de internamiento y granja para animales. Desde 1967 hasta la primera intifada entre 1987 y 1993, Israel utilizó su control militar para incorporar por la fuerza la economía y la infraestructura de Gaza en su propio beneficio, mientras trataba a la población palestina como una reserva de trabajadores inmigrantes baratos. Es durante esta etapa de migración laboral y de segregación territorial cuando Gaza se asemejó más a los bantustanes sudafricanos –los pequeños Estados negros en teoría independientes creados por el régimen del apartheid para evadir su responsabilidad respecto a la población indígena a la cual explotaba [6] . Durante la ocupación israelí en la época de los acuerdos de Oslo (1993-2005) [7] , Israel delegó algunas funciones administrativas en la Autoridad Palestina y dio la bienvenida a los trabajadores de Asia y Europa del Este en sustitución de los de Gaza. También surgió una nueva infraestructura para controlar los movimientos de los habitantes de Gaza. Los permisos para viajar a Israel y Cisjordania, que antes se concedían de forma usual, se hicieron poco frecuentes. Se detuvo el habitual tráfico de vehículos. En la segunda mitad de la década, Israel valló todo el territorio y comenzó a canalizar a la población y los productos no israelíes a través de un puñado de pasos fronterizos fijos de nueva construcción, como los que recientemente se han instalado en Cisjordania. Fue durante este periodo bajo administración israelí cuando Gaza se pareció más a un enorme campo de internamiento. La población detenida se organizó hasta cierto punto y eligió representantes para que actuaran en su nombre ( la Autoridad Palestina) quienes, sin embargo, actuaron bajo la tutela de la máxima autoridad militar israelí, dentro de un marco de acuerdos concertados por Israel y una Organización para la Liberación de Palestina cada ves más débil (acuerdos que ahora son básicamente de Israel consigo mismo). El fracaso de la iniciativa colonial y la feroz resistencia armada durante la segunda intifada que comenzó en el invierno de 2000 contribuyeron sin duda en la decisión de acabar con los asentamientos y retirar a los soldados. Aparte de proporcionar a Israel una cobertura política decisiva para continuar con sus planes de colonizar Cisjordania y otros lugares, la retirada también le hizo mucho menos vulnerable frente a los grupos armados palestinos. Entre 2000 y 2005, Gaza contaba con menos de un 1% de la población de Israel-Palestina, pero representaba aproximadamente el 10% de las víctimas israelíes relacionadas con la intifada, y más del 40% de todas los combatientes israelíes muertos. Por otro lado, la amenaza se situaba casi por completo dentro del territorio de Gaza, contra soldados y colonos. El cierre hermético de Gaza neutralizó en gran medida la amenaza de las bombas de los suicidas, dejando a los grupos armados palestinos de Gaza con pocos medios efectivos para dañar a Israel. Desde agosto de 2005, los ataques con cohetes Qassam han matado a cuatro personas en Israel, menos del promedio semanal de palestinos asesinados en Gaza por el ejército israelí a lo largo de 2007. [8] Los críticos se han apresurado a señalar que la retirada no cambia el control efectivo de Israel sobre Gaza y, por tanto, su responsabilidad como poder ocupante sometido a la ley internacional sobre derechos humanos. A un nivel militar, Israel continúa patrullando el cielo y las costas de Gaza, y el ejército de tierra sigue actuando –mediante la construcción de fortificaciones y la creación de zonas de seguridad dentro de la Franja– de un modo tan habitual que la mayor diferencia parece ser la simple reubicación de sus cuarteles unos pocos kilómetros más hacia el este. Sin embargo, con la eliminación de las bases militares permanentes, los críticos tienden a quitar importancia a la actual dependencia de Gaza respecto a Israel como prueba del control israelí. El sistema tributario, el monetario y el control del comercio continúan en manos de Israel; el agua [9] , la electricidad y las infraestructuras de comunicación continúan dependiendo de Israel; e incluso la inscripción de la población en el registro todavía está en manos de las autoridades israelíes. La respuesta de Israel ha sido simple, aunque hipócrita: “si la responsabilidad respecto a Gaza proviene de su dependencia de Israel, entonces estaríamos encantados de cortar esos vínculos de una vez por todas”. Y esto es exactamente lo que Israel ha comenzado a hacer después de la derrota militar de Fatah frente a Hamas en Gaza en junio de 2007. De hecho, incluso si el paso de Rafah, en la frontera entre Gaza y Egipto, se abriera de nuevo, siendo coordinado por Fatah o por los servicios de seguridad de la Autoridad Palestina bajo el mando de Mahmud Abbas –como todavía ocurre con Erez, el único punto de paso para las personas entre Israel y la Franja–, esto sólo serviría para proporcionar a Israel otra excusa que le permita ignorar su responsabilidad con respecto a los habitantes de Gaza. En cualquier caso, el experimento de gobierno indirecto surgido en Oslo parece haber llegado a su fin en Gaza. En la actualidad, Israel no trata tanto a este territorio como un campo de internamiento, sino más bien como un corral para animales: un espacio parecido a una absoluta prisión, cuyos guardianes ante todo están interesados en mantener vivos y dóciles a quienes viven dentro, mostrando tan sólo una ligera preocupación por las opiniones de sus vecinos y otros extraños. La diferencia resulta más clara con respecto a las fuentes de energía. En 2006, en respuesta a la captura de uno de sus soldados y a la muerte de otros dos, Israel bombardeó la única central eléctrica de Gaza, la cual, incluso después de alguna reparación, ahora opera más o menos a un tercio de su capacidad [10] . Ahora se trata de provocar la misma privación cortando la electricidad que Israel suministra directamente a Gaza, incrementando los apagones diarios, que ya eran habituales. Estos cortes, tal y como fueron aprobados por el Tribunal Supremo de Israel el 30 de enero y puestos en práctica por primera vez el 7 de febrero, serán regulados para garantizar que se cubren las “necesidades humanitarias básicas” de la población. En noviembre, el tribunal aprobó medidas semejantes con el fin de reducir la cantidad de combustible que Israel vende a Gaza. Este cambio en el enfoque por parte de Israel a partir de 2006 se asemeja a la diferencia entre aporrear la cabeza de un prisionero rebelde para someterlo y domar a un animal regulando con cuidado el uso de la correa y la alimentación. Retirada y “atenciones humanitarias básicas” Para entender las diferencias a la hora de administrar un campo de internamiento y un corral para animales, sería de ayuda comenzar por el lugar donde el control de Israel sobre Gaza resulta más evidente a nivel material: los puestos fronterizos. mapa refugiados A nivel oficial, el puesto fronterizo de Karni es el único destinado al tráfico de mercancías entre la Franja de Gaza e Israel, una instalación sumamente fortificada, a caballo entre ambos lados de la frontera, en el lugar que ocupó un viejo aeródromo británico cerca de la ciudad de Gaza. Karni tiene aproximadamente treinta vías de acceso para controlar los distintos tipos de carga –desde contenedores de barco a mercancías a granel– que se requieren para hacer frente a las necesidades de una economía moderna. Karni es un producto del periodo de Oslo que resume su idea de espectáculo grandioso –aunque de una tediosa ineficacia– compensando el control israelí con la imagen de la autonomía palestina. El puesto fronterizo funciona de acuerdo al antieconómico sistema del transporte “en cadena”: una de las partes deposita las mercancías en una tierra de nadie dividida por un muro, y luego la otra la recoge, sin ningún contacto directo entre ambas, duplicando de este modo los gastos de transporte. En los últimos meses, Israel ha cerrado por completo el paso de Karni, excepto para transportes ocasionales de trigo y pienso para animales [11] . Por otro lado, la mayor parte del tránsito de algunos de los “artículos de primera necesidad” permitidos ha sido redirigido por Israel hacia los pasos fronterizos de Kerem Shalom y Sufa, más al sur. A diferencia de Karni, Kerem Shalom y Sufa funcionan bajo el completo control de Israel, sin hacer ninguna concesión a los acuerdos con Palestina. No son puestos fronterizos destinados al tráfico de mercancías sino, en esencia, puertas en la valla de separación que nunca fueron diseñadas para el trasiego de mercancías y en donde es imposible manejar muchas clases de artículos difíciles de empacar, como materiales de construcción o tuberías de gas [12] . Juntos, cuando abren, Kerem Shalom y Sufa quizás pueden tramitar el paso de 100 cargas de camión por día, en comparación con las 750 de Karni. [13] Más revelador, sin embargo, resulta el modo de llevar a cabo el tránsito de las mercancías: éstas son descargadas de los camiones en Kerem Shalom y Sufa y luego se dejan en pallets a cielo abierto para que los palestinos vengan y las recojan, una vez que se les concede el permiso para acercarse. El contraste es notable con los complejos trámites de seguridad de Karni y su reglamentado sistema de reparto. “Al menos en prisión, y yo he estado allí, hay reglas”, dice en el New York Times el abogado por los derechos humanos nacido en Gaza, Raji Sourani. “Pero ahora vivimos en una especie de granja para animales. Vivimos en un corral donde nos vuelcan la comida y las medicinas.” [14] El desplazamiento físico desde Karni a Kerem Shalom y Sufa, y las restricciones oficiales al paso de mercancías, reduciéndolo a “artículos de primera necesidad”, reflejan el cambio en la política de bloqueo de Israel, que trata de castigar la economía de Gaza prescindiendo de ella en su conjunto (excepto cuando los productores israelíes necesitan librarse de sus excedentes baratos en Gaza). Israel también está abandonando de manera selectiva otras relaciones económicas con Gaza: Los principales bancos de Israel han anunciado su intención de romper los vínculos con Gaza y, desde el otoño, Israel ha limitado la entrada de dólares americanos y de dinares jordanos, lo cual pone en peligro la capacidad de Gaza para adquirir artículos de importación y poder hacer frente a sus pagos. La poca importancia de la economía de Gaza a los ojos de Israel resulta más evidente en el contexto de la decisión del TribunalPaso Karni Supremo israelí de aprobar los cortes de combustible a Gaza, basándose en que, si es posible racionar el combustible restante para los hospitales y la red de saneamiento, entonces la economía de Gaza no necesita jugar ningún papel: “No aceptamos el argumento de los demandantes según el cual se debe permitir que las ‘fuerzas del mercado’ desempeñen su papel en Gaza en relación al consumo de combustible [15] .” La lógica de las decisiones del tribunal sobre el combustible y la electricidad sugieren que una vez cubiertas unas imprecisas “necesidades humanitarias básicas”, es permisible cualquier otra privación. En la práctica, a menudo es imposible establecer una clara distinción entre necesidades vitales y lujos, pues no puede ignorarse el amplio espectro de actividades y deseos humanos que no son menos importantes simplemente porque puedan ser aplazados por algún tiempo. Esto resulta más dramático con respecto a los permisos para abandonar Gaza con el fin de recibir tratamiento médico, que en la actualidad sólo se conceden a quienes se encuentran en “peligro de muerte”. [16] Según este criterio, y de acuerdo a la organización Human Rights Watch, han sido denegados los permisos para intervenciones que conduzcan a una mayor “calidad de vida”, como operaciones a corazón abierto, provocando la muerte de los pacientes. En el caso de los cortes de electricidad, el Tribunal Supremo actuó irresponsablemente, como si los habitantes de Gaza pudieran redistribuir fácilmente la electricidad restante a los hospitales y la red de saneamiento, a pesar de las claras evidencias que indican lo contrario [17] . Para poder redistribuir la electricidad a las distintas zonas, los técnicos deben acudir en persona a las subestaciones varias veces al día y accionar manualmente las palancas que están diseñadas para ser manipuladas sólo una vez al año, durante su mantenimiento. Como resultado, se han producido numerosos desperfectos y al menos dos ingenieros se han electrocutado. [18] Incluso si se pudiera aplicar y se hiciera con la mejor de las intenciones, la lógica de las “atenciones humanitarias básicas” (no está claro cuáles serían las atenciones humanitarias “no básicas”) sólo traería como consecuencia que absolutamente todos los habitantes de Gaza se convirtieran en mendigos –o, más bien, en animales cebados– dependientes del dinero internacional y de las autorizaciones israelíes. Permite a Israel mantener a los palestinos y a la comunidad internacional en un estado de temor constante frente a unas “crisis humanitarias” totalmente prefabricadas que Israel puede provocar con sólo pulsar un interruptor (a causa del embargo, la central eléctrica de Gaza nunca dispone de más combustible que el necesario para funcionar durante dos días) [19] . Además, desvía la atención, e incluso legitima, la destrucción de la propia economía de Gaza, de sus instituciones y de su infraestructura, por no hablar de la colonización israelí puesta en marcha en otros lugares de Israel-Palestina. Las “atenciones humanitarias básicas” reducen las necesidades, las aspiraciones y los derechos de 1,4 millones de seres humanos a un ejercicio de contar calorías, megawatios y otras unidades abstractas y unidimensionales que miden la distancia que los separa de la muerte. Los nombres de la desigualdad Dado que Israel ha experimentado a lo largo de las décadas con varios modelos de control sobre Gaza, el rechazo básico a la igualdad política que rodea a todos ellos ha tomado nombres diferentes, tanto para justificarse como para proporcionar un argumento que maquille sus propios excesos. Durante el periodo de los bantustanes, la desigualdad fue llamada coexistencia; durante el periodo de Oslo, segregación; y durante la retirada ha sido redefinida como “crisis humanitarias” que han sido evitadas, o como supervivencia. Estos eslóganes no eran del todo mentira, pero no hacían frente a la desagradable verdad de que coexistir no equivale a ser libre, vivir separados no equivale a ser independientes y sobrevivir no equivale a vivir. Frontera Egipto La retirada, sin embargo, no es tan sólo el último estadio en un proceso histórico, es también el escalón más bajo en una jerarquía de sometimiento diferenciada por territorios que también incluye a los palestinos en Cisjordania, Jerusalén Este y dentro de la Línea Verde. La mitad de los habitantes entre el Mediterráneo y el Jordán viven bajo un Estado que los excluye de la comunidad como sujetos políticos, les niega la verdadera igualdad y, por tanto, no les permite ejercer sus derechos en diversos campos. Israel se las ha ingeniado de un modo admirable para mantener a esta mitad de la población enfrentada entre sí –y a su vez enfrentada contra los trabajadores extranjeros y los judíos no ashkenazíes [20] – mediante un cuidadoso reparto de privilegios y castigos que impone diferencias entre ellos y que, previsiblemente, continuará llevando a cabo en un futuro. Por supuesto, siempre existe la posibilidad de actos de resistencia esporádicos y dramáticos, como la apertura de una brecha en la frontera –lo que transformó temporalmente una extensión desolada de casas demolidas en un enorme mercado al aire libre– o los cambios políticos graduales, como un posible acuerdo para reabrir el paso fronterizo de Rafah. Pero entre estas dos vías, la inexorable lógica del gobierno israelí para llevar a cabo un abandono controlado parece permanecer casi intacta. Resulta revelador que, a pesar de todos los rumores de segregación, incluso el segmento de población palestina más alejado y aislado que vive bajo control de Israel todavía está lo bastante cerca de los judíos israelíes para provocar la rápida reacción de la sanidad pública de aquel país, debido a la introducción de ganado y aves de corral desde Egipto. El envío de vacunas para animales no sólo da cuenta del control de Israel sobre Gaza y de su renuncia a cualquier responsabilidad sobre las personas que allí habitan, sino que también es un recuerdo tácito de la proximidad física que continúa después de cuarenta años de ocupación. Los habitantes de Sderot, ciudad del sur de Israel, también recordaron con desagrado esta proximidad cuando, una mañana del año 2005, se despertaron para encontrar en las calles cientos de panfletos en árabe donde se les advertía que debían abandonar sus hogares antes de que fueran atacados [21] . La aviación israelí había lanzado los folletos sobre los territorios vecinos, en el norte de la Franja de Gaza, con la intención de intimidar a los palestinos, pero en cambio los fuertes vientos los transportaron al otro lado de la frontera. BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA · Michel Warschawski, A tumba abierta. La crisis de la sociedad israelí , Editorial Icaria, Barcelona, 2004. · Michael Ghattas Jahshan, Al-Aqsa de Jerusalén. El derecho palestino , Editorial Amaru, Salamanca, 1992. · Unión de Escritores Palestinos, Bajo la ocupación. Relatos palestinos, Diputación de Málaga, Málaga, 2003. · Varios, El conflicto árabe-israelí: nuevas expectativas , Ministerio de Defensa, Madrid, 2006. · Edward W. Said, Gaza y Jericó. Pax Americana , Editorial Txalaparta, Navarra, 1995. · Varios, La guerra israelí de la desinformación. Desinformación y falsas simetrías en el conflicto palestino israelí , Ediciones de Oriente y Mediterráneo, Madrid, 2004. · Matthew Levitt, Hamás , Editorial Belacqva, Barcelona, 2008. · Varios, Revista Hesperia, Culturas del Mediterráneo nº 6, especial Palestina , Editorial Fundación J.L. Pardo / Tres Culturas, Madrid, 2007. · Ignacio Álvarez-Osorio, Informe sobre el conflicto de Palestina. de los acuerdos de Oslo a la hoja de ruta , Ediciones de Oriente y Mediterráneo, Madrid, 2006. · Tanya Reinhart, Israel-Palestina: cómo acabar con el conflicto , RBA Ediciones, Barcelona, 2004. · Alain Gresh, Israel, Palestina. Verdades sobre un conflicto , Editorial Anagrama, Barcelona, 2002. · Mario Vargas Llosa, Israel-Palestina, paz o guerra santa , Editorial Aguilar, Madrid, 2006. · Nur Masalha, Israel: Teorías de la expansión territorial , Edicions Bellaterra, Barcelona, 2002. · Sofía Arjonilla, La mujer palestina en Gaza, Ediciones de Oriente y Mediterráneo, Madrid, 2001. · Roswitha von Benda, Los niños de la intifada , Editorial Talasa, Madrid, 1991. · Juan Altable, Oriente Próximo, las claves del conflicto , Editorial Sílex, Madrid, 2000. · Juan Cierco, Palabras entre balas y piedras , Fundación Tres Culturas, Sevilla, 2003. · Edward W. Said, Palestina. Paz sin territorios , Editorial Txalaparta, Navarra, 2000. · Víctor Currea-Lugo, Palestina. Entre la trampa del muro y el fracaso del derecho , Editorial Icaria, Barcelona, 2005. · Michel Warschawsky, La revolución sionista ha muerto. Voces israelíes contra la ocupación (1967-2007) , Edicions Bellaterra, Barcelona, 2008. · Miguel A. Murado, La segunda intifada. Historia de la revuelta palestina , Ediciones de Oriente y Mediterráneo, Madrid, 2006. · Joan B. Culla, La tierra más disputada. El sionismo, Israel y el conflicto de Palestina , Alianza Editorial, Madrid, 2005. NOTAS.- [1] Middle East Report Online, 16 de febrero de 2008. ( http://www.merip.org/mero/mero021608.html ). [2] Darryl Li es doctorando en Antropología y Estudios de Oriente Medio por la Universidad de Harvard, estudia derecho en la Universidad de Yale, y ha pasado el mes de enero de 2008 en la Franja de Gaza. [3] Associated Press, 30 de enero de 2008. [4] Esta frase (ha-virus lo ‘otzer ba-mahsom ) es el título de un libro de 2002 sobre el sistema de salud en Cisjordania y la Franja de Gaza cuya edición inglesa apareció con el título más políticamente correcto de Separate and Cooperate, Cooperate and Separate: The Disengagement of the Palestine Health Care System from Israel and Its Emergence as an Independent System (“Separación y colaboración, colaboración y separación: La desconexión del sistema de salud palestino respecto a Israel y su nacimiento como sistema independiente”), Tamara Barnea y Rafiq Husseini, eds., Praeger, Londres, 2002. Agradecemos esta información a Deema Arafah. [5] The Closure of the Gaza Strip: The Economic and Humanitarian Consequences (“El bloqueo de la Franja de Gaza: sus consecuencias económicas y humanitatias”), Oficina de las Naciones Unidad para la Coordinación de Acciones Humanitarias (OCHA, en sus siglas inglesas), 13 de diciembre de 2007. [6] Las visiones sombrías de un futuro bantustán para Gaza son tan antiguas que no vienen al caso. Ya en 1985, dos autores observaron que “Gaza es efectivamente un bantustán –un dormitorio para jornaleros en la economía israelí. Es por esta razón que la tan cacareada ‘partición en dos Estados’ resulta poco atractiva tanto para los habitantes de Gaza como para algunos de Cisjordania” Richard Locke y Antony Stewart, Bantustan Gaza , Zed Books, Londres, 1985, p. 2. [7] En los acuerdos de Oslo se negoció la retirada de las fuerzas israelíes de la Franja de Gaza y de Cisjordania, así como el derecho de los palestinos al autogobierno en esas zonas a través de la Autoridad Palestina. El gobierno palestino duraría cinco años de manera interina, durante los cuales el estatus sería renegociado a partir de mayo de 1996. Las cuestiones acerca del estatuto de Jerusalén, el retorno de los refugiados palestinos, los asentamientos israelíes, la seguridad y las fronteras exactas fueron excluidas. (Nota de la Redacción). [8] Más del 70% de las muertes de israelíes en la Franja de Gaza antes de la retirada fue personal de seguridad armado, frente al 50% en Cisjordania y el 15% dentro de la Línea Verde*. Las estadísticas de las muertes israelíes han sido extraídas de Victims of Palestinian Terror Since September 2000 (“Víctimas del terror palestino desde septiembre de 2000”), actualizado regularmente por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel ( http://www.mfa.gov.il/ ), y de recuentos llevados a cabo por la organización israelí de derechos humanos B’tselem ( http://www.btselem.org/English/Statistics/Casualties.asp ). De acuerdo a la página 6 del borrador del informe anual de B’tselem para 2007, 293 habitantes de Gaza (armados o desarmados) fueron asesinados por Israel en 2007. * La Línea Verde es la demarcación que se estableció en el Armisticio árabe-israelí de 1949 celebrado entre Israel y sus oponentes (Siria, Jordania, y Egipto), al finalizar la Guerra árabe-israelí de 1948. La Línea Verde separa a Israel de los territorios de Cisjordania y la Franja de Gaza, los cuales serían conquistados por Israel en 1967, durante la Guerra de los Seis Días. El nombre de “línea verde” se deriva del lápiz verde usado para dibujar la línea en el mapa durante las negociaciones. (Nota de la Redacción). [9] Véase Habib Ayeb, Agua y poder. Geopolítica de los recursos hidráulicos en Oriente Próximo , Edicions Bellaterra, Barcelona, 2001. (Nota de la Redacción). [10] Para una visión general de los efectos del bombardeo y una valoración de su legalidad, véase B’tselem, Act of Vengeance: Israel’s Bombing of the Gaza Power Plant and its Effects (“Acto de venganza: el bombardeo israelí de la central eléctrica de Gaza, y sus efectos”), septiembre de 2006. Israel ha continuado dificultando las reparaciones, llevando a cabo cortes de energía generalizados, incluso antes de los más recientes apagones intencionados. OCHA, Gaza Humanitarian Situation Report: Power Shortages in the Gaza Strip (“Informe sobre la situación humanitaria de Gaza: La escasez de energía en la Franja de Gaza”), 8 de enero de 2008. [11] OCHA, Gaza Closure: Situation Report (“El bloqueo de Gaza: Informe sobre la situación”), 24 de enero de 2008. [12] Banco Mundial, Two Years After London: Restarting Palestinian Economic Recovery (“Dos años después de Londres: iniciar de nuevo la recuperación económica de Palestina”), 24 de septiembre de 2007, p. 16; OCHA, Gaza Humanitarian Situation Report (“Informe sobre la situación humanitaria en Gaza”), 27 de junio de 2007, p. 3. [13] OCHA, Gaza Humanitarian Situation Report, 6 de noviembre de 2007 [14] New York Times, 18 de noviembre de 2007. [15] Tribunal Supremo de Justicia israelí (HCJ) 9132/07, sentencia provisional del 29 de noviembre de 2007. [16] HCJ 5429/07. [17] HCJ 9132/07, sentencia definitiva del 30 de enero de 2008. Para saber más sobre la dudosa objetividad de las sentencias del Tribunal (incluyendo su confianza en un gobierno que afirma que “funcionarios palestinos” anónimos le han asegurado que era viable la redistribución de electricidad a los hospitales, a pesar de las múltiples declaraciones juradas de los más antiguos responsables palestinos de la administración pública, que indican lo contrario) véase Legal Center for Freedom of Movement (Gisha), Briefing: Israeli High Court Decision Authorizing Fuel and Electricity Cuts to Gaza (“Informe: la decisión del Tribunal Supremo israelí de autorizar los cortes de electricidad y combustible en Gaza”), 31 de enero de 2008. [18] OCHA, Electricity Shortages in the Gaza Strip: Situation Report (“Informe sobre la situación de escasez de electricidad en la Franja de Gaza”), 8 de febrero de 2008. [19] Ibid. [20] Los ashkenazíes son una comunidad de judíos descendientes de aquellos que se asentaron en Europa Central a partir del siglo IX –durante el medioevo, la palabra Ashkenaz designaba a Alemania, en lengua hebrea– y en el este de Europa en los siglos siguientes. Son, por tanto, europeos desde un punto de vista racial y étnico. Actualmente, los ashkenazíes representan en Israel la comunidad más influyente a nivel político y económico, y algunos de ellos han llegado a cuestionar la “judeidad” de otros grupos, como los falashas, judíos negros de origen etíope que en la actualidad ocupan el estrato más bajo dentro de la sociedad israelí. (Nota de la Redacción) . [21] Ynet, 27 de septiembre de 2005. |