En el Heroico Colegio Militar no están siempre los más aptos. Tener un alto nivel de conocimientos no garantiza el ingreso. Puede, incluso, ser un obstáculo. Muchos de quienes han sido o están siendo formados en esa escuela no se lo deben a su preparación académica, sino a su condición física y a su capacidad de obedecer. Aprobar con las máximas calificaciones los exámenes de historia, matemáticas, español, geografía e inglés que se les hace a los aspirantes no siempre es bueno en este caso. Por el contrario, quienes tienen las más bajas puntuaciones, así sea de reprobados, aparecen con más altas probabilidades de ingresar a la escuela donde empieza la formación de quienes con el tiempo pueden llegar a ser parte de la élite del Ejército Mexicano. Ni siquiera quienes ya tienen experiencia en el Ejército como sargentos primeros de tropa, que toman un curso especial para formarse académicamente, tienen asegurado su ingreso al Colegio Militar, si sus conocimientos están muy por arriba de la media de quienes aspiran a ser parte de esa fuerza armada. Más importante, en todos los casos, es superar los exámenes médico, físico y psicológico, en los que además de cotejar la salud de los aspirantes se identifica a quienes –según varios especialistas– “tienen mayor capacidad de adaptación a la obediencia y sumisión”. Y en ese propósito, los conocimientos estorban. Lo que importa es la resistencia, incluso a los severos castigos que se propinan a los propios cadetes, no sólo por tradición, sino para “la formación del carácter militar”. Los datos de quienes ingresaron en 2003 y en 2005 así lo demuestran. En el caso de los que ahora son cadetes del segundo año, de 600 que ingresaron en 2005 sólo 218 obtuvieron una calificación superior a seis en los cuatro exámenes de conocimiento. El resto, casi 64%, reprobó esos exámenes, pero fue aceptado incluso con calificación de cuatro.
Los resultados del sistema de evaluación de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), a los que este semanario tuvo acceso, arrojan también que en la promoción que ingresó en 2003 y se graduó apenas el año pasado, de los 325 que ingresaron hubo 72 reprobados que apenas alcanzaron cinco de calificación. El nuevo director del colegio, el general de brigada Diplomado de Estado Mayor (DEM) Francisco Tomás González Loaiza, quien acaba de llegar desde la Sección II –de inteligencia– del Estado Mayor de la Sedena, difícilmente irá contra esa práctica, a pesar de que recientemente se estableció el bachillerato como uno de los requisitos de ingreso, el cual, de acuerdo con la Ley de Educación Militar del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, es por concurso de oposición. Con capacidad para 2 mil alumnos de primero, segundo y tercer año, el Heroico Colegio Militar celebrará el próximo viernes 9 de febrero, en presencia de Felipe Calderón –quien tendrá una nueva oportunidad para hacer patente su legitimidad presidencial a través del Ejército–, el aniversario número 94 de la Marcha de la Lealtad. La fecha recuerda a los cadetes que escoltaron al presidente Francisco I. Madero durante la sublevación militar encabezada por Félix Díaz contra su gobierno. Es tradición que el secretario de la Defensa Nacional dirija un discurso de respaldo al presidente en turno. En la ceremonia destaca la presencia de cadetes del Colegio Militar. Entre ellos habrá, de acuerdo con los datos oficiales de la Sedena, quienes en su formación de oficiales no sean los más preparados académicamente.
Calificaciones irrelevantesLa promoción 2005 refleja con claridad que quienes tienen las más bajas calificaciones cuentan con más oportunidades de ser futuros oficiales y mandos del Ejército Mexicano. Un extenso documento fechado el 13 de agosto de 2005, que tiene la leyenda “Secretaría de la Defensa Nacional E.M.D.N. (Estado Mayor de la Defensa Nacional). Sistema de Evaluación. Promociones”, presenta el listado de resultados de admisión a planteles del Ejército. Está dividido en el “personal que ingresa” y el “personal que no ingresa”, tanto al curso regular del colegio como a los de las diferentes especialidades para quienes ya forman parte de la principal fuerza armada del país como soldados, cabos o sargentos primeros. Después se señalan los resultados de los exámenes de matemáticas, geografía, historia, inglés y español. En seguida, sólo se dice si fueron declarados o no aptos en los exámenes médicos, físicos y psicológicos. Al final, el lugar y la calificación de cada uno de los aspirantes. En esa generación fueron aceptados 600 alumnos, pero sólo 218 aprobaron los exámenes. El ingreso mejor evaluado aparece con una calificación de 84 puntos de un total de 100. Pero sólo seis de los aceptados aparecen con una calificación de 80. En el rango de entre 70 y 79 puntos figuran 58 alumnos. El grueso de los aprobados –154– obtuvo entre 60 y 69 puntos. La mayoría de los que ese año se convirtieron en cadetes reprobaron las evaluaciones de conocimiento. En total 382 alumnos fueron aceptados con una calificación que osciló entre los 59 y los 47 puntos.
Entre aprobados y reprobados para el curso regular hay soldados, cabos y sargentos primeros. En el caso de los postulantes para los cursos del Colegio Militar para la formación de oficiales en las distintas armas del Ejército, la discriminación es menos evidente, pero se mantiene. Por ejemplo, el curso para oficial de infantería, policía militar y fusilero paracaidista, en la promoción de 2005 sólo 13 fueron admitidos, a pesar de que 38 aprobaron los exámenes. Sin que se aplicara ningún criterio de los expresamente señalados en la convocatoria –la próxima se hará en abril–, esos militares fueron excluidos, a pesar de que obtuvieron entre 78 y 95 puntos. Entre los aceptados, la calificación fue de entre 95 y 99 puntos, además de tres que fueron declarados exentos. Para el curso de caballería fueron aceptados tres sargentos primeros de esa arma. El primero obtuvo 85 puntos, el segundo, 69 y el tercero reprobó con 59 puntos. Éste fue admitido a pesar de que otros dos sargentos sólo estuvieron a cinco décimas de él, también con calificación reprobatoria. En el curso de arma blindada sólo ingresaron tres sargentos, con 99, 98 y 97 puntos cada uno. Hubo otros 18 que sí pasaron los exámenes, incluso varios con calificaciones de entre 90 y 97. A pesar de ello quedaron excluidos.
En artillería sólo ingresaron tres, aunque 10 más pasaron el examen. En este caso, los tres primeros lugares fueron los admitidos. El mismo caso fue para el curso de zapadores o ingenieros de combate, al que sólo entraron los tres promedios más altos. En la promoción que ingresó en 2003 y egresó en 2006, la situación fue similar. La lista oficial de aceptados, con fecha del 18 de agosto de 2003 y con la misma leyenda de identificación que la anterior, revela también la exclusión de la mayoría de los promedios más altos y la aceptación de un gran número de reprobados. De acuerdo con esa información, ese año ingresaron 325 alumnos al curso regular. Se les aplicaron exámenes de historia, matemáticas, español y geografía. De ellos, 253 los pasaron y 72 reprobaron. De los aprobados, sólo uno aparece con 91 puntos; 12 con 80; 63 con 70 y, como en la promoción 2005, la mayor parte de los admitidos –177– apenas obtuvo 60 de calificación. En los cursos especializados la situación fue menos excluyente. Para el arma de infantería, policía militar y fusilero paracaidista fueron aceptados 13 –tres de ellos exentos– con una calificación entre 94 y 98 puntos. Casi un centenar fueron rechazados, a pesar de que hubo quienes obtuvieron calificaciones superiores a 90 puntos. En los cursos de caballería, arma blin-dada, artillería y zapadores el patrón fue el de admitir sólo a los promedios más altos, con la exclusión de algunos que obtuvieron calificaciones similares a los beneficiados.
Sólo obedienciaEsa política de admisión no es nueva. El general José Francisco Gallardo, quien fue jefe de la Comisión de Admisión en el Colegio Militar entre 1979 y 1981, asegura que el nivel de conocimientos no es el principal criterio de selección. Como jefe de esa comisión, Gallardo estuvo bajo las órdenes de dos directores del Colegio Militar, fundado en 1823. El primero de ellos fue el general Absalón Castellanos Domínguez, quien entre 1976 y 1980 estuvo al frente del que es el colegio militar más antiguo del continente americano después del de West Point. Al general Castellanos Domínguez, quien durante el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) fue gobernador de Chiapas, le sucedió, de 1980 a 1982, el general Enrique Cervantes Aguirre. Gallardo cuenta que Cervantes Aguirre, quien en el gobierno de Ernesto Zedillo fue el secretario de la Defensa Nacional, tenía una política simple de admisión: en cada promoción revisaba la lista, ubicaba a quienes habían obtenido entre ocho y 10 de calificación en los exámenes y trazaba una línea. “De aquí para abajo entran. Hasta los que tengan entre cuatro y cinco”, decía Cervantes, según refiere Gallardo. Encarcelado por el Ejército durante ocho años tras proponer la creación de un ombudsman militar, Gallardo asegura que el objetivo de esa práctica es evitar el ingreso de personas críticas, pues se piensa que quienes tienen las más altas calificaciones están en mejores condiciones de analizar y cuestionar las órdenes. Incluso, dice, es más fácil que entren hijos o familiares de militares, pues ya están formados en la disciplina castrense.
Gallardo, quien el año pasado obtuvo la maestría en administración pública con una tesis en la que defiende su planteamiento sobre la necesidad de un defensor de los derechos del militar, sostiene que el propósito fundamental del colegio es lograr una incuestionable subordinación a la autoridad. Gallardo –quien para el Ejército dejó de ser militar como consecuencia del proceso penal al que fue sometido– remite al investigador estadunidense Roderic Ai Camp, quien durante más de dos décadas se ha dedicado a la investigación de las Fuerzas Armadas en México. En su publicación más reciente, Los militares mexicanos en el escenario democrático, Ai Camp dedica un capítulo a la educación de los oficiales mexicanos, en particular los egresados del Colegio Militar. El investigador cita testimonios de egresados de esa escuela, quienes aseguran que el objetivo más importante de la institución “es producir oficiales sin pensamiento, que sólo obedezcan a la autoridad”. En cambio, para el general retirado Luis Garfias Magaña, crítico de muchas prácticas dentro del Ejército, el propósito e importancia del Colegio Militar ha sido la de formar a los generales que han tenido el mando de la principal fuerza del país, salvo en los paréntesis de las guerras internas de los siglos XIX y XX, durante las cuales fue cerrado.
Violencia “formativa”Como muchos militares, Garfias Magaña defiende también la existencia de “la potreada” –con la que se recibe a “los potros” o cadetes de nuevo ingreso– dentro del Colegio Militar, como “una práctica tradicional que forma el carácter del militar”. Entre los militares que se han dado de baja o desertado del Ejército por lo que consideran como abusos de los mandos, también hay quienes condescienden con esa práctica. Uno de ellos, que tuvo que salir del Ejército a causa de una golpiza que recibió ya como oficial, da su testimonio a Proceso a cambio del anonimato: “No tengo nada contra el Ejército. Al contrario, lo quiero, y más al Heroico Colegio Militar, en donde pasé tres años de mi juventud. Y cómo no lo voy a querer después de aquellas pócimas que recibíamos mis compañeros y yo, o de vivir experiencias como esas en las que nos levantaban a las dos o tres de la mañana para hacer ejercicios físicos en exceso, o tomar más de 10 litros de agua en unos cuantos segundos y que después nos hacían vomitar de un golpe en la boca del estómago. “Nunca olvidaré aquellas veces que me paraban de cabeza en las tazas de los baños y bajaban la palanca. El agua entraba por mi nariz y salía por mi boca. Se siente horrible, y más cuando la taza estaba sucia con excremento, ya sea porque estaba tapada o no funcionaba el desagüe. “Hubo veces que me desmayaron a golpes los cadetes de segundo o tercer año. Todo esto, según ellos, para sacar el coraje que llevamos dentro. Soporté eso por tres años, sin ganar nada. Y no me arrepiento. Todo lo contrario.”
Gallardo da otra lectura de lo que ocurre dentro del Colegio Militar: “Cuando ingresé, como parte de la ‘potreada’, al igual que mis compañeros de promoción recibí golpes y malos tratos con exceso hasta la tortura, pues se considera que los potros no merecen ni el aire que respiran”. Añade: “Ya sea por gusto o por mantener la costumbre, piden ‘pañuelo blanco’, que no es otra cosa que dinero o cosas. Si no se tiene, entonces el castigo se cambia por tormentos. Por ejemplo, a los zapatos les ponen plastas de grasa para lustrar calzado y luego les prenden fuego para quemar los pies”. Asegura que los tratos incluyen golpes con tablas o sables en los muslos o las nalgas, baños con agua fría en la madrugada, encierro en un gabinete al que se le prende fuego o agujas clavadas en las uñas. También, golpes en el estómago después de comer o hacer tragar un botón atado a un hilo que después se jala, o lanzar al recién ingresado a una alberca desde un trampolín y con los ojos vendados. Ese tipo de prácticas, asegura, son tan variadas como se les ocurra, pero todas degradantes. El general retirado Luis Garfias dice que sí se han producido muertes en esas “novatadas”. Han sido casos excepcionales y siempre se castigan, pero hace tiempo que no ocurren, afirma. Dedicado a la inteligencia militar en los últimos años y formado por el Pentágono en Fort Bragg, en Carolina del Norte, para hacer frente a conflictos de baja intensidad, el general de brigada DEM González Loaiza será el responsable de formar a los cuadros que asumirán el mando del Ejército Mexicano en los próximos años y quienes por ahora, en un número importante, no se han destacado por sus altos conocimientos.
SUMEN A LA LISTA: HOMOSEXUALIDAD, DISCRIMINACIÓN, SIDA, NARCOTRAFICO... LA POBREZA ES LA QUE LOS FABRICA, QUE PODEMOS ESPERAR DE ELLOS, VIOLACIONES Y REPRESIÓN AL SERVICIO Y A LAS ORDENES DE LA DERECHA EXTREMA, LEASE IGLESIA CATÓLICA, GRUPO EMPRESARIAL E INDUSTRIALES.