Bajo la lupa
Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, sin coartada para atacar a Irán
Alfredo Jalife-RahmeFoto
Controlar las reservas de hidrocarburos, el objetivo de la eventual embestida estadunidense. En la imagen, un trabajador en un campo petrolero iraquíFoto Ap
Antecedente: Estados Unidos y Gran Bretaña, al unísono de su simiesca coalición voluntariosa, inventaron la posesión de inexistentes armas de destrucción masiva de Irak, al que acabaron por pulverizar sin piedad. El objetivo estadunidense era capturar sus hidrocarburos, lo cual fue confesado por Alan Greenspan, el malhadado y malvado ex gobernador de la Reserva Federal.
Hechos: seis años más tarde de la ilegal invasión de la dupla anglosajona a Irak, los mismos actores –esta vez sumados obscenamente por Israel, hoy gobernado por el partido fundamentalista Likud– recurren a la misma coartada y a su muy aburrido montaje hollywoodense no solamente para engañar a sus opiniones públicas intoxicadas por los multimedia controlados por el sionismo financiero, sino, peor aún, con el fin de atacar (inclusive con armas nucleares, en el caso explícito de Israel) a Irán bajo sospecha de poseer armas atómicas inexistentes.
En las negociaciones de Ginebra y Viena entre el grupo hexapartita (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania) e Irán se ha conseguido romper el estancamiento para activar una solución viable al programa nuclear civil de la antigua Persia, que ha aceptado el principio de enviar a Rusia alrededor de tres cuartas partes de su producción de bajo uranio enriquecido (entre 5 y 10 por ciento, es decir, muy lejos del alto uranio enriquecido de más de 90 por ciento que se necesita para fabricar una bomba atómica), con el fin de transformarlo en barras de combustible destinadas exclusivamente para isótopos terapéuticos médicos.
Irán prosigue el diálogo constructivo y ha aceptado la inspección de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) a su instalación subterránea situada en las cercanías de la ciudad sagrada chiíta de Qom.
Si por sus actos los conoceréis, como reza la Biblia, ergo, Irán solamente puede ser juzgada por la ejecución de sus promesas y no por los deseos unilaterales de sus enemigos, los cuales sueñan, primero, con la captura de sus hidrocarburos (la segunda reserva, respectivamente, de petróleo de la OPEP y de gas a escala planetaria) y, segundo, con provocar un cambio de régimen, como hizo la CIA cuando instaló al sha.
La exhumación de la dizque planta nuclear secreta subterránea de Qom, conocida por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, condujo a una neurótica cuan viciosa campaña desinformativa de los multimedia controlados por el sionismo financiero (en las que no podía faltar Televisa, que parece más un canal israelí que mexicano), con el fin de exhibir las malas intenciones de la teocracia de los ayatolas chiítas. Irán envió una carta a la AIEA anunciando la construcción de las instalaciones de enriquecimiento de uranio hasta 5 por ciento en su planta de Qom. A los inspectores de la AIEA –por cierto, muy optimista en cuanto al devenir de una solución negociada– les corresponderá la palabra final y no al súper halcón primer ministro Israelí Bibi Netanyahu ni a su descontrolado canciller Avigdor Lieberman, quien incitó a lanzar una bomba nuclear para acabar con los palestinos de Gaza (Mondoweiss, 13/1/09), declaración obviamente escamoteada por los multimedia del sionismo financiero, que ha desarreglado la quintaesencia del acto jurídico que fundamentó la civilización occidental: ahora resulta que Irán es culpable hasta que no demuestre que es inocente.
Irán no posee armas nucleares, reza la desinformación del sionismo financiero, pero está a punto de fabricarlas. ¡Vaya evidencia de los coetáneos sofistas bizantinos!
Dejemos atrás que el programa nuclear iraní fue iniciado por el sha de Irán a instancias de Estados Unidos para contener a Rusia en el mar Caspio.
Ni Rusia ni China, ya no se diga el país afectado (Irán), son fácilmente amenazados por la viciosa guerra sicológica de la desinformación sionista, que tiene como objetivo someter mentalmente a Obama para que adopte las previas políticas bélicas fracasadas de los neoconservadores straussianos y los súper halcones a sueldo del Pentágono –que incluyen al siniestro Comité del peligro presente (Comittee on the present danger), del que forma(ba) parte Enrique Krauze Kleinbort, quien opera con travestismo de palomita demócrata.
La prensa rusa ha expuesto que Israel posee 200 bombas nucleares, que el excelso Boletín de los científicos estadunidense extiende a 400. Israel no permite en forma unilateral que los inspectores de la AIEA accedan al reactor nuclear israelí de Dimona ni firma, de forma soberbia, el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (los casos de India y Pakistán, coincidentemente dos aliados de Estados Unidos, que practica las dos pesas y mil medidas).
Tanto la prensa rusa como la china son más serenas al abordar el contencioso nuclear de Irán, deliberadamente dramatizado telenovelescamente a los dos lados del Atlántico norte sin sustento.
Un juicioso escrutinio de los datos duros exhibe que las imputaciones contra Irán se basan frágilmente en sospechas etéreas y no en evidencias irrefutables.
¿Es posible mantener en secreto un programa para fabricar una bomba atómica cuando se es literalmente asediado por una estrecha vigilancia tanto de la AIEA como de la CIA?
Hasta no demostrar lo contrario: en cada inspector de la AIEA un hijo de la CIA te dio, como se ha demostrado hasta el cansancio.
En los documentos abiertos públicamente, con análisis de los múltiples servicios de espionaje de Estados Unidos, se reconoce que Irán no está produciendo armas nucleares ni opera para su desarrollo ulterior.
Una bomba atómica iraní ha sido catalogada como antislámica por los dos supremos líderes de la revolución chiíta: los ayatolas Jomeini y Jamenei, como nos agotamos en demostrar en el selecto programa de nuestro amigo Porfirio Muñoz Ledo, en el Canal 34 mexiquense, tanto el ex embajador de México en Irán y Asia central, mi amigo Luis Ortiz Monasterio, como un servidor. Lo óptimo aspira a la desnuclearización de todo Medio Oriente, que incluya, sin excepciones ni engaños, a Israel.
Nada menos que el general retirado James Jones, hoy asesor de seguridad nacional de Obama, confesó que Estados Unidos carece de información de que Irán está a punto de fabricar una bomba atómica, con base en la presentación de informes de los resultados de sus propios servicios de inteligencia, que revelan, en la fase presente, la incapacidad del nivel de desarrollo tecnológico de los programas nucleares de Irán para tal propósito (CBS, 4/9/10).
Al contrario, James Jones expresó su satisfacción por las medidas adoptadas por Irán: existen avances concretos que van en el sentido correcto. Las declaraciones de Jones seguramente perturbaron al gobierno de Netanyahu, quien se ha erigido en juez universal, siendo la principal parte acusada, y desea que Obama, como anteriormente lo satisfizo Baby Bush, le borre del mapa a sus enemigos.
La prensa rusa no deglute el cuento texano-israelí sobre la bomba atómica de Irán, que no existe, y no soslaya los verdaderos intereses geopolíticos de Estados Unidos en el gran Medio Oriente para controlar sus pletóricas reservas de hidrocarburos, lo cual se subsume en las guerras que libra infructuosamente Estados Unidos en Irak y en Afganistán, y que desea extender a Irán.
La escalada de sanciones y el bloqueo contra Irán tienen como objetivo crear dificultades económicas y tensiones entre su pluralidad étnica, y hasta la balcanización teledirigida (v. gr. los actos terroristas en la estratégica provincia de Baluchistán, pletórica de gas). Fue justamente la táctica que usaron abiertamente Estados Unidos y subrepticiamente la CIA contra Irak en 1991 y 2003: carencia de alimentos y agua potable, así como enfermedades que diezmaron a su población cuando fallecieron más de un millón de personas, mediante un ablandamiento neomalthusiano previo a las operaciones bélicas.
Conclusión: sea como fuere, no existe coartada contra Irán, y el posicionamiento de Rusia y China es radicalmente diferente hoy en la antigua Persia que en Irak seis años atrás.
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