¿De los 120 millones de mexicanos, cuántos se necesitan para el estallido social?
26. abril, 2015 Autor: Álvaro Cepeda Neri
Para el periodista Porfirio Patiño
Los volcanes Popocatépetl y de Colima no han pasado de echar fumarolas y vomitar ceniza, pero siguen amenazantes. Empero, tenemos un tercer volcán, aquel con el que Alexis de Tocqueville (Recuerdos de la Revolución de 1848), y no metafóricamente, vislumbró cuando decía que “la lucha política se entablará entre los que poseen y los que no poseen”… Entonces ¡volveremos a ver las grandes agitaciones públicas! Impunidad y corrupción privada y pública han pervertido las funciones de las instituciones. “Aquellos vicios se debían a los instintos naturales de la clase dominante, a su poder absoluto, al relajamiento y a la propia corrupción de su época […]. La clase gubernamental, tras haberse acantonado en su poder e inmediatamente después en su egoísmo, adquirió un aire de industria privada, en la que cada uno de sus miembros no pensaba ya en los asuntos públicos, si no era para canalizarlos en beneficio de sus asuntos privados, olvidando fácilmente en su pequeño bienestar a las gentes del pueblo. En ese mundo político, así compuesto y así dirigido, lo que más faltaba, sobre todo al final, era la vida política propiamente dicha, porque la lucha es querella de palabras.
26. abril, 2015 Autor: Álvaro Cepeda Neri
Para el periodista Porfirio Patiño
Los volcanes Popocatépetl y de Colima no han pasado de echar fumarolas y vomitar ceniza, pero siguen amenazantes. Empero, tenemos un tercer volcán, aquel con el que Alexis de Tocqueville (Recuerdos de la Revolución de 1848), y no metafóricamente, vislumbró cuando decía que “la lucha política se entablará entre los que poseen y los que no poseen”… Entonces ¡volveremos a ver las grandes agitaciones públicas! Impunidad y corrupción privada y pública han pervertido las funciones de las instituciones. “Aquellos vicios se debían a los instintos naturales de la clase dominante, a su poder absoluto, al relajamiento y a la propia corrupción de su época […]. La clase gubernamental, tras haberse acantonado en su poder e inmediatamente después en su egoísmo, adquirió un aire de industria privada, en la que cada uno de sus miembros no pensaba ya en los asuntos públicos, si no era para canalizarlos en beneficio de sus asuntos privados, olvidando fácilmente en su pequeño bienestar a las gentes del pueblo. En ese mundo político, así compuesto y así dirigido, lo que más faltaba, sobre todo al final, era la vida política propiamente dicha, porque la lucha es querella de palabras.