AMLO tiene razones para sentirse bien: 1. Ha tenido nuevamente contacto con su voto duro, que en principio se estimaba en cinco millones de personas y que, de acuerdo con las más recientes encuestas, puede llegar hasta ocho millones. No es poca cosa. 2. En más de 200 municipios que ha visitado en dos meses, la gente sale a recibirlo, lo anima y lo impulsa. 3. La tarea de credencializar a sus favorecedores lleva un buen ritmo: se han expedido unas 300 mil acreditaciones. La gente tiene que firmar una carta de acuerdo, fotografiarse y poner su huella, lo que en este país de desconfianzas es insólito. 4. Una encuesta (El Universal, lunes 6) considera que 78 por ciento reconoce que el principal opositor del país es el PRD (a quien la gente identifica con AMLO). Sólo un insignificante 11 por ciento piensa que es el PRI, partido que ni quiere ni puede, ni entiende cómo ser oposición. Por desgracia, los demás partidos, incluyendo al PAN, se comportan frente al PRI como si siguiera siendo el hegemónico. 5. En las encuestas recientes, 30 por ciento sigue aprobando a López Obrador, aunque 33 por ciento le resulta ahora desfavorable. A pesar de la campaña del odio y del cerco informativo, mantener estos números es una hazaña. Sin embargo, la mayoría ni siquiera sabe que hay credencialización; no podemos darnos por satisfechos. El apoyo de los medios electrónicos a Calderón es brutal. Y cuenta con toda la maquinaria del Estado y con la sinergia de los grupos de interés para detenernos y aislarnos.
Aun así, nadie, ni sus enemigos cordiales, le pueden negar la hazaña de haber sobrevivido y poner en marcha una organización pacífica nutrida de la aceptación popular. El elemento clave del proceso es el propio Andrés Manuel. Los que trabajamos con él tenemos que reconocer que su serenidad y estoicismo han sido necesarios para mantener el ánimo de todo el equipo. Muchos nos hemos deprimido, pero todos hemos salido adelante, trabajando duro con buenos resultados. El desempeño de AMLO, su astucia, eficacia, inteligencia, laboriosidad que lo llevaron al borde mismo de la Presidencia de la República, podían haberse quebrado. Ha demostrado tener una enorme fuerza sicológica y espiritual. Una especie de fuego interno que lo anima en esta lucha y que nos contamina e ilumina a millones.
Kikka Roja