Nuevo agravio a la República Colaborador Invitado 17 Ene. 09 Héctor Vasconcelos La democracia, si no es laica, no es democracia. Juan Ramón de la Fuente La presencia, el discurso y la actitud triunfalista de Felipe Calderón en el Encuentro Mundial de las Familias representan una de las mayores afrentas al México republicano, laico, liberal y democrático que se han dado en nuestro país desde que la derecha conquistó el poder en el año 2000. Esto es mucho decir ya que desde el primer día del gobierno de Vicente Fox pudimos observar la intención -simultáneamente ignorante y revanchista- de pisotear lo mejor de nuestras tradiciones republicanas, como lo manifesté al presidente Fox en su momento, tanto en privado como públicamente a través de un manifiesto. Hace pocas semanas hubimos de atestiguar la ostentosa presencia del señor Calderón en liturgias católicas relacionadas con el fallecimiento de Carlos Abascal, funcionario cuya prenda distintiva fue el no haber podido ni querido separar sus creencias religiosas de su actividad pública y que representó los resabios del sinarquismo y de la derecha que históricamente se ha opuesto al legado de la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana, es decir, el rechazo a todo aquello que, teóricamente, el Estado mexicano conmemorará en 2010. El asunto en cuestión no son las convicciones religiosas a que, desde luego, toda persona tiene derecho (cada quien según la información que se haya allegado y el grado de desarrollo intelectual y psicológico que haya logrado). El punto es que en la medida que Calderón se ostente como presidente de la República tiene la obligación jurídica, política y moral de hablar por todos los mexicanos y no solamente por los de su persuasión religiosa personal. Debe también representar los intereses y las posturas de los protestantes, judíos, musulmanes, budistas y demás miembros de otros cultos religiosos (muchos de ellos autóctonos) que han enriquecido con su cultura a México y también de aquellos que, como el autor de estas líneas, no profesamos religión alguna, pero que también somos mexicanos. Se dirá que aún hoy los católicos constituyen la mayoría de los mexicanos; sólo que la representación y la protección de las minorías es precisamente uno de los elementos fundacionales de un sistema democrático. Así lo percibieron los founding fathers del concepto moderno de democracia, y es ése el fundamento central del Estado laico establecido en la Constitución, las leyes y la tradición política del México moderno. El sistema de equilibrio de poderes, tolerancia y protección de los derechos humanos depende, en buena medida, de que ningún grupo se apropie de la fuerza del Estado para volcarla en favor de uno solo de los sectores que conforman la sociedad, especialmente si se trata del sector mayoritario. En cuanto al Encuentro: se trata de uno más de los esfuerzos desesperados de la jerarquía eclesiástica por detener el avance de la modernidad. A la misma Iglesia le resulta dolorosamente obvio que aun entre quienes profesan el catolicismo, y particularmente entre los jóvenes, la evolución de las costumbres, la tecnología, los factores demográficos y el secularismo han hecho a los dogmas y los prejuicios religiosos cada vez más irrelevantes cuando se trata de tomar las decisiones básicas de la vida diaria: con quién compartir la vida, de qué manera, cómo separarse, cómo nacer y morir, cómo ejercer la sexualidad... Es patente que cada vez existen formas más diversas de dar respuesta a esas interrogantes tanto en los países subdesarrollados como en los ultradesarrollados (que por algo son tales). Mientras el mundo camina hacia fórmulas nuevas e insospechadas en todos los órdenes, el conservadurismo católico sigue pugnando por el regreso al oscurantismo del dogma y el prejuicio y a todo aquello que resulta insostenible a la luz de la lógica y la ilustración. Es cierto que la visión idealizada de la familia representa una fórmula viable y quizá deseable como base de la sociedad, pero también es evidente que con demasiada frecuencia tal entelequia ha sido utilizada para encubrir con hipocresía situaciones destructivas para todos los miembros del núcleo familiar; para construir sepulcros blanqueados. Las familias convencionales también suelen corresponder a la descripción de Octavio Paz: "familia, criadero de alacranes". Carlos Monsiváis afirma que la derecha católica ha perdido en México todas las batallas culturales. Pero habría que agregar que en sus estertores de muerte genera mucho ruido e induce a los gobernantes a violar las leyes constitutivas de nuestra convivencia. El autor es ex embajador de México. |
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