John Saxe-Fernández
En medio de los desastrosos efectos socioeconómicos de la crisis de 2008, considerada el peor descalabro económico de EU desde la gran depresión, en criterio de prominentes estudiosos, financieros, ex reguladores federales y economistas, se está incubando otra crisis, "peor que la actual". En un informe realizado para el Instituto Roosevelt por un panel de alto nivel que incluye a Rob Johnson, de la Comisión de Expertos de la ONU sobre finanzas y a Elizabeth Warren, analista del mega-rescate bancario de Bush-Obama y coordinadora del Panel Legislativo de Vigilancia del mismo, se advierte que las reformas y regulaciones propuestas por el gobierno y el poder legislativo son insuficientes para evitar que "los grandes bancos persistan en realizar grandes inversiones de alto riesgo como las que precipitaron el casi-colapso de la economía en 2008" (Mathew Jaffe, ABC News).
Los expertos plantean que esa economía –y con ella la del mundo– podría estar ya inmersa en un "ciclo terminal" ("Doomsday Cycle") en el que los bancos usan el rescate (cercano al billón –millón de millones– de dólares) para pagar jugosos dividendos a los accionistas y multimillonarias compensaciones a la cúpula gerencial bancaria. Bajo los efectos de un masivo subsidio al principio de privatización de las ganancias y socialización de los riesgos, el informe advierte que "la toma de riesgos por parte de los bancos pronto será mayor que nunca". Sin el tipo de regulaciones como las planteadas por Warren et al, queda claro que, como indica Johnson, "será inevitable otra crisis", más amplia y aguda "que debilitará tanto a nuestro sector financiero como a la economía como un todo". El mismo Joseph Stiglitz, jefe de economistas del mencionado Instituto, califica el informe como "un importante punto de arranque del debate para saber dónde estamos en torno a la reforma regulatoria". Más que un comentario, ésta es una elocuente advertencia si se tiene presente que según el informe, "los líderes de nuestro gobierno han mostrado poca capacidad para solucionar las fallas de nuestro sistema de mercado", una reprimenda ante el hecho de que librecambistas como Ben Bernanke, actual jefe de la Reserva Federal y Tim Geithner, el secretario del Tesoro de Obama, "supervisaban la política mientras se inflaba la burbuja". Esta crítica fue endosada por panelitas como Simon Johnson, del MIT, y Peter Boone, del Centre for Economic Performance. Fue unánime la percepción de los panelistas de que “en 2008-2009 estuvimos muy cerca de otra gran depresión. La próxima vez quizá no tengamos tanta suerte. La amenaza del ciclo terminal permanece fuerte y sigue creciendo”.
La frágil estabilidad social en Estados Unidos de posguerra se fundó en 70 años en que su economía creció a un ritmo continuo, generando ingresos y riqueza, aunque de manera decreciente y cada vez más inequitativa. Desde diciembre de 1999 se registró un aumento neto del cero por ciento en la creación de empleo: como destacamos desde estas páginas nunca desde 1940, se tuvo un aumento del empleo menor a 20 por ciento (Neil Irwin, WP 2/I/10, p A01).
Peor aún: la producción creció al promedio más bajo registrado en cualquier década desde 1930 y la Oficina de Impuestos (IRS) indica que el desempleo, subempleo y la polarización social se agravan. En medio de brutales desalojos y subasta de millones de casas, el ingreso promedio de las 400 familias más ricas pasó de 17 a 87 millones de dólares anuales, triplicando su tajada del ingreso total, mientras los impuestos a los privilegiados cayeron 16.6 por ciento. En paralelo se consolida el estado de excepción policial/militar, una línea que se instala dentro y fuera del país.
Cuando los panelistas se plantearon “¿qué pasará cuando nos pegue el próximo shock?”, la advertencia fue tajante: “…nos estamos acercando a la etapa en que la respuesta a este interrogante (justo como ocurrió durante la gran depresión) será: un calamitoso colapso global”.
Los expertos plantean que esa economía –y con ella la del mundo– podría estar ya inmersa en un "ciclo terminal" ("Doomsday Cycle") en el que los bancos usan el rescate (cercano al billón –millón de millones– de dólares) para pagar jugosos dividendos a los accionistas y multimillonarias compensaciones a la cúpula gerencial bancaria. Bajo los efectos de un masivo subsidio al principio de privatización de las ganancias y socialización de los riesgos, el informe advierte que "la toma de riesgos por parte de los bancos pronto será mayor que nunca". Sin el tipo de regulaciones como las planteadas por Warren et al, queda claro que, como indica Johnson, "será inevitable otra crisis", más amplia y aguda "que debilitará tanto a nuestro sector financiero como a la economía como un todo". El mismo Joseph Stiglitz, jefe de economistas del mencionado Instituto, califica el informe como "un importante punto de arranque del debate para saber dónde estamos en torno a la reforma regulatoria". Más que un comentario, ésta es una elocuente advertencia si se tiene presente que según el informe, "los líderes de nuestro gobierno han mostrado poca capacidad para solucionar las fallas de nuestro sistema de mercado", una reprimenda ante el hecho de que librecambistas como Ben Bernanke, actual jefe de la Reserva Federal y Tim Geithner, el secretario del Tesoro de Obama, "supervisaban la política mientras se inflaba la burbuja". Esta crítica fue endosada por panelitas como Simon Johnson, del MIT, y Peter Boone, del Centre for Economic Performance. Fue unánime la percepción de los panelistas de que “en 2008-2009 estuvimos muy cerca de otra gran depresión. La próxima vez quizá no tengamos tanta suerte. La amenaza del ciclo terminal permanece fuerte y sigue creciendo”.
La frágil estabilidad social en Estados Unidos de posguerra se fundó en 70 años en que su economía creció a un ritmo continuo, generando ingresos y riqueza, aunque de manera decreciente y cada vez más inequitativa. Desde diciembre de 1999 se registró un aumento neto del cero por ciento en la creación de empleo: como destacamos desde estas páginas nunca desde 1940, se tuvo un aumento del empleo menor a 20 por ciento (Neil Irwin, WP 2/I/10, p A01).
Peor aún: la producción creció al promedio más bajo registrado en cualquier década desde 1930 y la Oficina de Impuestos (IRS) indica que el desempleo, subempleo y la polarización social se agravan. En medio de brutales desalojos y subasta de millones de casas, el ingreso promedio de las 400 familias más ricas pasó de 17 a 87 millones de dólares anuales, triplicando su tajada del ingreso total, mientras los impuestos a los privilegiados cayeron 16.6 por ciento. En paralelo se consolida el estado de excepción policial/militar, una línea que se instala dentro y fuera del país.
Cuando los panelistas se plantearon “¿qué pasará cuando nos pegue el próximo shock?”, la advertencia fue tajante: “…nos estamos acercando a la etapa en que la respuesta a este interrogante (justo como ocurrió durante la gran depresión) será: un calamitoso colapso global”.
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