Encuentro tres diferencias -no antagónicas- entre las posiciones de Julio Boltvinik y las mías: las causas de la pobreza/explotación de los campesinos, las implicaciones de la renta diferencial y el papel de la diversificación agropecuaria.
1. Claves de la explotación. Mi búsqueda se dirige a las causas de la explotación no de la pobreza. Y no es lo mismo, pues si el precio de sus cosechas no retribuye al campesino los días muertos, éste empobrece, pero el trabajo no ejercido no es explotado (como no sufre explotación el desempleado, aunque también él tenga derecho a un subsidio). En cambio, el campesino es pobre porque es explotado, y la clave de su expoliación radica en que siendo un ente social en el que capacidades y necesidades no se han desgajado y donde un factor subjetivo -el bienestar- es la mediación entre producción y consumo (Chayanov), concurre al mercado capitalista donde sólo cuenta la ganancia. Mientras que el capital invierte para lucrar, el campesino trabaja para vivir y éste es su maleficio.
El obrero vende fuerza de trabajo por lo que vale y lo explotan al consumirla, en cambio el campesino -que labora por su cuenta- es explotado cuando vende su producto por menos de lo que vale; pero también cuando paga intereses usurarios, compra insumos y bienes de consumo sobrevaluados y se emplea a ratos por jornales de infrasubsistencia. Los campesinos dicen que es la Ley de San Garabato: comprar caro y vender barato. Tienen razón, pues en su caso el multifacético y envolvente intercambio desigual es vehículo de explotación y de pobreza.
Dilucidar la clave de una explotación que no tiene su premisa en el mercado de trabajo y su consumación en el proceso productivo capitalista -como la obrera-, sino que, a la inversa, su premisa está en la producción por cuenta propia y su consumación en el mercado de bienes, de servicios y de trabajo estacional, es fundamental para la crítica rigurosa de un sistema que en vez de conducir la proletarización universal directa, que preveía Marx, está llegando a viejo en medio de un cada vez más extenso mundo de trabajadores precarios, a tiempo parcial o por cuenta propia, del que es paradigma la producción doméstica campesina subsumida en el capital.
2. Significado de la renta diferencial. Los campesinos -cuyo recurso primario es el trabajo familiar- no sólo enfrentan dificultades para exteriorizar la discontinuidad laboral agraria, también cultivan tierras por lo general malas y remontadas, de modo que tienen los mayores costos. Pero éstos, con el añadido de la ganancia media, no determinan tendencialmente los precios, como sucedería con puros oferentes capitalistas, porque quienes producen para subsistir se mantendrán en el surco, aunque no obtengan ganancias y a veces operen con pérdidas (que se traducen en erosión del hombre y el medio con factura transgeneracional). Con esto se reduce, anula o invierte la renta diferencial que pagaría la sociedad si los precios se fijaran a partir de los mayores costos, y disminuyen sin desaparecer las sobreganancias de los agricultores mejor dotados.
Pienso que Julio estará de acuerdo con lo anterior -formulado por mí en un ensayo de 1979, compilado también en El capital en su laberinto (pp. 193-280)- pues para él la "regla" de los precios en los mercados de campesinos y capitalistas es que sólo los días trabajados se incorporan como costos y esto empobrece al campesino que debe vender por temporadas su capacidad laboral a los agroempresarios, mecanismo que mi modelo incluye destacadamente y trata de explicar.
También pienso que su tesis no se "contrapone" -como dice- a mi planteo de que los rústicos desaparecerán -Dios no lo quiera- cuando lo haga la renta diferencial, esto es: cuando la agricultura sea el proceso continuo, intensivo e independiente de la naturaleza que sueñan los transgenistas y nanotecnólogos; y no se contrapone pues en tal caso no habría tiempos muertos ni trabajo estacional, que es en lo que sustenta Julio la existencia del campesinado.
3. Virtudes de la diversificación. Pero no sólo no habría campesinos, no habría nadie, pues si en tiempos de calentamiento global el manejo múltiple diversificado y sustentable -proverbialmente campesino- deja paso del todo al emparejamiento radical que demandaría, por ejemplo, la producción masiva de agrocombustibles sin reducir el actual consumo energético, la propia vida humana estaría en entredicho. Sin duda la diversificación enfrenta "obstáculos" y es verdad que los campesinos la practican cada vez menos. Razón de más para reivindicar con urgencia las ventajas familiares, regionales y nacionales de los aprovechamientos múltiples, cuyas virtudes ecológicas y laborales destaca Julio, y a las que habría que añadir las culturales. Es frente al riesgo que la uniformidad tecnológica supone para los ecosistemas -materia en la que coincidimos- que la distorsión en el mecanismo de los precios me parece "asunto menor" y que contrarrestarla retribuyendo socialmente los días trabajados me resulta, en el mejor de los casos, un recurso provisional y en el fondo contraindicado.
Me explico: compensar con subsidios a los campesinos monocultores cuyos tiempos muertos no son retribuidos por los precios, no desalienta el empleo de este modelo, al contrario, lo estimula. Entonces, si de subsidiar se trata, subsidiemos mejor la diversificación y el manejo sostenible. Lo que en el fondo no es subsidio, sino retribución de aportes ambientales, societarios y culturales.
El obrero vende fuerza de trabajo por lo que vale y lo explotan al consumirla, en cambio el campesino -que labora por su cuenta- es explotado cuando vende su producto por menos de lo que vale; pero también cuando paga intereses usurarios, compra insumos y bienes de consumo sobrevaluados y se emplea a ratos por jornales de infrasubsistencia. Los campesinos dicen que es la Ley de San Garabato: comprar caro y vender barato. Tienen razón, pues en su caso el multifacético y envolvente intercambio desigual es vehículo de explotación y de pobreza.
Dilucidar la clave de una explotación que no tiene su premisa en el mercado de trabajo y su consumación en el proceso productivo capitalista -como la obrera-, sino que, a la inversa, su premisa está en la producción por cuenta propia y su consumación en el mercado de bienes, de servicios y de trabajo estacional, es fundamental para la crítica rigurosa de un sistema que en vez de conducir la proletarización universal directa, que preveía Marx, está llegando a viejo en medio de un cada vez más extenso mundo de trabajadores precarios, a tiempo parcial o por cuenta propia, del que es paradigma la producción doméstica campesina subsumida en el capital.
2. Significado de la renta diferencial. Los campesinos -cuyo recurso primario es el trabajo familiar- no sólo enfrentan dificultades para exteriorizar la discontinuidad laboral agraria, también cultivan tierras por lo general malas y remontadas, de modo que tienen los mayores costos. Pero éstos, con el añadido de la ganancia media, no determinan tendencialmente los precios, como sucedería con puros oferentes capitalistas, porque quienes producen para subsistir se mantendrán en el surco, aunque no obtengan ganancias y a veces operen con pérdidas (que se traducen en erosión del hombre y el medio con factura transgeneracional). Con esto se reduce, anula o invierte la renta diferencial que pagaría la sociedad si los precios se fijaran a partir de los mayores costos, y disminuyen sin desaparecer las sobreganancias de los agricultores mejor dotados.
Pienso que Julio estará de acuerdo con lo anterior -formulado por mí en un ensayo de 1979, compilado también en El capital en su laberinto (pp. 193-280)- pues para él la "regla" de los precios en los mercados de campesinos y capitalistas es que sólo los días trabajados se incorporan como costos y esto empobrece al campesino que debe vender por temporadas su capacidad laboral a los agroempresarios, mecanismo que mi modelo incluye destacadamente y trata de explicar.
También pienso que su tesis no se "contrapone" -como dice- a mi planteo de que los rústicos desaparecerán -Dios no lo quiera- cuando lo haga la renta diferencial, esto es: cuando la agricultura sea el proceso continuo, intensivo e independiente de la naturaleza que sueñan los transgenistas y nanotecnólogos; y no se contrapone pues en tal caso no habría tiempos muertos ni trabajo estacional, que es en lo que sustenta Julio la existencia del campesinado.
3. Virtudes de la diversificación. Pero no sólo no habría campesinos, no habría nadie, pues si en tiempos de calentamiento global el manejo múltiple diversificado y sustentable -proverbialmente campesino- deja paso del todo al emparejamiento radical que demandaría, por ejemplo, la producción masiva de agrocombustibles sin reducir el actual consumo energético, la propia vida humana estaría en entredicho. Sin duda la diversificación enfrenta "obstáculos" y es verdad que los campesinos la practican cada vez menos. Razón de más para reivindicar con urgencia las ventajas familiares, regionales y nacionales de los aprovechamientos múltiples, cuyas virtudes ecológicas y laborales destaca Julio, y a las que habría que añadir las culturales. Es frente al riesgo que la uniformidad tecnológica supone para los ecosistemas -materia en la que coincidimos- que la distorsión en el mecanismo de los precios me parece "asunto menor" y que contrarrestarla retribuyendo socialmente los días trabajados me resulta, en el mejor de los casos, un recurso provisional y en el fondo contraindicado.
Me explico: compensar con subsidios a los campesinos monocultores cuyos tiempos muertos no son retribuidos por los precios, no desalienta el empleo de este modelo, al contrario, lo estimula. Entonces, si de subsidiar se trata, subsidiemos mejor la diversificación y el manejo sostenible. Lo que en el fondo no es subsidio, sino retribución de aportes ambientales, societarios y culturales.
HASTA CUÁNDO LE VAN A PAGAR LO JUSTO AL CAMPESINO... nomás haciendo teorías
Kikka Roja