15-May-2009
Horizonte político
José A. CrespoIngobernabilidad con impunidad
La regla en la que los ex presidentes guardaban silencio se fue esfumando hasta desaparecer. Hemos visto diferencias y fricciones...
Aquince años de haber concluido su gobierno, Carlos Salinas de Gortari sigue siendo motivo de análisis, denuncias y conjeturas, y no por buenas razones, sino porque en todos estos años ha metido su mano donde no debería.Y al parecer, está en capacidad y disposición de seguir moviendo importantes hilos del poder (incluso de índole sucesoria, hacia 2012). No podrá decir Salinas, como hace años lo hizo Luis Echeverría, que “no controla ni a sus nietos”. Todo indica que los incentivos de Miguel de la Madrid para decir lo que le dijo a Carmen Aristegui son para limpiar su imagen histórica. Pero, ante el impacto de sus declaraciones, reaccionó el “cártel de Dublín” para minimizar el daño (lo que, de paso, le viene bien al gobierno federal, al que no se le ven ganas de investigar nada de nada). La oficina de De la Madrid no reaccionó al aviso de Aristegui de que su entrevista sería dada a conocer, señal de que en principio no lo vio mal. Fue después de aquilatar el impacto de sus palabras, y debido a las burdas gestiones salinistas, que De la Madrid tuvo que declararse incapacitado mental (suficientemente cuerdo para afirmar que no lo está, como dijo alguien).
La regla en la que los ex presidentes guardaban silencio se fue esfumando hasta desaparecer. No ha sido usual que salgan a hacer declaraciones contra sus sucesores, aunque muchos han reconocido haberse equivocado al “destaparlos”. Hemos visto diferencias y fricciones entre los ex presidentes y sus sucesores. Existe la razonable tesis de que la probabilidad de las tensiones entre antecesor y sucesor se incrementa cuando el segundo no figuraba en la baraja original o preferida del primero, sino que las circunstancias le obligan a designarlo como sucesor (sucesión por descarte). Eso lo documenta muy bien Jorge Castañeda: “Las sucesiones por descarte crían y nutren tensiones entre elector y elegido” (La Herencia, 1999). Ejemplo de ello son Gustavo Díaz Ordaz con Luis Echeverría y, evidentemente, Salinas de Gortari con Ernesto Zedillo. En cambio, cuando el “tapado” surge de la baraja original del Presidente, la relación con el sucesor no saca chispas. Y, como ejemplo de esto, se manejó siempre el caso de De la Madrid con respecto a Salinas de Gortari, cuya relación pública por varios años fue al menos respetuosa, si no es que tersa. A varios años de haber terminado el gobierno de Salinas, cuando ya había elementos de evaluación (y ya sabíamos de las corruptelas de Raúl Salinas), De la Madrid le dijo a Castañeda: “Es la fecha en que pienso honestamente que no me equivoqué, dadas las circunstancias de entonces. Que Salinas cometió errores, que levitó, que le fue mal al final, pues ya fue un problema de él”. Eso lo dijo en 1998. Así pues, es probable que, con sus declaraciones a Aristegui, De la Madrid haya querido deslindarse históricamente de lo que representa Salinas para México.
Pero una de las declaraciones más graves del ex presidente tiene que ver con la esencia del sistema político mexicano, al asentir que “la impunidad es condición necesaria para que la maquinaria siga funcionando en México y que —a veces— la justicia estorba, para ejercer el poder”. Siempre supimos —aunque los priístas lo negaban— que la esencia del régimen priísta era la impunidad. Lo nuevo es la apreciación de Miguel de la Madrid sobre la incompatibilidad entre gobernabilidad y rendición de cuentas; había que escoger entre una u otra. La gobernabilidad democrática, en cambio, consiste justamente en conciliar orden y estabilidad con rendición de cuentas. Esa fue la oferta histórica del PAN. Pero, al llegar a Los Pinos el doctor VicenteFox, optó mejor por seguir la ruta del PRI. Había prometido modificar las reglas vigentes, para caminar hacia la gobernabilidad democrática, pero muy pronto se desistió. Hoy, Germán Martínez nos propone que, en vez de enjuiciar a Salinas de Gortari, “es al PRI al que se debe someter a juicio —en las urnas— para que dé cuentas de sus gobiernos” (13/V/09). Pues eso ya lo hicimos en el año 2000. Muchos votamos por el PAN justamente para que, desde el gobierno, se llamara a cuentas —no sólo políticas, sino legales— a las “víboras prietas” y “tepocatas” del régimen priista, según lo ofreció Fox, con el propósito de construir precisamente la gobernabilidad democrática que no tuvimos bajo el PRI.
Pero, ¿se logró algo? ¿Se llamó a cuentas a alguien? ¿Fue sustituida la vieja impunidad priista por la nueva rendición de cuentas panista? Evidentemente, no. Jorge Castañeda y Rubén Aguilar relatan que Fox prefirió cuidar la impunidad del PRI en vez de buscar la combinación de gobernabilidad y rendición de cuentas. Escriben Aguilar y Castañeda: “Según Fox (los priistas), le pedían dos cosas: una, más concesiones; dos, que no se metiera en los terrenos de corrupción y de acusaciones a funcionarios del pasado, por ejemplo, la cuenta secreta de Salinas”. Para evadir su promesa de llamar a cuentas a las “tepocatas”, declaró Fox: “No soy Dios para decidir a quién investigamos y a quién no”. No era necesario ser Dios para ello —ni siquiera doctor honoris causa—: bastaba con que fuera un demócrata. Le advertían también los priistas que “ese ‘cuentito’ de la democracia y de los ciudadanos apoyando al presidente, no vale… en México; y en seguida, que debía concederles más apoyos a gobernadores priístas” (La Diferencia, 2007). Tampoco Felipe Calderón ha querido moverse hacia la gobernabilidad democrática (más bien, lo que vemos son pasos hacia la ingobernabilidad con impunidad). ¿Tiene sentido, tras nueve años de gobierno blanquiazul, refrendarle el poder al PAN para que éste a su vez refrende la carta de impunidad que le extendió al PRI, como lo reflejan los casos de Ricardo Aldana, Carlos Romero Deschamps, o de Mario Marín y Ulises Ruiz, para no hablar de esa gran dama que es Elba Esther Gordillo? ¿Para qué?
¿Se logró algo? ¿Se llamó a cuentas a alguien? ¿Fue sustituida la vieja impunidad priista por la nueva rendición de cuentas panista? Evidentemente, no.
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