Estrictamente personal
Raymundo Riva Palacio
Cuarentena tropical
Viernes, 01 de Mayo de 2009En los primeros tres días de la semana, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, suspendió todas las actividades sociales, cortó la cadena de servicios y consumo, y semi paralizó la capital con el propósito de limitar el movimiento de personas, reducir la transmisión de la influenza porcina y estabilizar los casos de afectados. En los dos días siguientes, por las mismas razones, el gobierno federal instrumentó medidas aún más radicales, suspendiendo las labores de la mayor parte de la burocracia y urgió al sector privado detener toda actividad productiva no esencial. Con un mensaje a la nación fraseado en tono solidario y de amigos –usando el "tú" en lugar del "ustedes"-, el presidente Felipe Calderón apeló a que los mexicanos se quedaran en sus casas.
Ambos gobiernos se han abrogado facultades excepcionales, y lejos de enfrentar críticas –fuera de los reclamos de los restauranteros del Distrito Federal-, han navegado en medio de un consenso construido por el miedo. Ebrard afirmó que el principal valor que busca defender con sus iniciativas draconianas, es "el valor de la vida", que es lo que el resto de los funcionarios, federales, estatales y locales, han esgrimido de manera menos luminosa para justificar todas sus acciones, que en realidad consisten en instrumentar una especie de cuarentena, sin estrategia integral, con acciones quirúrgicas y sin sustento legal.
Una cuarentena, que viene de las palabras italianas "quarantina" y "quaranta giorni", que significan "espacio de 40 días", es un mecanismo aplicado desde el Siglo XV en algunas ciudades italianas para evitar que se extendieran las plagas. Hay que tener claro que una cuarentena no cura a nadie, pero contribuye, a evitar que la transmisión de la enfermedad se propague. En simulacros realizados en computadora, la cuarentena logra que una epidemia retroceda si sólo el 50% de la población la respeta. En casos estudiados, generalmente el 10% de la población la viola.
Las experiencias de cuarentena en tiempos recientes han demostrado que son herramientas eficientes para desacelerar la transmisión de la enfermedad. Una cuarentena está diseñada para restringir las actividades de personas en buen estado de salud que podrían haber sido expuestas a un contagio, y que intenta prevenir la transmisión de la enfermedad durante el periodo de incubación, si es que fue infectada. Es totalmente diferente al aislamiento, que es la separación de las personas infectadas. Las acciones de Calderón y de Ebrard caminan en esa dirección, implantando una cuarentena parcial sin decirlo con todas sus letras.
La diferencia entre los dos es que Ebrard juega con las verdades de los hechos sin la explicación de sus acciones, y el gobierno federal actúa con extrema cautela, quizás para evitar, en una sociedad inmadura en crisis, pánico total y, quizás, descontrol político. La cuarentena en México no es algo distante. Diariamente, el secretario de Salud, José Ángel Villalobos, informa al Presidente sobre el avance de la epidemia, con una constante evaluación para determinar si se llega a requerir la cuarentena en forma oficial. Hay planes de contingencia y experiencias limitadas. Pero también hay un pronóstico de que las cosas se pondrán más duras y que acciones más radicales tendrían que ser tomadas. Paradójicamente, las acciones unilaterales que tomó Ebrard, lograron una inopinada tarea de concientización entre la población civil, neutralizando algunos de los ingredientes más antipopulares de esa radical medida.
La cuarentenas tropicales que se han puesto en movimiento, pueden tener como objetivo dar un salto por la vía del autoritarismo a los imperativos democráticos que requiere una medida de esta naturaleza. Las cuarentenas no son instrumentos sencillos de aplicar en términos logísticos y legales, pero principalmente políticos. Así como si se explica perfectamente a la población se puede encontrar el apoyo que se requiere, también puede ser motivo de severas críticas porque representa una amenaza potencial a las libertades civiles. Si no se logra el consenso de la sociedad política para una medida de tales alcances, lo único que provocaría sería división social y confrontaciones.
Hay estudios de casos sobre aplicación de cuarentenas en otros casos de epidemias, como fue el de la pandemia del Síndrome Respiratorio Severamente Agudo, conocido como (SARS), que afectó en 2003 a naciones en dos continentes. Una consideración fundamental es que antes de tomar esa decisión se requiere un complejo análisis científico, político y social, pero sobretodo, una coordinación de todos los niveles de gobierno, en el ámbito local y federal. Las infecciones no distinguen barreras políticas, y sin esa coordinación, el fracaso está asegurado.
Las experiencias sociopolíticas han sido variadas –no así las médicas, que han sido exitosas-. Gobiernos verticalmente autoritarios, como el chino, pudieron realizar una amplia cuarentena sin el chistar de sus ciudadanos. En Toronto, la población apoyó enormemente en la primera oleada del SARS, pero en la segunda, meses después, el resultado fue diferente. En Taiwán, donde se ilustra mejor el delicado balance entre la salud pública y las consideraciones políticas, hoy en día se considera que el uso agresivo de la cuarentena contribuyó al pánico y fue contraproducente.
Si las consideraciones en los gobiernos federal y del Distrito Federal se acercaran más a la experiencia de Taiwán, como sugiere el contexto mexicano, su cuarentena tropical es el mejor camino. Ya lo estamos viendo. La aplicación de la medida se está dando sin obstáculos político o legales. Pero ya sea tropical o convencional, la cuarentena es una realidad que, por la puerta de atrás, ya se nos metió.
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