El 8 de junio de 1692, debido a la escasez y el aumento del maíz, un motín popular incendió parte del palacio del virrey y fue reprimido por su guardia. Se trató, sin duda, del “hecho que conmovió con mayor intensidad a la Ciudad de México durante el período colonial”.
Así lo afirma la maestra Josefina Muriel, miembro del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM (IIH), quien en su breve estudio, Una nueva versión del motín del 8 de junio de 1692, agrega a las crónicas de la época debidas al escritor y científico carlos de Sigüenzay Góngora y al periodista Antonio de Robles, la detallada narración del notario eclesiástico Thomas de la Fuente Salazar. Para situar mejeo el fatídico año hay que recordar que el 23 de agosto de 1691 hubo un eclipse de sol, que en la época se interpretaba como un mal presagio. Sigüenza calcula, además, debido a las tormentas terribles de ese año, que 1692 "Será un año de muchas aguas y se acompañarán de varias tempestades y frio a sus tiempos, y como a la extraordinaria humedad es consiguiente al mal logro de las semillas y mucho más de las frutas y hortalizas, no me parece que será el año tan abundante como se quisiera: si ya no es que se tiene providencias de sembrar los que pudieran hacerlo en partes cómodas y en escardar la mala yerba para evitar el gusano." El gusano, es decir, el pulgón, (denominado en lengua indígena chahuistle), la plaga que acaba con las cocechas de los granos.
Escribe Muriel: Los hechos narrados por los tres escritores a quienes estamos aludiendo dan una clara idea del estado de ánimo en que estaría el pueblo. Por eso añade don Carlos que si el año de 1691 había sido malo, el siguiente sería malísimo. El problema más hiriente sería el económico de la falta de maíz y trigo, tanto que llegaría a ser el detonate que impulsaría a la plebe a manifestar su descontento contra el gobierno del virrey de Galve y, a la vez, su inconformidad contra el dominio español. Este grupo social de los descontentos lo formaban, según Robles y De la Fuente, los indios. Sin embargo, Sigüenza aclara que el grupo de los amotinados lo constituia lo que él llama la plebe, esto es los indios junto con los negros, criollos y bozales de diferentes naciones, los chinos, los mulatos, los moriscos, los zambaigos, los lobos y también los españoles zaramullos, que eran los pícaros, chulos y arrebatarropas. era gente que se reunía en las plazas, mercados y, más intimamente, en las pulquerías, en donde al calor de la embriagante bebida se hablaba, según Robles, con insolencia sobre espantar a los españoles. quemar el palacio y matar al virrey y al corregidor. Nadie menciona que hubiera un dirigente o un plan de rebeldía, tan sólo se consignan anhelos de violencia como desquite al hambre que había provocado la escasez de alimentos, lo que se atribulle a errores y descuidos gubernamentales, y la ofensiva situación de inferioridad frente a los hispanos. esta situación la vivian todos, pero el pueblo la sufria más que nadie (...).
Y mientras aquellos hombres de la plebe proclamaban sus inconformidades en las pulquerías, las mujeres lo hacian, según Sigüenza y Robles, en la alhóndiga. Sí, en ese sitio ellas se abastecían para alimentar a sus familias y elaborar las tortillas que comían o vendían. sentían con más premura la escasez y por eso ellas fueron las primeras que se envalentonaron e insultaron a los soldados que custiodaban el orden en ese sitio (el palacio). A ellas, que del insulto pasan al asalto, las seguirán sus hombres. De la Fuente Salazar condensó el asalto al palacio así: apedrearon las ventanas de él, quebraron sus vidrieras y no pudieron quebrar sus puertas, llegada la noche, le pegaron fuego por todo su contorno y el balcón grande que por ser de madera y celosías pego con más brevedad. A la puerta de la real cárcel de corte, casas de cabildo de la ciudad y sus juzgados y oficios de escribanos y la alhóndiga, tienda de mercadería, semillas, hierro, loza y otros géneros que llamaban cajones por ser de madera, que estaban en la plaza mayor y todos los puestos levadizos, haciendose media hora una troya esta ciudad, no osaron los vecinos abrir las puertas por ver venir por sus calles a bandadas los indios a voces que daban, corriendo, tirando piedras y dando gritos que causaban miedo. (...) se hizo pesquisa de los culpados. Fueron a peloteados unos, ahorcados otros y a muchos los azotaron. se atribuyó a milagro de Nuestra Señora de los Remedios no haber acabado Dios nuestro Señor con esta ciudad por nuestros pecados. A ella sean las gracias como madre de misericordia y refugio de pecadores.
Josefina Muriel, quién editó su trabajo en el IIH, se basó en el relato de Sigüenza publicado en relaciones históricas de Carlos de Sigüenza y Góngora (UNAM, 1954); para el de Antonio de Robles, en su diario de sucesos notables, 1665-1703 (Porrúa, 1945); y en cuanto al De la Fuente Salazar, en relación breve, narración verdadera e historia suscinta de la erección, fundación y sucitación de la venerable Orden de Penitencia de N.P Santo Domingo (Archivo General de la Nación 1693). El motín se noveló como historieta en episodios mexicanos por dirección general de publicaciones y bibliotecas de la SEP (1981), con argumento de Sergio Sarmiento, asesoría histórica de C. Torales, asesoría gráfica de T. Huerta, dibujo JL Ruiz y textos de R. C. Morales.
Proceso No. 01579, 4 febrero 2007, pág 78.
jajaa jajaaa muy bueno.Escribe Muriel: Los hechos narrados por los tres escritores a quienes estamos aludiendo dan una clara idea del estado de ánimo en que estaría el pueblo. Por eso añade don Carlos que si el año de 1691 había sido malo, el siguiente sería malísimo. El problema más hiriente sería el económico de la falta de maíz y trigo, tanto que llegaría a ser el detonate que impulsaría a la plebe a manifestar su descontento contra el gobierno del virrey de Galve y, a la vez, su inconformidad contra el dominio español. Este grupo social de los descontentos lo formaban, según Robles y De la Fuente, los indios. Sin embargo, Sigüenza aclara que el grupo de los amotinados lo constituia lo que él llama la plebe, esto es los indios junto con los negros, criollos y bozales de diferentes naciones, los chinos, los mulatos, los moriscos, los zambaigos, los lobos y también los españoles zaramullos, que eran los pícaros, chulos y arrebatarropas. era gente que se reunía en las plazas, mercados y, más intimamente, en las pulquerías, en donde al calor de la embriagante bebida se hablaba, según Robles, con insolencia sobre espantar a los españoles. quemar el palacio y matar al virrey y al corregidor. Nadie menciona que hubiera un dirigente o un plan de rebeldía, tan sólo se consignan anhelos de violencia como desquite al hambre que había provocado la escasez de alimentos, lo que se atribulle a errores y descuidos gubernamentales, y la ofensiva situación de inferioridad frente a los hispanos. esta situación la vivian todos, pero el pueblo la sufria más que nadie (...).
Y mientras aquellos hombres de la plebe proclamaban sus inconformidades en las pulquerías, las mujeres lo hacian, según Sigüenza y Robles, en la alhóndiga. Sí, en ese sitio ellas se abastecían para alimentar a sus familias y elaborar las tortillas que comían o vendían. sentían con más premura la escasez y por eso ellas fueron las primeras que se envalentonaron e insultaron a los soldados que custiodaban el orden en ese sitio (el palacio). A ellas, que del insulto pasan al asalto, las seguirán sus hombres. De la Fuente Salazar condensó el asalto al palacio así: apedrearon las ventanas de él, quebraron sus vidrieras y no pudieron quebrar sus puertas, llegada la noche, le pegaron fuego por todo su contorno y el balcón grande que por ser de madera y celosías pego con más brevedad. A la puerta de la real cárcel de corte, casas de cabildo de la ciudad y sus juzgados y oficios de escribanos y la alhóndiga, tienda de mercadería, semillas, hierro, loza y otros géneros que llamaban cajones por ser de madera, que estaban en la plaza mayor y todos los puestos levadizos, haciendose media hora una troya esta ciudad, no osaron los vecinos abrir las puertas por ver venir por sus calles a bandadas los indios a voces que daban, corriendo, tirando piedras y dando gritos que causaban miedo. (...) se hizo pesquisa de los culpados. Fueron a peloteados unos, ahorcados otros y a muchos los azotaron. se atribuyó a milagro de Nuestra Señora de los Remedios no haber acabado Dios nuestro Señor con esta ciudad por nuestros pecados. A ella sean las gracias como madre de misericordia y refugio de pecadores.
Josefina Muriel, quién editó su trabajo en el IIH, se basó en el relato de Sigüenza publicado en relaciones históricas de Carlos de Sigüenza y Góngora (UNAM, 1954); para el de Antonio de Robles, en su diario de sucesos notables, 1665-1703 (Porrúa, 1945); y en cuanto al De la Fuente Salazar, en relación breve, narración verdadera e historia suscinta de la erección, fundación y sucitación de la venerable Orden de Penitencia de N.P Santo Domingo (Archivo General de la Nación 1693). El motín se noveló como historieta en episodios mexicanos por dirección general de publicaciones y bibliotecas de la SEP (1981), con argumento de Sergio Sarmiento, asesoría histórica de C. Torales, asesoría gráfica de T. Huerta, dibujo JL Ruiz y textos de R. C. Morales.
Proceso No. 01579, 4 febrero 2007, pág 78.
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