Juan Villoro
19 Feb. 10
MEXICO - Javier Aguirre dijo que "el equipo está muy jodido" por la derrota sufrida ante El Salvador y que el Tricolor está en la cuerda floja, pero confió en que México estará en la Copa del Mundo Sudáfrica 2010. En estos momentos México está en el quinto lugar del Hexagonal donde tres equipos van directos y el cuarto a un repechaje ante el quinto clasificado de Sudamérica.
"¿En qué momento se había jodido el Perú?", se pregunta Vargas Llosa al inicio de Conversación en La Catedral, su novela maestra. Obviamente, no desprecia al país que escoge para desarrollar una trama de 669 páginas. Ha decidido contar aquello que le duele.
¿Qué sucede cuando un símbolo de la unidad nacional expresa una inquietud semejante? "La Coatlicue ya no habla porque está pasadísima", escribió Monsiváis. Si dijera lo que piensa, nos ofenderíamos mucho.
Javier Aguirre ocupa el puesto más volátil de la incierta realidad mexicana: entrena a una selección de la que se espera lo que nunca ha logrado. Señor de la Ilusión y del Milagro, ejerce un oficio cuyo valor simbólico se exagera hasta el delirio. Si critica al país parece que critica a la camiseta.
Hace dos días, el catalizador de nuestras emociones dijo que estamos jodidos. De acuerdo con la encuesta de Cancha, el 75 por ciento de los aficionados reprueba lo que hizo. ¿Cuáles fueron sus agravios? El Vasco habló de la inseguridad (no desea vivir aquí ni que lo haga su familia); opinó que el futbol mexicano se encuentra entre el décimo y el decimoquinto lugar del mundo, y aclaró que su compromiso con la selección termina en Sudáfrica. El ilusionista deprimió: no es alentador que el guía de las aspiraciones nacionales hable así, sobre todo si tiene razón.
Ya sabíamos que Aguirre tomó la selección porque estaba sin equipo y que al término del Mundial esperaría ofertas de España o Inglaterra. ¿Convierte esto en antimexicano a quien jugó con la selección en 1986, fue asistente técnico en 1994, dirigió a la selección en 2002 y volverá a hacerlo en 2010? Sus deudas con la patria están saldadas.
No han faltado las voces de apoyo para el redentor que cayó en pecado de escepticismo. Guillermo Ochoa en Récord: "Se ha ganado el derecho a no callar". José Luis Sánchez Solá, el Chelís, en Estadio: "No creo que Javier Aguirre haya dicho algo nuevo o que no sea cierto". Fernando Schwartz en Esto: "Que Javier haya hablado fuerte de la situación de México, es el reflejo del sentir de usted, del mío propio y de cualquier ciudadano". David Faitelson en La afición: "Lo que más me molesta es que... Aguirre no dijo ninguna mentira".
Una de las críticas más insistentes es que el Vasco "habló fuera de México". Se trata de un argumento irracional, que somete la conciencia a la territorialidad. En tiempos de twitter las noticias están en todas partes. La mala imagen del país no se debe a lo que comenta un mexicano, sino a las decapitaciones de cada día.
El Vasco ejerció su libre albedrío. Es difícil no simpatizar con él, por su trayectoria y porque su hartazgo es el nuestro. Sin embargo, el tema se presta a un análisis más profundo. Aguirre ocupa el puesto en el que fue linchado el más eficaz futbolista mexicano, Hugo Sánchez. El Pentapichichi llevó a México a un tercer lugar en la Copa América, siendo sólo superado por Brasil y Argentina, un resultado normal, pero no pudo clasificar a la selección juvenil a la Olimpiadas de China (donde la delegación mexicana hizo un ridículo casi completo). Esta actuación promedio levantó ámpula. ¿Por qué? Ultrajar es un acto seguro; anhelar es incierto. Entre apoyar a Hugo sin recompensa visible y aprovechar la segura oportunidad de victimarlo, se optó por lo segundo. ¿Pasará lo mismo con Aguirre? No de inmediato. No estamos ante el arrogante ídolo dispuesto a triunfar contra la tradición, sino ante un trabajador empeñoso que habla claro y asume sus errores. El problema vendrá después.
Hace cinco años el Vasco no hubiera dicho lo mismo. La lección de este episodio es que el país ha llegado a un límite. Su gesto pertenece a la misma indignación que llevó a Luz María Dávila, madre de dos jóvenes asesinados, a encarar al Presidente por el baño de sangre que ha desatado. Decir que estamos jodidos es triste. No poder decir lo contrario es trágico.
El asunto tiene una vuelta más: Aguirre no es un articulista. Su responsabilidad es otra y sus palabras hacen pensar en un equipo vencido. Calificamos in extremis y hay demasiados jugadores en problemas. Nery Castillo no tiene equipo, Rafa Márquez juega unos minutos y se hace expulsar, Cuauhtémoc Blanco sortea agujeros en las canchas de 1-A, Guardado viene de una larga lesión, Giovanni dos Santos acaba de instalarse en Estambul, Osorio está en la banca. ¡La nación depende del Chicharito!
México tiene más futbol que Sudáfrica, pero no está en nuestro carácter ser aguafiestas de los anfitriones. El país de Invictus recibirá al de La visión de los vencidos. Si los festejos por el triunfo ante Estados Unidos desataron el rencor, un previsible papel mediano en el Mundial puede arreciar el descontento. Aguirre prefirió ser acusado de derrotista a ser crucificado por no entregar el paraíso.
En ocasiones la precariedad sirve de aliciente. El lema del Mundial de Chile en 1962 fue: "Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo". No es el caso del equipo nacional, donde lo más valioso es el entrenador que dice: "el país está jodido".
kikka-roja.blogspot.com/
¿Qué sucede cuando un símbolo de la unidad nacional expresa una inquietud semejante? "La Coatlicue ya no habla porque está pasadísima", escribió Monsiváis. Si dijera lo que piensa, nos ofenderíamos mucho.
Javier Aguirre ocupa el puesto más volátil de la incierta realidad mexicana: entrena a una selección de la que se espera lo que nunca ha logrado. Señor de la Ilusión y del Milagro, ejerce un oficio cuyo valor simbólico se exagera hasta el delirio. Si critica al país parece que critica a la camiseta.
Hace dos días, el catalizador de nuestras emociones dijo que estamos jodidos. De acuerdo con la encuesta de Cancha, el 75 por ciento de los aficionados reprueba lo que hizo. ¿Cuáles fueron sus agravios? El Vasco habló de la inseguridad (no desea vivir aquí ni que lo haga su familia); opinó que el futbol mexicano se encuentra entre el décimo y el decimoquinto lugar del mundo, y aclaró que su compromiso con la selección termina en Sudáfrica. El ilusionista deprimió: no es alentador que el guía de las aspiraciones nacionales hable así, sobre todo si tiene razón.
Ya sabíamos que Aguirre tomó la selección porque estaba sin equipo y que al término del Mundial esperaría ofertas de España o Inglaterra. ¿Convierte esto en antimexicano a quien jugó con la selección en 1986, fue asistente técnico en 1994, dirigió a la selección en 2002 y volverá a hacerlo en 2010? Sus deudas con la patria están saldadas.
No han faltado las voces de apoyo para el redentor que cayó en pecado de escepticismo. Guillermo Ochoa en Récord: "Se ha ganado el derecho a no callar". José Luis Sánchez Solá, el Chelís, en Estadio: "No creo que Javier Aguirre haya dicho algo nuevo o que no sea cierto". Fernando Schwartz en Esto: "Que Javier haya hablado fuerte de la situación de México, es el reflejo del sentir de usted, del mío propio y de cualquier ciudadano". David Faitelson en La afición: "Lo que más me molesta es que... Aguirre no dijo ninguna mentira".
Una de las críticas más insistentes es que el Vasco "habló fuera de México". Se trata de un argumento irracional, que somete la conciencia a la territorialidad. En tiempos de twitter las noticias están en todas partes. La mala imagen del país no se debe a lo que comenta un mexicano, sino a las decapitaciones de cada día.
El Vasco ejerció su libre albedrío. Es difícil no simpatizar con él, por su trayectoria y porque su hartazgo es el nuestro. Sin embargo, el tema se presta a un análisis más profundo. Aguirre ocupa el puesto en el que fue linchado el más eficaz futbolista mexicano, Hugo Sánchez. El Pentapichichi llevó a México a un tercer lugar en la Copa América, siendo sólo superado por Brasil y Argentina, un resultado normal, pero no pudo clasificar a la selección juvenil a la Olimpiadas de China (donde la delegación mexicana hizo un ridículo casi completo). Esta actuación promedio levantó ámpula. ¿Por qué? Ultrajar es un acto seguro; anhelar es incierto. Entre apoyar a Hugo sin recompensa visible y aprovechar la segura oportunidad de victimarlo, se optó por lo segundo. ¿Pasará lo mismo con Aguirre? No de inmediato. No estamos ante el arrogante ídolo dispuesto a triunfar contra la tradición, sino ante un trabajador empeñoso que habla claro y asume sus errores. El problema vendrá después.
Hace cinco años el Vasco no hubiera dicho lo mismo. La lección de este episodio es que el país ha llegado a un límite. Su gesto pertenece a la misma indignación que llevó a Luz María Dávila, madre de dos jóvenes asesinados, a encarar al Presidente por el baño de sangre que ha desatado. Decir que estamos jodidos es triste. No poder decir lo contrario es trágico.
El asunto tiene una vuelta más: Aguirre no es un articulista. Su responsabilidad es otra y sus palabras hacen pensar en un equipo vencido. Calificamos in extremis y hay demasiados jugadores en problemas. Nery Castillo no tiene equipo, Rafa Márquez juega unos minutos y se hace expulsar, Cuauhtémoc Blanco sortea agujeros en las canchas de 1-A, Guardado viene de una larga lesión, Giovanni dos Santos acaba de instalarse en Estambul, Osorio está en la banca. ¡La nación depende del Chicharito!
México tiene más futbol que Sudáfrica, pero no está en nuestro carácter ser aguafiestas de los anfitriones. El país de Invictus recibirá al de La visión de los vencidos. Si los festejos por el triunfo ante Estados Unidos desataron el rencor, un previsible papel mediano en el Mundial puede arreciar el descontento. Aguirre prefirió ser acusado de derrotista a ser crucificado por no entregar el paraíso.
En ocasiones la precariedad sirve de aliciente. El lema del Mundial de Chile en 1962 fue: "Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo". No es el caso del equipo nacional, donde lo más valioso es el entrenador que dice: "el país está jodido".