NOTA DESDE REDES CIUDADANAS JALISCO
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SOVIET25
Desprecio a la Internet. Es irresponsable, y a menudo, es una red de odio. No tengo tiempo para los blogopops. Pero existe la historia de dos cobardes periódicos que explica por qué cada vez más gente prefiere Google que dar vuelta a las páginas. Primero está el diario Los Angeles Times. El año pasado se le asignó al periodista Mark Arax un reportaje de rutina sobre el genocidio, en 1915, de más de medio millón de armenios a manos de las autoridades turcas otomanas. El reportaje de Arax se enfocaba en las divisiones dentro de la comunidad judía local sobre si se le debe llamar genocidio al genocidio. Es un viejo argumento. Los turcos insisten -pese a todos los hechos, documentos, testimonios presenciales y a la verdad histórica--que los armenios fueron víctimas de una guerra civil. El gobierno israelí y su nuevo presidente, ganador del Premio Nobel de la Paz, Shimon Peres, ansiosos de mantener sus cálidas relaciones con la Turquía moderna, han preferido adoptar la versión mendaz de los hechos promovida por Ankara. Sin embargo, muchos judíos dentro y fuera de Israel insisten valientemente en que lo ocurrido constituye un genocidio; de hecho el genocidio precursor del posterior Holocausto de seis millones de judíos asesinados por los nazis.
El reportaje sobre el genocidio de Arax fue condenado a muerte por órdenes del editor en jefe del diario, Douglas Frantz, con el argumento de que el reportero tenía "una postura sobre el tema" y "un conflicto de intereses". Los lectores ya deben haber adivinado que Arax es armenio-estadunidense. Su pecado, al parecer, fue que en 2005, él y otros cinco periodistas enviaron un memorando formal a los editores del LA Times recordándole a los directivos que según las reglas de estilo del diario, debía hablarse del genocidio armenio tal cual, y llamarle "presunto genocidio". Frantz, sin embargo, afirmó que el viejo memo era tan solo una "petición" y aparentemente acusó a Arax de haber logrado que se le asignara el reportaje sobre el genocidio armenio coludiéndose con el jefe de la oficina del diario en Washington, quien también es armenio. El reportaje se le asignó entonces al reportero en Washington, Rich Simon, quien se concentró en los esfuerzos de Turquía por bloquear en el Congreso estadunidense una resolución que reconoce la matanza de los armenios, y titulado: "La resolución sobre el genocidio es aún incierta". Entonces los ejecutivos del LA Times se volvieron esquivos, rehusando dar entrevistas, pese a que Frantz admitió en un blog (desde luego) que tuvo que dejar "en un compás de espera" el reportaje de Arax porque le preocupaba que el reportero hubiera expresado sus opiniones personales sobre el tema de (sic) manera pública...". Jo, jo.
La verdad puede ser peligrosa para LA Times, todavía más, al parecer, ante el hecho de que el mismo editor -nada menos que Frantz--alguna vez trabajó en The New York Times, medio que se refiere a la matanza de los armenios llamándole "presunto genocidio". Resulta que Frantz se unió al LA Times como su corresponsal en Estambul. Pues bien, Arax ya salió de LA Times después de un acuerdo que postergó una demanda suya contra el periódico por difamación y discriminación. Sus patrones le han hecho una montaña de elogios a su trabajo mientras que Frantz acaba de dejar el diario para convertirse en el corresponsal en Medio Oriente del Wall Street Journal con base -lo adivinaron, desde luego--en Estambul. Vayamos ahora a la frontera norte, con el diario canadiense Toronto Globe and Mail, que asignó a la columnista, Jan wong, investigar un asesinato en una universidad, en septiembre pasado. Wong no es una periodista muy amada. Es de origen chino, pero canadiense de tercera generación y se mudó a China durante la Revolución Cultural de Mao, y según sus propias palabras, "denuncié a enemigos de clase e hice lo posible por ser una pequeña maoista buena". Después escribió la serie Comiendo con, para el Globe, en la que se mostraba comprensiva con sus entrevistados para luego ponerlos en evidencia. "Cuando se relajan, bajan la guardia", le confió a un colega del diario. "Es una trampa, pero legítima". ¡Ay!
Sin embargo, la aproximación que hizo sobre el tiroteo en la universidad Dawson de Montreal, fue más seria. Comparó al asesino con un musulmán mitad argelino que en 1989 mató a 14 mujeres en una universidad de Montreal en un tiroteo, y con un inmigrante ruso que mató a cuatro universitarios, en esa misma ciudad, en 1992. "En estos tres casos", escribió Wong, "el perpetrador no era un laine puro", usando el vocablo que define a un francófono "puro". "En cualquier parte, hablar de pureza racial es repugnante. No es así en Quebec", añadió. Esto, me temo, es dolorosamente cierto. Los parisinos, que hablan francés de verdad, nunca usarían esa expresión -laine- que se traduce literalmente como "lana pura" pero que significa "auténtico"; algunas personas en Montreal sí la usan. Wong, no obstante, tocó una fibra muy sensible e irritable en la Canadá "multicultural". El primer ministro, Stephen Harper, se quejó. El hombre que continúa con entusiasimo lapolítica de enviar a tropas canadienses a su misión suicida en Afganistán tachó a la periodista de "grotescamente irresponsable". El periódico franco canadiense Le Devoir (¿se imaginan que un periódico pueda vender un solo ejemplar llamándose El Deber?) publicó una caricatura de Wong, con ojos exageradamente rasgados. Definitivamente ella no es "lana pura" para Le Devoir. Las cartas de odio que recibió la periodista eran aún más directas; algunas contenían excremento. Pero luego el Globe and Mail corrió a esconderse. El editor en jefe, Edward Greenspon, escribió una cobarde columna en la que aeguró que los párrafos ofensivos "debieron haber sido retirados del reportaje". "Lamentamos haber permitido que estas palabras aparecieran en un artículo reporteado (sic)", sollozó. También dijo que esto se debió a una falla en lo que llamó, de manera irrisoria, "el proceso de control de calidad editorial".
Sucede que yo sé un poquito del "proceso de control de calidad" del Globe. Hace algún tiempo, descubrí que el diario reprodujo un artículo mío publicado por The Independent sobre el genocidio armenio. Pero lo modificaron y donde yo había escrito"genocidio" aparecía la palabra "tragedia". Los medios con que The Independent mantiene intercambio nos prometen no modificar nuestros trabajos. Cuando los compañeros del departamento de sindicaciones contactaron a The Globe, descubrieron que el diario canadiense simplemente se robó el artículo, y por ello, tuvo que pagarnos una compensación. Sobre el hecho de que censuraron la palabra "genocidio", una ejecutiva explicó a The Independent que nada podía hacerse al respecto pues el editor responsable de ello "ya había dejado de trabajar en el Globe and Mail". Siempre la misma historia ¿No es cierto? Censuran y luego chillan, se deslindan y salen corriendo. No es de extrañar que los bloggers estén ganando.
El reportaje sobre el genocidio de Arax fue condenado a muerte por órdenes del editor en jefe del diario, Douglas Frantz, con el argumento de que el reportero tenía "una postura sobre el tema" y "un conflicto de intereses". Los lectores ya deben haber adivinado que Arax es armenio-estadunidense. Su pecado, al parecer, fue que en 2005, él y otros cinco periodistas enviaron un memorando formal a los editores del LA Times recordándole a los directivos que según las reglas de estilo del diario, debía hablarse del genocidio armenio tal cual, y llamarle "presunto genocidio". Frantz, sin embargo, afirmó que el viejo memo era tan solo una "petición" y aparentemente acusó a Arax de haber logrado que se le asignara el reportaje sobre el genocidio armenio coludiéndose con el jefe de la oficina del diario en Washington, quien también es armenio. El reportaje se le asignó entonces al reportero en Washington, Rich Simon, quien se concentró en los esfuerzos de Turquía por bloquear en el Congreso estadunidense una resolución que reconoce la matanza de los armenios, y titulado: "La resolución sobre el genocidio es aún incierta". Entonces los ejecutivos del LA Times se volvieron esquivos, rehusando dar entrevistas, pese a que Frantz admitió en un blog (desde luego) que tuvo que dejar "en un compás de espera" el reportaje de Arax porque le preocupaba que el reportero hubiera expresado sus opiniones personales sobre el tema de (sic) manera pública...". Jo, jo.
La verdad puede ser peligrosa para LA Times, todavía más, al parecer, ante el hecho de que el mismo editor -nada menos que Frantz--alguna vez trabajó en The New York Times, medio que se refiere a la matanza de los armenios llamándole "presunto genocidio". Resulta que Frantz se unió al LA Times como su corresponsal en Estambul. Pues bien, Arax ya salió de LA Times después de un acuerdo que postergó una demanda suya contra el periódico por difamación y discriminación. Sus patrones le han hecho una montaña de elogios a su trabajo mientras que Frantz acaba de dejar el diario para convertirse en el corresponsal en Medio Oriente del Wall Street Journal con base -lo adivinaron, desde luego--en Estambul. Vayamos ahora a la frontera norte, con el diario canadiense Toronto Globe and Mail, que asignó a la columnista, Jan wong, investigar un asesinato en una universidad, en septiembre pasado. Wong no es una periodista muy amada. Es de origen chino, pero canadiense de tercera generación y se mudó a China durante la Revolución Cultural de Mao, y según sus propias palabras, "denuncié a enemigos de clase e hice lo posible por ser una pequeña maoista buena". Después escribió la serie Comiendo con, para el Globe, en la que se mostraba comprensiva con sus entrevistados para luego ponerlos en evidencia. "Cuando se relajan, bajan la guardia", le confió a un colega del diario. "Es una trampa, pero legítima". ¡Ay!
Sin embargo, la aproximación que hizo sobre el tiroteo en la universidad Dawson de Montreal, fue más seria. Comparó al asesino con un musulmán mitad argelino que en 1989 mató a 14 mujeres en una universidad de Montreal en un tiroteo, y con un inmigrante ruso que mató a cuatro universitarios, en esa misma ciudad, en 1992. "En estos tres casos", escribió Wong, "el perpetrador no era un laine puro", usando el vocablo que define a un francófono "puro". "En cualquier parte, hablar de pureza racial es repugnante. No es así en Quebec", añadió. Esto, me temo, es dolorosamente cierto. Los parisinos, que hablan francés de verdad, nunca usarían esa expresión -laine- que se traduce literalmente como "lana pura" pero que significa "auténtico"; algunas personas en Montreal sí la usan. Wong, no obstante, tocó una fibra muy sensible e irritable en la Canadá "multicultural". El primer ministro, Stephen Harper, se quejó. El hombre que continúa con entusiasimo lapolítica de enviar a tropas canadienses a su misión suicida en Afganistán tachó a la periodista de "grotescamente irresponsable". El periódico franco canadiense Le Devoir (¿se imaginan que un periódico pueda vender un solo ejemplar llamándose El Deber?) publicó una caricatura de Wong, con ojos exageradamente rasgados. Definitivamente ella no es "lana pura" para Le Devoir. Las cartas de odio que recibió la periodista eran aún más directas; algunas contenían excremento. Pero luego el Globe and Mail corrió a esconderse. El editor en jefe, Edward Greenspon, escribió una cobarde columna en la que aeguró que los párrafos ofensivos "debieron haber sido retirados del reportaje". "Lamentamos haber permitido que estas palabras aparecieran en un artículo reporteado (sic)", sollozó. También dijo que esto se debió a una falla en lo que llamó, de manera irrisoria, "el proceso de control de calidad editorial".
Sucede que yo sé un poquito del "proceso de control de calidad" del Globe. Hace algún tiempo, descubrí que el diario reprodujo un artículo mío publicado por The Independent sobre el genocidio armenio. Pero lo modificaron y donde yo había escrito"genocidio" aparecía la palabra "tragedia". Los medios con que The Independent mantiene intercambio nos prometen no modificar nuestros trabajos. Cuando los compañeros del departamento de sindicaciones contactaron a The Globe, descubrieron que el diario canadiense simplemente se robó el artículo, y por ello, tuvo que pagarnos una compensación. Sobre el hecho de que censuraron la palabra "genocidio", una ejecutiva explicó a The Independent que nada podía hacerse al respecto pues el editor responsable de ello "ya había dejado de trabajar en el Globe and Mail". Siempre la misma historia ¿No es cierto? Censuran y luego chillan, se deslindan y salen corriendo. No es de extrañar que los bloggers estén ganando.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
Kikka Roja