¿Hacerse de la vista gorda?
Guadalupe Loaeza
Una cosa es que los políticos tengan el hábito de ‘tragar camote’ y de ‘obedecer’, como ha sido siempre su costumbre, y otra es que la ciudadanía se haga guaje.
No, las y los mexicanos ya no nos podemos hacer de la vista gorda respecto a la corrupción de algunos funcionarios. Hacerse de la vista gorda en relación a estos políticos corruptos es convertirse en sus cómplices, es faltarnos a nosotros mismos el respeto, es darle la espalda a la democracia, es cerrar los ojos ante la evidencia y es incurrir en un cinismo malsano. En este caso, hacerse de la vista gorda quiere decir que ya todo nos vale; que estamos dispuestos a resignarnos con cualquier gobierno por corrupto que éste sea, que no nos importa nuestro país y que nuestra capacidad de indignación se ha agotado por completo. ¡Qué fácil es hacerse de la vista gorda, qué sencillo resulta dejar pasar lo que sea con tal de que nuestro pequeño mundo individual no se altere! Una cosa es que los políticos tengan el hábito de “tragar camote” y de “obedecer”, como ha sido siempre su costumbre, y otra es que la ciudadanía se haga guaje.
¿A qué viene todo lo anterior? A la posibilidad de que alguien como el candidato Jorge Hank Rhon pueda llegar a ganar las elecciones el domingo. No hay que olvidar que el abstencionismo que existe en Baja California es el mayor de todo el país y que es en Tijuana donde se concentra el mayor número de electores, además es la ciudad más importante del estado y donde fue presidente municipal Hank Rhon. Si sumamos dinero con abstencionismo, las posibilidades de que gane el candidato por el PRI son mayúsculas. Esto lo entiendo, pero lo que no alcanzo a comprender es que los bajacalifornianos, que me merecen todos mis respetos, cuenten con un candidato de la calaña de Hank Rhon. He allí un síntoma que nos está indicando dos posibilidades muy graves: o que la política está cada vez más podrida o que la sociedad está cada vez más enferma.
He visto, escuchado y leído decenas de entrevistas de Hank Rhon y termino siempre haciéndome las mismas preguntas: “¿De qué estará hecho ese hombre cuyo rostro no tiene la mínima expresión, un hombre que parece tan rupestre y tan elemental?, ¿será así porque está totalmente traumado?, ¿cómo habrá sido su niñez, seguramente rodeada de muchos guaruras y de coches último modelo?, ¿cuáles habrán sido los consejos que le daba un padre, símbolo de la corrupción, y que sigue viendo como a un Dios?, ¿cómo lo verán sus hermanos, les dará pena ajena?, ¿por qué tiene un concepto tan pobre de la mujer e insiste en decir que es “el animal que más le gusta”? Esta última pregunta, me hace evocar una fotografía gigantesca y a todo color que solía aparecer en los noventa en la vitrina del estudio de un fotógrafo cuyo nombre se me escapa y que se encontraba al lado del restaurante La Linterna. Como si hubiera sido una tarjeta de presentación del fotógrafo era la única que aparecía sobre un atril con marco dorado de un estilo un poco barroco. Allí estaban, muy endomingados, todos los miembros de la familia Hank González: en medio, sentados en unas sillas Luis XVI, aparecían los padres, detrás de ellos, muy paraditos, los hijos, los yernos, las nueras y a sus pies una bola de nietos chimuelos muy sonrientes. De lejos, la fotografía mostraba a la típica familia numerosa mexicana, muy unida y feliz; pero si una se acercaba al aparador y veía con cuidado cada una de las expresiones de los que formaban el grupo se podían descubrir muchas cosas. De todos, la que más me llamó la atención fue la de la madre, su actitud era totalmente opuesta a la de su marido y al del resto de la familia. Vestida y arreglada de una forma sumamente modesta, se hubiera dicho que estaba completamente ajena. Como que hubiera querido desaparecer justo en el momento en que el lente hizo ¡clik! La fuerte y seductora personalidad de su marido la eclipsaba por completo. En otras palabras, Guadalupe Rhon era transparente, no existía. De todos era la única que no encajaba en el grupo...
En todas las entrevistas que le hacen a Jorge Hank Rhon presume de sus cinco esposas y de sus 19 hijos. En el programa Shalalá, conducido por Katia D’Artigues y Sabina Berman, el cual se puede ver casi en su totalidad por YouTube, el candidato por el PRI pronunció el nombre de cada uno de sus hijos. Dijo que lo que más detestaba era “lo corrupto, la mentira”; presumió de su chaleco de pene de burro; comentó que su mayor arrepentimiento era no tener un cuerpo musculoso y que si regresara a esta vida en forma de animal, sería convertido en mujer. Confieso que después de ver la entrevista, me deprimí y me pregunté, ¿en qué país estamos?
No quiero dejar de recomendarle a los bajacalifornianos, más que recomendárselos les suplicaría que leyeran el libro, antes de ir a votar (sé que lo he recomendado muchas veces, pero es que vale la pena), La Terca Memoria, de don Julio Scherer. Allí, en el capítulo dedicado a Carlos Hank González, leerán un documento fundamental de la historia del Hipódromo de Agua Caliente. Y en la página 195 aparece el capítulo titulado: Jorge Hank Rhon, en el que el autor describe su bebida favorita. “Herradura reposado con una víbora de cascabel, una cobra, un pene de león, un pene de toro y a veces cabellos finos de osos grises del Canadá. En el vaso pueden quedar residuos de esos animales que, a trasluz, se miran como minúsculos pedazos de tripas bañadas en un líquido amarillento”. Según el candidato este es el secreto de su virilidad y así se lo explica a su entrevistador:
- ¿Cómo funciona? -pregunta el periodista.
- El tequila absorbe el poder de estos animales.
- ¿Y se acaba el botellón?
- Cuando lo bajo, me lo van llenando.
“Convencido de la fuerza sexual de la bebida, lo ofrece a sus incondicionales, a sus empleados y cómplices. También invita a las señoras a que mojen sus labios y nutran su cuerpo con el hallazgo que lo enorgullece”.
Lo que me da pavor es que el domingo Jorge Hank Rhon distribuya por todo Baja California su pócima, y que gracias a sus poderes los electores terminen por votar por ese Calígula... capaz de hacer senador a uno de sus animales...
¿De verdad querrán los bajacalifornianos tener a un gobernador así? Ojalá que el 5 de agosto no se hagan de la vida gorda y que no cierren los ojos ante las evidencias tan claras de todo lo siniestro que representa Jorge Hank Rhon...
Ojalá...
gloaeza@yahoo.com
En manos de ¿quién?
Hace unos días durante el debate entre los candidatos de la Alianza para que vivas mejor (PRI) y el de la Alianza por Baja California, José Osuna Millán preguntó a los televidentes: “Este 5 de agosto, amigas y amigos, se decide no solo quien va a ser el gobernador, sino el futuro de Baja California, el futuro de tus hijos. En manos de que gobernador vas a dejar a cargo la seguridad de tus hijos, en manos de que gobernador vas a dejar a cargo la educación de tus hijos. Haz de cuenta que tuviste una emergencia y vas a dejar encargada a tu familia, la dejarías en manos del candidato del PRI, o con la familia Osuna Millán?”
No hay duda de que el símil del candidato panista ejemplifica perfectamente la enorme diferencia que seguramente existe entre un personaje tan siniestro y oscuro como Hank Rohn y su persona. Hoy, quisiera formular al aire la misma pregunta pero entre dos mujeres políticas, que como los candidatos, se encuentran igualmente, en el ojo del huracán: “En manos de quién dejarías a cargo la seguridad y la educación de tus hijos. Haz de cuenta que tuviste una emergencia y vas a dejar encargada a tu familia, la dejarías en manos de Elba Esther Gordillo, líder del SNTE o Josefina Vázquez Mota, Secretaria de Educación Pública?”
Es cierto que la primera es millonaria (según Zepeda Patterson, su poder asciende a 25 mil millones de dólares anuales), que es casi tan poderosa como el presidente, que quita y pone puestos a su gusto en el gobierno federal, que tiene excelentes relaciones con periodistas e intelectuales, que es íntima de Calderón, que es suegra del subsecretario de Educación Básica de la SEP, que es dueña de un partido político, y de varias propiedades además de su departamento en San Diego y que por si fuera poco tendrá chamba hasta 2012, pero ¿bastará todo eso para dejarle encargada la educación de los hijos? Por lo que a mí se refiere, preferiría dejarle la educación y la seguridad de mis hijos a Josefina Vázquez Mota.
Hace unos años, la profesora me invitó a desayunar al Balmoral. De hecho, siempre me la encontraba allí desayunando en compañía ya sea de periodistas o de funcionarios políticos de muy alto nivel. Era la época en que estaba enamorada, por lo tanto, se encontraba en una forma espléndida: se veía contenta, sonriente y llena de vida. Recuerdo que el desayuno se prolongó más de la cuenta debido a todas las interrupciones que tuvimos: persona que entraba al café, persona que venía a saludar a la maestra. No obstante, no dejaba de comentarme cuán preocupada se encontraba respecto a la falta de justicia entre los maestros y a las evidencias de un “México bronco” que podía estallar de un momento a otro. Por mi parte no dejaba de escucharla totalmente seducida por esa mujer vestida con un traje Chanel comprado seguramente en París, el cual coordinaba perfectamente bien con su bolsa de piel Ferragamo y sus accesorios de oro. Sí, la escuchaba, pero a la vez me preguntaba si era cierto todo lo que contaban acerca de la Maestra: que si al ver el salón de belleza tan lleno de gente, esa misma mañana decidió comprarlo; que si la boda de su hija había costada una millonada; que si era la única que podía paralizar al país al llevar a la huelga al sindicato más grande de América Latina; que si todo el mundo le tenía miedo; que si era sumamente ignorante; que si se había restirado la piel más de cinco veces; que si esto, que si lo otro.
Al salir del café muy amablemente me ofreció darme un “aventón” hasta mi casa. Ella misma manejaba una camioneta último modelo. No acababa de ponerme el cinturón, cuando de pronto, sonó su celular. “Buenos días, ¿cómo le va mi querido amigo?”, escuché que decía Elba Esther. Quién sabe qué le habrá dicho “su querido amigo” a propósito de quién sabe quién; que de pronto la maestra exclamó: “¡Que se vaya al carajo!” A partir de ese momento, empezó con una retahíla ensordecedora de groserías y más groserías. “¡Chín, chún, chán…!” profería con una tal naturalidad y desenfado que hasta envidia me dio. En ese momento, su peinado de salón, el rubio de su cabello, sus accesorios de oro, su traje Channel y su flamante camioneta, aparecieron ante mis ojos como cuando Cenicienta, después de la media noche, vio su carroza convertida en una calabaza y su vestimenta se transformó en andrajos. La transformación de la maestra había sido radical. Se había convertido en lo que realmente es. No sabía yo qué hacer; temía que la expresión de mi cara delatara lo que estaba pensando… Es decir, lo mismo que pienso ahora después de haber corroborado que lo que se dice de ella corresponde perfectamente a la realidad. No, ciertamente a Elba Esther Gordillo no le dejaría en sus manos la educación de mis hijos. Para aquellas personas que todavía tengan dudas en relación a la imagen y al prestigio de la profesora, les recomiendo que entren a Youtube, y pongan su nombre. Ya verán lo que pasa…
Mi opción es entonces Josefina Vazquez Mota. Hace tres semanas comí con ella. Vestida de una forma sumamente sencilla (demasiado), sin accesorios y con una cordialidad muy natural me platicó a propósito de todos sus proyectos que ha impulsado respecto a los cambios en la agenda educativa: la próxima entrega de 240 mil becas para jóvenes de escasos recursos; del concurso de oposición para la designación de los 900 directores de planteles federales de Educación Media Superior, sin necesidad de intermediarios. “Ahora, las directoras y los directores de planteles de bachillerato van a ser sujetos de una rigurosa rendición de cuentas y a revisiones anuales del cumplimiento del Programa de Desarrollo Profesional”, me dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Y en tanto me contaba del nuevo libro de texto de civismo, el cual abordará temas como: la tolerancia, el respeto a los demás y a la diferencia y el respeto a los derechos humanos, de repente le entró una llamada a su celular. Por su expresión me di cuenta que le estaban planteando algún problema serio, no obstante, su reacción era mesurada. “Es muy importante lo que me está comentando, por eso tenemos que darnos el tiempo suficiente para resolverlo. Llámeme por favor en una hora y le diré qué hacer”.
Es indiscutible que el estilo de Josefina, es diferente que el de la maestra. Hablando de Educación, sinceramente prefiero los métodos de Vázquez Mota. Y usted, querido lector y lectora, frente a una emergencia, ¿con quién de las dos dejaría sus hijos?...
Kikka Roja
No hay duda de que el símil del candidato panista ejemplifica perfectamente la enorme diferencia que seguramente existe entre un personaje tan siniestro y oscuro como Hank Rohn y su persona. Hoy, quisiera formular al aire la misma pregunta pero entre dos mujeres políticas, que como los candidatos, se encuentran igualmente, en el ojo del huracán: “En manos de quién dejarías a cargo la seguridad y la educación de tus hijos. Haz de cuenta que tuviste una emergencia y vas a dejar encargada a tu familia, la dejarías en manos de Elba Esther Gordillo, líder del SNTE o Josefina Vázquez Mota, Secretaria de Educación Pública?”
Es cierto que la primera es millonaria (según Zepeda Patterson, su poder asciende a 25 mil millones de dólares anuales), que es casi tan poderosa como el presidente, que quita y pone puestos a su gusto en el gobierno federal, que tiene excelentes relaciones con periodistas e intelectuales, que es íntima de Calderón, que es suegra del subsecretario de Educación Básica de la SEP, que es dueña de un partido político, y de varias propiedades además de su departamento en San Diego y que por si fuera poco tendrá chamba hasta 2012, pero ¿bastará todo eso para dejarle encargada la educación de los hijos? Por lo que a mí se refiere, preferiría dejarle la educación y la seguridad de mis hijos a Josefina Vázquez Mota.
Hace unos años, la profesora me invitó a desayunar al Balmoral. De hecho, siempre me la encontraba allí desayunando en compañía ya sea de periodistas o de funcionarios políticos de muy alto nivel. Era la época en que estaba enamorada, por lo tanto, se encontraba en una forma espléndida: se veía contenta, sonriente y llena de vida. Recuerdo que el desayuno se prolongó más de la cuenta debido a todas las interrupciones que tuvimos: persona que entraba al café, persona que venía a saludar a la maestra. No obstante, no dejaba de comentarme cuán preocupada se encontraba respecto a la falta de justicia entre los maestros y a las evidencias de un “México bronco” que podía estallar de un momento a otro. Por mi parte no dejaba de escucharla totalmente seducida por esa mujer vestida con un traje Chanel comprado seguramente en París, el cual coordinaba perfectamente bien con su bolsa de piel Ferragamo y sus accesorios de oro. Sí, la escuchaba, pero a la vez me preguntaba si era cierto todo lo que contaban acerca de la Maestra: que si al ver el salón de belleza tan lleno de gente, esa misma mañana decidió comprarlo; que si la boda de su hija había costada una millonada; que si era la única que podía paralizar al país al llevar a la huelga al sindicato más grande de América Latina; que si todo el mundo le tenía miedo; que si era sumamente ignorante; que si se había restirado la piel más de cinco veces; que si esto, que si lo otro.
Al salir del café muy amablemente me ofreció darme un “aventón” hasta mi casa. Ella misma manejaba una camioneta último modelo. No acababa de ponerme el cinturón, cuando de pronto, sonó su celular. “Buenos días, ¿cómo le va mi querido amigo?”, escuché que decía Elba Esther. Quién sabe qué le habrá dicho “su querido amigo” a propósito de quién sabe quién; que de pronto la maestra exclamó: “¡Que se vaya al carajo!” A partir de ese momento, empezó con una retahíla ensordecedora de groserías y más groserías. “¡Chín, chún, chán…!” profería con una tal naturalidad y desenfado que hasta envidia me dio. En ese momento, su peinado de salón, el rubio de su cabello, sus accesorios de oro, su traje Channel y su flamante camioneta, aparecieron ante mis ojos como cuando Cenicienta, después de la media noche, vio su carroza convertida en una calabaza y su vestimenta se transformó en andrajos. La transformación de la maestra había sido radical. Se había convertido en lo que realmente es. No sabía yo qué hacer; temía que la expresión de mi cara delatara lo que estaba pensando… Es decir, lo mismo que pienso ahora después de haber corroborado que lo que se dice de ella corresponde perfectamente a la realidad. No, ciertamente a Elba Esther Gordillo no le dejaría en sus manos la educación de mis hijos. Para aquellas personas que todavía tengan dudas en relación a la imagen y al prestigio de la profesora, les recomiendo que entren a Youtube, y pongan su nombre. Ya verán lo que pasa…
Mi opción es entonces Josefina Vazquez Mota. Hace tres semanas comí con ella. Vestida de una forma sumamente sencilla (demasiado), sin accesorios y con una cordialidad muy natural me platicó a propósito de todos sus proyectos que ha impulsado respecto a los cambios en la agenda educativa: la próxima entrega de 240 mil becas para jóvenes de escasos recursos; del concurso de oposición para la designación de los 900 directores de planteles federales de Educación Media Superior, sin necesidad de intermediarios. “Ahora, las directoras y los directores de planteles de bachillerato van a ser sujetos de una rigurosa rendición de cuentas y a revisiones anuales del cumplimiento del Programa de Desarrollo Profesional”, me dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Y en tanto me contaba del nuevo libro de texto de civismo, el cual abordará temas como: la tolerancia, el respeto a los demás y a la diferencia y el respeto a los derechos humanos, de repente le entró una llamada a su celular. Por su expresión me di cuenta que le estaban planteando algún problema serio, no obstante, su reacción era mesurada. “Es muy importante lo que me está comentando, por eso tenemos que darnos el tiempo suficiente para resolverlo. Llámeme por favor en una hora y le diré qué hacer”.
Es indiscutible que el estilo de Josefina, es diferente que el de la maestra. Hablando de Educación, sinceramente prefiero los métodos de Vázquez Mota. Y usted, querido lector y lectora, frente a una emergencia, ¿con quién de las dos dejaría sus hijos?...