Muchas son las dudas y muy pocas las explicaciones en torno al incremento de casi 146 por ciento en la aportación de México al Fondo Monetario Internacional (FMI) –con lo que el monto total que el país da al organismo ascenderá a alrededor de 14 mil millones de dólares–, solicitado por el Ejecutivo federal el pasado 15 de diciembre y avalado ayer, en una accidentada sesión en el Senado de la República.
En lo coyuntural, tanto la solicitud del Ejecutivo como la luz verde legislativa otorgada ayer resultan desconcertantes, pues ocurren con el telón de fondo del recrudecimiento de la crisis económica en la Unión Europea y de la resistencia de países como Alemania y Estados Unidos a incrementar sus respectivas aportaciones al FMI en la medida en que no se corrijan los desequilibrios en la llamada eurozona. Esa consideración, formulada en voz de naciones desarrolladas, tendría que bastar para que los gobiernos de países pobres, como el nuestro, actuaran con mesura en el manejo de sus respectivos recursos, y que privilegiaran el uso de éstos para la prevención de una eventual crisis en sus respectivos países.
En lo coyuntural, tanto la solicitud del Ejecutivo como la luz verde legislativa otorgada ayer resultan desconcertantes, pues ocurren con el telón de fondo del recrudecimiento de la crisis económica en la Unión Europea y de la resistencia de países como Alemania y Estados Unidos a incrementar sus respectivas aportaciones al FMI en la medida en que no se corrijan los desequilibrios en la llamada eurozona. Esa consideración, formulada en voz de naciones desarrolladas, tendría que bastar para que los gobiernos de países pobres, como el nuestro, actuaran con mesura en el manejo de sus respectivos recursos, y que privilegiaran el uso de éstos para la prevención de una eventual crisis en sus respectivos países.